Las cinco horas en el tanatorio de Puebla entre los llantos de los familiares de Diogo Jota y André Silva: “Aún no me lo creo, es muy difícil”
Son las 21.30 y los padres de Diogo José Teixeira da Silva, Diogo Jota, y André Silva abandonan el tanatorio de Puebla de Sanabria. La madre no puede contener el llanto, mientras que el padre aguanta serio la tragedia que ha sacudido a su familia hacía menos de 24 horas. Junto a ellos salen los coches fúnebres de dos jóvenes de apenas 28 y 26 años que jugaban al fútbol. A la comitiva la acompaña también el representante de Jota, Jorge Mendes, el único que brinda unas palabras a los medios allí apostados. "Todavía no me lo creo. Esro es muy, muy difícil", declara para, poco después, romper a llorar cuando sube a su vehículo.
Había sido una tarde dura en esta pequeña localidad zamorana de apenas 1.100 habitantes. Desde el tanatorio, situado al pie de las huertas medievales, se escuchan lamentos que quiebran el silencio cuando algún familiar de los fallecidos sale a hablar por teléfono o fumar un cigarro. En torno a cinco horas velaron a los dos jóvenes, mientras la burocracia seguía su lento curso para poder repatriar a los dos futbolistas, fallecidos en un terrible accidente en el fatídico punto kilométrico 63,300 de la A-52.
En el pequeño parking de tierra detrás del tanatorio se acumulan varios coches con matrícula de Portugal. Eran de los familiares que han venido a tomar conciencia de la tragedia. "Estamos esperando el permiso de repatriación, aún no sabemos donde será el funeral de los chicos", contaba uno de los trabajadores de la funeraria portuguesa a EL MUNDO, aunque ya se conoce que se celebrará en Gondomar, localidad en la que crecieron.
La instrucción la estaba llevando el Juzgado de Primera instancia de Puebla de Sanabria, cuya titular es Elena Rubio González. En la puerta del juzgado, mientras salía un trabajador de la funeraria con los papeles del deceso, estaban algunas señoras interesadas por lo ocurrido. Una de ellas contaba que era seguidora del Atlético de Madrid, club al que perteneció Diogo Jota durante dos años, aunque no pudo llegar a debutar oficialmente. "Qué pena que estos chicos hayan venido a morir aquí", lamenta.
Una pareja de la Guardia Civil, frente a los coches con los féretros de Diogo Jota y su hermano.AFP
Había sido un desafortunado accidente que está siendo investigado por la Brigada de Tráfico de la Guardia Civil, pero que llevará tiempo porque "la superficie quemada ha eliminado muchos de los indicios que podían indicar el motivo del siniestro", según confirmó el Instituto Armado. En el kilómetro 63,300 de la vía que une Pontevedra y Benavente se produjo, en sentido a la localidad zamorana, el trágico suceso.
A primera hora de la tarde aún quedaban los restos del siniestro. El frenazo en el carril derecho, una marca de unos 50 metros de largo, anunciaba la tragedia unos 100 metros después. En aquel punto de la mediana seguían los restos del Lamborgini Huracán esparcidos en un cerco de superficie quemada. Una aleta desprendida del coche que se salvó de las llamas dejaba el único resto que indicaba el color verde fluorescente de un coche que terminó reducido a cenizas, según la Guardia Civil. "Muy frustrante", expresaba un miembro del servicio de emergencias de la localidad sobre la asistencia que no pudieron brindar a los fallecidos.
Los restos mortales de los dos jóvenes fueron trasladados horas después del siniestro, tras confirmar su fallecimiento, al Instituto Anatómico Forense de Zamora para certificar su identificación y realizarle un análisis postmortem. El estado de los mismos obligó a realizar una prueba de ADN para confirmar sus identidades, aunque la matrícula del vehículo y los enseres personales que se pudieron salvar de las llamas ya apuntaban la identidad de las víctimas.
Mientras el mundo lloraba por la trágica pérdida del futbolista del Liverpool y su hermano, jugador del Pennafiel, de la Segunda División Portuguesa, los familiares esperaban impacientes el permiso que debía conceder la Delegación del Gobierno de Valladolid para repatriar los restos mortales de los jóvenes, que llegaría a última hora de la tarde.
Un viaje frustrado
Diogo Jota y su hermano se dirigían de vuelta a Inglaterra vía ferry desde Santander, según apunta la prensa portuguesa. El futbolista del Liverpool había asistido a la boda del compañero de selección José Sa y Raquel Jacob y al enlace de otro amigo en el norte de Portugal. Antes de partir hacia el ferry había almorzado con su mujer, Rute Cardoso, y sus tres hijos, de cinco y dos años y un bebé de meses, en Leça de Palmeira, cerca de la playa portuguesa de Matosinhos.
La idea era parar en Benavente a hacer noche y de ahí partir a la localidad cántabra a coger el ferry que les llevara a Inglaterra para conducir directos a Liverpool, donde el lunes el futbolista comenzaba la temporada con los reds. A Jota, que recientemente había sido operado de un problema pulmonar, le habían desaconsejado los médicos coger un avión por los problemas de la presurización de cabina. Al final, el drama le alcanzó a él y a su hermano en una carretera de la España despoblada.