El tenista balear realiza una sesión doble antes de conocer quien será su primer rival en su vuelta al tenis.
Brisbane (Australia), 28/12/2023.- Rafael lt;HIT gt;Nadal lt;/HIT gt; of Spain reacts during a practice session ahead of the Brisbane International at the Queensland Tennis Centre in Brisbane, Australia 28 December 2023. (Tenis, España) EFE/EPA/DARREN ENGLAND AUSTRALIA AND NEW ZEALAND OUTDARREN ENGLANDEFE
Rafa Nadal ya está oficialmente de vuelta. El tenista balear ha completado sus primeros entrenamientos en la previa del torneo de Brisbane, en el que anunció que volvería a las pistas tras su parón de casi un año. “Estoy feliz de estar de vuelta en el circuito y contento de estar en Brisbane después de unos años”, comentó Nadal a los medios oficiales del torneo
“Hola Australia. Brisbane”, con este mensaje en redes sociales y una foto entrando en el torneo australiano junto a su entrenador, Carlos Moyá, Nadal hacía oficial su retorno. Posteriormente se le podía ver entrenando en las pistas del Queensland Tennis Center exhibiendo una gran musculatura pese al tiempo de inactividad.
El tenista mallorquín ha realizado dos sesiones de entrenamiento: una con su equipo y otra junto al danés, Holger Rune, actual número cuatro del ránking ATP. Ambas las ha completado sin problemas.
Se prevé que el viernes, antes del sorteo del cuadro del torneo en el que Nadal no partirá como cabeza de serie, actualmente es el 664 del mundo, participará en un acto en el que responderá algunas preguntas a los aficionados que se acerquen al Queen Street Mall.
Nadal no juega oficialmente desde el pasado 18 de enero en el que fue eliminado por el tenista estadounidense, Mackenzie McDonald, en segunda ronda del Open de Australia.
El nivel que vaya a exhibir el balear es una incógnita pero, como dice su gran rival, Novak Djokovic: “No es el tipo de jugador que vuelve solo por jugar, digamos, a un nivel medio”. “Quiere ganar títulos, ser el mejor, porque es quien es: una leyenda del tenis. Estoy seguro de que su preparación se ha orientado a ganar un Grand Slam”, expresó el serbio tras la exhibición de Dubai en la que cayó derrotado con Carlos Alcaraz.
La noche estaba montada en torno a Vinicius, en una especie de reivindicación brasileña y disculpa española por los inadmisibles gritos racistas que ha recibido en varios campos de este país. Ocurre que la figura del futbolista del Real Madrid ha llegado a un punto de desencuentro en el que no se admiten matices. Ni sus detractores reconocen la gravísima, y obvia, realidad que sufre siendo objeto de insultos racistas, ni sus defensores asumen su otra realidad, incuestionable, esa que habla de un deportista inaceptable por su actitud ante rivales, árbitros y aficiones contrarias. Reflejo probablemente de una sociedad, la española, proclive a la polarización extrema, Vinicius no admite diálogo. O se le elogia todo, o se le censura todo. Da igual. [Narración y estadísticas].
Conviene no olvidar tampoco que él mismo se ha atribuido, o alguien se lo ha asignado, un papel, el de icono contra esta lacra, para el que quizá no esté preparado. Un chico tan joven, al que le pasan tantas cosas y tan rápido, difícilmente está capacitado para asumir el liderazgo en algo de semejante envergadura. Bien haría él, o quien está cerca de él, en orientarle para que la lucha que ha emprendido, legítima, necesaria, imprescindible, se ajuste a la realidad de un chaval de 23 años que, simplemente, juega muy bien al fútbol. Sus lágrimas, como su fútbol, no admiten matices, por muchas cámaras de televisión, y de cine, que le apunten desde hace bastante tiempo.
Asumidas todas las aristas de Vinicius, tomadas las fotografías con el lema Una sola piel y habiéndole sido otorgado el privilegio de ser capitán en su partido, fue el turno de la pelota, escenario del que parte Vinicius y al que, cuando vuelve, entrega una versión, esta sí, única e indiscutible. Es un jugador fantástico, por mucho que ayer estuviera, como el resto de su equipo, con la tensión por los suelos. Una carrera por su banda, salvada por Le Normand, a la media hora, fue todo lo que pudo ofrecer.
En medio de un ambiente amable, casi pasota con lo que ocurría en el terreno de juego, el brillo fue para Lamine Yamal, otro futbolista distinto, descomunal. Un tipo diferencial de esos que no sobran y menos a un equipo como el español. Suya fue la noche, un rosario de regates y amagues, de fintas y mentiras, de engaños y de ilusionismo. Un show que terminó en empate gracias a dos penaltis para los locales inventados por el árbitro, un portugués de nombre Antonio que colaboró lo suyo y que en el último instante compensó un poco a los brasileños señalando otra pena máxima para dejarlo todo en tablas.
Vinicius agradece la ovación del público.PIERRE-PHILIPPE MARCOUAFP
España puso más porque era su obligación, jugaba de local y aunque fuese por aquello del qué dirán, debía mostrarse al menos interesado. Dispuso Luis de la Fuente un equipo que se parece mucho al titular que iniciará la Eurocopa y entre eso, la dimisión brasileña y un árbitro amigo, firme al señalar el punto de penalti en un piscinazo de Lamine Yamal, la selección se puso muy pronto por delante. En el aire, sin embargo, siempre flotó la sensación de que no es lo mismo contragolpear con Rodrygo o Vinicius que con Nico Williams o Morata. Sin desmerecer a nadie, la calidad individual en el último tercio del campo vestía de amarillo, salvo Lamine. A esta España no le va a costar dominar los partidos porque tiene jugadores de mucho talento en el medio, pero sí va a sufrir cuando los partidos los decidan los grandes jugadores. Ella sólo tiene uno. Muy bueno, pero uno.
Quiso Dani Olmo desmetir esto último con un gol increíble, fruto de un caño y un recorte deliciosos en un par de metros, con una definición perfecta al palo largo en el 2-0. Tiene calidad España, sí, pero no tiene esa calidad diferencial que da títulos más allá del juego, salvo, conviene insistir, mirando de reojo al DNI, a Lamine. Un regateador puro, de una calidad sublime, capaz de salir por los dos costados, de amagar, de engañar, de driblar... Un jugador diferencial de verdad.
En todo caso, con dos goles de ventaja era el momento de la selección, a la que sin embargo se acercó Brasil sin querer, gracias a un exceso de confianza con Unai Simón, que se marchó al vestuario sonriendo, quitándole importancia o asumiento que esto, regalarle un balón a Rodrygo, forma parte del juego. El caso es que ese gol, poco antes del descanso, dio paso a otro, poco después de ese descanso, que dio el empate a Brasil, un equipo, ahí sí, mucho más intenso, más agresivo, con toda la viveza que le había faltado en el arranque. Acertó Endrick, otro de esos niños deslumbrantes. Tras ese impetuoso inicio de segundo tiempo, la cosa se calmó y todo devino en el mundo al revés, con pitos a Morata, dueño de una noche nefasta, y aplausos a Vinicius, que tras 70 minutos de intrascendencia decía adiós a su partido bajo una ovación intensa. Se quedaba en él, en el partido, Lamine Yamal, eclipse de todo lo que ocurrió anoche, menos del racismo.