La tormenta perfecta que acaba con la carrera de Piqué

La tormenta perfecta que acaba con la carrera de Piqué

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El central del Barça dirá adiós al Camp Nou mañana contra el Almería en plena crisis deportiva, judicial y personal

Piqué en el banquillo antes de comenzar el partido contra el Valencia en Mestalla.Juan Carlos CárdenasEFE

«Este sábado será mi último partido en el Camp Nou». Ni siquiera Gerard Piqué fue inmune a la guillotina del fútbol. Y de la vida. A los 35 años, harto de verse cuestionado, harto de acabar relegado a la indiferencia, silbado en una casa que lo veía como potencial presidente -su aspiración sigue ahí-, y consciente de que su vida familiar requiere, ahora sí, una mayor atención, anunció que dejaba el fútbol. Lo hizo a su manera. Por sorpresa y mediante un vídeo en redes, amo como siempre fue de su mensaje. Y también de ese silencio que le había acompañado los últimos meses, coincidiendo con el acoso mediático tras la separación de Shakira.

Eso sí, anunció un reencuentro futuro: «El fútbol me lo ha dado todo, el Barça me lo ha dado todo. Vosotros, culés, me lo habéis dado todo. Y ahora que los sueños del niño que fui se han cumplido, es el momento de cerrar este ciclo. Pero ya me conocéis: tarde o temprano, volveré».

Piqué siempre fue un tipo orgulloso. De aquellos que ensalzan sus cualidades ante cualquiera. Y con la bandera de la zona alta y del chico guapo, inteligente y privilegiado por delante. Quizá sin ese porte altivo y burlón, que trató de corregir en su día su buen amigo Carles Puyol, nunca hubiera llegado a ser uno de los mejores centrales de las últimas décadas. Por algo fue pieza capital tanto del mejor Barça de siempre, el de un Guardiola que supo meterlo en vereda, como en la España campeona del mundo.

Aunque Piqué, que todo lo tuvo, que siempre aspiró a ser mucho más que un simple tipo adinerado que diera patadas a un balón, no pudo escapar al ocaso. Físico y emocional. Una tormenta perfecta que ha acabado por precipitar una marcha a la que él mismo se negó el pasado verano, cuando Xavi Hernández le confesó que lo mejor para él sería dar un paso al lado. Piqué, cómo no, le dijo a su ex compañero y ahora capataz que acabaría siendo otra vez titular. Esta vez, su confianza y orgullo no fueron suficientes.

Pique celebra un gol al Bayern en un partido de Champions en el Camp Nou.PIERRE-PHILIPPE MARCOUAFP

Xavi, eso sí, exigió a Piqué que se dedicara de una vez por todas en cuerpo y alma al fútbol. Pero el defensa, investigado por propiciar el desembarco de la Supercopa de España de Rubiales en Arabia a cambio de una generosa comisión, no podía ir contra su propia naturaleza.

Y el césped, esta vez, no le sirvió como coartada. Sus graves errores en el último derrumbe europeo frente al Inter en el Camp Nou acabaron por convencerle de que el martirio debía acabar. Sin esperar siquiera a acabar la temporada, que era la frontera que él mismo se había puesto. De hecho, pretende renunciar al año y medio de contrato que le quedaba.

Piqué, de repente, se veía un extraño en ese vestuario que hasta no hace tanto dominaba como nadie. Su desencuentro con Messi antes de que el argentino acabara en París fue sonado. Como siempre, Piqué había tratado de ir a la suya con las negociaciones por los recortes salariales.

Apartado de los liderazgos emocionales pese a ser uno de los capitanes, trataba de mostrar una normalidad que no era tal cuando le tocaba entrenar junto a Jordi Alba a las tantas de la noche, en aquellas sesiones en las que sólo participan los actores secundarios. Por mucho que tratara de adaptarse al rol del simple relevista, se veía extraño.

Gerard Piqué celebra un gol contra el Valencia en el Camp Nou.PAU BARRENAAFP

Además, Piqué era consciente de que en los despachos del Camp Nou llevaban tiempo buscando la manera de que renunciara. Se ha sentido despreciado por el gobierno de Laporta, quien no tuvo inconveniente en señalar a los capitanes en la última asamblea de compromisarios por no acceder a una nueva reducción salarial. También lo hizo Mateu Alemany. Ya nadie tendrá que hacer más llamadas para crear un clima de opinión contra Piqué.

La noche del 2-8 en Lisboa, una de las más tristes del barcelonismo, él mismo dijo que cerraría la persiana cuando viera que ya nada podía aportar. Estos dos últimos años de prórroga fueron insoportables. Incluso para alguien como él, que siempre vio el fútbol como un simple juego. Nunca como una forma de vida.

kpd