Michel en uno de los últimos duelos del Girona.CRISTINA QUICLERAFP
La sucesión acumulativa de partidos importantes para un equipo suele inspirar a la prensa analogías montañosas. Se habla de un “Tourmalet” o, más dramáticamente, un “Everest”. Se enfatizan de ese modo los sudores que aguardan a ese equipo para, en pe
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Antes de Diego Pablo Simeone hubo un "Cholo" en el fútbol español: Hugo Alejandro Sotil recordado en el FC Barcelona por razones deportivas e incluso, en la interpretación azulgrana de la Historia, políticas. Sotil, que ha fallecido después de asistir a los actos del 125º aniversario de la fundación del Barça, llegó de rebote al club cuando Rinus Mitchell y Josep María Minguella viajaron a Perú para fichar a Teófilo Cubillas, la gran figura nacional. Vieron en el Municipal, un club limeño, a un futbolista aindiado, bajo, fornido tirando a regordete, hábil, astuto. Y se lo trajeron al Camp Nou.
Formó con Johan Cruyff una pareja disimilar, pero complementaria en el físico y el estilo: lo blanco y lo mestizo, la elegancia y la ratonería, lo vaporoso y lo pegado al terreno. Los dos representaron la máxima expresión de aquel 0-5 en el Bernabéu (Sotil marcó el quinto gol), el 17 de febrero de 1974, que contribuyó de modo estruendoso en la forma y el fondo a interrumpir un ciclo madridista y devolvió la Liga al Barça después de 14 años de travesía del desierto. La llamada de Sotil a su madre, "¡Mamita, campeonamos!", tras el encuentro en El Molinón que confirmaba el Campeonato, forma parte del extenso capítulo de frases legendarias del fútbol y, en especial, del mejor archivo sonoro "blaugrana".
No pocos sectores del barcelonismo y el catalanismo relacionaron el acontecimiento -fue, en la mitología interna y externa del club y la sociedad, mucho más que un partido de fútbol- con la agonía del franquismo. Y le atribuyeron una trascendencia simbólica, en la mejor tradición del victimismo y el revanchismo locales.
En tiempos de sólo dos extranjeros en las plantillas, el fichaje de Johan Neeskens, una fuerza de la naturaleza en el centro del campo, unida a una técnica nada desdeñable, marginó a Sotil, que esperó en vano, y el club con él, una rápida nacionalización para conformar un trío imponente. Todavía en la historia o la mitología de los agravios del centralismo, hay quienes siguen pensando que Madrid retrasó adrede la naturalización del peruano para evitar que el Barça conformase un equipo, en el que también estaban Rexach, Marcial Pina, Asensi, etc., poco menos que imbatible. Hoy ni Cruyff, ni Neeskens ni él siguen entre nosotros, en un recordatorio, en fechas especiales, de la invencible maldición del paso del tiempo. "El Cholo" ha fallecido a los 75 años.
Cuando a Sotil le llegó la nacionalización, en la temporada 75-76, el momento mágico había pasado. Abandonó el Barcelona en 1977 y regresó a Perú para, tras militar en algunos otros equipos, terminar su carrera en 1983 en el mismo Municipal de entonces. No estuvo en el Barça mucho tiempo, pero dejó un recuerdo imborrable, asociado para siempre a hitos inolvidables.
Lo mismo que en la Selección de su país. Contribuyó decisivamente al único título de Perú de la Copa América, en 1975. Fue 62 veces internacional, anotó 18 goles y jugó los Mundiales de 1970 y 1978. Con Teófilo Cubillas y Héctor Chumpitaz abanderó la gran generación peruana en los años 70.
Los números dicen que España obtuvo en el Campeonato de Europa en pista cubierta celebrado en Apeldoorn (Países Bajos) cuatro medallas (un oro, una plata y dos bronces). Por reconocible, el dato arroja certezas. Por analizable, admite matices.
Para empezar, han existido más medallas de bronce que de oro y plata. De hecho, han supuesto la mitad del botín. Todo el bronce ha sumado lo mismo que el oro y la plata juntos. Eso no es favorecedor. Todas las medallas son buenas, pero unas mucho más que otras. A la hora de jerarquizar el medallero, el oro pesa más que el conjunto de platas y bronces. Un país con un único oro irá en el medallero por delante de otros que sólo tengan platas y bronces, por abundantes que sean. España ha logrado, en la historia de los Europeos indoor 35 oros, 50 platas y 40 bronces. El oro, ya se ve, escasea frente a la suma del resto de metales preciosos.
Regresando a la actualidad aún caliente en sus ecos de Apeldoorn, España mejoró el resultado de Estambul2023 (un oro y una plata). Pero empeoró los de Torun2021 (uno, dos, dos), Glasgow2019 (tres, dos, uno) e incluso, a igual cifra, pero menor valor, Belgrado2017 (uno, dos, uno).
Sí mejoró, en cambio, la cantidad de finalistas: 15. Un aspecto positivo, pero que, como todos los demás, en la ausencia de contrastes llamativos (12 en Estambul, 13 en Torun, 13 en Glasgow y 14 en Belgrado), no dice mucho. O dice algo, pero en voz baja. Habla de regularidad, que suena mejor que estancamiento. A Apeldoorn no viajó Jordan Díaz. Ni María Vicente. Y Quique Llopis, con molestias, no pudo correr una final de vallas que le sonreía. Y, en la longitud, Lester Lescay, a pesar de su bronce, y el excelente Jaime Guerra estaban lesionados.
Paula Sevilla, en acción en Apeldoorn.NICOLAS TUCATAFP
Pero, en esencia, presencia y potencia, enviamos a Apeldoorn lo mejor del arsenal, con una figura mundial como Ana Peleteiro, porque Europa se adapta más a nuestras hechuras, y la pista cubierta, aunque nunca faltan estrellas, no es el campo en el que se vuelca la mayoría. En el Mundial de Nangjing (China), los próximos días 21, 22 y 23, habrá más que en Apeldoorn. Pero donde abundarán hasta la saturación será en el Mundial a cielo abierto de Tokio, en septiembre.
La pista cubierta, el atletismo de bolsillo, es un escenario orientativo más que referencial a la hora de extrapolar sus resultados a la pista al aire libre. Dura muy poco y está plantada en unas fechas impropias. Es la versión invernal, recortada en el programa, de una actividad de verano. Y aunque ello exhibe la riqueza de un deporte capaz de expresarse con belleza en cualquier estación y en cualquier marco, sugiere más que afirma.
Y esta vez ha sugerido que el atletismo español sigue siendo, en conjunto, una potencia media europea, lo que se traduce en una pequeña potencia mundial. Es, por esencialmente joven y multirracial, un atletismo atractivo y asomado al futuro. Se reconoce incompleto porque sigue siendo deficitario en numerosas modalidades, femeninas y masculinas: los lanzamientos, la pértiga, la altura (un desierto vertical sin Ruth Beitia)...
Attaoui, durante el 1.500 del Europeo indoor.Peter DejongAP
Pero, tierra de mediofondistas sostenidos y renovables (García, Ben, Attaoui, Canales), va ganando enteros en la velocidad. La existencia de tres vallistas de alta gama, Quique Llopis, Asier Martínez y el prometedor Abel Jordán, también con molestias en Apeldoorn, supone una muestra representativa.
En una mezcla de ilusión y consagración, lo mejor del Europeo, aparte, naturalmente, del oro de Peleteiro, llevó el nombre de Paula Sevilla con una prestación que va más allá de su bronce en los 400. Una recompensa resumen de la magnífica actuación individual y colectiva de nuestra gente, todo un ejército compacto, en la prueba. Procedente de la velocidad, sobre todo de los 200, sus 50.99 igualaban el récord de Sandra Myers de 1991. Esa marca vale, al aire libre, otra por debajo de los 50. Myers mantiene 49.67 desde, también, 1991. Bajar de los 50 segundos es cruzar la gran frontera internacional. Aguarda a Paula.
Sin que haya caído el récord del mundo de David Rudisha (1:40.91), los 800 metros están siendo una de las sensaciones del año. Después del mitin de París, con tres hombres por debajo de 1.42.00 y varios más en marcas que convirtieron la carrera en la más rápida, en conjunto, de la historia, el de Mónaco, también de la Liga de Diamante, arrojó otro puñado de grandes registros. Si en París ganó el argelino Djamel Sedjati con 1:41.56, en Mónaco repitió victoria con, incluso, mejores números: 1:41.46. De nuevo líder mundial el año.
Pero la gran noticia para nosotros fue el récord de España a cargo de Mohamed Attaoui, segundo en la prueba. El reciente medallista de plata en el Campeonato de Europa dejó muy atrás, con 1:42.04, la plusmarca de Saúl Ordóñez (1:43.65, realizada también en Mónaco, el 20 de julio de 2018). Attaoui, de 22 años, se asomó a la frontera del 1:42.00 y se convierte en el noveno hombre de todos los tiempos. En su progresión fulgurante, en la que une la fuerza y la sabiduría táctica, expone su candidatura a una gran actuación en los Juegos Olímpicos.