PERSONAJES DE 2022
Con la conquista de su primer grande en Nueva York, se convirtió en el número 1 más joven de la historia. Maneja todos los argumentos para marcar una época.
Al tenista del año, por absoluta unanimidad, no le hizo falta siquiera completar el calendario. Una lesión en el abdominal durante los cuartos de final de Paris-Bercy le obligó a abandonar ante Holger Rune y a poner fin a su extraordinaria temporada. El segundo ganador más joven del Abierto de Estados Unidos en la era profesional, campeón de dos Masters 1000 (Miami y Madrid) y de dos ATP 500 (Río y Barcelona), y el más precoz en subirse al número 1 del mundo causaría baja en las ATP Finals y en las Finales de la Copa Davis, torneo éste último que tampoco pudo disputar en 2021, entonces debido al positivo por covid.
Fue tal el fulgor de Carlos Alcaraz que, incluso desde el arcén, cumpliendo sus seis semanas de convalecencia, se apoderó del escenario en Turín, durante el torneo que reúne a los ocho mejores del año, donde acudió para ser investido como el primero de la clase. Ni Rafael Nadal ni Stefanos Tsitsipas, eliminados en la fase de grupos, lograron cuadrar la ecuación que pudiera permitirles desalojarle del ático. Si bien en 2021 ya había dejado indicios suficientes como para contar con él para los mayores logros en el curso recién concluido, ni en su propio entorno se barajaba una explosión semejante. Sí, Alcaraz había ganado su primer título en Umag, derribó a Tsitsipas en la tercera ronda del US Open y se impuso, con la gorra, en las NextGen ATP Finals, pero, en términos rigurosamente cualitativos, no dejaba de ser el 32º del ránking, una raqueta más que prometedora, pero cuyo verdadero impacto aún estaba por determinar.
Llegó a la gira estadounidense de pista rápida, en primavera, con su primer ATP 500, conquistado en Río. En Indian Wells exigió a Nadal una fisura de costillas para derribarle en semifinales, después de un partido que ya nada tuvo que ver con el jugado un año antes en el Mutua Madrid Open, aquel con victoria del zurdo contra un rival aún con evidentes señales de acné. En el desierto californiano Alcaraz envidó con todo, en el preámbulo de la victoria en el Masters 1000 de Miami, donde venció en la final a Casper Ruud. Más fuerte después de seis semanas de pretemporada en las que realizó un trabajo específico de la mano de Alberto Lledó, Juanjo Moreno y Sergio Hernández, los tres profesionales responsables de esculpir la rotunda figura con la que se dejó ver en el Abierto de Australia, donde le neutralizó Matteo Berrettini en tercera ronda, no sin pelear hasta el desempate del quinto parcial, Alcaraz viajaba en cohete.
El festín primaveral
Un mínimo sobresalto en la transición a la arcilla, con derrota de entrada en Montecarlo contra Sebastian Korda, dejó paso a otro festín: campeón del Conde de Godó, después de hacer frente a dos bolas de partido en las semifinales contra Alex de Miñaur, y en el Mutua Madrid Open, dejando en el camino a tres cadáveres exquisitos: Nadal, Novak Djokovic y Alexander Zverev.
La victoria en Barcelona supuso su ingreso en el top 10, pero hasta las derrotas ofrecían una lectura fecunda. Tras caer ante Lorenzo Musetti en la final del ATP 500 de Hamburgo, se presentó en el top 5, siendo el segundo tenista más joven de este milenio en hacerlo, a la vera de Nadal.
Lo mejor estaba por llegar. Su rendimiento en Roland Garros (cuartos ante Zverev) y Wimbledon (octavos frente a Jannik Sinner) entraba dentro de la lógica. Incluso las posteriores finales perdidas, pues además de Hamburgo se quedó sin el título en Umag (de nuevo Sinner). Tampoco sacaría demasiado la cabeza en Montreal (Tommy Paul, de entrada) y Cincinnati (Cameron Norrie, cuartos). Flushing Meadows, el recinto que le había visto un año antes derribar a Tsitsipas, entonces número tres en el escalafón, fue el escenario de su impresionante estirón. Tres partidos de cinco sets, Marin Cilic en octavos, Sinner en cuartos y Frances Tiafoe en semifinales, antes de tocar puerto al superar en cuatro a Casper Ruud en la final. El encuentro ante Sinner, con un match point salvado de por medio, mereció la consideración de la ATP como el mejor de 2022.
En el año de la retirada de Roger Federer, que ensombreció el semblante de buena parte de los aficionados, la irrupción de Alcaraz ha trascendido las lindes del tenis. El líder de un tiempo nuevo, a la cabeza también de una generación que amenaza con dejar en suspenso a la que le precedió, ha ingresado más de 10 millones de dólares en premios y seis millones de las firmas patrocinadoras, entre las que se encuentran Rolex, Nike, Babolat, BMW e Isdin.
El empuje incontenible de su juventud viene acompañado de un talante renovador. No le falta potencia ni vigor en su juego, al calor del tenis que se impone, pero cuenta también con imaginación y compromiso con el espectáculo. Nadie propone como él, audaz y preciso con las dejadas, ni deja un rastro semejante de jovialidad y simpatía. Bien rodeado, con Juan Carlos Ferrero al mando de las operaciones, maneja todos los argumentos para marcar una época.