GP de Bahrein
Por detrás de los Red Bull de Verstappen y Pérez, acaba tercero en la primera carrera del año tras poner al público en pie para superar a Sainz, cuarto y Hamilton, quinto.
Una Fórmula 1 de otra época, un Fernando Alonso de otra época. Casi una década después, vuelve el espectáculo, vuelve el español al podio. Durante muchos años, en su larguísimo tránsito por McLaren y Alpine, necesitó una acumulación de calamidades ajenas para soñar con un cajón. Ya no. Este domingo en Bahréin, en la primera carrera del año, en su estreno en Aston Martin, Alonso terminó tercero y lo hizo sin apenas incidentes, por méritos propios. Sólo necesitó la suerte para un abandono: Charles Leclerc se retiró por un problema en la batería y le abrió las puertas del cielo. El resto fue cosa suya.
Dos adelantamientos, dos, uno violento a Lewis Hamilton, viejo enemigo, y otro delicado a Carlos Sainz, viejo amigo, le valieron para celebrar con champán en el circuito de Sakhir. Todos los indicios de los test, de la pretemporada, de los entrenamientos eran ciertos: en este Mundial luchará por todo. Únicamente los Red Bull, mucho más rápidos, con Max Verstappen primero y Checo Pérez segundo, parecen lejos de su alcance. El resto de adversarios, incluidos los Ferrari, deberán responder ante él. Una Fórmula 1 de otra época, un Fernando Alonso de otra época.
“Let’s go“, soltó el dos veces campeón en radio al superar a Hamilton, que acabaría quinto. “Bye, bye“, lanzó después al rebasar a Sainz, finalmente cuarto. Alonso se divirtió conduciendo, se divirtió en todo momento, se divirtió sobre todo con ambos movimientos.
El primero, ante Hamilton, fue realmente especial. En la vuelta 38 de las 57 totales, en la curva 10, el británico le esperaba por fuera, leyó su amenaza y Alonso se lanzó por dentro, posiblemente en el momento más difícil posible. Gritaba el español por la adrenalina, disfrutaba el público ya en pie y aún quedaría otro adelantamiento. Más adelante, en la vuelta 47, cuando Leclerc ya se había retirado, Alonso se encontró el Ferrari a Sainz con los neumáticos destrozados y vigiló, vigiló, vigiló, quizá en exceso -casi se tocaron-, hasta que encontró un hueco limpio para colocarse tercero.
“Se me ha disparado la adrenalina”
“Es magnífico, es magnífico. Que el Aston Martin sea el segundo coche más rápido parece irreal. Me hubiera gustado estar delante desde el principio, la salida no fue buena, pero así ha sido más emocionante, se me ha disparado la adrenalina. Espero que la gente lo haya disfrutado”, comentó Alonso justo antes de subirse al podio en Bahréin. Estaba alegre, estaba feliz, pero no estaba exultante, desatado. Ni mucho menos.
Quizá era la experiencia, pues este es el podio número 99 de su carrera. Quizá era la expectativa de una temporada en la que habrá muchas, muchas fiestas como esta. Quizá era la autoexigencia, ésa con la que ha construido su palmarés.
Porque realmente, como él mismo analizó, su arranque no fue buena. En las primeras curvas de la primera vuelta le rebasó Lewis Hamilton, más agresivo, y poco después incluso se puso por delante George Russell. De las perspectivas más brillantes pasó a un séptimo puesto algo decepcionante, pero poco a poco construyó su remontada. Antes del primer paso por su garaje se deshizo de Russell y, tras el segundo, gracias a su buena gestión de neumáticos pudo lanzarse a por el podio.
Sus dos adelantamientos, a Sainz y a Hamilton, ya forman parte del recopilatorio de momentos para el recuerdo que sigue amontonando. Quedan más episodios, muchos este año. Si luchará o no por el Mundial ya es otra cosa, un hito improbable por la preeminencia de Red Bull. En todo caso, ha vuelto y ha vuelto el espectáculo. Una Fórmula 1 de otra época, un Fernando Alonso de otra época.