Kubalita, Isi, Encarna e Isabel son algunas de las mujeres que impulsaron la creación del conjunto nacional en los años 70, cuando todavía no estaba federado
Para que España pueda disputar su tercer Mundial femenino, que comienza este jueves, alguien tuvo que abrir el camino. Kubalita, Isi, Encarna e Isabel son algunas de estas pioneras que con sus regates, goles o paradas hicieron posible que jugadoras como Alexia Putellas, Aitana Bonmatí o Jennifer Hermoso luchen por la primera estrella en Australia y Nueva Zelanda, desde este viernes.
Las cuatro se han reencontrado y han hablado con EL MUNDO rememorando cuando se enfundaron la camiseta de la selección, en los 70, cuando no estaba ni federada (tardaron 13 años, hasta 1983). Si algo recuerdan especialmente es que en cuanto saltaron al campo, el vello se les erizó y las lágrimas se les cayeron. No llevaban el escudo, pero no les importaba porque como comenta Isabel Fuentes, que debutó con el conjunto nacional en 1971: “En mi fuero interno, yo defendía a mi país con todo mi orgullo, corazón y cariño”.
Ella empezó a jugar con un equipo que tenía su cuñado en el barrio. Entrenaba con ellos, pero no podía jugar porque no les dejaban crear equipos mixtos. Pero se dio cuenta de que había muchísimos equipos femeninos, y se extrañó de que no se crease una liga como la actual. Claro que los tiempos eran distintos. “Eran los últimos años de Franco y nos decían que no podíamos jugar, aunque sabían que lo íbamos a hacer igualmente. Nunca vino la policía ni se metieron con nosotras”, reconoce.
Que fuera otra época tampoco fue un problema para Carmen Arce, más conocida como Kubalita (por su parecido físico con el mítico jugador). “Mi hermano jugaba en el Don Bosco, mi padre era fan del Valencia y yo me crie con un balón”, relata. Carmen, que comenzó con la selección española en 1971, cuenta que con 14 años vio un anuncio en un periódico en el que buscaban chicas, no se lo pensó y se apuntó. Sus padres se lo tomaron bien y reconoce que practicar este deporte le valió para tener “un lenguaje de complicidad y de unión con mi padre, que sin el fútbol no hubiera tenido”. Para ella no existían barreras: “Llenábamos los estadios y la prensa nos cubría fenomenal”.
A pesar del apoyo, Kubalita revela que jugar al fútbol no le salía rentable. Su indumentaria se la tenía que comprar y no percibía ningún ingreso. Además, las condiciones tampoco eran las mejores. “Jugamos cuatro años sin seguro, ni teníamos fisios ni cosas que para el deporte son necesarias”.
A Encarna Caracuel eso no le importaba. Empezó también con 14, cuando emigró con su familia a Cataluña y con la selección disputó amistosos frente a Portugal e Italia en el 71. “Estaba a todas horas jugando con los chicos, pero mi padre no quería. Me decía: ‘¿no te da vergüenza, en medio de tanto niño, una mujer sola?'”. Así que para seguir disfrutando de este deporte tuvo que contar con la complicidad de sus compañeros, que la avisaban cuando veían que su padre se asomaba. Debutó con el Vic como equipo femenino. Para ella fue magnífico porque empezó a marcar muchos goles y a destacar: “En 26 partidos metí 56 goles”, relata a este periódico. Ni Messi ni Cristiano han conseguido tanto.
Su pasión era tan grande que no le importaba no descansar para poder seguir haciendo lo que más le gustaba. “Llegaba de trabajar a las seis de la tarde, porque hacía doce horas, y antes de llegar a casa me metía en el campo a jugar”.
En cambio no todo ha sido bonito. Encarna reconoce que a pesar de ver los campos a reventar, hace 50 años había mucho machismo. “Se quería que fuera únicamente de hombres. Y cuando han visto que las mujeres también sirven, no ha sentado bien ni a la Federación, ni a los demás tampoco”.
Isidora, conocida como Isi, escuchó un anuncio en la radio en el que pedían chicas a las que les gustara jugar al fútbol. “Iban a formar dos equipos para jugar entre nosotras”, cuenta. Comenzó siendo un pasatiempo, para divertirse y hacer amigas, pero el presidente de su equipo le dijo que fuera a Madrid a hacer las pruebas para entrar en la selección con la que jugó en 1972. En aquella época no existía un ojeador que iba por los campos de fútbol y seleccionaba a las mejores, sino que eran ellas las que se tenían que desplazar a la capital para demostrar su talento. A Isi le hubiera gustado dedicarse a ello, pero sabía que no podría dejar su trabajo para vivir del fútbol.
Las cuatro cuentan sus historias, sabiendo que ahora las cosas son diferentes, que existen más facilidades y que el fútbol femenino no deja de batir récords. Por ello, desean que este Mundial sea un éxito y que la selección haga un buen papel en las antípodas.