El poder latente de Nadal en un curso para definir posiciones

El poder latente de Nadal en un curso para definir posiciones

Open de Australia

Actualizado

Perdida su hegemonía, el español aún posee armas para alterar la realidad

Nadal, en un partido de Roland Garros, en 2022.Christophe EnaMUNDO

Es seguro que de no haberse lesionado en el tercer partido tras su reaparición, obviando cuál hubiese sido su desempeño final en el torneo de Brisbane, Rafael Nadal figuraría hoy en la lista de favoritos para ganar por tercera vez el Abierto de Australia. Imposible olvidar la imagen de tan sólo dos años atrás, sonriente, en jarras en el centro de la cancha del Rod Laver Arena, tras levantar otro partido imposible, en aquella ocasión ante Daniil Medvedev, para culminar como sólo él sabe hacerlo su enésimo regreso a la competición y sumar su vigésimosegundo título del Grand Slam, el último hasta la fecha.

Para saber más

Allá donde esté, obviando ránking, Nadal seguirá siendo un candidato a todo. No se trata sólo de su hoja de servicios, del respeto que impone en cualquier lugar y circunstancia, sino de hechos tangibles, como fue su rendimiento en Brisbane hasta que la naturaleza volvió a llamar a su puerta.

Obligado a apartarse de nuevo, quién sabe si hasta el comienzo de la gira de tierra batida, Nadal flota sobre el circuito sino con el carácter hegemónico que mantuvo hasta hace un par de temporadas sí como un elemento disruptivo, aplicado el término por su capacidad para poder alterar con todas las de la ley el statu quo. Amanece en Melbourne con Carlos Alcaraz listo y dispuesto en esta ocasión, tras la baja del pasado año y su continuo crecimiento, a evitar que Novak Djokovic se beba su undécima copa en Melbourne y con Jannik Sinner ya incorporado a la clase dominante, aunque todavía con la tarea de demostrar su cuajo en la larga distancia.

Las alternativas

En principio serán ellos quienes acaparen las miradas, sin obviar al emergente Holger Rune, a la generación de Medvedev, dos veces finalista en Melbourne, Stefanos Tsitsipas, último subcampeón, o Alexander Zverev, a quienes aún no debe darse por amortizados en citas de este calibre, ni a animadores de las cualidades y el exquisito gusto tenístico de Grigor Dimitrov, quien, a sus 32 años, ha corroborado con el título en Brisbane el buen final del pasado curso.

Nadie sabe aún con certeza cuándo Nadal podrá abandonar su papel de privilegiado testigo para incorporarse a un debate en el que, con las reservas que seguirá imponiendo su estado físico, puede tener mucho que argumentar. Su presencia encarecerá cualquier título, más aún si ésta se produce, como era y sigue siendo el objetivo, en Roland Garros, sede también este año de los Juegos Olímpicos. A Alcaraz le venció la responsabilidad en París en la pasada edición en las semifinales ante Djokovic, pero, chico listo donde los haya, habrá aprendido la lección. La figura del 14 veces campeón introduciría, no obstante, un grado añadido de severa dificultad a la hora de encarar uno de los desafíos prioritarios de su aún corta carrera.

Pese a haber ganado en dos casiones el torneo y ser el vigente campeón, Djokovic siempre tiene en la tierra batida el más difícil de sus empeños. Sólo dos veces ha vencido a Nadal en la arcilla francesa. Desde su observatorio, el español será una amenaza latente, un atractivo de lujo en un curso para definir posiciones.

kpd