Europa League
2-0 en Eindhoven
El equipo de Sampaoli hace valer el 3-0 de la ida, tras un embarullado tramo final, con la agresión de un espectador a Dmitrovic y los goles de Luuk de Jong y Fabio Silva (2-0).
El Sevilla completó un partido sereno y maduro en la vuelta de dieciseisavos de la Europa League (0-2). El PSV no tuvo ni el talento ni la personalidad suficiente para poner en peligro real la eliminatoria a los sevillistas, pese al final alborotado. La renta del Ramón Sánchez-Pizjuán fue un salvavidas para los visitantes y un quiero y no puedo para los locales. Sólo los últimos 10 minutos, tras el primer gol neerlandés, una agresión a Dmitrovic por parte de un aficionado y un segundo tanto ya casi en el pitido final, permitieron la tensión que exigen ciertas heroicidades. [Narración y estadísticas (2-0)]
Alex Telles lanzó una falta insidiosa en el minuto 15. No fue gol, se fue sobre el travesaño por poco, pero sirvió para aplacar la intensidad del PSV en los primeros instantes del partido. El 3 a 0 del Sánchez-Pizjuán obligaba al club neerlandés a morder, aunque fuera con las muelas. El equipo de Ruud van Nistelrooy, con Til y Simons demasiado apagados, no construía con armonía. Sus llegadas eran previsibles. Sus centros, blandos. Los de Sampaoli, sin embargo, cumplían escrupulosamente con sus obligaciones: salían a la contra, paraban el juego, no se complicaban en las zonas templadas del campo. Un perfecto manual de supervivencia.
Algunos aficionados locales, cansados de la indolencia de los suyos, se dedicaron a lanzar objetos al campo. Reprochaban a los visitantes su pausa. Como si la desesperación tuviera que mancomunarse. El Sevilla aguantó la presión del Philips Stadion y siguió a lo suyo: el sosiego del que ya hizo sus deberes en casa. Y cierta renuncia al ataque, para no coger frio en los pies. Sólo Bryan Gil lo intentaba con ahínco. Qué aplaudido su retorno. Qué futbolista tan diferencial y eléctrico.
Evitar el riesgo
En el minuto 40 fue protagonista de un eslalon prodigioso al que sólo le faltó el gol. La desesperación del PSV endureció el juego. Los tobillos sevillistas pagaron las deudas de los rojiblancos. Los nervionenses, flemáticos, dejaron morir el tiempo. Orsato señaló el final de la primera mitad. La grada silbó a los suyos. Luuk de Jong, el nueve de los anfitriones, apenas se había manchado la equipación.
Tras el refrigerio, más de lo mismo. Menos de lo mismo, incluso, en el bando de Países Bajos. El PSV colgando balones al área. Centros larguísimos, imprecisos, fáciles de defender; y el Sevilla compacto, bien plantado, ordenado, generoso en las coberturas. Con listeza en la salida del balón: qué mayor signo de madurez que evitar el riesgo.
Sampaoli calmado, aunque parezca un oxímoron. Van Nistelrooy moviendo el banquillo, desmoralizado. Fabio Silva y Mauro Junior dentro. Algo de alegría a un once ensimismado. Se animó un poco, sólo un poco, el PSV. Pero Rakitic enseñó los dientes a la primera oportunidad. Un disparo al larguero en el 65 del croata sirvió para apagar, de nuevo, la llama.
Agresión a Dimitrovic
Ocampos y Suso pisaron la hierba. Bakayoko probó a Dmitrovic, que detuvo su disparo con mano severa. Quizá la ocasión más clara para el PSV en los setenta minutos disputados. El Sevilla bajó el ritmo. El cansancio desdibujó el muro andaluz. Fernando, que como central había secado a De Jong, perdió un balón dividido con el nueve. Peleó con todo el delantero y terminó rozando el balón ya en el área. La salida, algo destartalada y precipitada de Dmitrovic, permitió que la pelota se introdujera por sorpresa bajo sus piernas. El gol calentó la grada. Sampaoli volvió a sí mismo.
En el 81, De Jong marcó el segundo, pero Orsato señaló fuera de juego. El empuje del PSV se fue diluyendo con el paso de los minutos. El Sevilla no perdió la compostura. Un gol en contra, en casa ajena, podría entrar dentro de lo esperable. Bakayoko, ya en el descuento, volvió a exigir al portero serbio.
El partido parecía morir en paz, pero algo se torció en el Philips Stadion. Un espontáneo saltó al campo y agredió a Dmitrovic, que prácticamente tuvo que reducirlo. Algunos compañeros pedían retirarse a vestuarios. El guardameta insistió en seguir con el juego. A la siguiente jugada, el PSV marcó el segundo gol. Fabio Silva tras un enredo en el área. Todo se embarulló. Tarjetas amarillas, frustración local y un pitido final que acabó con un choque protagonizado por una afición impresentable.