El técnico se enfrenta este sábado al que fuera su equipo para comprobar si su buen debut ante el Granada era el inicio de una racha
Un día, la cantante Lolita le preguntó a Lola Flores: «Mamá, ¿qué es el duende?». A lo que La Faraona contestó: «Mira a tu hermana Rosario… eso es el duende». Hay artistas trabajadores, constantes, talentosos… pero el duende sólo pertenece a unos pocos. En el fútbol pasa algo parecido. Diego Alonso dirigió al Sevilla durante ocho partidos de Liga. En ninguno consiguió la victoria. Quique Sánchez Flores (Madrid, 5 de febrero de 1965) llegó a la capital andaluza el pasado lunes, dirigió un solo entrenamiento y el martes ya estaba organizando a su nuevo equipo en el estadio de Los Cármenes. Ganaron 0-3. Quique es sobrino de Lola Flores y primo de Lolita y Rosario. Quizá lleve en la sangre esa impronta, ese genio y esa luz.
Falta le hace al Sevilla algo de claridad tras un comienzo de temporada terrible. Con Mendilibar el fútbol no fluía. El juego se atoraba, los partidos eran predecibles y los puntos eran escasos. La apuesta decidida y las palabras elogiosas de Víctor Orta a Diego Alonso, pese a ser un entrenador sin experiencia en La Liga, ilusionaron a la afición. Su debut, un partido serio frente al Madrid que acabó en empate, sería su mejor recuerdo. Luego se fueron concatenando las derrotas y la frustración.
Quique ha llegado feliz y relajado. Sin tener que demostrar nada a nadie. Con el aplomo del que conoce el sufrimiento de los banquillos y nada con entereza en las aguas templadas de la clasificación. «En las casas grandes nunca hay problemas pequeños», dijo en su presentación. Acompañado por el presidente José Castro y el director deportivo Víctor Orta, que asumió el error con el míster uruguayo recién despedido, Quique habló de sentimientos antes que de planteamientos. «Por encima de todo, la sensación es de mucha emoción. Tengo muchos vínculos familiares con Sevilla, donde he vivido. Participé durante los años 70 de este club como espectador. Cuando vine como entrenador, lo sentí», dijo. Su padre, el jerezano Isidro Sánchez García-Figueras, fallecido hace 10 años, militó en el Betis entre 1956 y 1961. Ahora su hijo entrenará al eterno rival.
Aquel espejo colchonero
Sánchez Flores comenzó su trayectoria como entrenador dirigiendo en 2004 al juvenil del Madrid. De ahí llegó al Getafe, donde se afianzó en Primera, dando el salto al Valencia, clasificándolo para la Champions, y más tarde al Benfica, donde logró su primer título: la Copa de la Liga en 2009. Tras el Benfica le esperaba el Atlético de Madrid, donde vivió uno de sus mayores éxitos. El equipo se clasificó llegó a la final de la Europa League y venció al Fulham. Era el primer título europeo del Atleti tras 48 años. Clasificó, además, al equipo para la final de Copa. La final se disputó el 19 de mayo de 2010, en el Camp Nou. El Atlético de Agüero y Forlán frente al Sevilla de Kanouté y Jesús Navas. El equipo de Antonio Álvarez venció (0-2). Esta tarde, Quique volverá a la que fue su casa, defendiendo los colores que una vez le hurtaron la gloria. El Metropolitano ha sustituido al viejo Calderón. Muchos aficionados rojiblancos aún ven a Quique como el entrenador que preparó el terreno en el que sembró Simeone.
El madrileño dio estabilidad al club y le hizo soñar en grande. Se apoyó en los futbolistas, muchos de ellos veteranos, y recondujo a un equipo a la deriva, dentro y fuera del césped. Una situación que recuerda mucho a la de este Sevilla dividido, con una crisis en los despachos y una hinchada desesperada tras años de zozobra, de entrenadores fugaces y dudas en la gestión económica del club.
«Queremos transmitir ilusión, pasión y esperanza de éxito. Es la única misión que tenemos en el Sevilla; no me parece poco, sino mucho, sobre todo un gran reto teniendo en cuenta de dónde venimos», dijo Quique, consciente de la situación.
El Sevilla tiene este sábado frente al Atlético de Madrid una oportunidad para volver a creer. Para comprobar si la victoria inmediata frente al Granada fue algo más que suerte. El duende de Quique, la redención y el orgullo del que se mantiene en pie, pese a las heridas. Así se sueña el Sevilla.