Al observar a Cheikh Sarr saltar hacia la zona del público en el estadio de Las Llanas por haber escuchado «corre, negro de mierda», recordé de inmediato un partido al que acudí hace más de 30 años, cuando empezaba en esta profesión, para cubrir un encuentro del entonces Español, todavía con ñ, frente a un Sestao que en aquella época tampoco llevaba el apellido de River. Era el Sestao Sport Club. El portero visitante también era negro, como Sarr.
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Guardiola sabe que por mucho que quieras encajar el fútbol en el racionalismo, hay variables incontrolables, momentos en que la única explicación a lo que sucede en el campo es la teoría del caos. El aleteo de una mariposa en un hemisferio puede provocar un cataclismo en el contrario. Cuando eso sucede, hay que sobrevivir cómo sea para volver al campo, con el racionalismo o con la artillería, porque todo es juego, todo es fútbol. El lugar más difícil para conseguirlo es el Bernabéu, ya que nadie como el Madrid saca tanto partido al caos, incluso a su propio caos. Guardiola supo cómo regresar al terreno de juego para recomponerse y ponerse por delante a cañonazos, a lo Madrid, del mismo modo que contestó Valverde. Los dos últimos campeones se equivocan, se amenazan y se fusilan, en el Bernabéu como en el Etihad, donde se resolverá un duelo trepidante. Esto es la Champions y esto son, hoy, los mejores. [3-3: Narración y estadísticas]
El entrenador del City discutía con Lillo como si buscara explicaciones en su oráculo. Quería que alguien le dijera qué había pasado para que Rodrygo pudiera escaparse de esa forma camino del segundo gol del Madrid, perseguido por un Akanji que no era abeja ni mariposa. No activaba su vuelo ni su aguijón. El rebote volvió a beneficiar al brasileño como dos minutos antes lo había hecho con Camavinga para empatar. A eso no hay explicaciones posibles. Es el destino, y el destino no quiere a nadie como al Madrid. A la salida de Rodrygo, sí. Como en el inicio a los errores en cadena que permitieron adelantarse al City por medio de Bernardo Silva. Desde la falta de Thouaméni, a la barrera de un hombre mal puesto y la medición infantil de Lunin. El caos, de hecho, se había repartido, pero el Madrid había conseguido ponerse por delante. Le faltó creerse de qué forma realmente lo estaba.
En ninguno de los duelos que han convertido este enfrentamiento ya en un clásico de la Champions pudo verse a un City con tantas dudas. Se tienen cuando no se puede explicar lo que pasa. Adelantaba su defensa con miedo, porque el Madrid corre a la espalda como ninguno. Avanzaba el conjunto inglés sin riesgo, únicamente con Bernardo Silva como agitador, Grealish enfrentado a Carvajal como si escalara un muro y Haaland vencido en todos los duelos por Rüdiger. El cuerpo a cuerpo fue suyo, y vaya dos cuerpos. Es un futbolista inyectado. El alemán asumió, además, los mayores riesgos, después de que Tchouaméni viera una tarjeta amarilla en la primera jugada que dio origen al tanto del City.
Los jugadores del City celebran un gol en el Bernabéu.BallesterosEFE
El temor ajeno era una oportunidad para este Madrid impío cuando huele la sangre. Rodrygo las tuvo en las contras, por dos veces, y también Vinicius, de nuevo en el centro. Vini pierde amenaza si no está en movimiento en la banda, pero realiza un esfuerzo de adaptación que puede ser clave en el futuro, especialmente si llega Mbappé. La asistencia a Rodrygo en el segundo gol del Madrid es un ejemplo de las cosas que añade a su repertorio. Ambos alternaron espacios y roles en las acciones ofensivas, punzantes, frente a un Bellingham voluntarioso pero impotente. Es una evidencia que el inglés no es el del arranque de temporada.
La charla de Guardiola
Guardiola necesitaba el descanso para discutir en grupo, no sólo con su ayudante. Después de lo superado que había estado su equipo, llegó más vivo de lo que habría imaginado al vestuario. La coyuntura no iba a cambiar, con un Madrid en su salsa, agresivo en el centro del campo, donde ninguno de los dos conjuntos había conseguido imponerse, con Rodri sin lograr dar toda la claridad que los suyos necesitaban, y Kroos y Camavinga entregados a la presión.
El City partió con intenciones más punzantes, y eso se reflejó en un primer disparo de Grealish, que ya no se limitaba a merodear el área en horizontal. Había que cargar la pierna ante las dificultades que el equipo inglés había encontrado para penetrar el área, enjaulado Haaland, sin capacidad de filtrar balones en un área local bien cerrada. Rodri se incorporó en el balón parado, pero la vía tenía que ser otra. Foden lo demostró con un disparo seco y colocado, un imposible para Lunin como también lo hubiera sido para Courtois. Gvardiol lo imitó apenas cuatro minutos después para llevar al Madrid a la lona verde, ya con escasas fuerzas debido a su esfuerzo y expuesto a un rival al que había dejado vivir. El Madrid jamás deja de hacerlo, aunque esté muerto, y la prueba de vida es la tremenda volea de Valverde que cerró el primer acto de un thriller que tuvo de todo, errores y juego, caos y cañonazos. En el Etihad continuará un duelo que no debería acabar jamás.
El apodo de Gran Capitán se lo puso a Gonzalo Fernández de Córdoba la tropa, no la corte, pese a la proximidad con Fernando el Católico que se había granjeado el militar cordobés. Al valor y la dedicación mostradas en los campos de batalla, desde Granada hasta Nápoles, Fernández de Córdoba añadía capacidad de convencimiento y sentido de la estrategia, cualidades que reforzaban su autoridad moral, ante los suyos como frente al enemigo, y le convertían en un gran negociador. La huida del sultán Boabdil de Granada y la capitulación del último reino nazarí de Al-Andalus fueron fruto de sus mediaciones: no más sangre. El Madrid no necesita Reconquista alguna, no desde la 'Séptima', porque su historia moderna es la de la conquista permanente. Pero necesita a un gran capitán que de ejemplo en el campo y recuerde con sus palabras y sus gestos en el vestuario cómo y por qué se conquista, más allá del ruido y los arbitrajes.
Luka Modric es el primer capitán, pero no siente esa condición como antes, porque se observa apartado del juego, suplente. El segundo, Dani Carvajal, que cura sus heridas, es al que muchos esperan, en la tropa y la corte, como a ese capitán que urge ahora que llegan las grandes batallas. Encararlas sólo a través del catalejo de errores como el de Muñiz Fernández y el VAR en Cornellá, donde debió ser expulsado Romero por la cacería de Mbappé, es como meter a todo el equipo en un embudo.
«Que vuelva Carva, aunque sea con muletas, lo necesitamos, porque da dos gritos y pone a todos firmes», se escucha en Valdebebas. La nostalgia por el jugador es tremenda en el campo, donde Lucas Vázquez se ve devorado por la banda que era capaz de devorar un partido tras otro Carvajal, y Valverde pone piernas, pero nadie pone tanto y en ambas direcciones. La baja de Rüdiger aumenta las urgencias.
El mejor lateral del mundo
El lateral de Leganés es como una espada de acero templado: nada la doblega en defensa y todo lo atraviesa en ataque. Dijo Carvajal que se creía el mejor lateral del mundo. Puede considerarse una afirmación presuntuosa, si se quiere, pero en absoluto exagerada. Los títulos, su sexta Champions y la Eurocopa en 2025, y los premios, cuarto en el Balón de Oro y 'The Best', le dan la razón. Carvajal los merecía tanto como Rodri o Vinicius. Si fuera por títulos, más, pero el 'showbusiness' no aprecia a los defensas, salvo si eres Piqué. Carvajal tiene sus cosas, pero muy poco de clown.
«Los próximos meses lo perderemos como jugador, pero no como líder en el vestuario, porque estará aquí y trabajará con nosotros. No nos vamos a aprovechar de su fuerza, pero sí de su cabeza, que es tan importante como su fortaleza física», dijo un Carlo Ancelotti que sabía bien de qué hablaba poco después de lesionarse Carvajal. La realidad es que la dinámica de la recuperación no permite esa vida en paralelo todo lo deseable. Es difícil ser líder sin serlo en el campo, incluso es complejo serlo desde la suplencia, que deteriora los egos y las relaciones. Que se lo pregunten a Modric.
Ancelotti, el pasado sábado en Cornellà.AFP
Carvajal se lesionó a principios de octubre, en un choque fortuito con Yéremy Pino durante un partido contra el Villarreal. La exploración confirmó los peores pronósticos: rotura del ligamento cruzado anterior, rotura del ligamento colateral externo y rotura del tendón poplíteo en su pierna derecha. Le aguardaba una temporada en blanco.
Bronca en Lille
La lesión no se producía en un partido cualquiera, sino en el siguiente que el Madrid disputaba tras la caída en Lille (1-0), clave para que el club blanco se haya quedado fuera del 'Top 8' de la Champions y ahora se vea abocado, en dieciseisavos, a un duelo muy complejo frente al City de Pep Guardiola. Sólo hay que rebobinar las cintas para recordar el rol que Carvajal ha tenido en algunos de esos duelos, como central improvisado en un agonístico final en el Bernabéu o cabecilla del 'Álamo blanco' en el Etihad. Pero volvamos antes a Lille, donde, en el descanso, Carvajal entró en el vestuario hecho una furia y comenzó a gritar a sus compañeros ante el silencio cómplice de Ancelotti, que levanta la ceja pero difícilmente la voz.
«El día a día sin Carva es más difícil, porque llama al orden a quién sea, además de tensionar los entrenamientos con su manera de competir también en Valdebebas», afirman en la Ciudad Deportiva. Es cierto que el equipo marcha líder en la Liga, pese a la última derrota ante el Espanyol, ha ganado todas las competiciones menos la Supercopa de España, goleado por el Barcelona, y únicamente en la Champions está ante una situación de alto compromiso, pero son varios los que en el vestuario sienten que falta algo.
A la prolongada lesión de Carvajal se unen las salidas de Nacho y Kroos. A pesar de no ser titular y de sentir que no era correspondido con los minutos que merecía, Nacho fortalecía el compromiso, junto a Carvajal y Lucas Vázquez o Sergio Ramos en el pasado. Todos formaban lo que en tiempos de Zidane en el banquillo llamaban el «comando español». Nacho ejerce esa función, hoy, en el equipo de Míchel en Arabia hasta con intérprete en sus arengas antes de los partidos.
Carvajal, premiado por la APDM.Kiko HuescaEFE
Al Madrid nunca le ha faltado un carácter en el vestuario, fueran Camacho, Hierro, Raúl o Sergio Ramos, por no retroceder hasta Di Stéfano, y hasta quienes ejercían la autoridad de los silencios, como Zidane o Kroos. Mbappé está, hoy, lejos de querer ese rol en el Madrid y su pretensión por ser el capitán de Francia no ha funcionado, por ahora. Con mucha calidad en el vestuario, pero perfiles heterogéneos, altos objetivos individuales, como los de Vinicius o Mbappé, y falta de un núcleo duro de la casa, el Madrid necesita a un Gran Capitán que llame al alto, aunque sea con muletas.