Nunca se fue la España del fútbol, el toreo y las folclóricas, por más que trataron de enterrarla. Entre el césped, el albero y los tablones del escenario se mueve el carácter, el hallazgo, la respiración suspendida; eso que llaman arte. Porque el talento no se destruye, se transforma. El Real Betis se llevó a Murcia a José Antonio Morante, un diablo pegado a la cal, un inventor, eso que los clásicos llaman una promesa.
Tiene 18 años y lleva el apellido más pesado de la tauromaquia contemporánea. Su padre, Morante de la Puebla, se cortó la coleta hace apenas meses, después de tres décadas dominando la plaza, rozando la coreografía. Los tacos no dieron opción a las manoletinas. José Antonio, desde chico, había mirado hacia otro lado. «Yo, de pequeño, hasta que hice la comunión, siempre quise ser torero. Pero luego un toro cogió a mi padre, vi cómo era la recuperación y pensé que el balón daba menos cornás», contó. El fútbol ya lo tenía atrapado.
Fichó por el Betis en 2024, todavía menor de edad, con un contrato que lo vinculaba hasta 2026. Un puñal caído a banda, imaginativo, con esa capacidad de desequilibrio que define a las esperanzas verdiblancas desde la cantera. En junio cumplió la mayoría de edad mientras ganaba con el filial la Copa de Campeones de División de Honor Juvenil. Para entonces ya tenía dorsal profesional y un sueño que, al parecer, también era obsesión de su padre.
Las primeras valoraciones sobre su potencial llegan desde dentro de la entidad bética. Héctor Bellerín se expresa en términos que van más allá de la cortesía corporativa. En declaraciones a EL MUNDO, el defensor es rotundo: «Yo creo sinceramente que Morante es el gran talento del Betis». Un juicio que se le desborda más allá de la táctica: «Es un jugador de la hostia, lo único que le hace falta, como a todo futbolista joven, es tiempo».
La visión de Bellerín
Lo interesante es cómo el lateral describe al jugador más allá de lo futbolístico. «Me parece un chaval súper tierno, súper inteligente, sencillo, muy buena gente», afirma Bellerín, que tras su larga experiencia, conoce bien los egos que rodean a algunos jóvenes que alcanzan el vestuario de los mayores. Entrenamientos intensos contra él, porque Morante juega de extremo izquierdo y Bellerín es lateral derecho. A raíz de eso han generado una relación que trasciende lo profesional. «Me he hecho muy amigo de él», reconoce el defensa.
Pero Bellerín advierte de algo más profundo. En sus palabras hay una reflexión sobre una generación de futbolistas que llegan con otra mentalidad. «Tienen como otra personalidad, a veces hay muy poco respeto a lo que son las jerarquías, cosa que está bien, porque hay que tener un aire de cierta rebeldía, y en otras tener algo de pausa, estar más contenido», dice. Y aquí es donde José Antonio Morante destaca, según su compañero. «Vino a la pretemporada, luego se fue con el filial, con el juvenil, no dijo nada, no se quejó. Los momentos que entrenó con nosotros lo hizo muy bien».
El lateral insiste en un detalle que, en el contexto de su apellido, adquiere relevancia especial: «El lugar es algo que se gana desde el silencio». Y añade: «Es de hacer las cosas bien, despacito, buena letra». La ausencia de protagonismo, hablar sobre la hierba, la humildad de quien sabe que todo se evapora en un instante.
La llegada al primer equipo
Otra voz desde la institución verdiblanca subraya aspectos similares. Adrián San Miguel lo define para este periódico como «una joven promesa de gran potencial, jugador de ataque muy del estilo cantera Betis, encarador incansable y de gran calidad en su pierna izquierda». Pero donde San Miguel amplía el retrato es en lo personal: «Destacaría su buena actitud, madurez mental y humildad a pesar de su juventud».
Eso es lo que ven en Heliópolis. No un apellido, sino un chispazo que llega para quedarse. Una estrella pausada. Ven a un futbolista que entiende que el talento es apenas el primer capítulo de una historia que tiene muchas páginas. Internacional con España en categorías inferiores (sub’18 y sub’19), José Antonio Morante comenzó su andadura en equipos andaluces antes de llegar al Betis. Su actividad en redes sociales muestra a un joven que respeta sus raíces y que admira, además de querer, a su padre: comparte momentos del fútbol con su familia, agradece al maestro sus tardes de gloria, pero anda su propio camino, liviano y sin cargas sobre la espalda. Porque depende de sí mismo.
José Antonio Morante entra en un campo que no era el suyo por nacimiento, pero que elige cada mañana, ciñéndose las botas, ajustándose las medidas. Manuel Pellegrini ya lo ha convocado más de una vez, señal de que es un futbolista que puede entrar en sus planes, especialmente en momentos de bajas.
Ya estuvo frente al Torrent, pero no pasó del banquillo. Tendrá más oportunidades de hacerlo, para demostrar a todos lo que apunta cada fin de semana en un sufrido filial. Enseñar a la afición el toreo de salón que ya ejecuta con precisión en los entrenamientos. El balón da menos cornadas, pero la expectativa, como alguna herida del toreo, también tiene dos trayectorias.









