Real Madrid – Partizan
El legendario entrenador volvió a su Partizan para convertirlo en el equipo revelación de la Euroliga. “Seguir a Zeljko significa éxito”, analiza Josep María Izquierdo, su eterno ayudante
El penúltimo desafío de Zeljko Obradovic (Cacak, Serbia, 1960) era el de regresar a casa, el más difícil todavía, devolver a la elite a aquel Partizan del que salió en 1992 como rey de Europa para escribir su leyenda en Badalona, Madrid, Treviso, Atenas y Estambul. Pero no hay imposibles para un entrenador inabarcable. En menos de dos temporadas, con un puñado de jóvenes y varios jugadores a los que ha logrado elevar exponencialmente su rendimiento, ruge el Stark Arena con 20.000 almas y desafía al Real Madrid en cuartos de final como el equipo revelación de la Euroliga.
“El otro día jugamos en Zadar, un partido de la ABA League. Eran casi las tres de la mañana y en el bus del aeropuerto al pabellón se puso a ver un partido en directo de la NBA. Yo estaba hecho polvo, pensando en llegar a casa y dormir”. La anécdota la desvela Josep Maria Izquierdo, el eterno ayudande de Zeljko, el amigo inseparable desde que un día de hace más de 30 años le recibiera en el aeropuerto del Prat para fichar por el Joventut. Habla Izqui del mito, de la pasión que le sigue sosteniendo a los 63 años tras haberlo ganado todo en todos sitios. “Se lo digo: ‘Zeljko, estás mucho más feliz y relajado’. Este es su club, su ciudad. Está con su familia, sus amigos. Va a sus restaurantes. Va a tomar el café al bar de su amigo”.
Tras cerrar su círculo en el Fenerbahçe y convertirle en el primer equipo turco que alzaba la Euroliga, Obradovic se tomó un año sabático. Sobrevoló la cuestión de si realmente volvería a un banquillo. Pero la llamada del Partizan de su corazón le hizo ponerse de nuevo manos a la obra. “Llevaba 30 años dando vueltas por el mundo. Tenía muchas ganas de venir a casa. Y cuando se han dado todos los condicionantes…”, cuenta Izquierdo, su sombra en los banquillos, quien, cómo no, se unió en la aventura como lo había hecho en Estambul.
La primera temporada no fue sencilla. El Partizan fracasó en su objetivo de conquistar la Eurocup y perdió la final de la Liga Adriática contra el Estrella Roja, enemigo íntimo. Pero en esta, con un billete para la Euroliga por la ausencia de equipos rusos, la llegada del ex barcelonista Exum, el estallido de Lessort, el liderazgo de Punter y la evolución de sus jóvenes, los de Belgrado asustan: son el rival que nadie quería en playoff. Desde el 16 de diciembre, su balance es de 34 victorias en 40 partidos. “Hemos tenido una comunión muy grande todos, entrenadores, jugadores, el presidente… El público ha sido fundamental. Es bonito jugar aquí de local, de visitante no lo debe ser tanto. Todos hemos entendido que el único camino era seguir a Zeljko”, confiesa Izquierdo, que admite que el principal foco de atención contra el Real Madrid es Tavares: “Es el jugador que más condiciona ofensiva y defensivamente. A lo mejor no mete 25, pero gracias a él los demás están liberados. Atrás marca territorio y condiciona el juego de tal manera que tienes que atacar muy bien y aprovechar los espacios para que no corran”.
Más allá del baloncesto, el aura de Obradovic sigue siendo descomunal. “Su regreso significó la estabilización del club a todos los niveles, a partir de los resultados, pero también su figura aumentó el número de patrocinadores. Influye en cada jugador y luego en el equipo: lo fue construyendo lentamente y calculó bien su forma para este momento de la temporada”, aporta Marija Stefanovic, periodista especializada del portal Republika.
“Pone mucha presión”
“Como persona, es el mismo de siempre. Hablando de baloncesto es el mismo apasionado, un loco del basket. Me sorprende la energía y la pasión con la que sigue viviendo todo”, sigue Izqui, que colecciona anécdotas con Obradovic. “Al talento natural que ya tenía, ahora une las experiencias almacenadas. Por eso anticipa tantas veces lo que va a pasar. Él me habla de aquel partido que jugamos en León, con la Penya en el año 93. Que iban al dos contra uno al poste bajo… Esto no es normal”, ríe el badalonés.
Que también mezcla el lado profesional del gurú con las ascendencia personal de quien es “como un hermano mayor”. “Viene cada verano a su casa en El Masnou. Hemos pasado muchas horas juntos allí, comiendo, bebiendo, riendo, hablando de baloncesto. La relación se basa en el respeto y la confianza. Sabe que voy a darlo todo por él y yo estoy muy agradecido por cómo me cuida, cómo me quiere. Estoy solo en Belgrado y se preocupa por mí. No puedo pedir nada más”, se sincera. En la capital serbia, salir a cenar con Zeljko es encontrarte, de repente, en una sobremesa de leyendas junto a Kikanovic, Dalipagic, Bodiroga o Danilovic: “Yo alucino”.
“Seguir a Zeljko significa éxito”, razona el asistente, tantas veces el pañuelo de los jugadores tras las iras del maestro. Porque lo que no negocia Obradovic es la exigencia: “Es muy estricto, pone mucha presión. A él le da igual el primer amistoso de pretemporada que los playoffs de ahora”. Trabajar con los jóvenes, después de tantos proyectos millonarios donde “teníamos que ganar por cojones”, es el aliciente final de quien ya conquistó nueve veces la Euroliga. “Él me dice siempre: ‘No hay jugadores jóvenes o veteranos. Hay buenos y malos jugadores’. Me habla de su época, de la ex Yugoslavia, de Petrovic, Danilovic, Kukoc, Radja…. Es que a los 17 años ya eran buenos. A los jóvenes les exige muchísimo y a veces se quejan. El día que no te exija, tendrás un problema. Significa que ha pasado página contigo. Agradécelo”.