El hundimiento olímpico de Rahm entre el viento y el colapso mental: "No sé cómo explicarlo"

El hundimiento olímpico de Rahm entre el viento y el colapso mental: “No sé cómo explicarlo”

De un cuerpo de gigante apenas sale la voz. Jon Rahm, abatido, parece buscar respuestas con su mirada, respuestas que no encuentra tampoco en sí mismo: "Ni yo sé cómo explicar lo que ha pasado". Lo que acababa de pasar era un hundimiento olímpico. Rahm dominó el último recorrido del torneo de los Juegos con una autoridad inesperada. Había estado irregular los días anteriores con el putt, pero, en cambio, el domingo parecía que todo le salía en el green. Lo mismo en las salidas del tee. Ese juego sin fisuras le hizo alcanzar el ecuador del recorrido con cuatro golpes de ventaja. Después, el colapso, los errores, los bogeys, el hundimiento.

El diploma que corresponde a un quinto puesto no colma a un gran campeón. Rahm lo es. Sólo quienes lo son arrastran riadas de gente, como las 80.000 personas que se acercaron al Golf National, cerca de Versalles, adonde llegaron con intenciones muy distintas a quienes tomaron su palacio hace más de dos siglos. Eran más de las que caben en el estadio de Saint Denis. Buena parte de los espectadores llegaban a animar a Rahm en un torneo olímpico con los mejores golfistas del circuito. El polémico fichaje del español por el LIV saudí no ha mermado en absoluto su carisma.

"Me va costar reponerme"

"No ha sido una buena semana para mí, pero ha sido una gran semana de golf para la gente. Me va a costar reponerme de esto. Es duro, sobre todo después de tenerlo en la mano", explicaba un Rahm huidizo, con ganas de irse, volar de vuelta a Estados Unidos y reunirse con su familia. Una nueva paternidad le espera.

Rahm sentía las miradas encima sin querer mirar a nadie. Un difícil ejercicio de concentración que ya era apreciable cuando el español apareció en el putting green, la última zona de calentamiento. Fueron minutos, al contrario que sus rivales.

Un último contacto con la hierba bajo un sol oblicuo, menos húmedo que los anteriores. Refugiado del ruido en sus auriculares, no embocó ninguna. No importaba, ahí no. Salió disparado, entre gritos de "¡Rahm!, ¡España! o ¡Europe!". A ninguno respondió, a ninguno escuchó. Estaba en modo concentración, en modo recorrido, perfecto hasta la mitad del campo. En el hoyo 11 llegó el primer problema; en el 14, el crack del que no pudo reponerse.

Maldito hoyo 14

"En mi opinión, el mayor problema no ha estado en el hoyo 11 o en el 12. Lo más importante ha sido el tercer golpe del 14", explicó Rahm. Fue el hoyo maldito, un par cinco en el que realizó un doble bogey. En ese mismo hoyo había hecho un eagle el primer día y un birdie en el tercero. En cambio, había salvado en el par el hoyo ocho, donde había tenido los mayores problemas los días anteriores. "A partir de ahí no ha sido fácil mentalmente, porque ves que pierdes lo que tenías en la mano", admitió.

La concentración ha sido un elemento clave en el crecimiento de Rahm, desde los tiempos en los que la Federación lo sancionaba por explotar en el green, golpear los palos y las bolsas. Incluso fue obligado a trabajar con golfistas discapacitados, una especie de servicio social que siempre ha reconocido como clave en su vida. Eso cambió a Rahm y París empezó por ver al Rahm maduro, seguro, con un juego compacto, sin fisuras. Los errores descubrieron a otro que empezaba a mover y hacer girar los palos tras los errores.

En los 10 primeros hoyos tan sólo se fue fuera de calle en dos ocasiones, algo que solventó sin superar nunca el par. Birdie a birdie, con cuatro en cinco hoyos consecutivos, firmaba un -5 en los primeros nueve. En los siguientes nueve, un +4. Partió con -14 y acabó en -15. Había dicho que era necesario estar seis golpes por debajo del par para el oro. Acertó en el diagnóstico, no en el campo. Sólo araño uno.

Récord de Scheffler

"Conozco este campo, aquí ganamos la Ryder y he jugado otras veces, pero es un campo complejo debido al viento, no lo notaba en el swing», añadió el español, aunque ello no explica la diferencia entre una parte y otra del recorrido. Los hoyos de mayor dificultad llegan al final, aunque para entonces Rahm ya había perdido la buena tendencia, al contrario que el vencedor, Scottie Scheffler, de menos a más para firmar el récord del campo, con nueve golpes bajo par y un total de -19, cuatro golpes menos que el español. El estadounidense, primero del ránking mundial, recibió este año de manos de Rahm la chaqueta verde de Augusta.

El británico Tommy Fleetwood (-18) fue segundo y Hideki Matsuyama (-17), tercero. Dos golpes separaron a Rahm, pues, del podio. Con un birdie en el 18 habría forzado el desempate por el bronce con el golfista japonés. Hizo un bogey. Estaba mentalmente fuera.

A sus 28 años, volver al mismo lugar no será un problema en Los Ángeles 2028, después de su ausencia en Tokio por un positivo en Covid. "Ahora no me habléis del futuro, por favor. Cuatro años es mucho tiempo y primero tengo que entender qué ha pasado", finalizó. Tenía prisa por irse.

Noah Lyles, un rey por cinco milésimas: recupera el trono de la velocidad para EEUU en la final más igualada de la historia

Noah Lyles, un rey por cinco milésimas: recupera el trono de la velocidad para EEUU en la final más igualada de la historia

La recta de meta como medida de los límites humanos. Se apagan las luces en el Stade France, rugen las tribunas, se hace el silencio después. Un ritual que se alarga, minutos que se hacen eternos para los atletas antes de los 10 segundos más importantes de sus vidas. Se busca al hombre más rápido del mundo, al que ponga su nombre junto al de Usain Bolt, Carl Lewis o Jesse Owens. Nada menos. Y esta vez no hay favoritos claros, está todo tan abierto que la expectación es maravillosa. Como los segundos que siguen a los 100 metros de París 2024, cuando nadie sabe quién demonios ha podido ganar, de tan parejos que han llegado a la meta. Al fin. Es Noah Lyles con 9,79 segundos, la mejor marca de su vida en el momento más oportuno.

9,794 para ser más exactos. Se impuso el estadounidense, como una centella en París, una brutal remontada tras volver a salir mal de los tacos, para recuperar el trono perdido, 20 años sin un campeón del hectómetro made in USA (desde Justin Gatlin en Atenas 2004). Y lo hizo con idéntico tiempo que Kishane Thompson, sólo cinco milésimas más veloz (9,789). Una final de foto finish. Lyles, el que tanto lo perseguía, el que opositaba a estrella mediática y ahora también deportiva. El histrión, el bicampeón del mundo en Budapest, es ya campeón olímpico en una carrera para el recuerdo. Con su compatriota, Fred Kerley tercero (9,81), y el cuarto más rápido de la historia olímpica, el sudafricano Akani Simbine (9,82).

Es la eterna búsqueda del heredero de Usain Bolt -como si fuera posible-, tan grande es su leyenda que nunca deja de estar presente. Pero las comparaciones, las similitudes y, por supuesto, las diferencias se agolpan en los conversaciones de Saint Denis, que luce precioso en estos lila y azul tan elegantes que van haciéndose más intensos a medida que anochece en París.

Pero, ¿quién ganará el 100? ¿Quién será el nuevo rey?, se preguntan los 80.000 ansiosos espectadores, ante el gran momento de los Juegos.

Y se presentan ocho candidatos -que, por primera vez en la historia olímpica, van a bajar todos de 10 segundos en la final-, cada uno con su historia, todo tan igualado (los dos jamaicanos y los dos estadounidenses ya se han quedado entre 9,80 y 9,84 en las semifinales), tan abierto, que el único nombre propio que se repite en las quinielas es, con tantos asteriscos, el de Noah Lyles.

DIMITAR DILKOFFAFP

El americano de Florida, el chico que se hizo profesional sin pasar por la Universidad de lo convencido que estaba de sí mismo, se ha pasado el invierno trabajando la técnica, la salida con Lance Brauman, su entrenador, y mejorando sus marcas en el 60. Es el rey del 200, pero quiere también el oro en el 100, como en el mundial de Budapest de 2023. Ese por el que fracasó en Tokio, cuando acababa de dejar los antidepresivos después de una pandemia que le pasó factura mental. «Me costó encontrar el equilibrio entre estar entusiasmado y mantener la calma durante todo el año», reconoció. Nada sencillo para él. En la infancia padeció un grave problema respiratorio , noches en el hospital y el deporte como practica no recomendada.

Lyles celebra su victoria.

Lyles celebra su victoria.Martin MeissnerAP

Quiere ser Bolt, como todos. E intenta imitar su show, pero no es lo mismo. Si Bolt encandilaba, él molesta a sus rivales con su juego psicológico, con sus guiños con las cartas de manga y sus bolos con Snoop Dogg. En la semifinal dedicó miradas retadoras a Oblique Sevilla, que le había superado. En la final, partió como un potro desbocado en la presentación, saltó, gesticuló, corrió hasta casi la mitad de la pista, pidió más al público, se golpeó el pecho. Todo mereció la pena, hasta el abrazo y las lágrimas con su madre, Keisha Caine Bishop, de después.

El abanico de opositores también incluía a otros dos tipos que se manejan por debajo de 9,80. Y que no fueron campeones olímpicos por un suspiro. Heredero de Bolt pretende ser Kishane Thompson (plata), el velocista con la tarea de recuperar el trono para Jamaica, que se quedó sin representantes en la final de Tokio. Las lesiones han sido su hándicap, pero le pule Stephen Francis, el mismo que manejó a Asafa Powell o Shelly-Ann Frazer Pryce. Y acudía a París con el 9,77, la mejor marca de todos este 2024, hace un mes en los trials de Kingston. Y en semifinales planta un 9,80 como aviso a navegantes. Junto a él, Seville y sus 9,81 de la primera serie como argumento, aunque luego no respondiera en la final. Dos chicos de 23 años.

También está Marcell Jacobs, el sorprendente italiano de Tokio, que apenas le da para entrar por tiempos en la final y ahí sí, da la cara, favorito del público, con una salida majestuoso, quinto finalmente, incluso lesionado después.

España se clasifica para cuartos con un gol en el último segundo de Aleix Gómez y le sonríe la suerte

Actualizado Domingo, 4 agosto 2024 - 22:51

En estos Juegos Olímpicos de París, España sólo tenía un día de obligaciones, un día de ganar o fracasar, un día que marcaría su participación: era este. Y en ese día jugó mejor que nunca. Y en ese día sufrió como nunca. Desde su buen debut ante Eslovenia, venía la selección que dirige Jordi Ribera asomándose al abismo, perdiendo ante Suecia y Alemania en dos partidos en los que pudo sentenciar su pase a cuartos de final. Pero en el encuentro clave, en el cierre de la fase de grupos, ante Croacia, dominó, aguantó y ganó.

Un gol de Aleix Gómez en el último segundo dio la victoria por 32-31, España se clasificó para los cuartos de final del próximo miércoles y, además, lo hizo con cierta suerte. Por el resto de resultados, su primer rival será Egipto, posiblemente la selección con menos nombre de las que quedan, aunque venga de ganar a Noruega y empatar con Francia. Con Juan Carlos Pastor al frente, el equipo africano es muy guerrero, muy luchador, muy equipo, pero la otra opción era enfrentarse a la Dinamarca imbatida o quizá imbatible. Las medallas son posibles.

Como en los encuentros anteriores, el éxito de España pasaba por correr y esta vez sí corrió. Hasta el último segundo tuvo que hacerlo, desde los primeros minutos lo hizo. Con el impulso de los velocísimos Kauldi Odriozola, Daniel Fernández y Aleix Gómez, la selección disfrutó de varios contraataques para contrarrestar la férrea defensa croata.

Para todo lo demás estaba Alex Dujshebaev. Desde que Ribera es seleccionador, todo el grupo se ha acostumbrado a un reparto de minutos igualadísimo en el cual es imposible saber quién es titular y quien suplente, quien es más importante y quien menos, pero en los momentos decisivos siempre aparece Dujshebaev. Líder del ataque desde el central, más pasador que goleador, hizo jugar a los suyos y sirvió balones a los pivotes, Abel Serdio y Javi Rodríguez.

La contra final

A partir de la primera ventaja (8-4, min. 10), España controló el marcador, aunque Croacia apretaba y aflojaba, apretaba y aflojaba. En un partido en el que ambas selecciones se lo jugaban todo, seguir en los Juegos o marcharse para casa, no hubo ninguna tregua. La selección balcánica forzó el empate (8-8, min. 14), luego se dejó ir (12-8, min. 20 o 20-15 al descanso), volvió a acercarse (20-18, min. 37) y luego perdió terreno.

Y así todo el partido. Mientras España exponía toda su variedad en el juego, Croacia planteaba el encuentro a partir de dos máximas: su portero y sus mejores lanzadores. El cancerbero, Dominik Kuzmanovic, encadenaba rachas de acierto y sus laterales, Ivan Martinovic e Zvonimir Srna, le acompañaban. Así en los últimos minutos, lograron igualar el marcador (29-28. min. 55), disparar los nervios y hacer temblar a España. Pese a que dos goles de Ian Tarrafeta y una superioridad por un pelotazo a Gonzalo Pérez de Vargas llevaban a la victoria, varias malas decisiones en ataque llevaron a la igualada a falta de seis segundos (31-31). Un empate era temible, significaba cruzarse con Dinamarca en cuartos, pero un saque rápido y otra carrera de Gómez salvó a la selección. Al final, triunfo y una clasificación con cierta suerte.

La piscina de la polémica se cierra con dos nuevos récords del mundo, tres en total

Actualizado Domingo, 4 agosto 2024 - 20:28

La piscina de la polémica se cierra con tres récords del mundo, además de un buen puñado de récords olímpicos, hecho que pone en cuestión la polémica acerca de si su escasa profundidad afectaba a la velocidad. El español Hugo González fue uno de los que se quejó. Al récord de 100 libre (46.40), logrado por el chino Zhanle Pan, se unieron en la última jornada de la natación en París los de 1.500 libre masculino y 4x100 estilos masculinos.

Bobby Finke, de Estados Unidos, batió el de la mayor prueba de fondo (14.30.67) para superar en 35 centésimas la plusmarca anterior, del chino Sun Yang, que estaba vigente desde 2012. Fue un buen día para Estados Unidos, ya que su relevo de 4x100 estilos femenino mejoró el que ya tenía al concluir en 3.49.63.

Regan Smith, Lilly King, Gretchen Walsh y Torri Huske, autora de una fabulosa última posta, añadieron otro éxito para un relevo que desde 1960 acumula 11 oros en la especialidad.

China, oro en 4x100 estilos

En la misma prueba, pero en categoría masculina, volvió a lanzarse a la piscina el gran héroe de París, Léon Marchand, pero con escasas opciones de obtener un quinto oro, dada la menor potencia del equipo francés. No obstante, consiguió sumar una medalla olímpica más, en esta ocasión de bronce.

China dominó en la combinada gracias a Jiayu Xu, Haiyang Qin, Jiajun Sun y Zhanle Pan (3.31.58), con 55 centésimas de ventaja sobre Estados Unidos, mientras los locales tocaron la pared a casi un segundo.

Marchand, con cuatro oros y un bronce, y Katie Ledecky, con dos oros, un bronce y una plata, son los nadadores más galardonados, además de la joven canadiense Summer McIntosh, una de las mujeres del futuro, y el equipo australiano.

Los tres récords del mundo, además de algunas de las pruebas más rápidas de la historia de los Juegos, como todas las ganadas por Marchand, ponen en entredicho si la profundidad de la piscina de La Défense Arena, de 2,15 metros mientras que la normativa actualizada de la FINA exige 2,50, ralentizaba a los nadadores por el mayor oleaje generado. La media de las marcas es inferior a la de Tokio.

El niño que siempre quería ganar

El niño que siempre quería ganar

Actualizado Domingo, 4 agosto 2024 - 20:26

Para los que conocemos a Jon Rahm, la imagen no puede transmitir mayor dureza: el deportista mejor pagado del mundo sentado en la oficina del Golf National de París con la mirada perdida. Acababa de entregar una tarjeta de 70 golpes que le dejaba en la quinta posición. Sólo una hora y 48 minutos antes, era líder con cuatro golpes de ventaja a falta de los últimos ocho hoyos.

Tras la inexplicable debacle, Jon está en shock, hundido. Una crudeza ext

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Hockey: El "pasito extra" que necesitaba España: "Hemos hecho historia, pero queremos la medalla"

Hockey: El “pasito extra” que necesitaba España: “Hemos hecho historia, pero queremos la medalla”

Actualizado Domingo, 4 agosto 2024 - 19:31

«Habíamos apuntado esta fecha en nuestro calendario. Hoy es el mejor día de mi vida». Las palabras de Chefo Basterra, uno de los héroes de la victoria ante Bélgica (3-2), compendiaban las emociones del hockey masculino español, en la lucha por una medalla olímpica por primera vez en 16 años. A tres minutos para el final, Marc Miralles anotó ayer el gol que suponía la revancha contra su verdugo en los Juegos de Tokio. El vigente campeón olímpico, el equipo más regular de la última década, el mismo que les tumbó en los siete últimos precedentes. «Hoy celebramos y mañana veremos cómo ganar el próximo», advirtió Miralles. El adversario será Holanda.

La heroicidad en el Stade Yves-du-Manoir llegó ayer de la mano de la agonía, merced a una provindencial intervención de Luis Calzado. Con el tiempo cumplido y los españoles festejando el triunfo, el cuarteto arbitral -formado por dos holandeses, un argentino y un indio- aceptaron la reclamación de Bélgica, que aún dispuso de una opción postrera de penalti córner. «Esa parada ha sido el pasito extra que nos faltaba», admitió el seleccionador Max Caldas.

El técnico argentino ha liderado la reconstrucción desde 2021, cuando la derrota frente a Bélgica en cuartos (3-1) desencadenó el fin del ciclo de Fred Soye en el banquillo y el adiós de referentes del vestuario como Pau Quemada, David Alegre o Quico Cortés. Desde entonces, los RedSticks sólo pudieron acabar sextos en el Europeo 2023, lo que les obligaría a sellar su billete para París en el Preolímpico de Valencia. No llegaban como favoritos al podio, pero ahora se ven a un triunfo de la medalla. Sería la quinta, tras las platas de Pekín 2008, Atlanta 1996, Moscú 1980 y el bronce de Roma 1960.

Sin complejos

«Hemos jugado contra muchos equipos a priori mejores y les hemos sabido dominar con la bola. Nuestra tarea pendiente suelen ser algunas desconexiones en momentos puntuales que nos cuestan goles», admitió el capitán Miralles. La primera fase, cerrada con dos victorias ante Alemania (2-0) y Sudáfrica (3-0), un empate frente a Francia (3-3) y dos tropiezos contra Gran Bretaña (0-4) y Holanda (3-5), evidenciaron las virtudes y defectos de un grupo joven y sin complejos, pero aún con cierto vértigo en los momentos de la verdad.

Bonastre, durante el partido ante Holanda.

Bonastre, durante el partido ante Holanda.AFP

Desde luego, España necesita seguir creciendo para seguir la senda de aquel equipazo de Maurits Hendriks que sólo tuvo que inclinarse ante Alemania en la final de los Juegos de Pekín (1-0). Sin embargo, el octavo puesto en el ránking de la Federación Internacional (FIH) tampoco explica por sí mismo su poso competitivo. «Este vestuario sabe que ha hecho historia, pero no quiere que se acabe aquí y quiere una medalla», valoró Marc Reyné, autor del 1-2 frente a un rival plagado de jugadores con dos medallas olímpicas en su palmarés.

El siguiente escalón, por supuesto, se antoja extremadamente complicado. Holanda se quitó ayer de encima a Australia (2-0) con goles de Duco Telgenkamp y Thijs van Dam tras el descanso. Después de seis partidos en París, la vigente campeona europea sólo ha cedido un empate frente a Gran Bretaña (2-2). Hace sólo tres días, España llegó a dominar 2-1 a la Oranje antes de ceder frente a su gran verticalidad (3-5).

Justa recompensa para una pareja con gancho

Actualizado Domingo, 4 agosto 2024 - 19:57

Vi a Novak Djokovic más motivado que nunca por poner el broche de oro, valga el tópico en esta ocasión, a su colosal carrera tenística. Después de la contundente derrota sufrida en la final de Wimbledon, el serbio ha sabido renovar su propuesta, buscando incluso en ocasiones el saque-red, dado que sabía que Carlos Alcaraz era superior desde el fondo de la pista. Tal vez, y pese a todo lo que ya ha hecho con tan sólo 21 años, al español le llegó d

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Djokovic desquicia a Alcaraz y le arrebata el oro en la mejor final olímpica de la historia

Actualizado Domingo, 4 agosto 2024 - 18:30

Durante unas centésimas de segundo, Carlos Alcaraz estuvo a punto de romper una raqueta por primera vez en su carrera. Nunca estuvo tan desesperado, porque nunca estuvo tan exigido. Sólo cabe el consuelo en la derrota, pero al español le quedará que perdió el oro en los Juegos Olímpicos de París ante el mejor jugador de la historia, Novak Djokovic, en su última misión. A estas alturas, al serbio ya no le va de ganar otro Grand Slam, pero el oro olímpico era el anhelo que en los últimos meses le hizo levantarse de la cama, entrenar, soñar.

Al acabar el partido con victoria por 7-6 (3) y 7-6 (2), Djokovic, tan acostumbrado a ganar, lloraba como un niño contra su toalla blanca, consciente que ya está, ya lo tiene todo. Alcaraz, en cambio, miraba al suelo sin saber cómo reaccionar. Hacía muchos meses que no perdía y, además, la victoria había estado en su mano. Eso seguramente era lo más exasperante.

"Es complicado. Hemos luchado en un partido de casi tres horas en dos tie-break. Él siempre da un nivel muy muy alto en esos momentos difíciles. Se merece esta oportunidad y después de perder de la manera que he perdido, me voy con la cabeza alta", comentaba Alcaraz al acabar el encuentro, aún sobre la pista de la Philippe Chatrier.

En otra galaxia respecto a la final del último Wimbledon, cuando Alcaraz pasó por encima del serbio, esta vez la igualdad fue absoluta y sólo se decidió por dos factores: Djokovic había jugado mucho, muchos más partidos de tanta importancia y Djokovic llevaba mucho, mucho tiempo pensando en esta final. Alcaraz jugó mejor al tenis, pero para derrotar a Djokovic no sólo se necesitaban dejadas, había que poner el corazón, el alma, la vida. Eso hizo Djokovic, a sus 36 años, lo puso todo.

El mejor set en mucho tiempo

El primer set fue un set... ¡Qué set! El mejor set del año, el mejor set en mucho tiempo. Alcaraz se presentó en la Philippe Chatrier con los nervios propios del momento: su primera final olímpica, su segunda final en el lugar. Era un avión en despegue sobre la tierra batida, pegaba con la dureza de un peso pesado, pero fallaba demasiados golpes. Cuesta recordarlo, con sus cuatro Grand Slam y con sus cientos de victorias en el circuito ATP, pero no deja de ser un joven de 21 años. Djokovic, más sereno por experiencia, supo entonces que sobre la lenta arcilla tendría más opciones de victoria que sobre la hierba de Wimbledon y generó cuatro bolas de break en esos primeros juegos. Pero perdonó. Y entonces llegó el momento del español.

Robusto en los intercambios y ligero con la dejada, castigó al serbio y tuvo hasta ocho ocasiones para romperle el saque. De hecho, con 4-4 en el marcador, el juego se eternizó entre deuces y ventajas para Alcaraz. Pero perdonó. Y se expuso al riesgo del tie-break. En el tenis actual, en esas posiciones decisivas, no hay nadie mejor que él, pero Djokovic no pertenece al tenis actual. Djokovic es el tenis de ayer, de hoy y de mañana. Djokovic es aquel tenista capaz de hacer un resto a un ángulo imposible y cubrir la red cuando un passing shot de Alcaraz ya estaba hecho. Con esos dos golpes se llevó el periodo y situó a Alcaraz ante el abismo.

Un Djokovic agigantado en el segundo set

Durante el primer set Djokovic había mostrado desesperación -"No me ayudáis a responder a su saque", gritó a su equipo-, pero al final fue el español quien padecía. Sentado en su banquillo, colocaba la frente sobre la empuñadura de su raqueta buscando explicaciones a lo que acababa de ocurrir. En un partido a cinco sets, como en una final de Grand Slam, su margen todavía sería grande, pero este domingo en la final olímpica ya no se podía perdonar un fallo. Y no falló. Hasta el segundo tie-break, el español estuvo muy seguro, nuevamente letal en los intercambios, pero enfrente le apareció un gigante.

Si en el primer set Djokovic fue vulnerable, en el segundo ya era invencible. La cercanía al éxito que completaría su carrera hizo que el serbio desplegara el mejor juego de su vida y especialmente el mejor servicio. Ni una bola de break tuvo Alcaraz a su disposición y las nubes se fueron ennegreciendo y ennegreciendo a su alrededor. Ahí fue cuando, durante unas centésimas de segundo, estuvo a punto de romper una raqueta por primera vez en su carrera. Ahí cuando llegó la muerte súbita todo estaba perdido.

Jon Rahm, quinto, se hunde a mitad de recorrido y se queda a dos golpes del podio olímpico

Jon Rahm, quinto, se hunde a mitad de recorrido y se queda a dos golpes del podio olímpico

Sentir las miradas encima sin mirar a nadie. Un difícil ejercicio de concentración que ya era apreciable cuando Jon Rahm apareció en el putting green, la última zona de calentamiento. Fueron minutos, al contrario que sus rivales. Un último contacto con la hierba bajo un sol oblicuo, menos húmedo que los anteriores. Refugiado del ruido en sus auriculares, no embocó ninguna. No importaba, ahí no.

Salió disparado, entre gritos de "¡Rahm!, ¡España! o ¡Europe!" A ninguno respondió, a ninguno escuchó. Estaba en modo concentración, en modo recorrido, perfecto hasta la mitad del campo, que cerró con cuatro golpes de ventaja. En el hoyo 11 llegó el problema; en el 14, el hundimiento del que no pudo reponerse. Fue quinto.

"No sé cómo explicarlo", se repetía una y otra vez Rahm, abatido. "Cuando lo tienes tan cerca, es muy doloroso perder de este modo", insistía, sin querer hablar de futuro, de una nueva experiencia olímpica en Los Ángeles 2032: "Ahora no me habéis de futuro. Me va a costar reponerme de esto". Admitió que los errores afectaron a su concentración, pero, en su opinión, "el problema no estuvo en el hoyo 11 o 12, sino en el tercer golpe del 14".

+4 en los nueve últimos

La concentración ha sido un elemento clave en el crecimiento de Rahm, desde los tiempos en los que la Federación lo sancionaba por explotar en el green, golpear los palos y las bolsas. Incluso fue obligado a trabajar con golfistas discapacitados, una especie de servicio social que siempre ha reconocido como clave en su vida. Eso cambió a Rahm y alumbró al campeón que se observó en París durante una primera parte del recorrido perfecta, fuera en el tee como en el green.

En los 10 primeros hoyos tan sólo se fue fuera de la calle en dos ocasiones, algo que solventó sin superar nunca el par. Birdie a birdie, con cuatro en cinco hoyos consecutivos, firmaba un -5 en los primeros nueve hoyos. En los siguientes nueve, un +4. Partió con -14 y acabó en -15. Había dicho que era necesario estar seis golpes por debajo del par. Acertó en el diagnóstico, no en el tratamiento. Sólo arañó uno al campo.

La mayor dificultad del último tramo no explica la diferencia, porque la crisis llegó antes, con dos bogeys en los hoyos 11 y 12, donde las jornadas anteriores había realizado par y birdie. Marcado por esos errores, en el hoyo 14, un par 5 y, por tanto una oportunidad para el birdie, incluso para el eagle, que había logrado en la primera jornada, acabó por realizar un doble bogey.

Scheffler, Fleetwood y Matsuyama, en el podio.

Scheffler, Fleetwood y Matsuyama, en el podio.EFE

Ese tramo fatal no sólo le hizo perder el liderato con el que había arrancado la jornada, igualado en el hoyo 12 por el británico Tommy Fleetwood, también las posiciones de podio. Cuando salió del doble bogey era quinto, empatado con el francés Víctor Pérez, una de las sorpresas del torneo olímpico de golf, que realizó un recorrido de -8 el último día.

Después de uno de sus errores, Rahm agitó el palo, gesto de desesperación que jamás había hecho hasta entonces en todo el recorrido. Necesitaba volver a su estado del principio frente a un desenlace en desventaja. Un putt larguísimo le permitió hacerlo en el hoyo 15 y empatar con -17 con el japonés Hideki Matsuyama en la tercera plaza. El oro estaba a dos golpes, demasiado en dos hoyos. El bronce, en disputa. Un nuevo bogey en el 17 le dejó a merced de un birdie en el hoyo más difícil. Volvió a hacer girar su palo, desencajado. Mal asunto. El resultado fue un nuevo bogey. Miró al césped. Desencajado, tampoco quería mirar a nadie.

El número uno del ránking

Los 18 hoyos del Golf National, tomado por una peregrinación cuyas intenciones nada tenían que ver con la que tomó el cercano Palacio de Versalles, siguieron al español, convertido ya en un icono, hasta el final. Unas 80.000 personas, más de las que acudieron a la Ryder Cup en este mismo campo o de las que caben en el estadio de Saint Denis. El polémico fichaje por el circuito saudí LIV lo ha apartado de determinados focos, pero su carisma sigue intacto.

Rahm no pudo devolver tanto cariño en forma de oro y vio cómo lo ganaba el estadounidense Scottie Scheffler, el hombre al que Rahm, de ganador a ganador, le puso la chaqueta verde este año en Augusta. El estadounidense, el mejor del ránking este año, fue de menos a más en el torneo olímpico para acabar con el récord del campo en la última jornada (-9) y una tarjeta global de -19. La plata fue para Fleetwood (-18) y el bronce para Matsuyama (-17). Dos golpes malditos separaron, pues, a Rahm del podio, aunque los golpes malditos en París fueron muchos más.

La selección española de hockey hierba sorprende a Bélgica (2-3) y se cuela en la lucha por las medallas contra todo pronóstico

La selección española de hockey hierba sorprende a Bélgica (2-3) y se cuela en la lucha por las medallas contra todo pronóstico

Actualizado Domingo, 4 agosto 2024 - 14:42

España destronó a Bélgica en París y volverá a una semifinal olímpica después de 16 años, tras ganar la plata en Pekín 2008, con una victoria histórica (2-3) en cuartos de final que rompe muchos pronósticos, tras los goles de Jordi Chefo Basterra, Marc Reyné y Marc Miralles, que forzaron dos veces a los belgas a remontar.

La resistencia de España aguantó hasta el final ante un equipo que intimida por físico, posesión y velocidad. Pero los favoritos se toparon esta vez con un grupo valiente y competitivo, capaz de quebrar la defensa belga para adelantarse dos veces y sentenciar con un golazo de penalti córner en el último cuarto. El partido mantuvo el misterio hasta el último suspiro por una controvertida decisión arbitral que dio a Bélgica una opción de jugada con el tiempo cumplido y 2-3 para los españoles, que jugaron sin complejos de principio a fin.

Al principio, belgas y españoles alternaron posesiones y llegadas al área rival, aunque en la primera parte solo Bélgica ganó penaltis córner, tres que Alexander Hendrickx no pudo transformar. Luis Calzado y la defensa lo impidieron y en la puerta de Bélgica, hoy con Vincent Vanash en lugar de Van Doren, hicieron lo propio con un golpeo diagonal de Marc Vizcaíno. José María 'Chefo' Basterra tuvo otras dos que se marcharon fuera por muy poco, igual que Rafa Vilallonga, volcado también en trabajo de recuperación.

Tom Boon mandó alta una bola tras la reanudación del partido, que dio a España su primer penalti córner, bien atajado por la defensa belga, aunque los de Max Caldas respondieron con una contra muy bien culminada por Jordi Bonastre hasta la línea de fondo y un envío para Basterra, que no perdonó y marcó su cuarto gol en París. Bélgica tardó un minuto en reaccionar y desde la banda izquierda Arthur de Sloover coló la bola entre las piernas de Luis Calzado.

DECISIONES ARBITRALES

Muy animados desde el público en la grada, Jordi Bonastre, Marc Recasens y Marc Reyné probaron suerte sin éxito, igual que los del neozelanés Shane McLeods en tiros de Tom Boon y Anoine Kina para llegar al vibrante cuarto final. El videoárbitro estimó dos reclamaciones de España contra dos penaltis córner para Bélgica; Basterra mandó una bola rozando el poste, pero Marc Reyné ajustó otra con toda el alma y Marc Miralles culminó un penalti córner de pizarra.

Hendricks, de penalti, aún pudo revivir a su equipo a dos minutos del final y la decisión arbitral con el tiempo cumplido todavía dio a los belgas una oportunidad de tiro que Luis Calzado desbarató para que España vuelva a una semifinal olímpica.