La paradoja de Países Bajos: 15 futbolistas hijos de la inmigración entre el auge de la xenofobia

La paradoja de Países Bajos: 15 futbolistas hijos de la inmigración entre el auge de la xenofobia

El pasado 22 noviembre, el Partido de la Libertad (PVV) ganó las elecciones en los Países Bajos con un programa donde proponía «una política inmigratoria generalmente más restrictiva». «Queremos menos Islam y lo lograremos gracias a una menor inmigración no occidental y la introducción de un cese general del asilo». Más de 2,5 millones de neerlandeses apoyaron las ideas presentadas por Geert Wilders, líder del PVV, quien seis semanas más tarde filtró al diario The Times otra medida: «Las disculpas del Rey Guillermo Alejandro, a propósito de la esclavitud y las acciones policiales, serán retiradas». Esta retórica, a medio camino entre la xenofobia y la exaltación del pasado colonial, contrasta con la realidad de la selección que hoy debuta ante Polonia en Hamburgo.

Ronald Koeman se presenta en el Volksparkstadion con 15 futbolistas que no encajan precisamente en los esquemas de Wilders. Diez proceden de los territorios de ultramar y cinco son hijos o nietos de inmigrantes africanos. No sólo se trata del 62,5% de los convocados, sino de su columna vertebral. Las familias de Virgil van Dijk y Xavi Simons vienen de Surinam, mientras los ancestros de Jeremie Frimpong y Memphis Depay son originarios de Ghana. El pasado día 6, durante el amistoso ante Canadá en Rotterdam, el lateral del Leverkusen y el delantero del Atlético celebraron el 1-0 con la danza Adowa. «Por supuesto que representamos a Países Bajos, pero lo que hicimos es algo que está en nuestra sangre», comentó Depay sobre el ceremonial.

Según las cifras de 2022 de Statline, la base de datos con la que trabajan las autoridades de La Haya, el 25,2% de los 17,5 millones de ciudadanos neerlandeses son hijos o nietos de la inmigración. Por orden de importancia, destacan los 430.000 procedentes de Turquía, los 419.000 de Marruecos y los 360.000 de Surinam, el gran vivero de su selección. Lejos de aquella Naranja Mecánica de los Mundiales de 1974 y 1978, compuesta exclusivamente por blancos, la Oranje fue incorporando a ídolos como Ruud Gullit, Frank Rijkaard o Patrick Kluivert, con raíces en la ex colonia, que obtuvo su independencia en noviembre de 1975. O Clarence Seedorf, Aron Winter y Edgard Davids, nacidos en Paramaribo, la capital.

El doble caso de Dumfries

En la actual lista de Koeman, además de Van Dijk y Simons cabe mencionar a Georginio Wijnaldum, Donyell Malen, Ian Maatsen, Steven Bergwijn, Ryan Gravenberch y Denzel Dumfries. El caso del lateral del Inter resulta doblemente curioso, ya que su madre es de Surinam y su padre de Aruba, una de las Antillas Holandesas. De Curaçao, otra de esas islas caribeñas que aún forman parte del Reino, procede Lutsharel Geertruida, lateral del Feyenoord.

La diversidad del vestuario parece ajustarse a las evidencias de un censo de las que ni el propio Wilders puede escapar, ya que su abuela nació en Indonesia y su esposa, una inmigrante húngara, tiene raíces turcas. En cualquier caso, el líder ultraderechista ha sabido beneficiarse del odio hacia una población de origen inmigrante que a comienzos de siglo no llegaba a los 2,8 millones y hoy supera ya los 4,2. Josip Kesic y Jan Willem Duyvendak, los sociólogos que más a fondo han estudiado el fenómeno, concluyen sus investigaciones con una paradoja. «La hostilidad hacia los musulmanes y las personas cuyo fenotipo difiere del patrón de holandés blanco, es decir, aquellos que son vistos como extranjeros, podría resultar sorprendente, dada la reputación de los Países Bajos como un país progresista y tolerante».

De acuerdo con el último informe publicado por la Comisión Europea, el 82% de los neerlandeses (22 puntos más que la media comunitaria) considera que la discriminación por origen étnico está muy extendida en su país. Según las entrevistas de este Eurobarómetro, realizadas en abril y mayo de 2023, el 78% (17 puntos más que la media) considera que existe una discriminación muy generalizada por el mero color de la piel.

12 años después de Gdansk

El fútbol, lógicamente, no vive ajeno a la oleada racista. Y en el seno de la Oranje aún recuerdan aquel aborrecible episodio previo a la Eurocopa 2012, cuando sus jugadores escucharon gritos de «mono» durante un entrenamiento, abierto a 20.000 aficionados, en el Stadion Miejski de Gdansk. Hoy, la representación inmigrante dentro del vestuario se ha duplicado. De hecho, alcanza hasta Indonesia, aquel gigante insular de donde llegaron futbolistas de la talla de Sonny Silooy o Giovanni van Bronckhorst y que ahora vuelve a la actualidad gracias a Tijjani Reijnders.

El centrocampista del Milan, llamado a llenar el vacío dejado por Frenkie de Jong, celebró el 11 de mayo un gol contra el Cagliari señalando en su camiseta el melodioso apellido de su madre: Lekatompessy. Aunque ninguna búsqueda de los orígenes como la de Cody Gakpo, referencia goleadora el pasado Mundial de Qatar. En sus últimas vacaciones, el delantero del Liverpool viajó a Togo, la diminuta nación de su padre, para tareas humanitarias. «Es importante devolverles todo lo que pueda». La nómina africana de Koeman se completa con Nathan Aké, hijo de marfileño, y Brian Brobbey, con ancestros en Ghana.

Koeman: “Cruyff cerraba el Camp Nou, se iba a casa y era un hombre de familia. No existía el fútbol”

Actualizado Jueves, 13 junio 2024 - 19:55

Ronald Koeman (Zaandam, 1963) es un hombre relajado. Recibe a EL MUNDO en la concentración de Países Bajos camino de la Eurocopa. En suelo alemán ganó la Orange su único título en 1988. Con presión, pero «diferente» a la que sufría «todos los días» en Barcelona, el técnico recuerda a su «mentor y vecino» Cruyff y se reivindica: «¿El legado? Me seguirán recordando por el gol de Wembley».

Hace tres años, cuando dejó el Barcelona, dijo que era "una liberación", y aquí estamos ahora. Es seleccionador de Países Bajos. ¿Qué siente al volver?
Lo primero y más importante es la gran diferencia entre ser un entrenador de un club y un entrenador de una selección nacional. Es fútbol, es lo mismo, pero no es todos los días. En ese sentido es totalmente diferente, tienes más tiempo libre, puedes hacer otras cosas... No estás todos los días bajo presión, que es la diferencia entre Barcelona y mi trabajo de ahora. Cuando me fui del Barça no dije "nunca más voy a entrenar". Cuando dejé de ser seleccionador para entrenar al Barça era por una buena razón, y después de Qatar he tenido la oportunidad de volver. A mi edad, con mi experiencia, es el mejor trabajo que puedo tener.
¿Más presión o menos que en Barcelona?
Es la misma presión. Jugar una Eurocopa es una presión muy grande en Países Bajos, como lo es en Alemania o en España. Para todos. Pero son cuatro semanas y después de eso la presión será para los entrenadores de los clubes, no para nosotros, esa es la gran diferencia. Y luego, ¡todo el mundo viene feliz a la selección! (risas). Cuando entrenas a un club tienes que ponerles energía... Aquí no. Allí no juegan un fin de semana y se enfadan... Aquí todo el mundo es feliz y vienen con una sonrisa en la cara. La presión estará ahí, es normal, es fútbol, nuestra gente está a unas horas en coche, llenará las gradas...
El único título de Países Bajos llegó en Alemania, en 1988.
Hace mucho tiempo... Mira, somos un país pequeño. Alemania o España son más grandes, es difícil tener éxito. Perdimos en el Mundial del 74, del 78 y del 2010, nos quedamos en semis en 2014... Siempre seremos uno de los equipos que puede ganar a cualquiera y que puede llegar lejos. Siempre producimos buenos futbolistas que juegan en grandes clubes y si no tuviéramos problemas físicos seríamos todavía más fuertes.
Se enfrenta en el grupo a la Polonia de Lewandowski. ¿Qué le ha parecido su temporada?
Todos los jugadores tienen momentos complicados, creo que todavía es un gran jugador, un líder del vestuario, según me dicen en Barcelona. Tiene 35 años, mucha experiencia, es el capitán de la selección... Es un goleador. Cuando no juegas bien te critican fácilmente, pero sigue siendo importante para el Barça y su selección.
En 2022 usted dijo que tenía dudas a la hora de pagar 50 millones, contando el salario, por un jugador de 34 años.
No era tanto sobre Robert sino sobre la filosofía del Barça. Si yo hubiera sido el entrenador del Barcelona en ese momento, me hubiera encantado tener a Lewandowski como nueve, pero creo que es mucho dinero y que si tienes problemas económicos tienes que analizar bien qué tipo de jugadores fichas. Quizás sea mejor firmar a futbolistas con más futuro. En mi opinión, es raro conseguir tu mejor salario con 35 años cuando el mejor periodo de un futbolista es entre 26 y 32. Es raro que un club gaste dinero en jugadores veteranos si no tiene dinero.
Le quería preguntar por el 'Cruyffismo'. Lo vivió tanto en Barcelona como en Países Bajos. ¿Cómo lo definiría usted y cómo ha lidiado y lidia con la presión de ese estilo en el club y en la selección?
'Cruyffismo' es una manera de atacar. Pero atacar no quiere decir un tipo de sistema concreto. En mi etapa como jugador en el Barça, con Cruyff como entrenador, a veces jugabamos sin nueve, Laudrup estaba de delantero pero bajaba al medio, teníamos dos extremos, a veces el extremo era un centrocampista como Eusebio... Es la forma de atacar. Mira al Real Madrid, ellos no se ponen nerviosos si no tienen el balón porque tienen la habilidad de castigar a sus oponentes cuando pueden. En Países Bajos hablamos demasiado sobre sistemas, quizás jugar con 5 atrás es más ofensivo que jugar con 4. Mira el Leverkusen, con 5 atrás y juegan muy ofensivo. ¿Cuál es el sistema? Hay muchas formas de llegar a Roma. A veces vamos demasiado al pasado y el fútbol ha cambiado.
¿Qué significó Cruyff para usted?
Fue la persona más importante de mi carrera futbolística. Le tuve como entrenador en el Ajax, me compró para el Barcelona, fue mi entrenador, mi mentor, mi vecino... Tuvimos tiempo como familia, pasamos juntos cumpleaños de nuestros hijos... Fue muy importante dentro y fuera del campo.
¿Qué aprendió de él?
Que iba siempre muy al detalle del juego porque tenía esa experiencia como futbolista. La manera en la que quería jugar, la confianza en lo que hacía y cómo la traía al equipo... Y luego cerraba la puerta del Camp Nou, se iba a casa y era un hombre de familia. No había fútbol nunca más.
¿Cuáles son los jugadores clave en la selección holandesa?
En mi primera época tuvimos una gran etapa. Mucha gente no tenía expectativas e hicimos las cosas bien. Teníamos a Van Dijk y De Ligt atrás, De Jong en el medio, Wijnaldum, Depay... Era una columna vertebral fuerte. Pero por diferentes razones hemos perdido esa fuerza, las lesiones, los estados de forma... Pero aún así tenemos una gran plantilla, jugadores jóvenes como Simons. Mucho talento.
Llevamos dos o tres años hablando de De Jong y su posible venta. ¿Cree que esto ha podido afectar a su nivel?
No creo que eso le afecte. He hablado regularmente con él sobre muchas cosas y creo que es feliz en el Barcelona y no quiere salir. Las lesiones han afectado a su nivel en los últimos meses, eso desde luego, creo que no estaba al 100% para jugar contra PSG y Real Madrid en los últimos partidos de la temporada, pero necesita tiempo para estar a su máximo nivel.
¿Usted vendería a Frenkie De Jong?
No, en mi opinión no, pero no soy el entrenador del Barcelona ni su presidente. Creo que todos los equipos necesitan mantener a sus mejores jugadores.
Hablando del Barcelona, ¿cree que tuvieron más paciencia con Xavi que con usted?
Sí, ya lo he dicho. No recibí el mismo apoyo por parte del presidente que el que recibió Xavi. En ese momento me despidieron y creo que estábamos a nueve puntos del Madrid. Y ahora quedaron a diez. Para tener éxito tienes que tener el apoyo del presidente.
Usted es una leyenda del Barça y de la selección neerlandesa. ¿Cómo casa eso con sus resultados deportivos como técnico de los dos equipos? ¿Cree que puede afectar a su leyenda?
Cuando paseo por Barcelona noto el cariño de la gente, no es que ahora sea menos cariño porque no han salido bien las cosas. Me recuerdan y me recordarán como el hombre que marcó el gol de la primera Copa de Europa del club. Simplemente es que no recibí el apoyo del presidente.
Mentalmente, ¿entrenar al Barça ha sido lo más duro de su carrera?
Creo que sí, pero porque el Barça es mi club. Tuve una gran etapa como futbolista ahí, tengo amigos en la ciudad, entrenar al equipo era uno de los sueños de mi vida... Eso hace todo más difícil y estresante.
¿Aquí, en Países Bajos, siente la presión del legado?
Si ganamos, mejor. Y si perdemos me criticarán, así es la vida. Pero no matará mi legado, me recordarán como un buen futbolista, entrenador del Barça, jugué para los tres grandes del país... Nadie más. Ese es mi legado.
De centrocampista a centrocampista. ¿Le ha sorprendido la vuelta de Toni Kroos con Alemania?
No, porque creo que es difícil dejar de jugar para tu país. Es un grandísimo jugador y su entrenador estará muy feliz. Alemania es muy fuerte, creo que han tenido algunas críticas pero cuando jugaron en Francia, con Kroos, mostraron un nivel extraordinario. Estoy muy impresionado con Musiala, lo que hizo en la Champions, con 20 años... Son una de las favoritas. Musiala y Bellingham, con lo que han hecho en la Champions, son los dos jóvenes que lideran esta generación.
¿Qué diferencias observa entre esta generación y la de hace años?
El fútbol es más físico, pero el fútbol sigue necesitando jugadores con talento técnico y táctico. Jugadores que han sido buenos en el pasado y siguen siendo buenos ahora, que tienen un gran primer toque, buen pase, buena visión, inteligencia... Eso es bueno, porque sino seleccionaríamos a los que corrieran los 100 metros en seis segundos y ya está, y eso no es fútbol. Jugadores como Kroos son necesarios.
El magnético naranja de Holanda en la Euro'88: la camiseta que detestaban los campeones

El magnético naranja de Holanda en la Euro’88: la camiseta que detestaban los campeones

El 15 de junio de 1988, tres días después de la derrota de Holanda ante la URSS (0-1), el diario De Telegraaf publicaba, bajo el título Una camiseta extraña, un suelto en su cuarta página, inserto en la sección de sociedad, que arrancaba así: "Los futbolistas son muy supersticiosos, ¿verdad? Bueno, entonces ya sé por qué perdimos contra los rusos: nuestras camisetas no estaban a la altura. Un débil color naranja con cuadros y rayas blancas. Las llaman 'alambre de pollo' y 'mierda de pollo'. (...) En los años 50, Abe Lenstra y Faas Wilkes jugaban con un naranja nítido, pantalones blancos y medias azules. Johan Cruyff y los suyos, con una camiseta naranja, pantalones negros y medias naranjas. ¡Y ahora esto!" Apenas 10 días más tarde, poco antes de saltar al césped para disputar la final de la Eurocopa, Ruud Gullit aún miraba con recelo la equipación de Adidas. Y no era el único. La mayor parte del vestuario compartía la opinión de su capitán. John van' t Schip, extremo derecho del Ajax, lo había dejado claro ante la prensa: "Parecemos peces dorados. Pero mientras sigamos ganando, la mantendremos".

En realidad, ni uno de los futbolistas de la Oranje dudaba de la victoria en el Olímpico de Múnich. Sería la revancha ante los soviéticos, sus verdugos en el debut. El viernes, víspera de la final, la expedición al completo, encabezada por Rinus Michels, había acudido a un concierto de Whitney Houston. La charla previa del seleccionador, según confesaría años más tarde el propio Gullit, resultó más bien una súplica: "Necesitaba tener la mente en otra cosa, pero ahora que estamos aquí, por favor, mantened la concentración y ganad el partido". No fue el éxito del fútbol total, ni de la Naranja Mecánica. Holanda conquistó la Eurocopa de 1988 gracias a la voluntad y la determinación. Lo hizo con la camiseta que sus estrellas detestaban. La que les habían proporcionado desde la odiada Alemania. La joya de la geometría que hoy ocupa un lugar de honor en la historia del diseño futbolístico.

Ina Franzmann apenas sabía nada de balones cuando en 1984 fichó por Adidas como asistente de diseño. Su formación y su bagaje profesional previo se remitían a la alta costura. Sin embargo, pronto empezó a cautivar a los altos mandos de Herzogenaurach, atrapados por entonces en uno de los momentos más críticos para la compañía. Mientras Horst Dassler se debatía entre llevarse o no la producción a Extremo Oriente, Nike y Reebok ganaban posiciones. Y mientras Hummel presentaba en el Mundial de 1986 la camiseta de Dinamarca, la primera con un estampado gráfico completo, los creadores de Dassler seguían instalados en el conservadurismo. Quizá por eso fue el mismo Horst quien dio la orden de que la camiseta de Alemania para la Euro'88 incorporase, por vez primera, los colores de la bandera.

La influencia del tenis

Aquel encargo pasó de inmediato a manos de Franzmann. Su departamento apenas contaba con cuatro personas, pero también asumiría la petición holandesa. "Manejábamos distintas opciones y pensamos en qué selección encajarían", explicó Jürgen Rank, por entonces un aprendiz, hoy jefe de diseño en Adidas. Para Holanda quedaría la detonación de motivos geométricos, técnicamente bautizados Ipswich Template, en honor al club de la Premier League, uno de los 29 equipos que aquel año se animaron con ella. También la URSS, aunque en los dos duelos directos frente a los campeones vistiese otra versión en blanco bañada de clasicismo. "Si hoy asumes una decisión tan extrema, la gente enloquecería en las redes sociales" sostenía Rank.

En aquella época, Franzmann y su equipo trabajaban a mano, sin ninguna ayuda de ordenadores. Se trataba de una labor artesanal, pero con bastante libertad creativa y una evidente influencia del tenis. Porque Adidas nunca hubiese apostado por los rombos en la camiseta de Bélgica para la Eurocopa 1984 de no ser por el precedente de Ivan Lendl, que los lucía por cada Grand Slam desde 1982. De igual modo, los motivos abstractos de Stefan Edberg y Steffi Graff también terminarían llegando al césped unos años después.

El 9 de abril de 1987, unas semanas después de su 51º cumpleaños, la repentina muerte de Horst Dassler sumió a Adidas en el desamparo. Para comprender la influencia del patrón baste enumerar a quienes acompañaron a su viuda durante las exequias: Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, y Sepp Blatter, secretario general de la FIFA. Según los cálculos de Barbara Smit, autora de Hermanos de Sangre (LID, 2007), entre 1987 y 1992 la firma del trébol tuvo que despedir a casi la mitad de su plantilla (de 11.000 a 6.400 empleados). Durante ese mismo periodo, el catálogo de productos se redujo en más de un 60%. El nombramiento del joven René Jäggi como sucesor tampoco iba a aliviar la situación.

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Roddy Campbell, director de márketing, descubrió en los libros de cuentas que Adidas seguía entregando un millón de marcos anuales al seleccionador Franz Beckenbauer. Y que la principal obsesión de la cúpula directiva era convencer a los dos únicos clubes de la Bundesliga que aún no habían sucumbido a sus encantos. Por no mencionar los pagos regulares a uno de los hijos de Samaranch, sin que mediase ningún tipo de relación comercial entre las partes. Sobre este delicadísimo contexto se entiende mejor la relevancia de Franzmann en la historia de Adidas. Sin la explosión de su fabulosa creatividad en 1988, el gigante nunca habría mirado de igual modo hacia el futuro.

Desde el momento en que Marco van Basten giró su tobillo derecho, casi de espaldas a puerta, para conectar aquella fabulosa volea ante Rinat Dasaev (2-0), el Ipswich Template holandés se convirtió en referencia y fuente de inspiración. Un Santo Grial para los coleccionistas, fascinados por la combinación entre su majestuosa simetría y el impacto de los tonos naranja. En 2021, un experto en la materia llegó a identificar hasta seis ediciones diferentes, distribuidas en países tan remotos como Argentina, Irlanda, Japón, Alemania o Yugoslavia. Sus precios en el mercado oscilan entre 300 y 3.000 euros.

"Devolvednos nuestras bicicletas"

Su halo mítico se mantiene ajeno a las reticencias de los campeones, que veían en ella simples escamas. Pero es que aquella plantilla, más allá de la creatividad, fluidez y versatilidad de su juego, rara vez cumplió con lo que de ella se esperaba. "El mejor partido que jugamos, el del debut, lo perdimos. Nuestra peor actuación fue la final, pero ganamos, simplemente porque convertimos nuestras ocasiones. Los soviéticos jugaron algo mejor, así que era algo del destino que alzáramos el trofeo", declaró Gullit. La estampa de Hans van Breukelen apretando las clavijas a Igor Belanov antes de pararle un penalti dejó claro el carácter del equipo.

Holanda se manejaba muy bien en los otros registros del fútbol. Y contaba, para qué negarlo, con algún muerto en el armario. Van Basten, por ejemplo, meditó muy seriamente abandonar la concentración tras su primera suplencia, en favor de John Bosman; Van Breukelen se hizo famoso por su "¡Ojalá te mueras!" a Lothar Matthäus durante la turbulenta semifinal ante la RFA, donde Ronald Koeman tampoco dudaría en limpiarse el culo con la camiseta de Olaf Thon. Tras el 1-2 en Hamburgo, la euforia era tal que Gullit solicitó permiso a Michels para organizar una fiesta, a la que invitaron incluso a los periodistas. No sólo se trataba de la revancha por el Mundial de 1974. Era un clima de exaltación patriótica que amenazaba con echar abajo los pólderes.

"Los sobrios, sensatos, tranquilos y prudentes holandeses se volvieron completamente locos de alegría. Nueve millones organizaron la mayor fiesta que se había visto en el país desde la Liberación", escribe David Winner en Brilliant Orange: The Neurotic Genius of Football (Bloomsbury, 2001). Los más de 50.000 hinchas que invadieron Múnich para disfrutar de la final en directo gritaron hasta enronquecer: "¡Devolvednos nuestras bicicletas!" Era su peculiar desquite, cuatro décadas postergado, ante el terror nazi.

"Fue la equipación más fea de toda mi carrera"

Ruud Gullit

Tras aquellos cinco partidos, Holanda jamás volvió a lucir su fantasía en poliéster y algodón naranja. Durante la clasificación para el Mundial de Italia regresaría a un tono plano y sin ostentaciones. En cambio, Alemania sí dio continuidad al diseño de Franzmann. Y sobre su mítico estampado pudo bordarse la tercera estrella de campeona en el Olímpico de Roma. Todo gracias a una intermediación al más alto nivel. "Teníamos muchas ideas más, pero ninguna tan buena. Poco antes de que acabara la Eurocopa nos reunimos con Beckenbauer, quien propuso continuar con ella hasta el Mundial", relató la diseñadora.

A Michels, apodado El General, le traía al fresco la revolucionaria Ipswich. A Gullit, su capitán, más bien todo lo contrario. "Significa mucho para mí, porque nos ayudó a ganar el título, pero fue la equipación más fea de toda mi carrera", confesó en 2018 durante un evento organizado por Classic Football Shirts. Parecía como si en la memoria del Balón de Oro de 1987 aún perviviesen aquellos funestos presagios en De Telegraaf. "Estas camisetas de moda saldrán a la venta después del campeonato. Me parece bien, siempre y cuando nuestros futbolistas vuelvan a jugar con la patriótica naranja y azul. Quizá entonces ganen de nuevo".