El Barça zarandea a un Madrid indolente y recupera galones en la Supercopa del desierto

El Barça zarandea a un Madrid indolente y recupera galones en la Supercopa del desierto

Supercopa de España


Real Madrid – Barcelona (1-3)

Actualizado

Gavi, con un gol y dos asistencias, lidera el triunfo de los azulgrana, mucho más intensos que su rival. La falta de actitud y los errores impropios de su nivel condenan a los de Ancelotti.

Gavi y Lewandowski celebran el segundo gol.Juan Carlos CárdenasEFE

El nombre de Riad, capital de Arabia Saudí y durante una semana del fútbol español, deriva del plural de rawdha, una palabra árabe que viene detallada en el Corán como “un jardín que se distingue del resto por sus características”. Y ahí, en mitad del desierto de una península muy lejana a la Ibérica, construyó el Barcelona el jardín de su deseada y buscada felicidad para zarandear a su máximo rival. Una victoria contundente (1-3) sobre el Real Madrid en todo un clásico, un título 18 meses después de la Copa del Rey de 2021 y un impulso psicológico para renacer de sus cenizas.

Sobre la hierba del Estadio Rey Fahd, Xavi Hernández olvidó su libro de estilo y apeló a lo más efectivo, justo y necesario para ganar su primer título como entrenador azulgrana: la intensidad y la presión alta, señas del fútbol moderno, sobre un Madrid dormido en los balones divididos, muy espeso con balón y tieso físicamente. Dicen que los de Ancelotti que están en una “fase valle” de la preparación física, una circunstancia que puede valer como excusa deportiva para su actuación, pero jamás como razón principal de una debacle provocada por su falta de actitud.

La primera parte, dominada por el Barça en su totalidad, navegó en tablas gracias a Courtois hasta que comenzó la cadena de errores madridista. Malos controles, malos pases, malas presiones, mala disputa de los duelos… Un descontrol en el que disfrutaron los de Xavi. La historia dice que el Madrid de Ancelotti se siente bien en la locura, en el ‘tuya y mía‘ de la constante verticalidad. Ahí nacieron sus remontadas de Champions hace unos meses. Pero este Madrid ha perdido el punch y necesita más pausa que psicosis. El Barça, consciente de que el 0-4 de la temporada pasada en el Bernabéu llegó más por el trabajo, el esfuerzo y la presión para provocar los errores del rival que por el juego de posesión, se lo hizo pagar de nuevo con la misma moneda.

Tres errores del Madrid

A la media hora, Busquets interceptó un mal pase de Rüdiger a Camavinga en el pico del área madridista, Pedri recogió el balón suelto, movió rápido para Lewandowski y el polaco dejó solo a Gavi para que éste batiera con un disparo cruzado a Courtois. Fue un pestañeo, una chispa generada por un fallo. No necesitó más para noquear a su gran enemigo.

Rozando el descanso, Carvajal y Militao midieron mal un intento de presión sobre De Jong en el centro del campo, el neerlandés llegó antes y dejó un balón perfecto para la carrera de Gavi. Intercambiando sus papeles, el joven español se escoró, esperó la presión de Rüdiger y asistió a Lewandowski para que el ex del Bayern, también solo en el área, rematara casi a puerta vacía.

Ancelotti no daba crédito. Su equipo, mentalmente infranqueable en sus éxitos y rebosante de actitud cuando se disputaban los títulos más importantes, veía impasible cómo el clásico pasaba ante sus ojos. Cuestión imperdonable para un club creado para levantar trofeos cada año, por muy pequeños que puedan ser.

La segunda parte resumió al Madrid actual: un “quiero y no puedo“. Al descanso, Carletto pagó los platos rotos con Camavinga, que no había sido de los peores pero era el cambio más fácil ante los galones de Modric y Kroos. Croata y alemán cuajaron uno de sus peores partidos de los últimos meses. Sin Tchouaméni, lesionado, el centro del campo madridista pierde su eje, y su compañero francés no ha sido capaz de encontrarlo en las pocas, muy pocas, oportunidades que le ha otorgado el técnico.

Vinicius y Rodrygo, amago de revulsivo en el intermedio, intentaron alguna arrancada, más por corazón que por piernas y fútbol, y el Madrid siguió sin encontrar agua en el desierto. Sediento, observó de nuevo cómo el Barça le destrozaba con su propia medicina: otro error, ahora de Ceballos, que intentó ese pase horizontal y alto hacia el centro del campo que prohíben todos los entrenadores desde infantiles, derivó en el 0-3. Una carrera de Lewandowski, un pase a Gavi (MVP con un tanto y dos asistencias), una llegada de Pedri al segundo palo… Y gol del canario. Benzema, con un tanto en el 92, maquilló el resultado pero no la actitud de su equipo.

Las promesas de futuro del Barça dieron aire a su presente y llenaron de esperanza a un club que hace tres meses estaba muerto, condenado al infierno de la Europa League y lejos de la elite continental. El conjunto culé ha levantado la Supercopa en el desierto y, lo que es más importante, vuelve a saber lo que es la ambición y la personalidad necesarias para triunfar. Esas que el Madrid explicó a Europa hace unos meses y que ahora, como si nada importara, deberá ganarse de nuevo.

kpd