En la meta de la medieval Carcassonne, Tadej Pogacar entró sonriente y feliz tras conocer que Tim Wellens -no sólo su gregario, también uno de sus más cercanos en el UAE Emirates- había conseguido una extraordinaria victoria en solitario tras atacar antes del descenso (aunque Quinn Simmons, uno de sus compañeros de fuga, le acusara de haberse ayudado del rebufo de una moto para abrir hueco). El belga no fue el único, sin embargo, que entró con los brazos arriba. La anécdota de la jornada la protagonizó todo un veterano, para escarnio francés. Julian Alaphilippe, día para olvidar, festejó con rabia lo que no era.
"Por desgracia, mi radio no funcionaba después de la caída. Intenté hacer el mejor sprint y, como un idiota, levanté las manos mientras había otros delante (Campenaerts había sido segundo). Podría haber terminado mejor, pero también podría haberme ido a casa, así que no pasa nada", confesó Loulou, ídolo de masas en el Tour.
La cosa había empezado realmente torcida para el del Tudor, que al poco de salir desde Muret se vio implicado en una caída en la que se le dislocó el hombro derecho. Sentado con las piernas cruzadas en mitad de la carretera, aturdido, fue atendido por el equipo médico y al poco regresó al pelotón. Según admitió después, él mismo había colocado su articulación: "Recordé lo que me habían hecho en el hospital y logré recomponerlo".
Alaphilippe, tras su caída.LOIC VENANCEAFP
"Hizo un clic fuerte y todo volvió a la normalidad. Después, fue una contrarreloj para remontar". Julian siguió batallando como de costumbre y logró meterse en la numerosísima fuga que hizo camino. Después se quedó cortado y, finalmente, ya en los últimos kilómetros, enlazaron con el grupo en el que iban los españoles Carlos Rodríguez e Iván Romeo. Alaphilippe pensó que nadie más había por delante y, sin radio, nadie le avisó. Esprintó con su infinita clase y superó a un ojiplático Van Aert y a su compatriota Axel Laurence. Y alzó los brazos con rabia. Pensaba que había conseguido su séptima victoria de etapa en el Tour, menudo broche a sus 33 años. Pero no.
No es el primer ciclista al que le ocurre algo parecido. Ni siquiera a él mismo, que ya en 2020 levantó los brazos en la Lieja-Bastoña-Lieja, sin darse cuenta de que Primoz Roglic le había superado en la línea de meta.
La etapa entre Muret y Carcassone fue un buen síntoma de la frustración permanente del ciclismo español, del querer y no poder del que otrora era la envidia del resto, ahora relegado a las migajas. Carlos Rodríguez no pudo intentarlo con más ahínco y ambición en la fuga del día. Fue protagonista total, sumando su esfuerzo al de la jornada anterior camino de Superbagnères (donde ganó su compañero Thymen Arensman), pero cada vez que había una selección, el granadino perdía comba.
Algo parecido a Iván Romeo, "etapa marcada", sacrificio suyo y de todo el Movistar que acabó en las lágrimas del prometedor ciclista en meta, en la escapada pero lejos de la victoria. "Era un día para mí, pero fui siempre a contrapié. Terminar el 14º no es lo que quería. Tengo mucha rabia dentro porque había piernas para estar más adelante", se sinceró.
Rodríguez finalmente sacó un buen pellizco de ventaja para la general (« no era lo principal»), en la que ascendió a la novena plaza. Las migajas. No quebró ninguna de las maldiciones que persiguen a los nacionales en el Tour. Precisamente él fue el último en alzar los brazos, 42 etapas atrás, brillante en Morzine 2023, donde hizo lo que casi nadie, sorprender a Pogacar y Vingegaard. Ese mismo año, días antes, Pello Bilbao había roto una racha que había puesto alarmantemente el contador de la sequía en 100. Otro dato para reflexionar: España no se queda sin al menos un top cinco en las primeras 15 etapas desde 1980. Para encontrar otro caso similar, hay que remontarse a 1950.
Y más. En lo que llevamos de siglo, España sólo se ha quedado una vez sin representación en el top 10 final del Tour. Fue en 2022, cuando Luis León Sánchez sólo pudo ser 13º a casi 50 minutos de Vingegaard.
Rodríguez, que habló de sus «mejores sensaciones» y de «seguir intentándolo», y Enric Mas, son los señalados. Por contrato, por talento y por galones. Ambos amanecieron mirando a la general y ambos han acabado pensando en otra cosa. Una escapada, una etapa que alivie las críticas. Mientras que el del Ineos admite ir a más, el balear, con tres podios de la Vuelta en su palmarés, parece bloqueado mentalmente con el Tour, en el que ya cumple siete participaciones (quinto en 2020 y sexto en 2021). «Cuando vienes a intentar hacer la general y tienes la mala suerte, por llamarlo de alguna manera, de salir de esa clasificación, asimilarlo cuesta un par de días», analiza su director José Joaquín Rojas después de la decepción de las jornadas alpinas. «Es más psicológico que físico, es más mental que otra cosa. Tiene que pasar el duelo. En los Alpes veremos al Enric de siempre», augura.
Carlos Rodríguez, en el Tour.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
Rojas, que presenció bien de cerca los éxitos de su inseparable Valverde, de Contador y Purito, cuando ganar era norma, es consciente de la presión sobre el ciclismo español. Que no gana un Tour desde 2009 (Contador, el último en vestir de amarillo también), que no pisa un podio desde 2015 (Valverde), pero que tampoco lucha por la Montaña (el último fue Samuel Sánchez, en 2011) o por la Regularidad (Freire en 2008). Rojas se ciñe al Movistar, un equipo que no se lleva una etapa desde Nairo Quintana en Valloire, en 2019. «No nos sentimos presionados. Somos un equipo de la mitad de la tabla para atrás en cuanto a presupuesto y no se pueden hacer muchas maravillas. Cualquiera del UAE estaría en el podio. Nosotros con lo que tenemos estamos satisfechos. Sabemos cuáles son nuestras posibilidades», confiesa.
Esta vez fueron 10 los españoles de inicio, cada uno con diferentes misiones. Por suerte, ninguno ha tenido que retirarse. Marc Soler brilla en su preciada labor de sombra de Pogacar. Los jóvenes Iván Romeo y Pablo Castrillo se divierten (y sufren) en su debut. Ion Izagirre (que también ganó etapa en aquella edición de 2023) y Alex Aranburu, compañeros en el Cofidis, pasan desapercibidos. García Cortina y su espíritu disfrutón cumple en su labor de protección y apunta a jornadas más propicias: «En la tercera semana hay un par de etapas que me gustan y también habrá más fatiga en todo el mundo. Ojalá».
Luego está la pareja del Arkea, dos tipos bajo el radar que están rindiendo. Pues ambos, Cristián Rodríguez y Raúl García Pierna, tienen la misión de proteger a la esperanza francesa, Kevin Vauquelin. El almeriense es el segundo mejor español en la general (19º), espoleado por el fin de su contrato en el equipo galo. «Para mis aspiraciones personales no es el momento. Con la edad y la experiencia que tengo, me gusta más trabajar para un compañero así, que hace buenos resultados. Que por ejemplo, ser el 15 de la general, que podría», confiesa en EL MUNDO quien pronto tuvo que buscarse la vida fuera de España. «Fue lo mejor que pude hacer. En Francia estoy súper bien y no sé si volveré, porque se me valora más. Cuando voy a España siempre me piden más, no me valoran lo que hago. Es un poco raro», protesta.
A su lado, también de rojo Arkea (aunque el año que viene le espera el Movistar), la sonrisa inseparable de García Pierna, estirpe de ciclistas (su padre es Félix García Casas, su hermano Carlos corre en el Caja Rural). El año pasado fue su debut, este vuela con sensaciones estupendas. «Me noto mejorado y tengo más interiorizado el ritmo de carrera», admite, brillante en los Pirineos (12º en Hautacam, 26º en Superbagnères).
«El ciclismo ha subido a niveles estratosféricos con Pogacar, Van der Poel y todos estos genios. Es una época gloriosa y es súper difícil. Tuvimos la suerte de tener a Contador, a Valverde a Purito. Antes a Indurain, a Perico. Ahora hay jóvenes con talento que no están para ganar el Tour pero sí para hacer cosas grandes. Hay que seguir insistiendo con la cantera», concluye con el análisis Rojas. "Nos toca una época en la que es súper complicado conseguir victorias y luchar por algo, pero a la vez estás compartiendo pelotón con el que quizá sea el mejor de la historia y hay que saber disfrutarlo también", añade García Cortina.
Mateo y Jara también ganaron el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, aunque no aparecieran en las fotos oficiales con el trofeo. Fueron el primer gran triunfo de las jugadoras de España, que lograron algo inédito hasta entonces: poder estar acompañadas por sus hijos en las largas concentraciones de estos torneos. En Suiza no está Jara -porque no está su mamá, Ivana Andrés- pero sí Mateo. Su madre, Irene Paredes, capitaneará a España en la semifinal ante Alemania y él será el único hijo de una futbolista. Entre las 92 jugadoras -españolas, inglesas, alemanas e italianas- no hay ninguna madre que pueda beneficiarse de una lucha que ha sido global.
En el hotel Royal Savoy de Lausana él es la alegría de la concentración. La RFEF acordó en mayo de 2023 crear un fondo económico para el desplazamiento de familiares directos a los torneos y, en especial, para que las jugadoras con hijos menores de tres años pudieran compartir tiempo diario de calidad con ellos durante las concentraciones. Mateo está con su otra mamá, Lucía Ybarra, ex jugadora de hockey internacional, en otra zona del hotel, pero tienen un espacio para encontrarse con Irene con comodidad, con juegos, pequeños cochecitos azules y dibujos para colorear, entre ellos el de un león que ya han acabado. «Nos hemos preocupado mucho por que sea un espacio muy accesible para las jugadoras, en este caso para Irene. Que lo tenga cerca y que no tenga que perder tiempo en ir a otro hotel, porque eso no es conciliación», explica a ELMUNDO Reyes Bellver, la directora de Fútbol Femenino.
Es un logro que ya disfrutaron las alemanas durante la Eurocopa 2022, cuando la actual guardameta del Wolfsburgo, Almuth Schult, estuvo acompañada por sus gemelos. Ella, junto a la ex madridista Melanie Leupolz y Tabea Sellner fueron las tres futbolistas que apostaron por la maternidad gestante. Las tres están ahora retiradas y nadie en la selección germana les ha tomado el relevo.
¿Por qué se aplaza la maternidad?
La razón de por qué las jugadoras no tienen hijos hay que buscarla en una combinación de factores. El primero, la edad. En la Unión Europea, la media de edad a la que las mujeres deciden vivir su primer embarazo estaba en 2023, según el Instituto de la Mujer, en 31 años. Cada vez se retrasa más la maternidad. En Alemania se acercan a esa cifra e Inglaterra la tiene en 30 años, pero en España e Italia aún se eleva más: 32 años y medio. Cuando el promedio de las jugadoras de estas cuatro selecciones no alcanza ni los 28 años de las italianas y se rebaja a menos de 26 en las alemanas, no es extraño concluir que no sienten que ha llegado su momento para tener hijos.
Irene Paredes, con su hijo Mateo en el Mundial de 2023.I. PAREDES
La élite lo complica todo. La exigencia física, anímica y el saturado calendario de competiciones, que obliga a continuos viajes, hace que muchas esperen al final de sus carreras. «Será otro capítulo emocionante de mi vida», reconocía la británica Alessia Russo en declaraciones a la BBC. «Hay quien espera a terminar su carrera para quedarse embarazada. Y a mí me parece una pena, porque en otro trabajo te quedarías embarazada antes. Pero ves la hostilidad de la situación... El embarazo se asocia a tener una lesión o peor, porque lo estás eligiendo. Si te rompes el cruzado es qué pena, y si te quedas embarazada, te juzgan», decía Irene Paredes en Mother&Footballer, un podcast realizado por el FC Barcelona.
«Debería tener un hijo y volver a jugar?»
La inglesa Ella Toone, que tiene un novio con un hijo, puso sobre la mesa ese debate antes de esta Eurocopa. «¿Debería tener un hijo y volver a jugar? ¿Podré volver? ¿Y si trato de tener éxito y luego dejo el fútbol?», se preguntaba en voz alta por cuestiones que rondan la cabeza de las jugadoras. No siempre es fácil volver de la maternidad si está en la élite.
«Se confía más en una jugadora lesionada que en una que regresa de una baja por maternidad», reflexionaba la alemana Almuth Schult, que en 2024 tuvo su cuarto hijo y sigue en activo. No siempre es así de fácil. El ejemplo español es Marta Corredera, que tuvo un embarazo complicado cuando era jugadora del Real Madrid y ha confesado muchas veces que se sintió «abandonada».
Y es que el trabajo para facilitar que las jugadoras puedan tomar una elección personal está en los clubes. Las selecciones visibilizan, aunque cueste cada vez más que haya madres en activo.
Hace unas semanas, Jordi Tarrés, siete veces campeón del mundo de trial, sorprendía en su Instagram con un anuncio: acababa de recibir un doble trasplante de hígado y riñón en el Hospital Clínic de Barcelona. Nadie sabía nada. De hecho días antes había estado en el Campeonato de España de un deporte minoritario que popularizó él con su dominio en las décadas de los 80 y los 90 y con su propia empresa de motocicletas, TRRS. ¿Qué había pasado?
A sus 58 años, atiende a EL MUNDO en su casa de Rellinars, cerca de Terrassa, donde ya ha empezado a caminar y ambiciona coger la moto más pronto que tarde. "No quería preocupar a la gente, sólo lo sabía mi familia. En el mundillo del motociclismo soy una persona pública y no quería que me preguntaran o que se especulara por ahí. Me operé, todo fue bien y ya lo puse en Instagram", cuenta.
¿Qué le ocurrió?
Desde que nací sufro una enfermedad genética llamada poliquistosis, pero no lo sabía hasta que se lo diagnosticaron a mi madre hace unos 18 años. Cuando competía en trail no tenía ni idea que lo tenía. Es una enfermedad que se convierte en un problema a partir de los 50 años, cuando los quistes crecen mucho y te provocan malestar. Mi hígado pesaba seis kilos y lo normal es que un hígado pese un kilo y medio. Me sentía siempre lleno, con ganas de vomitar, no respiraba bien... Tenía un bulto en la barriga que era muy incómodo y muy visible.
¿Cuál era el tratamiento?
No tiene tratamiento, sólo puedes hacer seguimiento a los quistes y paliar algunos efectos secundarios, como la hipertensión. Pero desde hace años yo ya sabía que tarde o temprano tendría que recibir un trasplante. En la última revisión me dijeron que el riñón ya no filtraba como debía y me pusieron en la lista de espera. Me dijeron que lo mejor sería un trasplante doble de riñón e hígado y que tardaría. Pero a las pocas semanas me llamaron porque habían encontrado el donante perfecto, del mismo grupo sanguíneo, con órganos de un volumen similar. Me citaron de madrugada y empezó la operación.
¿Por qué de madrugada?
Diría que para no ocupar el quirófano todo el día porque la operación duró 15 horas. Fue muy compleja, con la intervención de varios especialistas. Piensa que ahora tengo tres riñones. Por la dificultad del doble trasplante no me quitaron ningún riñón enfermo, colocaron el riñón sano encima de la pelvis, en la parte delantera. Ahora noto los quistes igual, tengo un poco de dolor, pero de momento es soportable. Cuando no lo sea tendré que volver a pasar por quirófano.
Entonces todo fue bien.
La operación fue bastante bien, aunque sufrí una infección de pulmón y me tuvieron que ingresar 12 días en la UCI. Ahora llevo ya unas semanas en casa y me siento cansado, estoy con inmunosupresores, pero voy cogiendo fuerzas. En los últimos meses había adelgazado 13 kilos y tengo que volver a ganar peso, músculo. Cada día camino cuatro o cinco kilómetros.
¿Puede sufrir quistes en los órganos sanos?
También lo pregunté, pero me explicaron que no, porque es el propio órgano enfermo el que genera los quistes. Cuando te cambian las células ya no hay opción. Siento que me han cambiado dos piezas de la moto y ahora estoy con el rodaje. Siempre estaré agradecido al donante, aunque no sé nada de él o ella, sólo sé que fue una muerte cerebral, no algo repentino, como por un accidente.
VICTORIA ROVIRAAraba
¿Volverá a montar en moto?
Me gustaría. Hasta hace tres o cuatro años siempre iba a Marruecos en verano con la moto de enduro y me encantaría volver a hacerlo. Lo tuve que dejar porque los quistes me limitaban mucho la movilidad, me sentía muy lleno, me dolía la espalda. Ahora si me recupero al 100% creo que podré volver. Pero me conformo con estar sano, con poder caminar durante horas, hacer bicicleta eléctrica y un poco de gimnasio. Me está costando recuperarme, pese a ser joven y activo. Para una persona mayor o sedentaria un doble trasplante así debe ser una paliza tremenda.
¿Siempre ha vivido del trial?
He tenido esa suerte. He vivido siempre del trial, primero como piloto, luego como manager y entrenador, después con mi propia marca. Es un deporte que me gusta, que me encanta. Pude convertir mi pasión en mi trabajo y ahora me costaría hacer otra cosa. Cuando me retiré no tenía claro mi futuro, pero sabía que tendría que encontrar algo relacionado con el mundo del trial.
¿Teme ahora por su salud en el futuro?
La verdad es que no. Me hago chequeos semanales y, de alguna forma, me alegro de todo el proceso por mis hijos. Yo ya era mayor cuando diagnosticaron a mi madre y me dijeron que tenía un 50% de posibilidades de padecer una poliquistosis. Ahora mis hijos son jóvenes y más conscientes de lo que fui yo. Aún es difícil ver si tienen quistes o no, pero a lo largo de su vida podrán hacerse revisiones y estar encima del asunto.
Domingo dorado para España en el Campeonato de Europa de Atletismo sub-23, que se ha disputado en la ciudad noruega de Bergen. Resultó también un domingo plateado y broncíneo. Pero de las seis medallas del día, fueron cuatro de oro para justificar las primeras líneas de esta información. Una plata y un bronce completaron una magnífica jornada para nuestra delegación.
A lo largo de la tarde fueron cayendo, espaciados pero implacables, los metales preciosos. Pablo Delgado se apuntaba el triple salto con 16,55. María Forero (15:43.44), que llegaba con la mejor marca del año, ganaba los 5.000 con una superioridad africana. Inés López, una planta espléndida de lanzadora homologable internacionalmente, dominaba el disco con 58,20, récord de España sub-23 y quinta marca nacional de todos los tiempos. Y el relevo 4x400 masculino cerraba el Campeonato con 3:02.02, récord de la competición y de Europa de la categoría.
David García entregó el testigo en tercera posición. Ángel González, en primera. Markel Fernández la compartió con Francia. Y Gerson Pozo abrió un agujero entre él y Francia, segunda con 3:02.60. Antes, las chicas (Natalia Rojas, Ana Prieto, Berta Segura y Rocío Arroyo) sólo se habían inclinado ante Gran Bretaña y sus 3:26.52, récord europeo. Pero sus 3:28.06 también eran plusmarca española sub-23. En el 4x100 masculino, Manuel Vilacha, Abel Jordán, Juan Carlos Castillo y Marc Escandell le pelearon (38.86, récord de España) la plata a Alemania (38.80). No tanto a Francia (38.43, récord de Europa). Recibieron su bronce junto a Jaime Sancho, que había corrido las semifinales.
España repitió el número de medallas del anterior Campeonato, celebrado en 2023 en Espoo (Finlandia). Con un total de 11 recompensas (4-3-4) terminó en tercera posición del medallero general, encabezado por Alemania y Gran Bretaña.
Cómo ser una superestrella del golf sin parecerlo. Scottie Scheffler se ha paseado para conquistar el Open Championship en Royal Portrush (Irlanda del Norte), con lo que se convierte en el octavo jugador de la historia en sumar cuatro majors antes de cumplir 30 años.
A cualquier jugador le tiembla el pulso saliendo de líder en la última jornada de un torneo del Grand Slam. No a Scheffler, que en las 10 últimas oportunidades que se ha puesto líder el último día, no ha perdonado. Pegó una madera tres en el tee del primer hoyo, salió controlada al semirough, y un wedge certero dejaba su pelota a 30 centímetros del agujero. Birdie en el hoyo 1. Game over.
Continuó el texano con su masterclass de putt en los greenes de Royal Portrush: birdie en el hoyo 4 desde dos metros y medio, en el 5 desde los cinco metros y dos pares determinantes en los dos hoyos siguientes. En el 6, embocando desde otros cinco metros, y en el 7, un poco más largo. Sacó el puño Scheffler; que por entonces ya manejaba siete golpes de ventaja.
Podio estadounidense
Sus competidores jugaban ya por el segundo puesto. Llegaría el peor momento de la semana para el líder: su bola al bunker de salida en el hoyo 8 y, desde uno de esos pozos profundos típicos de estos campos links, Scheffler estrelló su hierro contra el talud, volviendo la bola a los pies. El enredo le llevó a un doble bogey que en realidad nunca llegó a tensar la situación, rebotó el líder con un birdie en el 9 que devolvía la sensación de tranquilidad al torneo. Su última tajeta de 68 golpes le permitió cerrar con un global de 267 (-17), con cuatro de margen sobre Harris English (-13) y cinco ante Chris Gotterup (-12).
Por detrás no hubo tampoco un atisbo real de remontada. English (-13) terminó segundo con 66 golpes, y Gotterup (-12), ganador la semana pasada en Escocia, completó el podio estadounidense dando un paso determinante hacia la Ryder Cup. Los intentos de Rory McIlroy (-10) se frustraron con un doble bogey en el hoyo 10 y terminó sexto empatado. Bryson DeChambeau concluía en el décimo puesto en la remontada del torneo. El norteamericano empezó la semana con 78 golpes, acumulando un total de -16 en los últimos tres días de juego.
Solo tuvo que administrar su ventaja el número uno, y con -1 en los segundos nueve hoyos certificaba su dominio. Su esposa Meredith y el pequeño Bennett, de poco más de un año, esperaban a papá en el hoyo 18. No es de extrañar que el benjamín de los Schefflers ya sepa aplaudir, ya que desde que nació no ha hecho otra cosa.
"Tres majors buenos y uno malo"
Sergio García y Jon Rahm compartieron el resultado final de -3 y puesto entre los 35 mejores. Para García fue la mejor jornada de la semana, pese a un incidente en el hoyo 2. El español falló la salida y estampó su driver contra el suelo, partiendo la varilla por la mitad.
Aunque no estuvo arriba en toda la semana, Sergio no renuncia a pelear por la Ryder Cup. "Ni es la última ni es la primera oportunidad para la Ryder Cup, todavía quedan semanas, semanas buenas e importantes donde tengo que seguir demostrando que voy mejorando. No tengo que convencer a Luke Donald, tiene que estar convencido él y sabe lo que yo puedo aportar al equipo. Si cree que merezco estar ahí y puedo aportar al equipo, estaré", finalizaba antes de poner rumbo a Londres, donde competirá en una nueva cita con el LIV Golf la próxima semana.
Rahm, por su parte, firmó un insulso resultado de 70 golpes (-1) que le dejaron empatado en esa posición 34º y su peor actuación este año en majors. "Contento, no, no es que sienta que esté jugando mal, ni estoy tan lejos de hacer pocas. Me fastidia que la diferencia entre lo que siento y el resultado sea tan grande", concedió el vizcaíno, valorando su temporada de majors: "Siempre que no se gane es una oportunidad perdida. Tres majors buenos y uno malo", finalizó.
Sergio García jugó la mayor parte de su ronda final en el Open Championship el domingo sin su driver. Frustrado por su golpe de salida en el hoyo 2, golpeó su palo contra el suelo y lo partió por la mitad, por lo que tuvo que diputar el resto de la jornada privado de una pieza esencial, que no se puede reemplazar en estas circunstancias.
"Los últimos dos o tres meses han sido difíciles y me he controlado muy, muy bien. He hecho eso 50 veces y nunca rompí un palo. La varilla simplemente se partió por la mitad y me sorprendió. No estaba tratando de romperla", admitió el castellonense, que cerró su participación en Royal Portrush (Irlanda del Norte), con 281 golpes (-3), los mismos que Jon Rahm.
A pesar de su mal golpe de salida, el ganador del Masters de Augusta 2017 acabó firmando un birdie en el citado hoy 2, uno de los cinco que hizo a lo largo del domingo. Con dos bogeys, acabó con 68 golpes, su única ronda por debajo de 70 golpes de la semana.
"La sensación del swing es mala"
Pese a colarse entre el top-40, García admitió que no se marchaba nada contento. "La sensación del swing es mala y eso es lo que más frustra El campo estaba hoy para hacer 60 golpes. Es difícil encontrar un mejor clima en el Open Británico que el de hoy. Hay cosas positivas, pero también hay cosas negativas que mejorar", admitió ante los periodistas.
Hay que recordar que García, de 45 años, aún cuenta con opciones de disputar la próxima Ryder Cup, pese a no poder acceder por la vía de los puntos al formar parte del LIV, el circuito financiado por Arabia Saudí, cuyos torneos no cuentan para el ránking oficial. La decisión final depende ahora del capitán del equipo europeo, Luke Donald, quien puede elegir arbitrariamente a seis jugadores para desafiar a Estados Unidos en el Bethpage Black Course, muy cerca de Nueva York.
La última victoria de García en el PGA Tour se remonta a 2020 (Sanderson Farms Championship), mientras que en el circuito saudí se ha apuntado dos triungos (LIV Golf Andalucía 2024 y LIV Golf Hong Kong 2025).
La natación artística española prolongó su pleno en los Mundiales de Singapur y subió por tercera vez al podio en las tres finales disputadas hasta el momento, tras colgarse el bronce en la rutina libre por equipos. Un incuestionable éxito que no sirvió, sin embargo, para eliminar el regusto amargo que dejó el tercer puesto en una final en la que España aspiraba, al menos, a repetir la segunda plaza en la que cerró la preliminar.
Pero una inoportuna marca base en el penúltimo de los elementos, un híbrido, condenó al conjunto español, integrado por Cristina Arámbula, Txell Ferré, Marina García, Dennis González, Alisa Ozhogina, Paula Ramírez, Sara Saldaña e Iris Tió, a una nota final de 321,1328 puntos.
Insuficiente no sólo ya para discutir el oro a la inalcanzable China, que encadenó su cuarto título mundial consecutivo con una puntuación de 348,4779, sino para defender la segunda plaza ante Japón, que arrebató la plata al equipo español con una calificación de 334,7232 unidades. Una pequeña decepción que no debe ocultar el paso adelante dado por España, que volvió a subir, 12 años después, a un podio mundialista en una final de la rutina libre por conjuntos, con la llegada de la entrenadora Andrea Fuentes.
La nueva seleccionadora ha devuelto al conjunto nacional el carácter innovador que durante tantos años definió a la natación artística española. El riesgo y la creatividad definieron a la rutina La locura con la que España compitió el domingo en el Arena de Singapur y que ya les sirvió para coronarse el pasado junio campeonas de Europa. Espíritu transgresor que se refleja desde la misma formación, en la que destaca la presencia de Dennis González, primer nadador masculino en subir al podio mundial en una prueba por equipos.
De hecho, tan sólo otros Chile, Grecia y México se atrevieron a alinear a un hombre en sus filas, pese a que la World Aquatics permite ya desde 2024 la presencia de hasta dos nadadores masculinos. Entre los aspirantes a las medallas, sólo España se atrevió a contar con un hombre.
A los 21 años, González suma este éxito al oro europeo conquistado hace unas semanas en Funchal. Un hito histórico por parte del nadador barcelonés, que de este modo suma su nombre al de Pau Ribes gran pionero de la especialidad.
Se acaban de cumplir 25 años del acceso de Florentino Pérez a la presidencia del Real Madrid. No, aún, 25 años en el ejercicio del cargo. Son unas Bodas de Plata en sentido laxo. Florentino dimitió en 2006, arrepentido de haber consentido demasiado a los Galácticos, para regresar en 2009.
El episodio estableció una fractura no sólo temporal en el llamado florentinato, un reinado, una abdicación y una restauración. El presidente, escarmentado, se volvió menos paternal, y más autoritario y desconfiado. También, en la cima de su poder recobrado, más intransigente. Derivó hacia pensamientos y comportamientos disconformes con las opiniones y decisiones ajenas, convertidas por principio en equivocadas.
Trajo al Madrid una empresarial mentalidad calvinista y de marketing a partir de la cual fijar la política deportiva. Convirtió al Madrid en una máquina de gastar dinero, a veces de malgastarlo, y otra de ingresarlo, en ocasiones a espuertas. La búsqueda del equilibrio y, si cabe, el beneficio es para la casa una necesidad desviada en obsesión que conduce a desbarres como la Superliga. Un proyecto compartido con un socio que es una rémora. Un bulto sospechoso aferrado a su propia y fraudulenta financiación singular.
En conjunto, la dimensión de Florentino, un nombre que no necesita apellido, sólo es comparable a la de Bernabéu, un apellido que no necesita nombre. Lo que Bernabéu ideó y creó, Florentino lo ha ampliado y extendido. Dos gigantes, cada uno a su estilo y en su época. En interpretación olímpica, equivaldrían a Coubertin y Samaranch.
Hoy el Gran Jefe Blanco es un francotirador y su tribu un islote (¿oasis?) en la cima de un fútbol secuestrado por jeques y magnates ajenos a su esencia y geografía. Arribistas y advenedizos que sólo han dejado a la hinchada, simbólicamente, la propiedad emocional de los escudos. Florentino afirma con excesiva rotundidad para los tiempos que corren que mantendrá el club en poder de los socios. Está demasiado solo para ganar, pero es demasiado fuerte para perder. Y al revés.
De la resolución de esta paradoja reversible dependerá en gran medida el discurrir del Madrid por las profundidades de siglo XXI de nuestros pecados y nuestras penitencias. Un largo camino a través de un mundo rediseñado por la inteligencia artificial. Un oxímoron, una contradicción que está empezando a dirigirlo sin mejorarlo.
Como si siempre avanzara con el viento a favor, como si el Tour de Francia fuera para él una fiesta permanente. Atrás ya, casi enterrados en el olvido, los desvelos de 2022 y 2023, Tadej Pogacar sólo disfruta. O gana o deja ganar. Camino de Carcassonne, calma antes de la calma del día de descanso y todo lo que vendrá después (Mont Ventoux, Alpes...), el líder se dio el gustazo de comprobar cómo se imponía uno de sus más fieles pretorianos. Tim Wellens, vaya lujo de gregario, aprovechó la jornada de permiso y se llevó un triunfo de poderío. [Narración y clasificaciones]
Hizo la fuga de la fuga, un clasicómano de quilates, experiencia de años y años en el pelotón para no dejar pasar la oportunidad de una vida, su quinto triunfo parcial en una grande, dos en el Giro y dos en la Vuelta (ambas en 2020). Pero no hay nada como el Tour, donde se estrenó en solitario. Y eso que los que acompañaban a Wellens eran tigres como Storer, Campenaerts o Simmons, petrificados todos cuando antes del descenso infinito hacia la medieval Carcassonne el belga se anticipó con uno de esos ataques de no mirar atrás. Llegó con minuto y medio de ventaja.
Campenaerts, otro belga, fue segundo, anticipándose a los perseguidores. Y Carlos Rodríguez e Iván Romeo, que se dio el gustazo de remontar junto a Van Aert, llegaron en el segundo grupo.
Es la victoria 65 ya del UAE Emirates en lo que va de año. Inmisericordes en busca del récord del HTC Columbia de 2009, 85 con los velocistas Greipel y Cavendish.
Tras la tortura del tríptico pirenaico y justo antes del alivio de la jornada de descanso en Montpellier, el Tour afrontaba una nerviosa etapa desde Murat. Que pronto cumplió las expectativas, las de tipos hambrientos en busca de las pocas migajas que deja Tadej Pogacar. En los primeros kilómetros llanos, mientras se sucedían los ataques como si de un avispero agitado se tratara, una caída aumentó más la locura.
Porque en ella estuvo implicado Florian Lipowitz, el joven alemán, ex biatleta, que ha puesto todas sus cartas en el podio de París. Y también se quedó cortado Jonas Vingegaard, entre otros. Pogacar intentó calmar los ánimos, pero Van der Poel quería rock and roll.
Carlos Rodríguez, comandando la escapada del día camino de Carcassonne.CHRISTOPHE PETIT TESSONEFE
Los rezagados lograron volver y de nuevo el tiroteo. Que no iba a cesar hasta que llegaran las tres cotas del día, especialmente la última, el muro de Pas du Sant, tres kilómetros por encima del 10% de desnivel, seguidos de un falso llano tortuoso de asfalto roto. Todo eso a 50 kilómetros de meta.
Troceados en pequeños grupúsculos, hasta 30 escapados lograron sobrevivir a las dos primeras subidas. Y un grupo de siete que luego fue de nueve se anticipó a la jugada. Entre ellos, siempre atentísimo, valiente, con más ganas que fuerza, Carlos Rodríguez. Ellos iban a ser los elegidos, incluso tras volver a saltar por los aires en el muro con el ataque de Storer. Y el latigazo de Wellens antes del larguísimo descenso. Siempre el granadino sufría y perdía comba y finalmente se le marchó la oportunidad. Al menos, la etapa le sirvió para pellizcar terreno en la general, donde asaltó el noveno puesto de Ben Healy, que puso a tirar al Education First cuando la ventaja con el pelotón superó los seis minutos.