2-1 en el Bernabéu
Dispone de numerosas ocasiones, vence por la mínima y lidera su grupo, frente a la masacre sobre el resto de españoles. Goles de Rodrygo y Vinicius, con la ayuda de un buen Benzema (2-1).
Mientras Xavi llora por lo que siempre se llora, los árbitros, Lopetegui agacha la cabeza, resignado, en el cadalso y Simeone cuenta lo de siempre, porque se ha ganado el derecho a escribir su propia sentencia, Ancelotti se ajusta el chalequito, haga frío o calor, aunque no sin sudores. En los primeros minutos frente al naif Shakhtar, ya con ventaja, pensó como el capitán de yate que pone velocidad de crucero y se sirve un Campari rosso. En la Champions, sin embargo, eso pasa pocas veces, digan lo que digan sus homólogos y rivales. Pasado el sofoco de ver las mil y una ocasiones sin goles, la tempestad europea sobre el fútbol español, al menos, no alcanza su eslora.
La visita del Shakhtar ucraniano era la visita de un equipo en guerra, por lo que el relato estaba por delante del fútbol. Resultaba inevitable. La condescendencia es humana, pero peligrosa en un campo de fútbol, que no es un campo de batalla. Mejor huir de analogías en estos tiempos. El inesperado gol de Zubkov, cuando el Bernabéu se disponía a una goleada en son de paz, después de los dos primeros tantos de Rodrygo y Vinicius, despertó la alerta momentánea. No se apagó. Mudryk, en una carrera que concluyó con una ocasión perdida, la constató. El Madrid se enmendó, pero con más juego y creatividad que gol para cerrar el partido como hubiera deseado su entrenador.
INICIO CON PRESIÓN ALTA
Los de Ancelotti, de hecho, habían empezado amenazantes, con la presión muy alta sobre un rival que sale con la pelota jugada una y otra vez, con riesgos que son buenos principios, aunque también los principios del suicida. Se han de tener las piezas adecuadas, no es fútbol para todos los públicos.
Las imprecisiones dieron, pues, opciones al Madrid. La mayor de todas, de Stepaneko, dejó la pelota a Rodrygo después de un pase de Tochuaméni a su posición. El brasileño escoró la pelota que Trubin apenas tocó. Pudo hacer algo más, aunque lo haría después con creces. La posición de Rodrygo, centrado en el área, no era casual, ni producto de una diagonal. Se situó por detrás de Benzema, como un segundo punta, en una formación algo distinta de Ancelottí, más acorde con un 4-2-3-1 que con el 4-3-3 habitual. Eso permite mantener a Valverde en banda, desde donde activa su físico hacia adentro, y hacerlo compatible en el ataque con Rodrygo.
Es una fórmula interesante frente a rivales en teoría débiles, porque la movilidad de Rodrygo por el centro da más opciones al juego interior en el ataque posicional, más las aportaciones de Valverde por la derecha. El segundo gol del Madrid fue una prueba, con una combinación preciosista entre Benzema, Rodrygo y Vinicius, finalmente finalizador. Rodrygo, a su vez, concluyó otra, aunque sin gol, ya en la segunda mitad, en mitad del frenesí ofensivo, con el francés siempre en el trámite, pared tras pared.
TRUBIN Y LA MALA DEFINICIÓN
La facilidad con la que el ataque blanco combinaba, junto a la escasa agresividad de la defensa del Shakhtar, provocó que el caudal en ataque trajera ocasiones. A buena parte respondió Trubin, que realizó una decena de paradas de mérito frente a todos los atacantes blancos, fueran Benzema, Vinicius, Rodrygo o Valverde.
Pocas veces el juego ofensivo del Madrid, que suele tener dificultades en el ataque posicional y prefiere correr, había tenido tantas facilidades y tanta fantasía. En cambio, lo que en ocasiones consigue de la nada, no llegaba, para enojo de Ancelotti, con prácticamente una treintena de remates. Trubin tuvo mérito, pero en otras ocasiones a los atacantes blancos les faltó más tino en la definición. Fue el caso de Vinicius, que al margen de su tanto, dispuso de ocasiones francas para haber aumentado la cuenta.
Si la tendencia de la primera parte, antes del gol del Shakhtar, sE hubiera mantenido, Ancelotti habría dado más alternativas a los futbolistas del banquillo, pero la mínima diferencia lo evitó. Hasta pasada la hora no retiró a Tchouaméni para dar entrada a Camavinga, mientras los ucranianos crecían gracias al resultado. Más tarde retiró a Rodrygo, tocado. Algunos jugadores del Madrid daban síntomas de cansancio. La disminución de tiempo iguala las fuerzas, aunque la de este Shakhtar, sin su legión extranjera habitual del pasado, son escasas. Bastante hace con mantener el tipo con su país en guerra como hizo en el Bernabéu sin saber cómo. Ancelotti, tampoco.