El Zunder Palencia, que lucha por cerrar en los despachos su ascenso a la ACB, el REBI Cuenca, subcampeón de la Liga ASOBAL y el CD Teruel, al fin en Primera RFEF, ilustran la lucha ante la adversidad de provincias en declive demográfico.
El Zunder Palencia, durante la fiesta del ascenso, el pasado 18 de junio.FEB
Hay vida más allá de la invisibilidad y el desprecio. Hay recompensa tras centenares de llamadas a instituciones y patrocinadores. Hay presupuestos cerrados tras los sudores por pagar a fin de mes. Hay sangre fresca en tres ciudades de población enve
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No por esperado, el doblete de Lando Norris y Oscar Piastri disminuiría la euforia de Zak Brown, el jefe de McLaren, que apretaba los puños en el garaje de Melbourne Park. La velocidad del MCL39 en el arranque del Mundial 2025 ha dejado sin respuestas a sus rivales. Norris, autor de la pole (1:15.096) con 84 milésimas sobre su compañero, dejó a Max Verstappen a casi cuatro décimas. Por no hablar de Charles Leclerc y Lewis Hamilton, relegados a la séptima y octava posición, a 65 y 87 centésimas, respectivamente. La prometida réplica de Ferrari en Australia quedó en agua de borrajas.
Desde los test de Bahrein, la inercia de McLaren se antoja inalcanzable para sus adversarios, sin recursos para el seguir la estela de los monoplazas papaya. Ni siquiera Verstappen, con problemas de sobrecaliento en los neumáticos que le hacían perder el paso en el tercer parcial. Desde el viernes, el tetracampeón venía sufriendo lo suyo, aunque en su primer intento de la Q3 había logrado trepar hasta el liderato, con 24 milésimas sobre George Russell. Por entonces, Piastri arrastraba un fallo en la curva 13, mientras los comisarios borraban el tiempo de Norris, por traspasar los límites en la curva 4. Dio igual, porque cuando hubo que empujar de veras, nadie osó sujetar a los McLaren.
La decepción de Ferrari se hizo más sangrante ante la irrupción de Yuki Tsunoda, que el domingo partirá quinto con el Racing Bulls, por detrás de Russell. No iba de farol el pilotoo japonés, el último en cruzar la línea de meta, puliendo por siete centésimas el crono de Alexander Albon. El británico partirá sexto con Williams, mientras Carlos Sainz tuvo que resignarse a la décima posición. Una actuación de más a menos por parte del madrileño, como corresponde a su periodo de adaptación al FW47.
La grava de la curva 10
Falló Carlos con estrépito en su primer intento de la Q3, mientras Albon se colaba sexto, a medio segundo de la cabeza. De allí ya no se moverían, aunque su regular desempeño a lo largo de toda la sesión, con una configuración muy agresiva y poco combustible en el depósito, debería hacer reflexionar a sus rivales. Especialmente a Aston Martin. Fernando Alonso, decimosegundo y Lance Stroll, decimotercero, confirmaron los malos augurios para la escudería de Silverstone.
Mantener el AMR25 sobre el asfalto resultaba una ardua tarea en la Q2 para Alonso, que probó la grava de la curva 10, una zona muy rápida donde Sainz también iba a pasar sus fatigas. McLaren marcaba las referencias por delante de Verstappen, con los Ferrari algo más descolgados.
Sainz, con el FW47, el sábado en Melbourne Park.AFP
Un trompo de Hamilton a la salida de la curva 11 arruinó el último intento de tres pilotos, mientras los comisarios anotaban un incidente entre Russell y Leclerc en la curva 3. Los daños en el suelo lastraban a Alonso, sin opciones de alcanzar el top10, como su compañero Stroll. Ninguno de los dos mejoró su crono de la Q1. Entre tantos estragos, Williams salvaba la situación holgadamente, con Sainz séptimo y Albon noveno.
En el año de los rookies, con siete pilotos por debajo de los 23 años, Gabriel Bortoleto irrumpió como una centella a bordo del Sauber. El brasileño apartó por nueve milésimas a Andrea Kimi Antonelli, que rodaba muy bajo con su Mercedes y había dañado el fondo plano con un paseo por la grava de la curva 6. Jack Doohan quiso dar una alegría a la afición local metiendo su Alpine en la Q2 para desdicha de Liam Lawson, cuyo sufrimiento al volante del Red Bull llamaba a la compasión. Un error del neozelandés en la última curva desencadenaría su temprana eliminación en una Q1, donde sólo se contaron 66 centésimas entre el primero y el decimoséptimo.
El último balón que jugó Toni Kroos como futbolista profesional iba a morir en los guantes de Unai Simón. Un envío de seda con la bota derecha, aunque demasiado sencillo para el portero del Athletic. Ya había tocado 101 veces el jerarca alemán, aunque sin desbrozar el camino para una Alemania que sólo generó peligro en el juego aéreo. Kroos capitalizó las acciones de estrategia y asumió el liderazgo de una selección lejos de su mejor fútbol, pero que sólo inclinó la rodilla en el quinto minuto del añadido. Tras el pitido final de Anthony Taylor, las cámaras registraron ese gesto de resignación, ese abrazo sincero con Álvaro Morata, el capitán español, donde se extinguía el fútbol para uno de los mejores centrocampistas de las últimas décadas. El homenaje postrero, a través de la megafonía, supuso el único consuelo para la hinchada local. Tras 114 internacionalidades con Alemania, Kroos tuvo que decir basta tras el inolvidable cabezazo de Mikel Merino.
La resolución de un agónico partido en el Stuttgart Arena, con la mayoría de protagonistas absolutamente extenuados. Medio roto por los calambres, Kroos también logró apurar hasta el minuto 125, aunque la tarde bien pudo cambiar mucho antes para él. Porque si en los 350 minutos previos había cometido apenas dos faltas, en solo seis ya igualó su registro con una contundencia inusitada. La que opuso la pierna sobre la rodilla de Pedri fue proporcional a la que aplicó en las protestas contra el árbitro. No conforme, un par de jugadas después, el pisotón sobre Lamine Yamal preludió el primer cambio de Luis de la Fuente. De nada sirvieron las quejas del seleccionador al cuarto árbitro, porque Anthony Taylor dejó sin amonestación dos acciones que hubiesen merecido amarilla.
A lo largo de la última década en el Real Madrid, Kroos no se había caracterizado por su agresividad en los balones divididos. De hecho, tras 457 partidos entre Liga y Champions sólo recibió 36 amarillas y una roja por doble amonestación. Tampoco por las airadas protestas. Sin embargo, en este torneo donde desde el inicio quedó clara la voluntad de castigar a quien se encarase con el árbitro, Taylor pasó de puntillas por los constantes quejas del mediocentro.
La precisión en el pase
Para disfrutar de la habitual influencia de Kroos sobre el juego hubo que esperar un rato más. El que tardó en volver a su posición en la izquierda. Durante el primer tiempo, nadie en Stuttgart entregó más pases buenos (39), ni dio mayor sensación de peligro en las acciones de estrategia. No obstante, la maquinaria de Julian Nagelsmann seguía atascada. Kroos, líder del torneo en pases para romper línea de presión (125), no encontaba manera de engrasar el ataque. Los únicos momentos de inquietud para Unai Simón llegaron con las incorporaciones por la derecha de Joshua Kimmich, que aprovechaba algún despiste de Nico Williams.
El dominio de Kroos durante las cuatro jornadas previas cabía en un dato. Su 95% de acierto en los pases suponía la mejor cifra en una Eurocopa desde 1980. Durante aquella final en el Olímpico de Roma, Alemania alzaría su segundo Trofeo Henri Delaunay y España sufriría su primera experiencia traumática ante un equipo anfitrión. El 0-0 frente a Italia en el Giuseppe Meazza supuso el primer capítulo de cinco partidos donde ni siquiera pudo marcar un gol frente a la selección local.
Un pisotón de Kroos a Lamine saldado sin tarjeta.EFE
El tercero también lo iba a vivir precisamente contra Alemania. Aquel 17 de junio de 1988, un doblete de Rudi Völler decidiría el 2-0 para la selección de Franz Beckenbauer, aunque también supondría el preámbulo de una fantástica racha para España, que no se dejó ni una sola derrota en los seis siguientes partidos. Incluida la semifinal del Mundial 2010 en Durban, cuando Kroos entró pasada la hora de juego en el puesto de Piotr Trochowski. Fue el séptimo de sus 113 partidos con la Nationalmannschaft. El primero de sus cinco ante España, a quien él mismo tumbó en noviembre de 2014. Su disparo lejano en el 89 decidiría el amistoso en Balaídos.
Ese preciso minuto resultó letal para La Roja en Stuttgart. El consabido bombardeo de balones aéreos hizo posible el enésimo milagro germano. A los 21 años y 63 días, Florian Wirtz se convirtió en el goleador más joven para Alemania en una eliminatoria del torneo. Kroos, con 34 años, seis meses y un día, ya acusaba el cansancio y el lastre de una amarilla por agarrón sobre Dani Olmo. La media hora de la prórroga se iba a hacer demasiado larga para él. Sentado sobre el césped, ante la impaciencia del rival, Kroos paró el juego en un par de ocasiones para realizar estiramientos. El peor augurio para Alemania. Su primera derrota como local ante España tras ocho partidos invicta.