Malas noticias para el Atlético. A veces los tres puntos son lo de menos cuando uno ve la imagen de Álvaro Morata llorando desconsoladamente en el banquillo. Al Atlético le viene el Tourmalet y el madrileño era su Pogacar. 19 goles llevaba el delantero en su mejor temporada como rojiblanco. Morata lloraba y el Atlético con él. [Narración y Estadísticas, 1-0]
El Sevilla se llevaba el tercer duelo de esta temporada, todos resueltos con el mismo tanteo: un gol a cero. Los hispalenses habían estado siempre cerca, pero nunca habían conseguido culminar la hazaña. Era cuestión de matemáticas.
A veces en el fútbol 2+2 suman cuatro. Parece una perogrullada, pero no todos los entrenadores la llegan a entender. O no siempre a tiempo. Quique es de los que siempre lo ha aplicado. Ha llegado al Sevilla, ha echado una ojeada al vestuario, y ha decidido que jugar el balón por bajo está muy bien, pero que está mejor llegar rápido y hacer goles.
Con el descubrimiento de Romero y la vuelta de En- Nesyri, el Sevilla no se enreda en artificios. Bombardea por el aire para que el canterano y el marroquí, recibido como el hijo pródigo retornado de la Copa África, resuelvan en primera o segundas jugadas.
Cada balón parado era una invitación a ello. Y así llegó el primer gol del chaval. Tras una prolongación de Ocampos, entró Isaac Romero como un búfalo al segundo palo ganando el duelo a Koke y mandándo el balón a la red y al madrileño contra el poste.
Es una bendición la energía del joven, el futbolista sevillista que más ha corrido en los últimos cuatro partidos sevillistas. Tiene sus fallos, como el cabezazo al muñeco tras un centro de Óliver, pero solo tiene 23 años. Más clara fue la que falló el propio Óliver tras una contra perfectamente conducida por el joven.
Sin embargo, en la otra esquina, las cosas no estaban saliendo al homólogo rojiblanco. Tres fueras de juego y un fallo clamoroso era el balance del nueve rojiblanco hasta el desgraciado encontronazo con Soumaré. Volatín por el aire y mala caída. Manos a la rodilla derecha y evidentes gestos de dolor. Las imágenes de Morata en el banquillo mientras le realizaba las pertinentes pruebas el doctor Celada no eran muy halagüeñas.
A la vuelta de vestuarios, donde tuvo que llegar Morata ayudado por el doctor, pero apoyando la pierna derecha, las tornas habían cambiado. El Atlético salió a matar o morir. El día estaba tonto y Memphis no siempre es el delantero para ese tipo de días. El neerlandés tuvo bastantes ocasiones, pero cabe reseñar una carambola que le vino a la tibia y el remate se le acabó yendo fuera. Estaba a menos de medio metro de la línea de gol.
El Atlético percutía y el Sevilla esperaba agazapado para cazar a los rojiblancos. Casi lo consigue Ocampos a la espalda de Witsel, pero la pierna adelantada le traicionó y se pitó fuera de juego y se anuló el gol del argentino. Y casi repite el canterano en otra contra que condujo con clase y, al no dividirse la defensa atlética, decidió lanzar un tirazo que obtuvo una buena respuesta de Oblak.
Asedio
Los últimos minutos fueron un asedio descomunal. Ocasiones por doquier que no terminaban de culminar ni Lino, ni Correa, ni Memphis. El Atlético echa mucho de menos a Griezmann. El francés se ha vestido de asistente en los últimos seis partidos, en los que ha sumado cuatro pases de gol, pero solo ha marcado un tanto desde que ha vuelto de la Supercopa. Poco para los intereses rojiblancos.
Dependiendo de lo que ocurra con Morata, mucho más le va a necesitar este Atlético de Madrid para perforar las porterías rivales. Faltó gol ante el Sevilla y sobraron las lágrimas. Un partido de liga es lo de menos, pero el cuarto puesto se antoja, hoy, como un objetivo ya no tan sencillo.