Copa del Rey de Baloncesto
Unicaja, campeón
La pareja del Unicaja, héroes del pasado Eurobasket, clave en el equipo de Ibon Navarro. “Significa que volvemos a estar entre los grandes”
Había transcurrido más de media hora desde que los niños de Scariolo levantaron al alimón la Copa de todos los sueños y ahí seguía la charanga de Málaga en plena fiesta, con ese himno tan bonito, con los jugadores bailando sobre el parqué del Olímpic, acompañados de media ciudad, el presidente López Nieto, el alcalde y hasta Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía. Será la Copa de Ibon Navarro, un técnico que se eleva exponencialmente, la del MVP Tyson Carter, la de los triples de Kalinoski y el coraje de Osetkowski… Pero, sobre todo, será la Copa de Alberto Díaz y Darío Brizuela, dos héroes de Berlín que no se bajan de la ola.
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Ellos hablan en voz alta por toda la clase media del baloncesto español, que en este fin de semana en Badalona también tuvo más guiños a la selección, los de Jaime Fernández, los de Joel Parra… A ese impulso dorado en el que perdieron los complejos para siempre. Alberto Díaz, que amaneció con dos triples en la final, fue el termómetro de Unicaja. Brizuela, tras su emocionante exhibición en cuartos en la que desveló su drama personal -su hijo recién nacido, operado de urgencia, está en la UCI aunque ya fuera de peligro-, estuvo más de un partido y medio sin anotar después, pero en la segunda parte en la que Unicaja se desató hacia el título, el escolta vasco resurgió.
«Pero si no ganamos la final, esto no habrá valido de nada», proclamaba Alberto Díaz 24 horas antes, con el Real Madrid expulsado de la Copa por el equipo ante el que nada fue imposible en Badalona. El capitán ejerciendo como tal, dentro y fuera. Si falló dos tiros libres en el abismo, después robó un balón para que Osetkowski finiquitara la noche. «Esta Copa es muy especial por el camino recorrido. Significa que volvemos a estar entre los grandes y a pelear con ellos. Para un jugador de Málaga y del club como yo, significa mucho», aseguraba el base, protagonista de todos los focos, todos los selfies y todos los abrazos.
«Estamos donde el Unicaja se merece. No es fácil encontrar un grupo así en tu carrera», concedía Brizuela, emocionado con el apoyo recibido estos días en ese vestuario donde se forjó la gloria: «Se me pasan muchas cosas por la cabeza y estoy intentando estar lo más estoico posible. Ahora solo pienso en ser agradecido en toda la gente que está ahí fuera, que nos ayudan tanto, y en estar con mis compañeros». Porque ellos, Darío y Jaime, también habían sido clave antes, en la integración de los nueve fichajes con los que Juanma Rodríguez, director deportivo de Unicaja, revolucionó a la plantilla el pasado verano. Sólo hace falta ver la alegría de Osetkowski, que pasea con un dron por Málaga grabando para su blog los encantos de la ciudad. «Es la demostración de que las cosas han cambiado desde el año pasado y el equipo ha logrado cambiar la dinámica», resumía Barreiro, otro chico que a partir de hoy estará en la selección, en las Ventanas FIBA contra Islandia e Italia.
Sin mencionarlos, Ibon Navarro, que festejaba junto a su hijo, hablaba también de ellos, de ese pegamento para vestuarios, del secreto de su plantilla. «En este equipo lo que más destacado es la falta de egos. Todos anteponemos el equipo a las individualidades. No es mérito mío. Es haber encontrado a las personas adecuadas y que todo encaje. Hay mucho trabajo en la selección de jugadores… y de personas. Tú no puedes controlar cómo van a encajar las personas, pero han encajado muy bien. Que te salga una buena receta, si eres buen cocinero, puede pasar, pero sin buenos productos, no», resumía el técnico vitoriano.