El italiano sale triunfador del clásico camino de una final de Copa y unos cuartos de Champions que decidirán su futuro. Él espera al Madrid y hace esperar a Brasil.
En la sala de prensa del Camp Nou, la ceja de Carlo Ancelotti transmitía cierta pasividad. Era la indiferencia ante el triunfo de quien ha ganado ya tantas veces que una victoria histórica en el campo del Barcelona es sólo eso: una victoria más. En su situación, con los hombros llenos de títulos y con el peso de la última Liga y la Decimocuarta Champions levantada en Saint-Denis, otro entrenador hubiera cacareado alguna respuesta ególatra. Él no. «¿Yo? ¿Reivindicarme de qué?», respondía a los medios. Y claro: de qué.
Los últimos tres meses han sido agitados en el entorno del entrenador italiano. La dura derrota en el clásico de la Supercopa de España, la oferta para entrenar a la selección brasileña, la pérdida de puntos en Liga, los rumores sobre la búsqueda de un sustituto, los nombres, ya clásicos, de Pochettino, Raúl o Nagelsmann, las sospechas de la temporada 2014-2015, la última de su primera etapa, en la que el equipo se quedó a las puertas de la Liga y la Champions y Carletto terminó en el paro… El río navegaba revuelto. Por eso, el 0-4 del Camp Nou era una oportunidad perfecta para gritar «aquí estoy yo», pero en lugar de eso Ancelotti arqueó la ceja y apenas festejó el triunfo: «Queda la final», dijo.
«Todo ese ruido no le afecta. Cero», cuentan en Valdebebas los que mejor conocen al hombre de Reggiolo. Sea la realidad o sea una exageración de la situación, la verdad es que es complicado encontrar en el técnico del Madrid algún atisbo de perturbación. Quizás, y sólo quizás, sean sus palabras las que explican todo lo que está viviendo.
Unas palabras que hace unos meses sólo mascullaban un futuro madridista y que ahora aguardan la decisión del Madrid para decidir él la suya. «Después del Madrid probablemente me retire», decía en la primavera del 2022. Ahí, antes de ganar la Champions, en su mente sólo aparecía la jubilación una vez que en Chamartín se le acabara la suerte. Ahora, con una Copa de Europa bajo el brazo y tras demostrar que sigue siendo uno de los mejores entrenadores del mundo, la llamada de la selección brasileña ha cambiado su tono. «Brasil me quiere, y eso es algo que me encanta y que me da ilusión», dijo hace unos días.
Lo hizo recalcando, en mitad de la crisis de resultados en Liga y con el runrún de los candidatos a su banquillo sobre la mesa, su máximo respeto al Madrid. «Pero hay un contrato y lo quiero cumplir. Eso está muy claro. Yo seguiré aquí hasta que el Madrid me permita seguir aquí. Estoy tranquilo, no preocupado. Tenemos dos meses y después ojalá se puede seguir». Carletto cerró la puerta a la canarinha, aunque no del todo. Esperará al Madrid y hará esperar a Brasil, participando de un juego de cartas que no se decidirá hasta el final de la temporada.
En el Camp Nou, cuando la cuerda más apretaba sobre su cuello, se la volvió a jugar. Se podría decir que alinear a Modric y Kroos juntos en un partido grande es no arriesgar, pero en su caso, con el entorno madridista pidiendo a jóvenes como Camavinga o Tchouaméni, sí. Ancelotti apostó por morir su columna vertebral, como siempre, y situó a Camavinga de lateral izquierdo, una decisión que durante unas semanas le provocó algún tirón de orejas. Et voila: 0-4 guiados por la intensidad del francés, el timón de Modric, los goles de un recuperado Benzema y el talento entre líneas de Rodrygo, su gran apuesta para el clásico.
La victoria en las semis de Copa contra el Barça es su 32º triunfo en eliminatorias o finales en las 37 que ha disputado como entrenador del Madrid durante cuatro temporadas. Un extraordinario 86% de éxito que queda pendiente, como todo en la Casa Blanca, de lo que suceda en la Champions League. Ni siquiera un título copero en La Cartuja aseguraría su futuro si no logra superar al Chelsea en cuartos de final. Ser uno de los cuatro mejores de Europa podría ser su salvación, aunque en 2015 ni eso le salvó al perder la Liga contra el Barça y caer en Copa.
En su mano está igualar en títulos a toda una leyenda como Zidane, que ahora mismo le saca dos de diferencia. 11 contra 9. Si empata y sigue, los 14 de Miguel Muñoz quedarían a tiro de una temporada. La 23-24, la última de un contrato que quién sabe si llegará a finalizar. Así es el fútbol.