Van Aert sella su triplete en la Vuelta tras culminar una fuga de 130 kilómetros por las Rías Baixas

Van Aert sella su triplete en la Vuelta tras culminar una fuga de 130 kilómetros por las Rías Baixas

Esta Vuelta de guerrillas se retroalimenta en su hábitat natural. Terreno sembrado de trampas en un recorrido de dientes de sierra en la primera cita con Galicia, un escenario propicio para las emboscadas en el que Wout van Aert se siente comodísimo. El belga, en las sinuosas carreteras próximas a las Rías Baixas, mostró su poderío tras consumar una escapada de 130 kilómetros. Tercera victoria para el fenomenal corredor del Visma. Si los anteriores triunfos los consiguió en al sprint, en Castelo Branco y Córdoba, este martes lo hizo tras aprovechar el impulso de una escapada nacida por el esfuerzo de Marc Soler, que terminó tercero.

La jornada, con un recorrido quebrado y sin descanso, fue controlada por el Decathlon de Ben O'Connor. El australiano manejó con acierto las mínimas acometidas de su adversarios. Carapaz, Yates, Enric Mas, Landa, Roglic y Carlos Rodríguez desaprovecharon una buena ocasión para limar distancia con un líder que cada vez se siente más identificado en su papel protagonista.

Tras el día de descanso y el traslado desde Granada a Ponteareas (cuna de los hermanos Delio y Emilio Rodríguez y de Álvaro Pino), los supervivientes de la ronda aliviaron su agobio con un gratificante descenso de la temperatura, de los 40 grados de Andalucía a los 27 de los parajes de Pontevedra. Todos se animaron en una excursión de 160 kilómetros que prometía sensaciones fuertes por el interesante perfil de la etapa: Subidas a cuatro puertos y un descenso de 20 kilómetros hacia la meta de Baiona. Una propuesta ideal para los aventureros. Un recorrido similar a esas palpitantes clásicas de primavera, con muros, toboganes y sin apenas zonas de recuperación. Esos desafíos que tan bien conoce Van Aert.

El arranque fue frenético, con los UAE hiperactivos. BrandonMcNulty y Marc Soler aceleraron para fracturar el grupo y provocar la escapada buena. Larga sucesión de hachazos, neutralizados por el Decathlon. No hubo tregua en el ascenso a Fonfría, con Soler, Van Aert y el belga William Junior Lecerf (gregario de Landa en el T-Rex) trabajando para consumar la fuga. Casi medio minuto de ventaja en el descenso, camino de la cota de Vilachán, con más de 100 kilómetros por delante, con el río Miño a distancia corta. Al trío de aventureros se unieron el alemán Juri Hollman (Alpecin) y el francés Quentin Pacher (Groupama). Seis minutos de renta a falta de 50 kilómetros, en el segundo alto de la jornada, poco antes del anuncio del abandono del italiano Ciccone.

En el inicio del Alto de Mougás, un puerto de primera categoría de casi 10 kilómetros al 6% de desnivel, Van Aert y Pacher abandonaron a sus compañeros de aventura. El pelotón viajaba estirado por las sinuosas carreteras de las Rías Baixas. El francés fue muy generoso e ingenuo. Colaboró con Van Aert sabiendo que el belga era muy superior en el sprint. Amagó con un ataque a falta de un kilómetro, pero su intentona fue inútil. Van Aert, sin aparente dificultad, aceleró y en sólo 20 metros descolgó al galo. El belga entró en la meta con el brazo derecho levantado y mostrando los tres dedos que le acreditan como el mejor cazador de etapas de la Vuelta. Antes de la llegada del pelotón, que apareció 5.30 minutos más tarde, tuvo tiempo para festejar el triunfo con su hijo y su esposa. Todos los focos para el belga, que todavía espera aumentar su fructífera cosecha.

Otro día a la expectativa de Carlos Rodríguez, que perdió a su gregario Laurens de Plus por Covid. El bicho sigue activo, Enric Mas y el resto de corredores del Movistar acudieron a la salida de Ponteareas con mascarillas. Todos en alerta por los contagios.

Este miércoles, cita con una jornada similar, con 166,5 kilómetros con salida y llegada a Padrón, con dos puertos de tercera categoría y dos de segunda. Fernando Escartín (director técnico de la carrera) aventura un día movido: ''La etapa muestra un terreno rompepiernas donde el pelotón tendrá complicado controlar a la escapada''. Pue eso, a disfrutar.

Roglic relanza La Vuelta y gana en las brutales rampas de Cazorla

Roglic relanza La Vuelta y gana en las brutales rampas de Cazorla

Roglic ganó. O' Connor flaqueó. Mas creció. Sintetizado, fin del resumen. Ahora, pormenorizando, el esloveno, entre la diferencia en la victoria y la bonificación, le arañó, no, le arrancó casi un minuto al australiano y está ahora a 3:49. El español asciende al podio en un día en el que Joao Almeida, reventado, se despidió de sus ilusiones. Landa, tercero en la meta, es ahora quinto en la general.

Otra vez, y van unas cuantas, empieza otra Vuelta. De manivela. Mejor de tuerca. En una etapa por terrenos elevados, pero carreteras sin excesivas brusquedades, con un puerto de segunda perdido por el recorrido, y presidida por 4,8 kms. brutales al 7,1% de media y con picos del 20%, en la cima de Cazorla, el esloveno fue el rey. Se ciñó una corona de metal precioso y le impuso a O'Connor, aún líder, con ventaja, pero tembloroso, una de espinas. Roglic, en ese epílogo de fuego a, otra vez, casi 40º, tiró de los restos dolientes del pelotón de ilustres y lo hizo añicos. Sólo le aguantó Enric Mas, cuya derrota en la línea de llegada es de las que valen por uno de esos triunfos que no acaba de abrochar.

Roglic, desbocado, rebasó a Oier Lazkano, Harold Tejada y Luca Vergallito, despojos supervivientes de los escombros de una fuga de ocho héroes con gloria y sin premio, y anunció con cohetería que está aquí, que ha vuelto sin, ya se ve, haberse ido. No hay más que hablar. No hay más que esperar, primero, a la etapa dominical y, luego, que venga lo que tenga que venir. Y no por obra del azar, sino del hombre. Del ciclista. De los ciclistas.

Cazorla enseñó su rampa

Federico García Lorca, de cuyo asesinato se cumplieron 88 años el pasado día 18, hace una semana, escribió: "Cazorla enseña su torre y Benamejí la oculta". En la Vuelta, la jienense Cazorla enseñó su rampa y la cordobesa Benamejí quedaba a 246 kms. al sudoeste. A mitad de camino entre ambas espera la lorquiana Granada, donde la carrera tendrá, dicho está, este domingo una prueba determinante. La lírica dará paso a la épica.

Granada, en su quebrado paisaje y sus tres ascensos de primera apiñados en la segunda mitad de la etapa, promete la, también segunda gran batalla general de la Vuelta, después de la del Pico Villuercas y, en explosiva brevedad, ésta de Cazorla. Roglic ascendió entonces, en Villuercas, a un liderato que perdería, dos días después, en Yunquera, a manos de Ben O'Connor y su solitaria proeza. Las circunstancias son ahora distintas.

O'Connor que parecía un líder sólido, se ha tambaleado sin llegar a caer. Quizás tuvo un día regular en una cuesta breve pero especialmente ruda. Quizás el calor, que de un modo u otro afecta a todos, le jugó una mala pasada. Veremos.

La carrera no se circunscribe solamente a él y Roglic. Ahora mismo sí, porque encabezan la general. Es la guerra entre las actuales primeras potencias. Pero hay otros combates, otras escaramuzas y otros nombres con distintas aspiraciones y capacidades. Sujetos todos a los azares de la carretera.

Ahora, a pensar en Granada, colofón de una de las etapas reina. Ante lo que nos promete, recordamos, después de Lorca, al poeta mexicano Francisco de Icaza: "No hay en la vida nada peor que ser ciego en Granada".

O'Connor aprovecha la impotencia del pelotón para culminar una fuga, ganar la etapa y asaltar el liderato de la Vuelta

O’Connor aprovecha la impotencia del pelotón para culminar una fuga, ganar la etapa y asaltar el liderato de la Vuelta

Inesperadamente, a lo bello y a lo bestia, hubo cambio de líder. Primoz Roglic cedió el rojo a Ben O'Connor, australiano, 28 años, del Decathlon Ag2R. Rojo pasión ardiente para O'Connor. Rojo sangre derramada para Roglic.

¿Hemos dicho cedió? No. El rojo le fue arrebatado de un tirón a un Roglic sorprendido, aturdido, aunque no, obviamente, noqueado. La Vuelta ha dado la vuelta. Ha dado un giro, pero no, necesariamente, un vuelco. Entre lo temporal y lo definitivo puede caber un mundo, que está esperando, amartillado, en las grandes etapas, aún vírgenes, de la prueba.

Pero, en cualquier caso, la carrera ha tomado un sesgo impredecible y adquirido un interés inusitado. Sobre ella, entre la amenaza y la ilusión, según quién la interprete, temiéndola o cortejándola, planea la sombra de Javalambre, en aquella etapa que acabó significando en 2023 la victoria de Sepp Kuss. Y siempre, de un modo u otro, está Roglic por medio. Su historia se repite y corre el peligro de hacerlo como farsa.

En una zona de tradición y lujo taurinos, Ronda y su serranía, el australiano realizó una faena portentosa, de maestro sobrado de poderío y arte. Y la remató con una escapada hasta la bola en todo lo alto. Voló, desbocado, hacia el Alto de las Abejas, mientras los ases del pelotón, encabezados por Primoz, mostraban una impotencia hija de la perplejidad y seguían perdiendo tiempo kilómetro a kilómetro.

Así salió, más rebelde que respondona, una etapa incómoda, durilla, de constantes subidas y bajadas, de ondulaciones picudas, con la meta en un largo repecho de 3ª. Y la montaña no parió un ratón, sino un gigante. Un aspirante a ganar la carrera, que empezó la jornada en la vigesimotercera posición a 1:56 de Roglic y la terminó en la primera con el esloveno a 4:51. O'Connor no es ningún piernas. Cuarto en el Tour de 2021 y en el Giro de este año, ha dado un salto de eso, de gigante, en el curso de una ceremonia de magia.

Etapa demasiado exigente para que el magro elenco de sprinters se la tomara en serio y demasiado blanda para que el amplio abanico de ilustres se la tomara a la tremenda. Etapa, pues, adecuada para el éxito de una fuga, predispuesta al triunfo de los valientes, especímenes humanos que a la suerte le caen simpáticos. Audaces fortuna iuvat.

Y eso sucedió. En el puerto del Boyar, de 1ª, que se coronaba a 73 kms. de la salida y, todavía, a 112 de la llegada, se armó la marimorena. Los dimes y diretes; los ataques y contraataques; los movimientos, los latigazos nerviosos, espasmódicos de la masa móvil de corredores cristalizó en una escapada de 30 elementos. Luego los 30 se quedaron en 13. Una fuga lo suficientemente numerosa y de nivel como para asegurar que el vencedor de la etapa saldría de sus filas. Ahí estaban O'Connor, Gijs Leemreize, Jay Vine, Cristian Rodríguez, Pelayo Sánchez, Chris Harper, Marco Frigo, Pablo Castrillo, Mauri Vansevenant, Urko Berrade, Florian Lipowitz...

O'Connor y Leemreize se disociaron de sus compañeros antes de la subida al Puerto del Viento. Frigo, Berrade y Pelayo trataron (en vano) de unirse a ellos. O'Connor se desprendió de Leemreize en el Puerto Martínez, también de 3ª. Y, a partir de ahí, exhibición en solitario, incontenible, una obra de autor entre la exquisitez y la fuerza. Ese tipo de manifestaciones ruteras que hacen Evenepoel, Pogacar, Van der Poel y compañía.

O'Connor no está a esa altura ni lo estará. Pero ahora mismo no es aventurado afirmar, con toda la cautela del mundo, pero también con toda la justificación, que se ha ganado la gracia de ser considerado un outsider a tiempo completo y con pleno derecho a llevarse una Vuelta reiniciada, reanimada, reconstituida. Una Vuelta que, tras unas etapas aplastadas por el calor, ha revivido estimulada por el fuego.

Roglic, con 'foto finish', vence al precipitado Van Eetvelt en el primer e infernal asalto de montaña de la Vuelta

Roglic, con ‘foto finish’, vence al precipitado Van Eetvelt en el primer e infernal asalto de montaña de la Vuelta

El rugoso cemento abrasa en el callejón. Los gladiadores se retuercen para avanzar y mantener la verticalidad en una pared interminable de 3.000 metros. Los pulmones explotan, las venas se hinchan con el ácido láctico y la vista se nubla en una escalada agónica. Una ristra de corredores serpentea de manera descompensada, soportando un brutal castigo. El primer asalto de montaña de esta Vuelta es una ofrenda al dolor.

En ese tormento, algunos, como Primoz Roglic, encuentran instantes de placer. El esloveno vence en la cúspide de Pico Villuercas, un puerto con unas rampas infernales de hormigón que sella la primera criba de una ronda sin rey y con muchos príncipes. Liderato para el tres veces conquistador de la ronda, que bate a Lennert van Eeetvelt en el último suspiro. Resolución por foto finish en el primera cima. El belga, en la misma línea de llegada, se precipita en la celebración de la etapa, levanta el brazo derecho y es sorprendido por un golpe de riñones del veterano corredor del Red Bull-Bora. Jornada espléndida para Roglic, pero también para Enric Mas, muy sólido en toda la subida, y para Mikel Landa, que en un ascenso progresivo caza a los mejores y tiene el coraje de lanzar el sprint. Frustrante día para Richard Carapaz y Adam Yates, que ceden 1.30 minutos.

Después del tríptico portugués, el pelotón respira hondo en la salida de Plasencia para afrontar una jornada de 170 kilómetros fracturada con cuatro puertos. En el valle de Jerte, entre balcones de cerezos, el grupo se estira antes del ascenso a Cabezabellosa, cerca del imponente Mirador de la Memoria, persiguiendo a los fugados Bruno Armirail (Groupama), Sylvain Moniquet (Lotto), Filippo Zana (Jayco), Pablo Castrillo (Kern Pharma) y Mikel Bizkarra (Euskaltel).

El quinteto se entiende bien y aventaja en tres minutos al pelotón en el alto de Piornal, una cota de primera categoría fronteriza entre las cristalinas gargantas de Jerte y los campos de la Vera, con una larga sucesión de curvas. Tras el descenso, los fugados caminan rápido en dirección a Jaraíz de la Vera y Almaraz. El Red Bull-Bora de Primoz Roglic asume las labores de caza por terrenos de pimentón y tabaco, con el Visma de Sepp Kuss y UAE de Joao Almeida a la expectativa, dejándose llevar hasta el alto de Miravete, un tercera que sirve de aperitivo para el tormento de Pico Villuercas, la cima con la carretera más elevada de Cáceres, con una altitud de 1.600 metros. Un risco que preside la zona del Santuario de Guadalupe al que se accede por un estrecho sendero hormigonado que exprime a unos corredores agobiados por los insoportables 40º grados de la comarca cacereña. Traspaso permanente de hielo y bidones de agua entre gregarios y jefes de fila. Sufrimiento para Wout van Aert, que se rinde en las primeras estribaciones del coloso extremeño.

Máxima exigencia en un puerto largo (14,6 kilómetros), con una pendiente media de 6,2%, pero con una zona infernal de tres kilómetros con un firme irregular con rampas del 20%. Un obstáculo enorme para Pau Miquel, el sprinter del Kern Phama, que ayer cumplió 24 años, y para Luis Ángel Maté, el abuelo de la Vuelta (40 años), que estrenó el maillot de lunares de líder de la Montaña. Un muro que separa el trigo de la paja.

En las rampas más pronunciadas, tras la neutralización de los bravos Armirail y Castrillo, se fractura el grupo de favoritos con una aceleración de Pavel Sivakov. Luego salta Felix Gall y tras él Roglic, Mas y Van Eetvelt. Por detrás sufren Carlos Rodríguez y Carapaz, con Landa y Almeida dosificando esfuerzos. El vasco y el portugués consiguen alcanzar a los fugados en los metros finales y pugnan por una etapa que Van Eetvelt pierde por precipitación. Doble premio para Roglic, feliz en la fiesta del sufrimiento.

Pogacar, respaldado por un excelente Juan Ayuso, doblega a Vingegaard en el Galibier y retoma el liderato del Tour

Pogacar, respaldado por un excelente Juan Ayuso, doblega a Vingegaard en el Galibier y retoma el liderato del Tour

El gigante de los Alpes encumbró al favorito y puso a prueba la capacidad de resistencia y sufrimiento de un orgulloso defensor del título. Tadej Pogacar derrotó a Jonas Vingegaard en las paredes nevadas del coloso Galibier en el primer desafío de alta montaña. Liderato para el esloveno, con una renta de 45 segundos sobre Remco Evenepoel y 50 sobre el danés. Una jornada espléndida para Juan Ayuso, que tras ejercer como gregario de Pogacar, tuvo el coraje de terminar tercero. Carlos Rodríguez y Primoz Roglic también entraron en el grupo de los mejores.

En la formidable cima alpina se volvió a escribir otra página gloriosa con un ejercicio tremendo de potencia de Pogacar y un emocionante descenso hasta Valloire, en el que sacó de punto a Vingegaard. La preparación del Tour del danés, tras la caída en el País Vasco, parece que se ha quedado corta.

Y es que el Galibier nunca defrauda. Desde la prehistoria de las máquinas de hierro, aglutina los relatos más épicos del ciclismo. En 1933 acogió la primera gran hazaña de esos escaladores con cuerpo de jilguero. Vicente Trueba, que presumía de recorrer Torrelavega y Madrid del tirón, estableció el primer gran récord de subida en el Tour de Francia: dos horas y 10 minutos en coronar la terrorífica cima alpina, 23 minutos menos que el mejor registro que ostentaba el francés Eugène Christophe.

"Donde las águilas no llegan''

El cántabro (1,57 metros y poco más de 50 kilos), corría sin equipo, sin asistencia mecánica y coronaba los puertos en primer lugar y en solitario. En las fotos siempre aparecía subiendo solo, por delante del pelotón. Fue el primer ganador del Premio de la Montaña y el pionero en escalar agarrado a la parte baja del manillar. Creó estilo. Henri Desgrange, el fundador de la ronda francesa, le bautizó como La pulga de Torrelavega. Al director y al público les apasionaba la manera salvaje de escalar del español nacido en el valle de Sierrapando.

Trueba fue un precursor al que le privaron de ganar el Tour. En la 10ª etapa de la edición de 1933, entre Digne y Niza, el cántabro se metió en una fuga de seis corredores que dejó a todo el pelotón descalificado por fuera del control. Pero Desgrange ordenó a los jueces que ampliaran el margen del retraso permitido, pasando del 8% al 10%, de esa manera rescataron a todos. En la clasificación general final, Trueba quedó sexto, los cinco primeros fueron corredores repescados. Lógico y entendible que siempre reclamara ese Tour.

Trueba, un peso pluma, volaba en las subidas y se hundía en los descensos. Carecía de la habilidad de Pogacar, que este martes se lució en la emblemática ascensión que determinó la resolución de la etapa. El esloveno retó a Vingegaard en un descomunal ataque a falta de 800 metros para la cima del Galibier y coronó primero, con una renta de ocho segundos, esa cúspide donde los ''hombres supieron elevarse a una altura donde las águilas no llegan'', según proclamó Desgrange.

Ayuso, Vingegaard y Pogacar, en la subida al Galibier.

Ayuso, Vingegaard y Pogacar, en la subida al Galibier.AP

La subida al Galibier (30 kilómetros de longitud) fue un ejercicio de desgaste. Después del paso por Lautaret, se abrieron las hostilidades. Tras neutralizar una fuga en la que se metieron Oier Lazkano, Van der Poel o García Pierna, Pogacar puso a trabajar a todos sus escuderos: Politt, Wellens, Soler, Sivakov y Almeida para estirar el pelotón y descolgar al líder Carapaz y a gente relevante como Bernal, Pidcock, Thomas, Enric Mas, Bardet o Simon Yates.

Carapaz, principal damnificado

A falta dos kilómetros ordenó a Juan Ayuso que asumiera el mando. El empuje del debutante español terminó por minar las energías de los enemigos de Pogacar. Cuando parecía que había quemado al equipo sin resultado, el esloveno saltó cerca de la pancarta de la Montaña y todos, excepto Vingegaard, se apartaron. En dos acelerones se desprendió del danés. A partir de ahí comenzó un nuevo festival, negociando con maestría las curvas en un descenso vertiginoso. Los ocho segundos en la cima se convirtieron en más de medio minuto en la meta.

El Galibier, una vez más, fue cuna de gestas y brutales desfallecimientos. El damnificado de hoy fue el líder Carapaz. Cedió cerca de cinco minutos y medio. Allí Vingegaard desnudó en 2022 a Pogacar con una sucesión de ataques coordinados del Visma; Contador firmó su ataque más desesperado en 2011, Pantani humilló a Ullrich en 1998. En su cima se lucieron Bartali, Coppi, Bahamontes, Charly Gaul, Merckx, Ocaña, Zoetemelk...Una subida sólo al alcance de los mejores.

Monsieur le Galibier nunca desilusiona.

En el reino de Merckx

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Actualizado Domingo, 10 marzo 2024 - 17:37

Desde los años 80, la aparición de un corredor superlativo remite indefectiblemente a Eddy Merckx, la unidad de medida, la tabla de equivalencias del ciclismo. En su grandeza intacta, en su inmunidad, Merckx no deja de suponer un freno, amén de un to

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