Mundial 2022 Qatar
El francés, abatido y ausente tras lograr tres goles y caer en la final, es consolado en el césped por el presidente galo / Al-Khelaifi asegura que se siente orgulloso por los grandes ídolos del PSG
Emmanuel Macron dedicó la mayor parte del tiempo cuando bajó al césped a consolar a Kylian Mbappé. El futbolista francés no podía creer lo que le había ocurrido, abatido, como ausente. La solitud del banquillo le dejó a solas con sus pensamientos. Tres goles en una final, más el primer penalti en la tanda, para perder un título. A los 23 años, ya es campeón del mundo y va a tener más oportunidades de volver a serlo, pero será difícil estar tan cerca. La incomprensión lo invadió y tardará en abandonarlo. No le faltaban razones. La final de Lusail, no obstante, lo presenta como el jugador del futuro en mitad de un curso que empezó con la decisión más compleja de su vida: no al Madrid.
El hat-trick conseguido en la final hace que el francés deje Qatar como el máximo goleador, con ocho tantos en siete partidos. Messi, en cambio, lo hace como mejor futbolista del torneo. El poder diferencial del francés ha sido clave para una Francia de la que se despidió prematuramente Benzema, debido a una lesión, y en la que Dembélé no ha aportado todo lo esperado. En la final, su penalti y mal rendimiento hicieron que fuera uno de los primeros señalados por Deschamps en los cambios. La forma de caer no significa una crisis que haya de pasar factura al técnico, pero ahora se abre un compás de espera, un tiempo de decisiones en la Federación gala. Zinedine Zidane siempre espera.
Después de decir «no» al Madrid, una de las decisiones que más esperaba el mundo del fútbol, se abrían interrogantes sobre cuál sería la evolución de Mbappé. El inicio de la temporada en el PSG no fue el mejor para el delantero, a lo que se unieron nuevos rumores sobre su incomodidad o exigencias de fichajes a Nasser Al-Khelaifi. El arranque de curso fue mejor por parte de Neymar y, por supuesto, de Messi. Una vez en Qatar, explotó ya en un primer encuentro en el que Francia hubo de remontar frente a Australia. Creció durante la primera fase, salvo en el último partido, al no ser titular contra Túnez por estar clasificada ya Francia para octavos. Contra Polonia, se exhibió con dos goles, uno de ellos colosal.
La remontada
En la final, la remontada de Francia no se explica de no ser por su capacidad de rebelarse frente a un partido en el que Argentina superó a Francia en lo colectivo e, incluso, en los duelos individuales. Scaloni mandó defender a Mbappé siempre con ayudas que le impedían activarse, sin espacios. Lo buscó en los medios, pero realmente no lo encontró hasta que los argentinos sintieron el vértigo por el penalti convertido. Marcaría hasta tres desde los 11 metros, una eficacia siempre comprometida cuando se repite. Harry Kane, por ejemplo, no la tuvo contra los franceses en el duelo de cuartos. Mbappé, además, falló el año pasado en la Eurocopa, hecho que costó a Francia la eliminación contra Suiza en la misma suerte. Ese precedente hace más meritoria su determinación.
Después de las caídas en Champions, a pesar de excelentes prestaciones, como en la última eliminatoria ante el Madrid, tanto en París como en el Bernabéu, Mbappé vuelve a sufrir los sinsabores en un gran escenario, el mismo en el que fue campeón cuatro años atrás, aunque entonces sin el mismo protagonismo.
Todos querían consolar a la estrella. El primero, Macron: «Le he dicho que sólo tiene 23 años y mucho tiempo por delante. Ya ha sido mejor jugador de un Mundial, ha ganado otro y ha llegado a una final. Yo estaba tan triste como él». «Mbappé nos ha hecho sentir muy orgullosos a todos los franceses», prosiguió el presidente francés, que calificó su actuación como «formidable, increíble».
El dirigente fue una de las estrellas en el palco de Lusail, al que acudió a pesar de las protestas de la oposición por el Qatargate que ha puesto en el foco de los supuestos sobornos del emitaro al propio Parlamento Europeo.
La trepidante final, el triunfo de Messi y la explosión de Mbappé, dos futbolistas cuyos sueldos están abonados por Qatar, son el desenlace deseado por los organizadores y hasta por la propia FIFA. No hay mejor publicidad para el fútbol, contrapeso a las críticas recibidas por la disputa de un Mundial en un lugar donde no se respetan los derechos humanos. Messi y Mbappé se encontrarán en París, donde los espera un Al-Khelaifi exultante: «No puedo estar más contento por mis jugadores, como parte del PSG y como qatarí». La túnica árabe de Messi al recibir el premio del emir hizo el resto.