Lamine Yamal tiene que aprender a ser humano

Lamine Yamal tiene que aprender a ser humano

Lamine Yamal jugó el clásico andando, totalmente desconectado del juego en la primera parte y sin generar peligro cuando intentó asomar en la segunda. Como a estas alturas no necesitamos pruebas de que nunca se borra, hay dos explicaciones plausibles para su actitud: estaba aún más lesionado de lo que suponíamos, lo que sería una irresponsabilidad por parte de Hansi Flick, o la presión infinita que él mismo se pone le hizo mella por primera vez desde su supersónica aparición. No le vino grande el partido, le vino grande el personaje que ha construido.

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La sobreactuación final de Carvajal y Courtois, expertos en gestos así, por lo que había dicho Lamine durante la semana convirtió la anécdota en noticia, pero lo relevante del asunto no es la (escasa) influencia que pudieran tener las palabras de un chaval en una plantilla, la de Xabi Alonso, con más batallas que el Grupo Salvaje de Peckinpah. Tampoco lo es la campaña para convertir chorradas de inmadurez en delitos de cárcel de ciertos periodistas, muchos de los que llevan años denunciando que a Vinicius se le ha demonizado por lo mismo desde su llegada a España. Si a Yamal le da por montar la que montó el brasileño al ser sustituido, hoy están pidiendo la intervención de servicios sociales.

Pero, no, todo eso no es más que folklore que da color para el aficionado y no tiene trascendencia en los vestuarios. Lo realmente importante para Lamine es si le compensa situarse día tras día, declaración tras declaración y gesto tras gesto, bajo la lupa; si asignarse el deber de ganar cada partido solo no acaba siendo contraproducente y convierte al jugador más alegre que hemos visto en años en el alma en pena que deambuló por el Bernabéu; si exigirse una grandeza constante que ni siquiera Messi ofrecía a su edad es una presión imposible de soportar incluso para un portento.

Tal vez esa corona que se coloca pese demasiado. No porque no la merezca ni por lo que piensen los demás, que le da y le debe dar igual, sino por lo que piensa él mismo. Es tan autoconsciente de su genialidad y la exhibe tan abiertamente que se obliga a ser perfecto para acallar a los enemigos y, sobre todo, a su propia cabeza. Y cuando las cosas no salen, se frustra y se flagela. Es más sencillo manejar las expectativas ajenas que las propias. Lamine necesita aprender a ser humano para poder ser extraterrestre.

kpd