Los secretos sobre Putin que reveló Strava o cómo sus guardaespaldas corrían alrededor de una mansión que no era suya

Los secretos sobre Putin que reveló Strava o cómo sus guardaespaldas corrían alrededor de una mansión que no era suya

Una mañana, después de un turno nocturno, Martin salió de su trabajo en la ciudad sueca de Solna, se subió a su bicicleta, encendió su reloj de última generación, pedaleó hasta su casa en Estocolmo y, al llegar, publicó su ruta en la popular aplicación Strava. Acababa de mostrar a sus amigos y conocidos que seguía en forma: sus ritmos eran realmente rápidos. También acababa de desvelar al mundo entero dónde se encontraba la oficina secreta del Servicio de Seguridad de su país.

Según reveló en julio pasado el periódico sueco Dagens Nyheter, hasta siete escoltas del primer ministro Ulf Kristersson -entre ellos Martin, de nombre ficticio- publicaban diariamente su actividad geolocalizada en Strava: más de 1.400 entrenamientos que permitían a cualquiera conocer la dirección exacta del domicilio del político, detalles concretos de sus viajes a lugares tan sensibles como la frontera de Ucrania con Polonia, Israel o la base militar en Malí, e incluso recorrer los pasillos secretos del Palacio de Drottningholm, la residencia permanente del Rey y la Reina de Suecia.

Pocas cosas ilustran mejor la escasa concienciación sobre el peligro de los relojes y pulseras inteligentes que la exposición continua de la ubicación de guardaespaldas, militares y policías a través de Strava. Desde que en 2018 un tuitero descubriera la estructura de bases militares de Estados Unidos en Siria y Afganistán gracias al mapa de calor de la aplicación, se han sucedido numerosos escándalos similares. El año pasado, el periódico francés Le Monde reveló los llamados StravaLeaks, con los que demostró que líderes como Emmanuel Macron, Donald Trump o Vladímir Putin habían estado en riesgo por culpa de los wearables de sus escoltas.

El presidente ruso, de hecho, siempre ha negado poseer un suntuoso palacio a orillas del mar Negro cuya existencia destapó en 2021 el activista fallecido Alexéi Navalni, pero Le Monde pudo confirmar que pasa allí largas temporadas gracias a los entrenamientos de sus guardaespaldas. El periódico galo también acreditó que dispone de una lujosa casa de campo en la república rusa de Carelia, en la frontera con Finlandia, además de otros muchos detalles de su vida privada.

La propia Strava, consciente del riesgo, ha tratado de reforzar su política de privacidad. En los últimos años ha introducido herramientas para ocultar el punto exacto de inicio y final de las rutas, ha permitido limitar la visibilidad de los entrenamientos a grupos cerrados e incluso ha lanzado guías específicas para cuerpos de seguridad y fuerzas armadas. Aun así, algunos servicios secretos como el estadounidense han optado por la vía más drástica: prohibir directamente a sus empleados el uso de wearables en servicio o en instalaciones sensibles.

Los expertos consultados coinciden en que, aunque estas medidas ayudarán, llegan tarde y que, siendo masivo el uso de relojes y pulseras, la única solución posible para mejorar su seguridad es la sensibilización de quienes los utilizan.

kpd