La historia de la NBA está repleta de quijotes y sanchos, de estrellas acompañadas de escuderos imprescindibles para alcanzar el éxito. No se entendería Jordan sin Pippen, ni Kobe sin Shaq (¿o al revés?), ni Kareem sin Magic, ni Malone sin Stockton… Estos días se valora la cima de Luka Doncic en sus primeras Finales (a partir de este jueves, contra los favoritos Celtics), se debate sobre las fórmulas para defenderle, se retrocede en el tiempo para entender cómo su paso por el Real Madrid forjó su competitividad y se divaga sobre si ese dolor en la rodilla será capaz de condicionarle en la feroz serie contra los verdes. Pero, sobre todo, se valora otro talento innato del esloveno, el liderazgo silencioso que está suponiendo la dualidad que forma con Kyrie Irving, un jugadorazo excéntrico que muchos ya daban por perdido para cualquier causa.
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Porque Kyrie es único, “el jugador más talentoso que la NBA haya visto jamás”. No lo dice cualquiera, lo acaba de pronunciar LeBron James de quien fue también su acompañante perfecto, clave con su inolvidable triple, en aquella aventura que supuso el anillo de 2016, el primero con los Cavaliers, nada menos que ante unos Warriors que parecían intocables. “Lo llamaría ‘el mago todo el tiempo’, no había nada en la cancha que Kyrie no pudiera hacer. Y sentado aquí mirándolo, estoy tan jodidamente feliz y tan orgulloso. Y al mismo tiempo enojado porque ya no soy su compañero”, analizó el Rey. Irving, que tras salir de Cleveland un año después pasó precisamente por Boston y luego por Brooklyn hasta llegar hace dos cursos a Dallas, no ha vuelto a unas Finales y si por algo se ha hablado de él ha sido por sus constantes polémicas.
Desde afirmar que la tierra es plana, que John Fitzgerald Kennedy fue asesinado porque quería “terminar con la mafia bancaria en el mundo” a que la CIA mató a Bob Marley por enaltecer la paz. También fue apartado por los Nets -estuvo meses sin jugar los partidos como local- por negarse a vacunarse del Covid y hasta Pedro Sánchez le citó en el Congreso: “Hay una estrella de la NBA que dice que no se quiere vacunar porque hay una conspiración detrás para vacunar a los negros y conectarlos con un ordenador que tiene un plan satánico”. Aunque quizá la más radical de sus polémicas fue cuando Irving promocionó en sus redes sociales un documental (‘Hebrews to Negroes: Wake Up Black America’) antisemita que defiende que los negros son los verdaderos descendientes de los israelitas. Borró aquel tweet y se disculpó, pero el daño fue enorme.
Todo ese ruido parecía haber terminado con la carrera del base con raíces australianas, de aquel demonio que fue MVP en el Mundial 2014 con el USA Team en España y que ahora deambulaba en Brooklyn sin demasiada gloria y habiendo dilapidado un Big Three de fuegos artificiales junto a Kevin Durant y James Harden. A Irving le rescató en febrero de 2023 un traspaso en el que tuvo mucho que ver Nico Harrison, el General Manager de los Mavericks que le conocía de sus tiempos como ejecutivo de Nike. A cambio de Dinwiddie y Finney-Smith, su llegada a Texas era una salida para todos, aunque no parecía que el rendimiento iba a ser tan inmediato y que iba a encajar como lo ha hecho con Doncic.
A sus 32 años, Irving, en su primera temporada completa junto a Doncic, vuelve a unas Finales. Lo hace con un rendimiento extraordinario y habiéndose ganado hasta tal punto la confianza de la franquicia que le han firmado una extensión por tres años y 120 millones de dólares. “Está siendo la mejor parte de mi carrera. Poder ahora dar sabiduría y también hablar desde un lugar de experiencia. Cuando eres joven, intentas acelerar la vida, intentas superarlo todo”, comentaba en la previa, apoyado en los números: 39 victorias y 19 derrotas con él y 11-13 en su ausencia por lesión durante el curso.
“No hay manera de parar por completo a Doncic e Irving”, avisa Mazzula, entrenador de los Celtics. “Ellos encajan. Kyrie ha dado muchas vueltas, no le importa ser el plan B. Es paciente, está tranquilo, eso no se encuentra en esta Liga”, valora Jason Kidd sobre su dupla, asombrosa en lo numérico. Doncic e Irving anotaron 59,5 puntos por partido en la temporada regular, lo que han mantenido en la final del Oeste contra los Timberwolves (59,4). Una química que se pondrá a prueba contra los excelente defensores de Boston (Jrue Holiday, Derrick White, Jaylen Brown, Jayson Tatum…), pero que va mucho más allá de lo estadístico. Su complicidad, mostrada en la cancha y expresada en los micrófonos sin tapujos. “Él no ha hecho nada más que apoyarme en todo. Me ha ayudado un montón a madurar, a saber que tengo que mirar los partidos de una manera diferente. Obviamente también es una gozada estar con alguien que juega de la manera en la que él lo hace. Ha sido un líder para nosotros, no sólo para mí, alguien espectacular”, se rindió Doncic. “Me ha presionado para continuar trabajando en mi juego, mejorando, como el líder joven que es. Y en la palabra en la que los dos coincidimos es en madurez. Cuando llegué a Dallas estaba pasando por muchos problemas y aquí me acogieron con los brazos abiertos. Sabía que en cuanto se abriera conmigo sería un gran osito de peluche. Pero de los que quiere competir. Me gusta sentarme y maravillarme con su talento. Se ha convertido en un gran padre; disfruto viéndole formarse como una gran persona”, contestó Irving, ante el sonrojo de Luka.