La NFL nunca pierde. En los últimos años ha sobrevivido a la retirada del mejor de su historia (Tom Brady), a propietarios de franquicias expulsados por abusos continuados hacia sus empleados, a mails racistas de entrenadores, al exilio vergonzoso de Colin Kaepernick, al debate sobre las conmociones cerebrales y el futuro de este deporte, a un extraño bajón en el nivel de juego la última temporada… Pero por cada problema encuentra un filón nuevo. Ninguno, por supuesto, como ese maná caído del cielo llamado Taylor Swift.
«El efecto Swift existe y es una bendición para nosotros», había afirmado Roger Goodell, comisionado de la liga en los días previos a la Super Bowl que los Kansas City Chiefs ganaron en la prórroga (25-22) a los San Francisco 49ers.Lo que no dijo, pero tampoco hacía falta, es que pensaba explotarlo al máximo. Mientras los aficionados discutían si les molestaba o no la presencia de la artista y ella intentaba pasar lo más desapercibido posible para, probablemente, la mujer más famosa del planeta, la NFL se dedicó a cabalgar la ola de abundancia que acompaña a la cantante allá donde va.
A falta de conocerse el dato definitivo, la audiencia estimada del partido fue de 120 millones de espectadores, convirtiéndose en la Super Bowl más vista de siempre por delante de los 115,1 millones de espectadores que encendieron la tele durante la victoria de los mismos Chiefs, esta vez frente a Philadelphia, hace un año. El hito va mucho más allá del deporte. Sólo un pequeño evento histórico sentó a más estadounidenses ante las pantallas: la llegada del hombre a la Luna en 1969. Fueron entonces 150 millones, pero tras el alunizaje, football y más football.
Cualquiera que conozca un poco el deporte americano sabe que de cualquier cosita les sale una película. Lo sucedido durante el partido del domingo pudo guionizarlo el propio Goodell. En lo deportivo, fue una Super Bowl fantástica por emoción, giros inesperados y héroe legendario: Patrick Mahomes.
Tras verse superados durante gran parte del partido, la defensa de los Chiefs permitió que todo quedara en manos de su quarterback en la última posesión de la prórroga. Si le frenaban sin anotar, ganaba San Francisco. Si lograba el touchdown, el triunfo sería suyo. Como tantas veces desde que llegó a la liga como un tornado, Mahomes respondió con magia. Trece jugadas y 75 yardas después conseguía su tercera Super Bowl, sólo superado por Joe Montana y Terry Bradshaw, con cuatro, y Tom Brady, con siete. Lo aterrador es que sólo lleva seis temporadas siendo titular y, con 28 años, le queda más de media carrera por delante. No se le intuye techo. Seguramente no lo tenga.
Pero, aunque moleste a los puristas, una Super Bowl jamás es sólo deporte y ahí es donde a la NFL se le alinearon los (otros) astros: Swift y su novio, la segunda gran estrella de Kansas City, Travis Kelce. La cantante presenció el partido desde un palco, acompañada de su amiguísima Blake Lively y un séquito de empleados de la NFL documentándolo todo. En un momento dado, cuando competía con una amiga a ese hobby tan americano de bajarse una cerveza de un trago, la organización decidió ponerla en el videomarcador. Medio estadio empezó a abuchearla y ella respondió como la diva que es: vació el vaso, lo estampó contra la mesa y dedicó al público una media sonrisa sobrada y victoriosa.
Mientras, en el césped, Kelce vivía un drama paralelo durante una primera parte en la que su única aparición fue para perder los nervios con su entrenador, Andy Reid, un oso gigante y bonachón de 65 años, y zarandearle por quitarle del campo durante una jugada. La imagen fue fea. Muy fea. Con otro entrenador no habría jugado más, pero Reid está por encima de eso y en la segunda parte puso el balón en sus manos una y otra vez. Kelce respondió con nueve recepciones para 93 yardas, el que más del partido. Al final, se abrazaron durante un largo rato y Reid zanjó el asunto: «Le quiero como es». Taylor Swift parece coincidir y el beso de felicidad de ambos sobre el césped fue la imagen que invadió el planeta. Y allí estaba la NFL para sacar tajada con una audiencia sideral.
La NFL nunca pierde. Patrick Mahomes y Taylor Swift, tampoco.