UEFA Nations League
Portugal-España (20:45 h.)
Lejos de los focos Rubiales y los jugadores, el seleccionador se ha convertido en líder y portavoz de una Federación que reza por su continuidad. Hoy busca ante Portugal la clasificación para la Final Four.
Hay un fenómeno curioso en la comunicación en el fútbol. De un tiempo a esta parte, es muy difícil ver a los presidentes (Florentino Pérez, Joan Laporta, Miguel Ángel Gil, etc.) hablar con los medios, y mucho menos conceder entrevistas. De forma paralela, la exposición de los futbolistas también ha ido decayendo, mucho más abiertos los chicos al uso de los nuevos lenguajes que a contestar una batería de preguntas más o menos comprometidas. Así las cosas, los entrenadores se han convertido, de alguna manera, en los portavoces de los clubes, y es de ellos de quien se espera una opinión no solamente sobre lo que atañe al equipo en sí, sino también sobre cuestiones del propio funcionamiento del club o, en muchos otros casos, sobre la actualidad. En el caso de la selección, esta tendencia se ha acentuado en los últimos años. Pero con matices.
Por ejemplo, en la Federación Luis Rubiales tampoco habla habitualmente, aunque no siempre fue así. Tras un inicio de mandato en el que respondía públicamente a todos los ataques, sus asesores de comunicación le han convencido para que su exposición sea pequeña y controlada. Además, hace pocos meses fichó a un portavoz para decir lo que él no quiere decir y del modo en que él no puede decirlo.
Del lado de los futbolistas, resulta que en Las Rozas es ya casi el único lugar donde se permite que los jugadores respondan a los periodistas en entrevistas individualizadas, aunque el perfil bajo de la inmensa mayoría de ellos, y las negativas de las estrellas (en su momento Sergio Ramos, hoy Sergio Busquets) dan como resultado una situación idéntica a la de los clubes: el entrenador es el portavoz oficioso de la Federación, y en este caso, el papel viene a acentuar el rol principal que juega Luis Enrique desde 2018, rol subrayado tras alcanzar las semifinales de la Eurocopa: el asturiano es el líder indiscutible de la selección… y de la Federación.
Por ejemplo, nadie le ha rechistado su última ocurrencia, que ha sido comprar un sistema de comunicaciones para que él, con un walkie, puede hablar a los jugadores mientras entrenan mediante unos micrófonos instalados en sus chepas. Como tampoco hubo reparos en comprar una pantalla gigante y montarla debajo del ya famoso andamio que usa para dirigir los entrenamientos en la concentración del pasado mes de marzo.
Las cosas de ‘Lucho’
Tampoco nadie, ni siquiera en Recursos Humanos, ha dicho ni mu cuando ha ido decidiendo prescindir de algunos de sus ayudantes (José Manuel Ochotorena, José Sambade, Jesús Casas…). Todo lo que hace Luis Enrique está bien hecho, y en cierto modo todos los estamentos de la Federación, más allá del césped, confían en él.
Por ejemplo, fue él quien salió a defender públicamente a Rubiales cuando comenzaron las informaciones de El Confidencial. «Es imposible vivir alejado del apaleamiento público que se le hace al presidente. Desde aquí mostrarle mi confianza. No sólo me baso en que conozco al presidente y su manera de actuar. Como asambleísta, confirmo que la Federación tiene los máximos estándares de transparencia y hay una gestión espectacular», fueron sus palabras el 23 de mayo pasado.
Por eso estos días en Las Rozas han seguido escrutándole a ver si después del Mundial va a seguir o no. Nadie se atreve a asegurar ni una cosa ni la otra. «Se hablará después del torneo», insisten en la Federación, donde todos rezan para que decida seguir, pues el proyecto, con un presidente cuestionado permanentemente (y al que el paragüas del Gobierno nadie sabe cuánto le va a durar), y con unos jugadores desconocidos, sólo le tiene a él para garantizarse un mínimo de atención.