Roland Garros
Los calambres derivados de la tensión mental le tumban ante un gran Djkovic, que jugará la final.
París asistió al desenlace más cruel para el extraordinario Roland Garros que estaba realizando Carlos Alcaraz. Los calambres derivados de la tenisón mental le dejaron k.o. en uno de los partidos más importantes de su vida. Cuando se cumplían dos horas y media de la espectacular semifinal contra Novak Djokovic, que estaba igualada a un set, en el inicio del tercero, en la pelota que daba al serbio la igualada a un juego, el español hizo un mal gesto y empezó a cojear de la pierna derecha.
Fue penalizado con un juego, tal y como señala el reglamento, por no esperar al cambio de lado y ser atendido de inmediato por el fisioterapeuta. Volvió a recibir cuidados, ya en una tregua reglamentaria, y se fue al vestuario tras entregar un tercer parcial que prácticamente no existió. Nada sería igual en su regreso. Mermado, sin la respuesta física que imponía un partido semejante, espectacular hasta entonces por ambos lados, a la altura de las máximas expectativas, terminó como pudo. Djokovic venció por 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1, en tres horas y 23 minutos, y disputará mañana su séptima final del torneo, trigésimocuarta de un Grand Slam, en busca de su tercer título en Roland Garros y vigesimotercer grande. Si gana, será el hombre más laureado de la historia en los majors, con uno más que Rafael Nadal, con quien está igualado desde que ganó en enero su décimo Abierto de Australia. Como premio añadido, arrebataría a Alcaraz el número 1 del mundo.
«El segundo set lo acabé con el brazo acalambrado. En el tercero era la pierna. Luego todo el cuerpo. Empecé muy nervioso. Fueron dos primeros sets muy intensos, con grandes intercambios, muy exigentes. No es fácil jugar contra Novak. Alguien dijo que nadie juega como quiere contra él», explicó Alcaraz en conferencia de prensa, reconociendo en todo momento los méritos de su adversario. «Nunca había sentido esta tensión. Por ejemplo, ante Tsitsipas, en Nueva York [cuando derrotó al griego en cinco sets en tercerar ronda], tuve calambres, pero no de esta magnitud».
«Me servirá de experiencia»
Los primeros dos parciales se prolongaron hasta un global de dos horas y 16 minutos. Djokovic sometió a Alcaraz a una exigencia mucho mayor que la que había soportado a lo largo de un torneo donde había arrollado a todos sus rivales con continuas exhibiciones tenísticas y atléticas. Hasta donde las fuerzas estuvieron parejas, vimos un espectáculo sublime, un deleite continuo para el público que llenó la Philippe Chatrier en una calurosa tarde parisina.
«Duele bastante irme de esta manera, pero al final soy un chico positivo y me servirá de experiencia. Te llevas mucho de cara al futuro. Todos estamos jodidos en el equipo. Todos sabemos lo difícil que es ganar un Grand Slam. Analizaremos lo que ha pasado y lo que he hecho mal de cara a la próxima vez. Toca entrenar más», dijo el español.
«Mentalmente he entrado al partido más tenso de la cuenta, con tensión extra desde el principio. Luego Novak te va exprimiendo poco a poco. Él ha estado en estas situaciones muchas más veces que yo».
La impresionante trayectoria del murciano desde que irrumpió en la élite ganando su primer Masters 1000 en Miami el pasado año ha estado alterada por sucesivos percances físicos. El 4 de noviembre en los cuartos del Masters 1000 de Paris-Bercy se retiró cuando perdía frente a Holguer Rune por 6-3, 6-6 (2-1) debido a una lesión abdominal. Se perdió el resto del año.
Vuelta a las andadas
El pasado 6 de enero, después de realizar la pretemporada y a pocas fechas del Abierto de Australia, se lesionó mientras entrenaba en la Academia Equelite de Villena con el júnior Darwin Blanche. Una rotura en el músculo semimembranoso de la pierna derecha le dejó fuera del primer Grand Slam de la temporada. Acumuló así cuatro meses lejos de la competición. Volvió el 16 de febrero, en Buenos Aires, venciendo a Laslo Djere de camino hacia el título. Pero duraría poco la tranquilidad. El 27 de febrero, en la final del ATP 500 de Río de Janeiro, cuando parecía de nuevo en plena ebullición, cayó frente a Cameron Norrie, limitado por una distensión de grado 1 en los isquiotibiales de la pierna derecha, la misma zona que le impidió jugar en Melbourne. Se bajó de Acapulco, que se jugaba la semana siguiente dentro de la intensa gira por Sudamérica.
Desde que volvió en Indian Wells, donde ganó el tercero de sus cuatro Masters 1000, no había tenido problemas físicos. Hizo semifinales en Miami (Jannik Sinner) y descansó en Montecarlo, en el inicio de la temporada de tierra, para ganar a continuación de manera consecutiva en Barcelona y Madrid. Fue a Roma, inició su tercera etapa como número 1 del mundo tras ganar a Albert Ramos-Viñolas y perdió después ante el húngaro Fabian Marozsan. Disfrutó así de un descanso necesario antes de afrontar en París uno de los grandes retos del curso.
«Me hubiera comido mucho la cabeza en caso de haberme retirado. En el cuarto set creí quería aferrarme, creía que podía tener un 1% de posibilidades, pero en estas condiciones con Novak es muy difícil», explicó en una conferencia de prensa ejemplar franca, ejemplar, propia de un deportista de pies a cabeza como ha demostrado ser. «Llegaba con grandes sensaciones, pero estas cosas pasan y hay que saber manejarlas».