Adam Yates reina en las cumbres de Granada y ratifica su candidatura al podio de la Vuelta

Adam Yates reina en las cumbres de Granada y ratifica su candidatura al podio de la Vuelta

Adam Yates fue en Granada el O'Connor de Yunquera, aunque sin el premio del rojo. Solitario vencedor, puso en jaque la general, pero no la cambió en los dos primeros puestos. Produjo una convulsión, pero no un vuelco. Todo cambió para que nada cambiase. Al menos, en la cumbre de la tabla. Pero, incluso así, la etapa fue un homenaje al ciclismo y, en su planteamiento, desarrollo y desenlace, sin haber alterado la clasificación hasta dinamitarla, la ha dejado un poco más abierta. Un poco menos autoritaria.

Etapa imponente por su trazado y, sobre todo, a causa de los corredores, que son siempre quienes convierten las carreras, sean cuales sean sus recorridos, en un muermo o en un festival. Etapa grandiosa. Cada vez que se produce una de este calibre se habla de "ciclismo a la antigua". Pero es también "ciclismo a la moderna". Es también "ciclismo a la contemporánea". Es también "ciclismo a la eterna". El ciclismo de ayer, de hoy, de siempre.

Hubo rebeldes que desafiaron la teórica superioridad de O'Connor y Roglic, la lucha entre ellos dos, para tratar de asaltar el liderato o, al menos, colocarse lo suficientemente cerca como para, en lo que queda de Vuelta, optar al triunfo. Hubo inconformistas porque Adam Yates, David Gaudu y Richard Carapaz hicieron una apuesta heroica. Yates y Gaudu habían partido de la madrugadora escapada del día, tan numerosa (26 hombres) que, más que una escisión del pelotón, era una reproducción, y no precisamente en miniatura.

El francés estaba a 6:30 de O'Connor. El británico, a 9:27. La escapada-reproducción llegó a tener 5:30 de ventaja. El Puerto de El Purche, de 1ª categoría, largo, reseco, 1.476 metros de altitud, 89 kms. al 7,6% de media, con su cumbre erguida a 96 kms. de la salida y a 82 de la llegada dejó la fuga en los huesos y también puso al pelotón a dieta. Por delante sobrevivían dos UAE (Yates y Vine) y Gaudu (Groupama-Française des Jeux).

Richard Carapaz (Education First), a 6:44 de O'Connor, había abandonado el gran grupo en busca de un lugar al sol en la general. En la primera subida a Hazallanas, de 1ª, con 1.655 metros de altitud, 7,1 de longitud y un porcentaje medio de 9,5% con picos de 20%, fue agarrando a los náufragos de la escapada inicial y dejándolos tirados.

Yates, con ese estilo tan suyo, muy tieso sobre la máquina, la cabeza alta y la espalda rígida, dejó a Gaudu y Jay Vine. Coronó en cabeza. Carapaz había atrapado a Gaudu y Vine, y, perseguía, junto a un atormentado Pablo Castrillo, al que le precedía en la etapa y a los que iban por detrás, pero por delante en la general.

Esa general, con él, Yates y Gaudu, estaba cambiando, puesto arriba, puesto abajo, de forma virtual. Pero quedaba tanto camino por andar, por pedalear, que eso, significando mucho, no aseguraba nada en la vida real. La segunda ascensión a Hazallanas vio, de nuevo, a Yates en cabeza. Luego, a algo más de dos minutos, pasó Carapaz. Casi a cuatro, Gaudu. Por detrás, en un gesto casi insólito, Enric Mas, osado, se había desprendido de la reducida tropilla de ilustres y, en unión de Vine, cruzaba a continuación.

Roglic no reaccionaba. OConnor tampoco. Los demás bastante hacían con aguantar. Pero, después de todo, el esloveno y el australiano gozaban de cierta ventaja cronométrica. No tenían que cebarse. Ya se vería en los 23 kms. de descenso y llano que quedaban hasta la meta. En la bajada se produjo un hecho que pudo ser decisivo en el presente e incluso en el futuro de Enric Mas. Su bicicleta hizo un extraño. Perdió contacto con el suelo, amagó una pirueta, culebreó, coceó... Enric, entre la pericia y el milagro, se hizo con ella y pasó el peligro, aunque no el susto. ¿Qué habría sucedido si el mallorquín, con su historial de percances y miedos, se hubiese caído? ¿Cuánta gravedad de tipo físico y psicológico hubiera implicado el trastazo? Por suerte, nunca lo sabremos. Enric, además, ya en meta, se lo tomó como un presagio favorable. El sobresalto le ha reforzado la moral.

Yates, enorme, alzó los brazos. Luego llegó Carapaz. A continuación, el ramillete de favoritos. O'Connor, en un gesto de campeón, peleó y se llevó el sprint. Y, de paso, los cuatro segundos de bonificación. Está entero. Posiblemente Roglic también. Pasó un día regular, pero sigue en la pomada. Carapaz, tercero ahora, se interpone en el podio entre Mas y Landa. Pero todos están en un pañuelo.

Al décimo día, lunes de caridad después de este domingo de pasión, la Vuelta descansará y se trasladará con hombres, armas y bagajes al, por fin, fresco norte. A Galicia. El martes de resurrección abrirá entonces una ristra de días exaltantes que irán depurando una carrera que, una vez más, empieza de nuevo.

Roglic relanza La Vuelta y gana en las brutales rampas de Cazorla

Roglic relanza La Vuelta y gana en las brutales rampas de Cazorla

Roglic ganó. O' Connor flaqueó. Mas creció. Sintetizado, fin del resumen. Ahora, pormenorizando, el esloveno, entre la diferencia en la victoria y la bonificación, le arañó, no, le arrancó casi un minuto al australiano y está ahora a 3:49. El español asciende al podio en un día en el que Joao Almeida, reventado, se despidió de sus ilusiones. Landa, tercero en la meta, es ahora quinto en la general.

Otra vez, y van unas cuantas, empieza otra Vuelta. De manivela. Mejor de tuerca. En una etapa por terrenos elevados, pero carreteras sin excesivas brusquedades, con un puerto de segunda perdido por el recorrido, y presidida por 4,8 kms. brutales al 7,1% de media y con picos del 20%, en la cima de Cazorla, el esloveno fue el rey. Se ciñó una corona de metal precioso y le impuso a O'Connor, aún líder, con ventaja, pero tembloroso, una de espinas. Roglic, en ese epílogo de fuego a, otra vez, casi 40º, tiró de los restos dolientes del pelotón de ilustres y lo hizo añicos. Sólo le aguantó Enric Mas, cuya derrota en la línea de llegada es de las que valen por uno de esos triunfos que no acaba de abrochar.

Roglic, desbocado, rebasó a Oier Lazkano, Harold Tejada y Luca Vergallito, despojos supervivientes de los escombros de una fuga de ocho héroes con gloria y sin premio, y anunció con cohetería que está aquí, que ha vuelto sin, ya se ve, haberse ido. No hay más que hablar. No hay más que esperar, primero, a la etapa dominical y, luego, que venga lo que tenga que venir. Y no por obra del azar, sino del hombre. Del ciclista. De los ciclistas.

Cazorla enseñó su rampa

Federico García Lorca, de cuyo asesinato se cumplieron 88 años el pasado día 18, hace una semana, escribió: "Cazorla enseña su torre y Benamejí la oculta". En la Vuelta, la jienense Cazorla enseñó su rampa y la cordobesa Benamejí quedaba a 246 kms. al sudoeste. A mitad de camino entre ambas espera la lorquiana Granada, donde la carrera tendrá, dicho está, este domingo una prueba determinante. La lírica dará paso a la épica.

Granada, en su quebrado paisaje y sus tres ascensos de primera apiñados en la segunda mitad de la etapa, promete la, también segunda gran batalla general de la Vuelta, después de la del Pico Villuercas y, en explosiva brevedad, ésta de Cazorla. Roglic ascendió entonces, en Villuercas, a un liderato que perdería, dos días después, en Yunquera, a manos de Ben O'Connor y su solitaria proeza. Las circunstancias son ahora distintas.

O'Connor que parecía un líder sólido, se ha tambaleado sin llegar a caer. Quizás tuvo un día regular en una cuesta breve pero especialmente ruda. Quizás el calor, que de un modo u otro afecta a todos, le jugó una mala pasada. Veremos.

La carrera no se circunscribe solamente a él y Roglic. Ahora mismo sí, porque encabezan la general. Es la guerra entre las actuales primeras potencias. Pero hay otros combates, otras escaramuzas y otros nombres con distintas aspiraciones y capacidades. Sujetos todos a los azares de la carretera.

Ahora, a pensar en Granada, colofón de una de las etapas reina. Ante lo que nos promete, recordamos, después de Lorca, al poeta mexicano Francisco de Icaza: "No hay en la vida nada peor que ser ciego en Granada".

O'Connor aprovecha la impotencia del pelotón para culminar una fuga, ganar la etapa y asaltar el liderato de la Vuelta

O’Connor aprovecha la impotencia del pelotón para culminar una fuga, ganar la etapa y asaltar el liderato de la Vuelta

Inesperadamente, a lo bello y a lo bestia, hubo cambio de líder. Primoz Roglic cedió el rojo a Ben O'Connor, australiano, 28 años, del Decathlon Ag2R. Rojo pasión ardiente para O'Connor. Rojo sangre derramada para Roglic.

¿Hemos dicho cedió? No. El rojo le fue arrebatado de un tirón a un Roglic sorprendido, aturdido, aunque no, obviamente, noqueado. La Vuelta ha dado la vuelta. Ha dado un giro, pero no, necesariamente, un vuelco. Entre lo temporal y lo definitivo puede caber un mundo, que está esperando, amartillado, en las grandes etapas, aún vírgenes, de la prueba.

Pero, en cualquier caso, la carrera ha tomado un sesgo impredecible y adquirido un interés inusitado. Sobre ella, entre la amenaza y la ilusión, según quién la interprete, temiéndola o cortejándola, planea la sombra de Javalambre, en aquella etapa que acabó significando en 2023 la victoria de Sepp Kuss. Y siempre, de un modo u otro, está Roglic por medio. Su historia se repite y corre el peligro de hacerlo como farsa.

En una zona de tradición y lujo taurinos, Ronda y su serranía, el australiano realizó una faena portentosa, de maestro sobrado de poderío y arte. Y la remató con una escapada hasta la bola en todo lo alto. Voló, desbocado, hacia el Alto de las Abejas, mientras los ases del pelotón, encabezados por Primoz, mostraban una impotencia hija de la perplejidad y seguían perdiendo tiempo kilómetro a kilómetro.

Así salió, más rebelde que respondona, una etapa incómoda, durilla, de constantes subidas y bajadas, de ondulaciones picudas, con la meta en un largo repecho de 3ª. Y la montaña no parió un ratón, sino un gigante. Un aspirante a ganar la carrera, que empezó la jornada en la vigesimotercera posición a 1:56 de Roglic y la terminó en la primera con el esloveno a 4:51. O'Connor no es ningún piernas. Cuarto en el Tour de 2021 y en el Giro de este año, ha dado un salto de eso, de gigante, en el curso de una ceremonia de magia.

Etapa demasiado exigente para que el magro elenco de sprinters se la tomara en serio y demasiado blanda para que el amplio abanico de ilustres se la tomara a la tremenda. Etapa, pues, adecuada para el éxito de una fuga, predispuesta al triunfo de los valientes, especímenes humanos que a la suerte le caen simpáticos. Audaces fortuna iuvat.

Y eso sucedió. En el puerto del Boyar, de 1ª, que se coronaba a 73 kms. de la salida y, todavía, a 112 de la llegada, se armó la marimorena. Los dimes y diretes; los ataques y contraataques; los movimientos, los latigazos nerviosos, espasmódicos de la masa móvil de corredores cristalizó en una escapada de 30 elementos. Luego los 30 se quedaron en 13. Una fuga lo suficientemente numerosa y de nivel como para asegurar que el vencedor de la etapa saldría de sus filas. Ahí estaban O'Connor, Gijs Leemreize, Jay Vine, Cristian Rodríguez, Pelayo Sánchez, Chris Harper, Marco Frigo, Pablo Castrillo, Mauri Vansevenant, Urko Berrade, Florian Lipowitz...

O'Connor y Leemreize se disociaron de sus compañeros antes de la subida al Puerto del Viento. Frigo, Berrade y Pelayo trataron (en vano) de unirse a ellos. O'Connor se desprendió de Leemreize en el Puerto Martínez, también de 3ª. Y, a partir de ahí, exhibición en solitario, incontenible, una obra de autor entre la exquisitez y la fuerza. Ese tipo de manifestaciones ruteras que hacen Evenepoel, Pogacar, Van der Poel y compañía.

O'Connor no está a esa altura ni lo estará. Pero ahora mismo no es aventurado afirmar, con toda la cautela del mundo, pero también con toda la justificación, que se ha ganado la gracia de ser considerado un outsider a tiempo completo y con pleno derecho a llevarse una Vuelta reiniciada, reanimada, reconstituida. Una Vuelta que, tras unas etapas aplastadas por el calor, ha revivido estimulada por el fuego.

Así se sobrevive a una etapa extrema de calor: 200 bidones de agua, 80 kilos de hielo y chalecos refrigerantes

Así se sobrevive a una etapa extrema de calor: 200 bidones de agua, 80 kilos de hielo y chalecos refrigerantes

Actualizado Martes, 20 agosto 2024 - 22:20

''Esto es un horno'', advierte Enric Mas. "Todos sufrimos con este calor'', exclama el belga Wout van Aert. Escalar una montaña con tramos de 20% de desnivel con una temperatura de 40º grados, como sucedió el pasado martes en Pico Villuercas, es un riesgo para la salud. La deshidratación amenaza a unos corredores que este miércoles parten de Extremadura y enfilan hacia el brasero de Andalucía. Llegada a Sevilla y máxima alerta en el pelotón hasta el domingo, cuando concluye el periplo andaluz, con el ascenso las cumbres de Sierra Nevada.

Trabajo extra para los médicos y preparadores físicos de los equipos antes y después de las etapas. Extraordinarias medidas de hidratación y de técnicas de enfriamiento para combatir el calor asfixiante. Los ciclistas, al margen de los enormes esfuerzos que realizan en las horas centrales del día, están expuestos a la agresión solar en brazos, piernas y espalda. Al menos, la cabeza la tienen protegida por el casco. "Con las altas temperaturas hay que contrarrestar el estrés térmico. La solución es enfriarse, aplicar soluciones frías en la cabeza, muñecas y cuello", explica el doctor Antonio Escribano, catedrático de nutrición deportiva de la UCAM de Murcia y especialista en endocrinología, nutrición y medicina deportiva, informa Efe.

Para hacer frente a estas temperaturas extremas, las escuadras han potenciado los recursos de suministro de agua. El Movistar, la formación de Enric Mas y Nairo Quintana, utilizará en cada etapa 200 bidones de agua y 80 kilos de hielo, casi el doble de la cantidad habitual. Lo esencial es que los corredores mantengan estable la temperatura corporal, para ello utilizan chalecos refrigerantes, cubitos de hielo anudadas en medias y maillots transpirables. La deshidratación baja el rendimiento y puede provocar la pérdida de orientación.

En las jornadas habituales, los corredores suelen consumir hasta 1,5 litros de líquido por hora. El agua llega en bidones de medio litro que les proporcionan los coches de los equipos y los auxiliares situados en zonas estratégicas de las carreteras. Ese consumo de agua en etapas con las de esta semana puede multiplicarse por cinco. Los auxiliares se suelen situar cada 20 kilómetros, pero en jornadas abrasadoras pueden hacerlo cada 10 kilómetros.

''El consumo de agua y líquidos reponedores no debe descuidarse antes, durante y después de la etapa. Hay que anteponerse a la sed, evitarla, ir por delante, porque cuando la sed aparece es que ya hay deshidratación. El consumo de agua depende del peso de cada corredor, pero el mínimo es de cuatro litros. Ante todo hay que beber con frecuencia y con antelación, luego mojarse todo lo que se pueda y también suplir el agua con bebidas isotónicas", advierte el doctor Escribano.

Roglic, con 'foto finish', vence al precipitado Van Eetvelt en el primer e infernal asalto de montaña de la Vuelta

Roglic, con ‘foto finish’, vence al precipitado Van Eetvelt en el primer e infernal asalto de montaña de la Vuelta

El rugoso cemento abrasa en el callejón. Los gladiadores se retuercen para avanzar y mantener la verticalidad en una pared interminable de 3.000 metros. Los pulmones explotan, las venas se hinchan con el ácido láctico y la vista se nubla en una escalada agónica. Una ristra de corredores serpentea de manera descompensada, soportando un brutal castigo. El primer asalto de montaña de esta Vuelta es una ofrenda al dolor.

En ese tormento, algunos, como Primoz Roglic, encuentran instantes de placer. El esloveno vence en la cúspide de Pico Villuercas, un puerto con unas rampas infernales de hormigón que sella la primera criba de una ronda sin rey y con muchos príncipes. Liderato para el tres veces conquistador de la ronda, que bate a Lennert van Eeetvelt en el último suspiro. Resolución por foto finish en el primera cima. El belga, en la misma línea de llegada, se precipita en la celebración de la etapa, levanta el brazo derecho y es sorprendido por un golpe de riñones del veterano corredor del Red Bull-Bora. Jornada espléndida para Roglic, pero también para Enric Mas, muy sólido en toda la subida, y para Mikel Landa, que en un ascenso progresivo caza a los mejores y tiene el coraje de lanzar el sprint. Frustrante día para Richard Carapaz y Adam Yates, que ceden 1.30 minutos.

Después del tríptico portugués, el pelotón respira hondo en la salida de Plasencia para afrontar una jornada de 170 kilómetros fracturada con cuatro puertos. En el valle de Jerte, entre balcones de cerezos, el grupo se estira antes del ascenso a Cabezabellosa, cerca del imponente Mirador de la Memoria, persiguiendo a los fugados Bruno Armirail (Groupama), Sylvain Moniquet (Lotto), Filippo Zana (Jayco), Pablo Castrillo (Kern Pharma) y Mikel Bizkarra (Euskaltel).

El quinteto se entiende bien y aventaja en tres minutos al pelotón en el alto de Piornal, una cota de primera categoría fronteriza entre las cristalinas gargantas de Jerte y los campos de la Vera, con una larga sucesión de curvas. Tras el descenso, los fugados caminan rápido en dirección a Jaraíz de la Vera y Almaraz. El Red Bull-Bora de Primoz Roglic asume las labores de caza por terrenos de pimentón y tabaco, con el Visma de Sepp Kuss y UAE de Joao Almeida a la expectativa, dejándose llevar hasta el alto de Miravete, un tercera que sirve de aperitivo para el tormento de Pico Villuercas, la cima con la carretera más elevada de Cáceres, con una altitud de 1.600 metros. Un risco que preside la zona del Santuario de Guadalupe al que se accede por un estrecho sendero hormigonado que exprime a unos corredores agobiados por los insoportables 40º grados de la comarca cacereña. Traspaso permanente de hielo y bidones de agua entre gregarios y jefes de fila. Sufrimiento para Wout van Aert, que se rinde en las primeras estribaciones del coloso extremeño.

Máxima exigencia en un puerto largo (14,6 kilómetros), con una pendiente media de 6,2%, pero con una zona infernal de tres kilómetros con un firme irregular con rampas del 20%. Un obstáculo enorme para Pau Miquel, el sprinter del Kern Phama, que ayer cumplió 24 años, y para Luis Ángel Maté, el abuelo de la Vuelta (40 años), que estrenó el maillot de lunares de líder de la Montaña. Un muro que separa el trigo de la paja.

En las rampas más pronunciadas, tras la neutralización de los bravos Armirail y Castrillo, se fractura el grupo de favoritos con una aceleración de Pavel Sivakov. Luego salta Felix Gall y tras él Roglic, Mas y Van Eetvelt. Por detrás sufren Carlos Rodríguez y Carapaz, con Landa y Almeida dosificando esfuerzos. El vasco y el portugués consiguen alcanzar a los fugados en los metros finales y pugnan por una etapa que Van Eetvelt pierde por precipitación. Doble premio para Roglic, feliz en la fiesta del sufrimiento.

Enric Mas: ''Las ausencias de Pogacar, Evenepoel y Vingegaard benefician a la Vuelta y también a mí''

Enric Mas: ”Las ausencias de Pogacar, Evenepoel y Vingegaard benefician a la Vuelta y también a mí”

Afronta su séptima Vuelta a España con la incomodidad de no haber culminado la obra. Enric Mas (Artá, 1995) ha sido segundo en tres ocasiones, quinto, sexto y 71º en su debut (2017). A sus 29 años, el balear se encuentra en un periodo sereno, sin las urgencias del pasado, esas que le presionaban para ser el heredero de la generación de oro del ciclismo español. Se ha quedado en una situación intermedia entre los veteranos y esos jóvenes que arrasan con todo. A pesar de la numerosa competencia, él asegura que busca el podio de la Vuelta. El mallorquín atiende al periodista en un rápido encuentro telefónico en el inicio de una Vuelta que este martes presenta la primera etapa de alta montaña, un oportunidad para mostrar sus galones de líder en el Movistar.

¿Qué objetivos se ha marcado para esta Vuelta?
Entrar en el podio y ganar una etapa.
El podio incluye tres plazas. ¿No aspira a la primera?
Mi objetivo es el podio y conseguir una etapa.
¿Las ausencia de los galácticos Pogacar, Evenepoel y Vingegaard benefician o perjudican a la organización y desarrollo de la Vuelta?
Esas ausencias benefician a la Vuelta. La no presencia de ellos genera más espectáculo, porque todo queda más abierto. Sin ellos, todo es menos monótono. Cuando Tadej está presente en las carreras todo cambia debido a su superioridad. Es un auténtico 'crack'.
¿Las ausencia de los galácticos Pogacar, Evenepoel y Vingegaard benefician o perjudican a Enric Mas?
Sus ausencias también me benefician a mí, porque sin ellos mis opciones y oportunidades aumentan. Con sus bajas crece el número de candidatos.
La relación de aspirantes a conquistar esta edición de la Vuelta es amplísima, lo nunca visto en las últimas temporadas.
Sí, hay un grupo numeroso de corredores con opciones. Para mí, el principal es Primoz Roglic, que ya ha ganado la carrera en tres ocasiones.
¿Roglic es superior a Sepp Kuss, último ganador de la ronda?
Primoz es superior. Es un gran corredor, muy bueno en todos los terrenos. Yo le pongo como el gran candidato para el final en Madrid.
¿En esta edición de la Vuelta tiene subrayadas algunas etapas?
Me gustan las etapas de Lagos de Covadonga y las de Sierra Nevada. A ver si puedo hacer algo importante en ellas.
¿Usted ya tiene 29 años, considera que aún le queda margen de mejora en este ciclismo dominado por unos chavales precoces y sin complejos?
Claro que tengo margen de mejora, todavía puedo avanzar y eso lo sé porque cada año tengo mejores números, como reflejan los entrenamientos y los trabajos realizados.
¿Cómo son esos números?
Son números.
¿Ha sido segundo de la Vuelta en tres ocasiones, qué le falta para ser primero?
Pues no lo sé.
¿Le falta suerte?
No lo sé.
Van Aert gana en Castelo Branco y da lustre a la carrera

Van Aert gana en Castelo Branco y da lustre a la carrera

En el brasero portugués, precursor del horno extremeño y andaluz, Wout van Aert hizo la gaviota, ese aleteo con los brazos cada vez que gana. Casi gafado, lo ha hecho por segunda vez este año. Estaba, pues, extremadamente contento, como quien rompe un mal fario. El rojo de su jersey es el fuego de una antorcha. El belga se da el relevo a sí mismo.

Etapa de vísperas. De víspera de entrar en España. De víspera de la primera jornada montañosa. Etapa para sprinters. Los poquitos, y no de gran alcurnia, que hay. Está Kaden Groves, que es bueno, sí, pero no de los mejores. Y un crepuscular Bryan Coquard. Y un Wout van Aert, que ya sólo es rapidito. A medida que ampliaba y mejoraba sus capacidades, fue perdiendo filo. Pero le dio de sobra para, aunque partió de lejos, como el día anterior, dar buena cuenta de Groves y de Abersturi, cuyo tercer puesto revela que, efectivamente, la Vuelta no es país para sprinters. Demasiada montaña concentrada en erizadas microetapas. Así que no vienen los velocistas. Los equipos se confeccionan sin ellos.

Etapa dividida en dos partes. La primera la protagonizaron Luis Ángel Maté, Xabier Isasa, Ibon Ruiz y Unai Iribar. Dos Euskaltel y dos Kern Pharma. Formaciones modestas con afán, con necesidad de dejarse ver mientras puedan. Los cuatro, especialmente Maté y Ruiz, sólo pretendían puntuar en el puerto de Teixeira para subir al podio como líderes de la montaña. El puerto de Teixeira es de cuarta categoría por el porcentaje (3,2%), pero de segunda por la longitud (17 kms.). Eran puntos golosos antes de que cueste mucho más ganarlos.

El cuarteto, tras Teixeira, y por las mismas razones, aspiraba a aguantar hasta el alto de Alpedrinha, de cuarta, a 45 kms. de la llegada. Lo logró. A partir de ahí, el pelotón pasó de permisivo a implacable. Generoso, comprensivo, pero no hasta el extremo de correr riesgos, no había dejado que la ventaja del cuarteto sobrepasara los cinco minutos.

El absurdo esfuerzo de Campenaerts

Isasa soltó a sus compañeros de fatiga, honor a todos, que se abandonaron a su suerte. A falta de 20 kms. para la meta, arrojó la empapada toalla. Y ya nadie sacó los pies del tiesto, abocada la etapa al sprint final desde el mismo banderazo de salida, cada cual en su papel de aspirante, de ayudante o de cesante. Y algunos, en los últimos 4 kms. de la zona de protección, hasta de ausentes. Un postrer, breve y absurdo esfuerzo de Campenaerts, una pompa de sudor, acabó en nada. Y Van Aert, poderoso, se llevó por delante, dejándolos por detrás, a todos.

El maillot rojo le sienta muy bien. A él y a la Vuelta. No estamos seguros de las auténticas aspiraciones del fenómeno belga. Pero todos estos esfuerzos iniciales parecen indicar que sus apetitos no son máximos, aunque sí es posible que duraderos, al menos hasta el domingo, hasta Granada.

La cuarta etapa, con la llegada en alto en el Pico Villuercas, de primera, con un segunda, un tercera y otro primera en el camino, debe empezar a dar pistas acerca del auténtico futuro de la carrera.

Groves gana el primer sprint y Van Aert asume el liderato y da lustre a la Vuelta

Groves gana el primer sprint y Van Aert asume el liderato y da lustre a la Vuelta

Tributo al pionero y a la nueva joya del ciclismo luso. Siempre hay que ser agradecido con el anfitrión. Tras el banderazo de salida, la Vuelta tomó dirección a Torres Vedras, localidad natal de Joaquim Agostinho, el primer portugués en subir al podio de una gran ronda: tercero en el Tour de Francia en 1978 y 1979, y segundo en la Vuelta 1974. Ganó cuatro etapas en la Grande Boucle y tres en España. Esa localidad acoge un museo de ciclismo que lleva su nombre y alberga un busto de Rui Costa, único campeón del mundo portugués. A pocos kilómetros de allí, la caravana atravesó Caldas da Rainha (km 111), el pueblo de Joao Almeida, que aspira con convertirse en el primer lusitano que conquista la ronda española.

Visitas emotivas en la primera etapa en línea ganada por el australiano Kaden Groves, el velocista más acreditado de la ronda. El sprinter del Alpecin se impuso en la meta de Ourém a Wout Van Aert. El belga volvió a tirar al palo, como sucedió en la crono inaugural, con su tercer puesto. Ayer se quedó a un palmo de la victoria, pero fue premiado con el liderato de la general. Por las bonificaciones desplaza al estadounidense Brandon McNulty de la primera plaza del podio, que ahora queda a tres segundos del polivalente corredor del Visma. El maillot rojo de Van Aert (bronce en los Juegos Olímpicos de París) supone un gran espaldarazo publicitario para esta Vuelta necesitada de héroes.

Kaden Groves, que siempre estuvo muy atento en la cabeza del pelotón, se anotó su quinta etapa en la Vuelta. En 2023 sumó tres y en 2022, una. También cosechó un triunfo en el Giro de 2023. La de ayer también fue una jornada fructífera para Pau Miquel, el prometedor velocista del Kern Pharma, que terminó cuarto. El catalán sólo tiene 23 años y carece de victorias en el ámbito profesional.

Para saber más

Groves fue el más rápido de un día en el que Luis Ángel Maté volvió a acaparar notoriedad. El más veterano de la Vuelta (40 años), que fue el primero que tomó la salida en la contrarreloj de Lisboa, provocó la primera fuga de la carrera, nacida poco después de la marcha neutralizada de Cascais. El andaluz del Euskaltel se fugó en compañía de Ibon Ruiz (Kern Pharma). Ambos llegaron a tener una renta superior a los tres minutos. El fin la de la aventura llegó a 52 km de la meta, momento en el que Van Baarle abandonó por una caída. El belga es una sensible baja para la formación de Sepp Kuss y Van Aert.

Van Aert acaparó focos en una Vuelta sin dueño. Nadie quiere controlar la carrera porque aún no merece la pena desgastarse en beneficio de jefes de filas indecisos. Sin un equipo con un sprinter referencial, las etapas llanas o con ligeros repechos como la de este domingo, se antojan monótonas, con algunas intentonas de aventureros que buscan el triunfo desde la larga distancia (en cualquier momento, un espabilado puede encontrar la llave de la Vuelta, como sucedió en la anterior edición, con la escapada que impulsó a Sepp Kuss hasta lo más alto del podio). Este domingo, el grupo llegó a Ourém, en las cercanías del Santuario de Fátima, con una hora de retraso. Los nervios en el tramo final provocaron una caída en la que los principales damnificados fueron Joshua Tarling y Jhonatan Narváez.

Este lunes, la carrera presenta la última etapa en Portugal. Una jornada nerviosa de 191 kilómetros con salida en Lousa y final en Castelo Branco, que incluye el ascenso a un puerto de segunda y a otro de cuarta. El tramo final transcurre por un perfil descendente y sin apenas dificultades orográficas. Un día para esos aventureros a los que les gusta la soledad de la ruta, como El lince Maté, que este domingo lo intentó sin provecho.

De Mikel a Landa

De Mikel a Landa

He aquí que, con el séptimo "maillot" de su trashumante existencia, reaparece en la sedentaria nuestra Mikel Landa. Reaparece, entiéndase, encendiendo de nuevo algunas velas de pábilo a media asta en el desconchado altar del landismo sociológico y exportable.

Ahora en el T-Rex Quick Step (Soudal), no ha durado Landa mucho en ninguna parte. Pero nunca le ha faltado un buen trabajo en una buena casa. Algo tendrá el agua cuando la bendicen. Mikel es,

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El 'ahora o nunca' de Carlos Rodríguez y de una lista interminable de candidatos en una Vuelta sin el tridente galáctico

El ‘ahora o nunca’ de Carlos Rodríguez y de una lista interminable de candidatos en una Vuelta sin el tridente galáctico

Centro del escaparate para los disciplinados y rincón para el díscolo, a quien la Vuelta esperaba como último reclamo. El UAE, el equipo al servicio de Tadej Pogacar, otorga protagonismo a los que arroparon sin escatimar esfuerzos al esloveno en la conquista de su tercer Tour. Premio para el portugués Joao Almeida, el británico Adam Yates, el francés Pavel Sivakov y el español Marc Soler. Suplencia para Juan Ayuso, a quien Javier Guillén ansiaba tener en la salida de hoy en Lisboa. Con las ausencias de los galácticos Pogacar, Jonas Vingegaard y Remco Evenepoel, el chaval crecido en Jávea podría haber animado una ronda necesitada de desafíos de rango superior para atrapar a la audiencia. Infructuoso resultado para el máximo responsable de Unipublic.

En una Vuelta sin favorito indiscutible y la más abierta de las últimas décadas, los ojos de los aficionados españoles se fijan en Carlos Rodríguez (23 años), que dispone del respaldo de un fuerte bloque del Ineos. El escalador de Almuñécar es uno de los integrantes de la amplia nómina de candidatos al podio de Madrid del próximo 8 de septiembre. «Ahora o nunca» para el andaluz y para corredores como Mikel Landa, Enric Mas, Joao Almedia, Adam Yates, Richard Carapaz, Daniel Felipe Martínez, Geoghegan Hart o Ben O'Connor. Todos ellos desconocen las sensaciones que transmite la conquista de la Vuelta, un reto ya consumado por el estadounidense Sepp Kuss, que defiende título, y por el esloveno Primoz Roglic, que se ha propuesto alcanzar su cuarto triunfo en la general e igualar la plusmarca de Roberto Heras.

«Después del Tour me tomé varios días para recuperarme y después empecé a entrenar poco a poco para mantener mi forma. Creo que mi cuerpo ya se recuperó tras estar enfermo durante un tiempo. Esta es la primera vez que haré dos grandes rondas seguidas, así que será una nueva experiencia para mí. Quiero disfrutar de la carrera tanto como pueda. Tenemos un equipo fuerte. Arensman y yo lucharemos por el mejor resultado posible en la clasificación general y en las etapas. Ambos hemos entrenado y competido mucho juntos y eso nos ayudará a manejar las diferentes situaciones de carrera de la mejor forma posible», asegura Carlos Rodríguez, que esta temporada ganó la general del Tour de Romandía, fue segundo en el País Vasco y se anotó una etapa en el Criterium Dauphiné. Ahora quiere resarcirse de los discretos resultados conseguidos en el último Tour de Francia, en el que finalizó séptimo (en 2023 fue quinto y ganó una etapa).

El líder del Ineos dispondrá de numerosas oportunidades para lucirse en una ronda que mira hacia arriba, con ocho etapas de alta montaña y cinco de media montaña. La primera cita con las cumbres llegará el martes, tras el tríptico por tierras portuguesas, con una jornada que sale de Plasencia y que incluye el ascenso a los dos colosos extremeños: Piornal y Pico Villuercas. Luego la caravana viaja al sur, con dirección a Sevilla, para afrontar una ronda «sin transición y sin tregua», según los organizadores. Posteriormente llegarán los ascensos a Yunquera y a zonas de Sierra de Nevada, antes de un traslado al norte, donde esperan Ancares y Cuitu Negru (con rampas del 23% de desnivel).

La tercera semana incluye excursiones por Lagos de Covadonga, Moncalvillo y Picón Blanco. Este último puerto se antoja como juez de la carrera. Se asciende en la penúltima jornada, tras encadenar seis cimas por territorio cántabro y burgalés. El colofón de la prueba será una contrarreloj de 12 kilómetros entre la Ciudad de Telefónica y la sede histórica de esta compañía en la Gran Vía 28 de Madrid. La ceremonia de premios se celebrará en Cibeles.