Novak Djokovic dio otro paso para conquistar su octavo título de Wimbledon al imponerse a Andrey Rublev en 167 minutos (4-6, 6-1, 6-4, 6-3). El viernes, el serbio jugará ante Jannik Sinner su duodécima semifinal en el All England Club, la 46ª en un torneo de Grand Slam, un registro con el que ya iguala a Roger Federer.
“Cualquier tenista quiere estar en una posición en la que el resto quiere batirle. Ellos quieren ganarme, pero no va a suceder”, advirtió Djokovic tras su victoria en la Central, donde no pierde desde 2013. Rublev puede dar buena fe de ello.
El ruso, dirigido por Fernando Vicente y Beto Martín, completó una actuación que le hubiese permitido superar casi a cualquier otro tenista del circuito. Insuficiente, en cualquier caso, ante el campeón de 23 majors, enfilado hacia su quinto título consecutivo sobre la hierba londinense.
Otra vez en cuartos
La agresividad inicial de Rublev, que buscaba su primera semifinal en un grande tras siete intentos frustrados, sorprendió a Djokovic en el primer set. Con un break en el octavo juego, consumado con dos derechas ganadoras, el reciente finalista en Halle tomó la iniciativa. Y Nole hizo dudar a sus partidarios al entregar el set con un error no forzado.
Sin embargo, la réplica del tenista de Belgrado resultó tan contundente como se esperaba. Dos breaks consecutivos le otorgaron un rotundo 4-0 que ya resultaría inalcanzable para el número siete del ránking. La fiereza de Djokovic se concretó en la estadística: siete puntos perdidos al saque y únicamente dos errores no forzados.
Un año después
Rublev, empeñado en igualar desde el fondo de la pista el juego de su rival, seguía mostrando lo mejor de su repertorio. Aun a remolque, el moscovita enardeció a la tribuna, obligando a su adversario a decantar la tercera manga tras neutralizar cuatro bolas de set.
Fue el último escollo para Djokovic, que desde ahí hasta el final convirtió el partido en un trámite hacia las semifinales, donde aguarda Sinner. El italiano, que ya le obligó a un esfuerzo máximo el año pasado, se deshizo sin demasiados agobios del sorprendente Roman Safiullin (6-4, 3-6, 6-2, 6-2).
Baloncesto
Copa del Mundo
LUCAS SÁEZ-BRAVO
Enviado especial
@LucasSaezBravo
Yakarta
Actualizado Viernes,
25
agosto
2023
-
00:29Con un USA Team de novatos, pero como favorito en...
La recta de meta como medida de los límites humanos. Se apagan las luces en el Stade France, rugen las tribunas, se hace el silencio después. Un ritual que se alarga, minutos que se hacen eternos para los atletas antes de los 10 segundos más importantes de sus vidas. Se busca al hombre más rápido del mundo, al que ponga su nombre junto al de Usain Bolt, Carl Lewis o Jesse Owens. Nada menos. Y esta vez no hay favoritos claros, está todo tan abierto que la expectación es maravillosa. Como los segundos que siguen a los 100 metros de París 2024, cuando nadie sabe quién demonios ha podido ganar, de tan parejos que han llegado a la meta. Al fin. Es Noah Lyles con 9,79 segundos, la mejor marca de su vida en el momento más oportuno.
9,794 para ser más exactos. Se impuso el estadounidense, como una centella en París, una brutal remontada tras volver a salir mal de los tacos, para recuperar el trono perdido, 20 años sin un campeón del hectómetro made in USA (desde Justin Gatlin en Atenas 2004). Y lo hizo con idéntico tiempo que Kishane Thompson, sólo cinco milésimas más veloz (9,789). Una final de foto finish. Lyles, el que tanto lo perseguía, el que opositaba a estrella mediática y ahora también deportiva. El histrión, el bicampeón del mundo en Budapest, es ya campeón olímpico en una carrera para el recuerdo. Con su compatriota, Fred Kerley tercero (9,81), y el cuarto más rápido de la historia olímpica, el sudafricano Akani Simbine (9,82).
Es la eterna búsqueda del heredero de Usain Bolt -como si fuera posible-, tan grande es su leyenda que nunca deja de estar presente. Pero las comparaciones, las similitudes y, por supuesto, las diferencias se agolpan en los conversaciones de Saint Denis, que luce precioso en estos lila y azul tan elegantes que van haciéndose más intensos a medida que anochece en París.
Pero, ¿quién ganará el 100? ¿Quién será el nuevo rey?, se preguntan los 80.000 ansiosos espectadores, ante el gran momento de los Juegos.
Y se presentan ocho candidatos -que, por primera vez en la historia olímpica, van a bajar todos de 10 segundos en la final-, cada uno con su historia, todo tan igualado (los dos jamaicanos y los dos estadounidenses ya se han quedado entre 9,80 y 9,84 en las semifinales), tan abierto, que el único nombre propio que se repite en las quinielas es, con tantos asteriscos, el de Noah Lyles.
El americano de Florida, el chico que se hizo profesional sin pasar por la Universidad de lo convencido que estaba de sí mismo, se ha pasado el invierno trabajando la técnica, la salida con Lance Brauman, su entrenador, y mejorando sus marcas en el 60. Es el rey del 200, pero quiere también el oro en el 100, como en el mundial de Budapest de 2023. Ese por el que fracasó en Tokio, cuando acababa de dejar los antidepresivos después de una pandemia que le pasó factura mental. «Me costó encontrar el equilibrio entre estar entusiasmado y mantener la calma durante todo el año», reconoció. Nada sencillo para él. En la infancia padeció un grave problema respiratorio , noches en el hospital y el deporte como practica no recomendada.
Quiere ser Bolt, como todos. E intenta imitar su show, pero no es lo mismo. Si Bolt encandilaba, él molesta a sus rivales con su juego psicológico, con sus guiños con las cartas de manga y sus bolos con Snoop Dogg. En la semifinal dedicó miradas retadoras a Oblique Sevilla, que le había superado. En la final, partió como un potro desbocado en la presentación, saltó, gesticuló, corrió hasta casi la mitad de la pista, pidió más al público, se golpeó el pecho. Todo mereció la pena, hasta el abrazo y las lágrimas con su madre, Keisha Caine Bishop, de después.
El abanico de opositores también incluía a otros dos tipos que se manejan por debajo de 9,80. Y que no fueron campeones olímpicos por un suspiro. Heredero de Bolt pretende ser Kishane Thompson (plata), el velocista con la tarea de recuperar el trono para Jamaica, que se quedó sin representantes en la final de Tokio. Las lesiones han sido su hándicap, pero le pule Stephen Francis, el mismo que manejó a Asafa Powell o Shelly-Ann Frazer Pryce. Y acudía a París con el 9,77, la mejor marca de todos este 2024, hace un mes en los trials de Kingston. Y en semifinales planta un 9,80 como aviso a navegantes. Junto a él, Seville y sus 9,81 de la primera serie como argumento, aunque luego no respondiera en la final. Dos chicos de 23 años.
También está Marcell Jacobs, el sorprendente italiano de Tokio, que apenas le da para entrar por tiempos en la final y ahí sí, da la cara, favorito del público, con una salida majestuoso, quinto finalmente, incluso lesionado después.