El ex jugador del Machester United, balón de oro en 1966, ha fallecido a los 86 años
Bobby Charlton, en una imagen de archivo.BEN STANSALLAFP
Bobby Charlton, leyenda del fútbol inglés, ha fallecido este sábado a los 86 años de edad, según anunció el que fuera el club de su vida, el Manchester United.
El ex futbolista y entrenador, nacido en Ashington en 1937, disputó 758 con los Diablos Rojos durante 17 temporadas, en los que anotó 249 goles. Como jugador conquistó una Copa de Europa, tres títulos de Liga y la FA Cup. Como internacional con Inglaterra, disputó 106 partidos y anotó 49 goles, ganando el Mundial de 1966. Ese año fue nombrado Balón de Oro.
Charlton, que había debutado con el United en 1956, fue uno de los supervivientes del desastre aéreo de dos años después en el que el avión del equipo se estrelló en Múnich.
Retirado en 1970, dejó el Manchester United para convertirse en entrenador del Preston North End durante la temporada 1973-74, del que fue jugador-entrenador la temporada siguiente. Después aceptó un puesto como director en el Wigan Athletic y luego se convirtió en miembro de la junta directiva del conjunto mancuniano en 1984.
Charlton, con la camiseta de la selección inglesa.AP
“El Manchester United está de luto tras el fallecimiento de Sir Bobby Charlton, uno de los jugadores más grandes y queridos de la historia de nuestro club», ha señalado el club en un comunicado emitido en su web. Desde el conjunto británico hablan de Charlton como “un héroe para millones”, destacando la admiración que despertaba “tanto por su deportividad e integridad como por sus destacadas cualidades como futbolista”.
Charlton, diagnosticado con demencia en 2020, murió “rodeado por su familia”, detallaron sus allegados, que expresaron su “agradecimiento a todos los que han contribuido a sus cuidados y a tanta gente que le amó y le apoyó”.
La leyenda del fútbol inglés fue nombrado Caballero del Imperio Británico en 1994 por la reina Isabel II.
Madrid ya no espera a Rafael Nadal. Quedaron las lágrimas en su palco, donde le acompañó, como es habitual toda su familia. Quedan las lágrimas de Diego Pablo Simeone, uno de los testigos privilegiados de su última gran noche, pues lo fue, poco importa que esta vez no lograse sumar una victoria más a las 58 obtenidas a lo largo de sus 20 participaciones en el torneo, ningún título más a los cinco que deja entre su legado. Más triunfos que nadie. Más títulos también.
Es el final de una larga historia, el momento en el que ninguno de los 12.5000 aficionados que llenaron la pista Manolo Santana hasta la madrugada del miércoles para acompañarle hasta que su silueta desapareció hacia los vestuarios quería siquiera imaginar.
El chico, aquel que empezaba a construir su carrera casi en los albores del torneo, ya había dado muestras de ser un aventajado, con su brillante contribución a la conquista de la segunda Copa Davis de España ante Estados Unidos, en la final de Sevilla, derrotando a Andy Roddick con tan sólo 18 años. La temporada siguiente ganó en Montecarlo, Barcelona, Roma y su primer Roland Garros.
Nadal había debutado en el Masters de Madrid en 2003, en la segunda edición del torneo. Perdió de entrada con Álex Corretja. En 2004, poco antes de su eclosión en la Copa Davis, ganó a Davide Sanguinetti y cayó frente a Vincen Spadea. Fue en 2005 cuando logró el primero de sus cinco títulos, cuando aún se jugaba en otoño, en pista rápida y bajo techo, en el Rockódromo de la Casa de Campo, antes del convulso cambio a la primavera y a la arcilla, que se produjo en 2009 y de entrada no contó con su respaldo.
Detalle para Rafa Nadal.THOMAS COEXAFP
Gloria y dolor
La final contra Ivan Ljubicic fue uno de los episodios en los que se empezó a forjar su leyenda de extrema combatividad. Irreductible, superó al croata, entonces número 12 del mundo y un especialista en la superficie, por 3-6, 2-6, 6-3, 6-4 y 7-6 (3), en tres horas y 53 minutos. No le bastó a Ljubicic con los dos sets de ventaja y los 32 saques directos, alguno de los cuales alcanzó los 239 kilómetros por hora. Espoleado por el público, en la atmósfera cuasifutbolística que ha caracterizado el Masters 1000 de Madrid desde su nacimiento, Nadal se sobrepuso a los problemas físicos y dio a la gente aquello que pedía: una victoria con sangre, sudor y lágrimas. Fue su último partido hasta el torneo de Rotterdam. Ahí se empezaron a manifestar los problemas crónicos en el escafoides tarsiano del pie izquierdo, el síndrome de Müller-Weiss que tanto daño le ha causado a lo largo de su trayectoria. Toni Nadal, entonces su entrenador, llegó a comentar entonces sus dudas respecto a que pudiera seguir compitiendo al más alto nivel. No volvió a jugar hasta febrero de 2006, en Marsella.
«La final de 2005 fue el principio de muchos de los males que he tenido en mi carrera deportiva, pero es uno de los recuerdos más bonitos. Me partí el escafoides por la mitad durante el partido y al día siguiente no podía andar», recordaba tras el partido frente a Jiri Lehecka.
Madrid, que se había quedado sin final en su primera edición, en 2002, por la baja de Jiri Novak, lesionado, contra Andre Agassi, necesitaba consolidarse de la mano de una gran figura nacional, después del triunfo de Juan Carlos Ferrero en 2003. Venían los mejores, pero hacía falta un valor seguro que desatase el sentimiento de identidad. Ion Tiriac, propietario del torneo antes de su venta hace dos años a la multinacional IMG, mantenía en vilo a los aficionados con sus exigencias al ayuntamiento y las amenazas de llevárselo a otro lugar del mundo donde el negocio le fuera más rentable.
Nadal se despide del público de Madrid.Manu FernandezAP
Además de su malestar por el cambio de fechas y por tener que jugar en altura a pocas semanas de Roland Garros, también lideró las protestas contra el fugaz experimento de la tierra azul, en 2012.
Pero más allá de puntuales controversias, Nadal será recordado como la mejor bandera de esta competición, testigo que ahora toma Carlos Alcaraz. En su hoja de servicios, queda también la semifinal frente a Novak Djokovic, en el estreno en el escenario que ahora acoge el torneo. Nadal se impuso por 3-6, 7-6 (5) y 7-6 (9), en cuatro horas y tres minutos, tras salvar tres match points. Sigue siendo el más largo de en todos los Masters 1000. Aquel duelo fue elegido en 2022, en la conmemoración del vigésimo aniversario, tras la votación de más de 90.000 aficionados a través de las redes sociales, como el mejor de la historia del torneo.
Ya tenemos el primer resultado histórico del Mundial de clubes. El Bayern Múnich se ha estrenado en esta edición con un festival goleador sobre el débil Auckland City de Nueva Zelanda, un equipo amateur que ganó la Champions de Oceanía pero que no pudo casi tirar a puerta ante los alemanes. Musiala anotó tres goles desde el banquillo, Coman, Olise y Müller dos y Boey uno para sumar un desnivelado 10-0.
A los 20 minutos el encuentro ya iba 4-0, tras los goles de Coman (dos), Boey y Olise. Reflejo de la superioridad alemana sobre el conjunto de Nueva Zelanda, que apenas tocó balón. El Auckland City es el dominador de los últimos años de la Liga de Campeones de Oceanía, por eso está en el Mundial, pero ante el Bayern quedó demostrado que su nivel es mucho más bajo que el de este torneo. De hecho, según datos de Opta está en el puesto 5074 del ranking mundial, justo debajo del Castilleja, de División de Honor de Andalucía, sexta categoría del fútbol español.
La realidad ha golpeado de manera durísima al Auckland City y emborrona un poco un palmarés envidiable en su continente. Ha ganado doce veces la Champions de su confederación y ha disputado en diez ocasiones el antiguo Mundialito (2006, 2009, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017 y 2022, quedando en tercer lugar en la edición de 2014.
Pero contra el Bayern no pudieron hacer nada. Müller y Olise marcaron el quinto y el sexto gol antes del descanso y el resultado ya era devastador para un equipo que no es profesional. Sus futbolistas no se dedican sólo al fútbol, sino que tienen otros trabajos en los que ganan más que con el balón. Estar en Estados Unidos para este torneo ya es un premio, aunque el debut haya sido tan duro.
Tras el intermedio, la entrada al campo de Musiala activó a un Bayern que parecía haberse relajado. El mediapunta alemán anotó un hattrick desde el banquillo y Müller completó el 10-0 en el tramo final, justo cuando los neozelandeses consiguieron su único disparo del encuentro.
Ahora el Auckland City deberá competir contra Boca Juniors y Benfica para tratar de lograr lo imposible: un empate que le reporte un millón de dólares que sumar a los 3,5 que recibe de la FIFA, la cifra más baja de todos los equipos del torneo.