"¡Pedro Sánchez se ha ido justo cuando le tocaba ganar la medalla a Fran!", cuenta Quino Ruiz, la corbata desanudada, el alivio de ver a su pupilo, que es mucho más, "casi un hijo", con ese sueño colgado al cuello, con ese bronce que a él, leyenda nacional, se le escapó hasta en tres Juegos Olímpicos. En el Campo de Marte, con la Torre Eiffel de telón de fondo, con todo embarrado por la incesante lluvia que hace otoñal a París desde el viernes in
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Serán cinco oros seguidos y cuatro de ellos para Kevin Durant, lo que nadie hizo nunca jamás. Serán. Porque nadie duda de este Dream Team, tan golpeado en los Mundiales (no lo gana desde 2014), afrentas que asume y recoge, con las que pinta las paredes de su motivación, la venganza como estímulo, tan americano. Nadie duda de que en los Juegos el USA Team no falla y eso que a su alrededor todo tenga aroma NBA. Los 11 rivales poseen ya jugadores de esa liga (hasta 52...), incluso el debutante Sudán del Sur, los herederos de Manute Bol; España, con sólo Santi Aldama, es ahora el más raquítico en ese sentido.
Desde Atenas 2004, EEUU únicamente ha perdido un partido olímpico, en el estreno de Tokio contra Francia. Quizá el único rival que les puede amenazar esta vez, espoleados bajo el efecto patrio pero sobre todo con el gigante Victor Wembanyama, uno de los grandes nombres propios de estos Juegos. También Canadá, una especie de USA Team 2 a las órdenes de Jordi Fernández. Y, para empezar, este domingo (17.15 h.), la Serbia de Nikola Jokic.
A la espera del arranque y con la duda de alguno de los resultados de la preparación (apenas consiguió derrotar por un punto a una Sudán del Sur, que ganaba de 14 al descanso), el escaparate yankee luce pletórico, con el abanderado LeBron James a la cabeza y la novedad, poderosa en la pintura y no sin polémica (nació en Camerún y coqueteó con unirse a la selección francesa), de Joel Embiid. También está el mencionado Durant, Steph Curry en busca de su primer oro, Jayson Tatum o Anthony Davis. Una plantilla carne de comparaciones. Y ninguna tan recurrente como la del Dream Team original.
El abanderado LeBron y Adebayo, en la ceremonia de inauguración.Ashley LandisAP
La mecha la encendió el veteranísimo Svetislav Pesic, entrenador serbio, que nunca tira sin bala. «Esta plantilla es más fuerte que el Dream Team», afirma. Él era entonces seleccionador alemán y hoy comprobará sus propias palabras, que pronto fueron respondidas hasta por el rival. «Nuestro equipo es sin duda tan fuerte como el Dream Team, pero en 1992 el mundo no era tan bueno como hoy, ni mucho menos», razonó Steve Kerr, que añade: «En aquel momento, sólo Yugoslavia podía haber puesto en dificultades a los estadounidenses, pero Serbia y Croacia acababan de obtener su independencia. Por eso nunca fueron amenazados. Puede que nuestro equipo sea igual de fuerte, pero el nivel general ha evolucionado. En París nos espera un desafío mucho más difícil».
Y, aunque la comparación es golosa, resulta complicado pensar que este equipo que perdió por lesión a Kawhi Leonard puede fascinar del modo que lo hicieron Michael Jordan, Larry Bird, Magic Jonhson y compañía en la Ciudad Condal. La profundidad de aquel roster nunca podrá ser superada (Barkley, Olajuwon, Karl Malone...). El Dream Team, que hubiera establecido también un récord de selfies, amaneció en el torneo olímpico ganando por 46-1 contra esa Angola (finalmente 116-48), de la que Charles Barkley dejó una frase para la historia: «No sé nada de ellos, salvo que están en problemas». Los de Chuck Daly terminaron ganando sus siete partidos con una diferencia media de 43,8 puntos (algo que esta vez no va a pasar) y sin pedir un tiempo muerto. En la final en el Olímpico de Badalona, la Croacia de Drazen Petrovic resistió 10 minutos (23-22) y terminó cayendo por 'sólo' 32.
Pasaron 24 años, como una maldición para el judo, siempre tan olímpico para España, nombres inolvidables, sobre todo ellas. El oro de Isabel Fernández en Sidney, los de Miriam Blasco y Almudena Múñoz en Barcelona, pero también la plata de Ernesto Pérez Lobo en Atlanta (la única masculina hasta hoy), allí también los bronces de Isabel Fernández y Yolanda Soler. Hubo que esperar hasta una lluviosa jornada en París, en el Campo de Marte, donde Fran Garrigós amplió la colección.
Fue bronce el mostoleño (-60 kilos), reponiéndose para derrotar a Giorgi Sardalashvili, y pudo serlo Laura Martínez (-48); él favorito, ella revelación, compañeros de entrenamiento, pupilos ambos de Quino Ruiz en su Dojo de Brunete. Se quedó la vallecana a un par de suspiros: tras ganar tres combates, pletórica su mañana, y plantarse en semifinales, no pudo ni con Baasankhuu Bavuudorj ni con la local Shirine Boukli después.
Fue un amanecer de sábado olímpico para soñar (con presencia de Pedro Sánchez en las tribunas, junto a Alejandro Blanco), una gran apertura de los Juegos en los que se aspira a, por fin, superar las 22 medallas de Barcelona. Arrancó primero Fran, quien, por su condición de cabeza de serie -fue campeón del mundo en 2023, entre otros logros- se saltó la primera ronda. En octavos aguardaba el belga Jorre Verstraeten y más apuros de los deseados hasta el Golden Score. Allí, un wata ari para la liberación, para espantar todos los fantasmas de un pasado que a punto de estuvieron de acabar con la carrera del mostoleño: tanto en su debut en Río como hace tres años en Tokio, donde ya llegaba como campeón de Europa, fue eliminado en el primer combate.
El japonés Ryuju Nagayama niega el saludo a Garrigós, tras su derrota.JACK GUEZAFP
El beso de Quino, el abrazo y, un rato después, el japonés Ryuju Nagayama, sexto en el ránking, un rival al que nunca había derrotado en las seis anteriores ocasiones. Y otra vez la emoción, un duelo físico, por puro agotamiento hasta que Fran venció con un estrangulamiento por ippon. Marca de la casa. Garrigós es especialista en el Sode Guruma Jime "donde tú mismo te agarras tu manga y pasas la otra alrededor del cuello del rival. En suelo es donde gano la mayoría de mis combates. Y con esta estrangulación, muchos», contaba este tiempo atrás a este periódico, una técnica que le explicó Quino: "Recuerdo que en una Copa de Europa junior, en Coimbra, de los cinco combates, gané dos así. Y los rivales se quedaron 'dormidos'".
Pese a las malas caras de su rival, que le negó el saludo (fue abucheado) y tardó cinco minutos en abandonar el tatami, ahí estaban las medallas para el español, a un suspiro, ya tras la pausa del mediodía.
La tarde le trajo al madrileño un mal trago del que recuperarse sin mucho tiempo, escuchando como le gusta reagguetton en el vestuario. Cayó ante Yeldos Smetov, plata en Río y bronce en Tokio, por un ippon por estrangulamiento, precisamente. En el Golden Score, una puja igualadísima, con momentos de zozobra para el kazajo y un despiste fatal para Fran. "Cometes un fallo y...", decía antes de abordar la lucha por el bronce.
Allí volvió a ser él. Los dos últimos campeones del mundo frente a frente. Fran ya sabía lo que era derrotar al georgiano, en cuartos del Mundial 2023 que ganó, en Doha. Y lo volvió a lograr en la pura agonía del Golden Score, tras escapar de apuros y mostrar toda su personalidad.
Garrigós era la confirmación de un chico, tan prometedor, al que por fin le llegó su hora. Laura resultó una agradable sorpresa, paso a paso hasta las puertas del bronce. Primero, ante Mary Dee Vargas, después contra la serbia Nikolic (seis del mundo) y, ya en cuartos, el éxtasis, momentazo olímpico, con el espectacular ippon en el Golden Score con el que acabó con la uzbeka Abiba Abuzhakynona, una de las favoritas.
"Está muy mentalizada", avisaba Quino Ruiz. Con todo, a la vallecana le aguardaban por la tarde dos rivales temibles. En semifinales, la campeona del mundo, Baasankhuu Bavuudorj. Un combate de inercias, en el que Laura empezó poderosa, flaqueó después, volvió a tomar la iniciativa en el Golden Score y acabó sucumbiendo con un gran ippon de la mongola, plata después.
Laura Martínez, en acción.Eugene HoshikoAP
Tampoco pudo después con la francesa Boukli, en volandas por las tribunas, muy superior aunque todo se resolviera de nuevo en el Golden Score y tras un wata ari que fue revisado por los jueces.
Si el camino ya era tan espinoso que asustaba, España se empeñó en hacerlo más impracticable. En el Pierre Mauroy en el que hace nueve años Pau Gasol se elevó a los cielos del baloncesto, la selección fue un equipo sin alma, despedazada por Australia con aroma de venganza. De principio a fin, sensación de desidia, apenas Aldama y Llull encendidos, y una derrota que obliga al más difícil todavía para soñar con los cuartos de final, ya en París.
Nadie pudo parar a Josh Giddey y Jock Landale dominó totalmente la pintura. Pero el hombre era Patty Mills, siempre tan diablo, tan imparable incluso en las derrotas pasadas, el rostro de las cuentas saldadas. Una segunda parte extraordinaria a sus casi 36 años, pasando por encima de una España que pagó su mal inicio y trató de reaccionar a arreones, mal en el rebote y con un desaparecido Lorenzo Brown. Sin él, tocado en un pie estos días atrás, la selección es poca cosa en un escaparate como el olímpico.
España amaneció olímpicamente mal, desenfocada y con una extraña flojera defensiva. Como si toda la presión de llegar hasta los Juegos, hasta esa Lille de tan buenos recuerdos pasados y de tan mal presente (lejos de la inauguración, la Villa...), hubiera desconectado sus mecanismos competitivos. Como si el madrugón les hubiera sentando mal. Porque enfrente había un rival que no olvida las afrentas pretéritas, esa semifinal mundialista en Pekín, ese partido por el bronce en Río, siempre en la agonía a favor de los de Scariolo.
En cinco minuto había una losa encima (18-7). Danzaba Australia pese a la baja de Dante Exum, al ritmo de Giddey, tan elegante, esta vez también efectivo desde el perímetro. Willy no se enteraba de nada en ninguno de los dos aros y cuando entró Garuba para poner orden defensivamente, lo hizo tan excitado que se enzarzó en un rifirrafe con los aussies. 31 puntos encajados en el primer cuarto de los Juegos fue una carta de presentación horrible, pues es la defensa el único pilar desde el que construye esta España. Aunque todo iba a mejorar un poco.
Fue gracias a los triples de Llull, como lluvia en el desierto. Tan decidido siempre. Tres casi consecutivos reengancharon a España al duelo (31-27), pero ese bonita inercia quedó pronto interrumpida, de nuevo líos con Garuba y un Giddey entonadísimo. Él y Landale en la pintura destrozaban a una España que ahora se refugiaba en Santi Aldama. Una canasta final de Lorenzo Brown resultó un alivio (49-42).
Otro paso adelante tras el descanso, cuando incluso España se puso por delante con otro triple de Aldama (54-56). Ahí pareció que... Porque Giddey era algo menos y Willy había despertado. Pero no hubo forma, porque no resistió la selección en ese trance, desplumada en el rebote ofensivo y ya de nuevo a remolque. La segunda unidad tampoco era efectiva y a falta de cuatro minutos todo parecía quebrado. Los dos triples finales de Australia fueron, además, una puñalada para el basket-average.
Marta García acababa de terminar su carrera de Medicina, años de estudio compatibilizados con el atletismo de alto nivel que ahora requerían un esfuerzo más, el MIR, la residencia y, como parecía obligado, ir despidiéndose del sueño del deporte profesional. Moha Attaoui era una diamante, pero apenas le daba a sus 20 años para pagarse de su bolsillo una concentración en altura en Ifran. Hoy ambos, casos tan dispares, nombres para la esperanza del atletismo español, viven en las montañas de los Alpes, en la idílica St. Moritz, porque les llegó una oferta de esas que no se pueden rechazar.
Ella, como nunca, fue bronce europeo en el 5.000 en el pasado Europeo de Roma, batió allí el récord de España (14:44.04) y acude a París esperanzada. Es la revelación de la temporada: desde enero a junio pulverizó cuatro plusmarcas nacionales más. Él, como nunca, adelantó a todos los gallos del 800 nacional y más todavía. Sorprendió en la capital italiana con una asombrosa plata y, hace 15 días, en Mónaco, firmó un tiempo para soñar con cualquier cosa en los Juegos (1:42,04, la novena mejor marca mundial de la historia).
Ni Marta ni Moha son casualidad. Junto a otros 11 mediofondistas de toda Europa forman parte del novedoso proyecto OAC, el equipo de elite auspiciado por la marca deportiva suiza ON que dio un paso más allá en la profesionalización del atletismo.
Encajonado en el impresionante valle de Engadina, a 1.800 metros de altitud, con la estación de esquí más antigua del mundo y un precioso lago que se congela en invierno, un grupo de jóvenes atletas rueda en la pista de atletismo de St. Moritz a las órdenes de Thomas Dreissigacker, que sigue sus evoluciones de cerca en una bicicleta eléctrica. Quedan unas semanas para los Juegos y un pequeño grupo de periodistas tiene la oportunidad de conocer por dentro esta pionera experiencia. No hay tiempo que perder. «Que sean de diferentes países es algo clave. Aquí no hay celos ni competitividad mal entendida, como si se estuvieran jugando el mismo billete. Se mejoran unos a otros. Como mucho y con suerte se tendrán que ver las caras en una final con su compañero», cuenta a EL MUNDO el también jovencísimo entrenador, el gurú alemán, formado en la Universidad de Leipzig y ex técnico de su Federación nacional.
Thomas Dreissigacker, entrenador alemán del OAC.
«Sólo me tengo que preocupar de correr. Por primera vez tengo un sueldo», admite sonriente Attaoui, que ya se suelta con el inglés, tan lejos de su Torrelavega, más aún de su Marruecos natal. «Ellos creyeron en mí antes incluso que yo. Despejaron todas mis dudas. Ahora todo es muy fácil», relata Marta, que, siguiendo las exigentes directrices de Dreissigacker -«aquí se entrena los siete días de la semana y en sesión doble»- está comprobando a base de tiempazos el salto asombroso en su carrera. Ella cambia: un par de semanas en la altitud de los Alpes, otras en Buitrago del Lozoya, donde se reencuentra con su pareja y con los bosques de la sierra de Madrid.
El germen del proyecto europeo, que cuenta con todo tipo de comodidades y beneficios para los atletas (fisioterapia, alimentación, apoyo para la salud mental, ayuda financiera...) se remonta a Boulder (Colorado). Allí, Dathan Ritzenhein, tres veces olímpico, maneja otro grupo impresionante de atletas, entre los que destacan la reciente ganadora del maratón de Boston y principal favorita al oro en París Hellen Obiri. O Yared Nuguse, plata mundial en pista cubierta (3.000). También el español Mario García Romo, exquisito mediofondista, bronce europeo en 2022 y plusmarquista nacional de la milla, que busca medalla en París en el exigente 1.500.
El OAC Team, que también cuenta con sede en Melbourne, supone una revolución en el atletismo, un modelo privado e internacional, independiente de las becas, los apuros y las competencias de los programas de cada país. «Nos gusta hacer las cosas de forma diferente. Y en este caso es simple, aquí el atleta es el centro de todo», razona Oliver Bernhard, bicampeón del mundo de duatlón y creador de On, las zapatillas que ideó con suelas de trozos de manguera y que han sacudido el mercado en los últimos años. Y quien, antes incluso de ponerse manos a la obra con el proyecto deportivo, lanzó una encuesta entre los atletas para desentrañar sus preocupaciones. Los sorprendentes resultados son hoy los seis pilares del "360 Athlete Support": preparación física y mental, salud y recuperación, finanzas, marca personal y medios de comunicación, desarrollo personal y profesional y experiencia familiar On.
Esta noche, desde la lejana y norteña Lille, los chicos y las chicas de las selecciones de baloncesto verán por la televisión con añoranza uno de esos momentos por los que vale la pena clasificarse para unos Juegos. La ceremonia de inauguración en la que tan bien lucen sus centímetros, el orgullo patrio de compartir el espíritu olímpico, la foto para toda la vida de la que, aquellos que nunca estuvieron (Santi Aldama, Lorenzo Brown, Megan Gustafson...), no podrán presumir. Allí, en la lejana Lille, tuercen el gesto por lo que consideran una injusticia y se enrabietan, ellos y ellas, para darlo todo por sobrevivir a la primera fase y poder viajar en unos días a la París olímpica.
La denuncia la pronunciaba, por todos, el capitán, en EL MUNDO. Rudy Fernández es historia del olimpismo, el jugador de baloncesto con más presencias (nadie superará sus seis Juegos), pero el recuerdo de los últimos partidos de su carrera estará empañado. «Este año va a ser diferente a nivel olímpico, porque no se podrá vivir en la Villa al estar en Lille. Eso es algo que me parece fatal. Y también que no tengamos ni voz ni voto en ese tipo de decisiones», protestaba.
Algo que el propio seleccionador refrenda también en este periódico. «Es una pequeña injusticia, pero no podemos hacer nada que no sea así», dice Sergio Scariolo, que ya se quejó amargamente de otros problemas logísticos al fin solucionados. Tras disputar el último amistoso de preparación, el pasado martes en el WiZink contra Puerto Rico, en el horizonte de la selección no se dibujaba la posibilidad de entrenar el Lille, donde llegaban el jueves. «Parece absurdo. Estamos muy preocupados por la situación de los entrenamientos. Esto nos obliga, posiblemente, a salir de Francia», acusó. Después, tras barajar incluso la posibilidad de viajar a Charleroi (Bélgica), las gestiones de la Federación, del Comité Olímpico y de FIBA dieron sus frutos: España pudo entrenar en la pista oficial.
«No nos gusta, pero nos adaptamos y nos concentramos en la competición. Pero si me dicen esto en mis primeros Juegos en 2012, que no podéis ir al desfile porque vais a Lille y a otra Villa, hubiera sido como si me hubieran cortado una pierna», admite Scariolo. «Menos los americanos (de baloncesto), que viven fuera, el resto ha disfrutado de la Villa, la ha considerado un premio. Es como si en el preolimpico nos hubieran puesto la zanahoria y ahora te la alejan unos metros más adelante tras lograr clasificarnos».
El estadio Pierre-Mauroy, en Villeneuve-d'Ascq, donde se disputa la primera fase de baloncesto.SAMEER AL-DOUMYAFP
Porque para poder vivir en la Villa de Saint Denis y probar sus colchones de cartón, para viajar a París, para escapar del Pierre Mauroy de esta Lille que, sin embargo, tan bonitos recuerdos trae -aquel oro europeo en 2015 con el heroico Pau Gasol de semifinales ante Francia-, España debe superar el grupo de la muerte, eso sí, con Juancho Hernangómez y Alex Abrines recuperados con respecto al torneo previo de la Fonteta. Y, para empezar, hoy temprano (11:00 h.), un viejo conocido. Australia, rival por el bronce en Río y en semifinales del Mundial de 2019, es el primer obstáculo, quizá el menos fiero pues luego llegan la Grecia de Antetokounmpo y la Canadá de Jordi Fernández y sus NBA.
Es la sexta ocasión consecutiva que la selección está en los Juegos. No se ausenta desde Atlanta 96 y, aunque está vez costó mucho más de lo acostumbrado -el durísimo trámite de un Preolímpico que no superaron potencias como Lituania, Eslovenia o Croacia, por ejemplo-, no se baja de la elite en la que se instaló hace tanto. Se empeña en no hacerlo, pese a la evidente nueva realidad. Las cinco ocasiones olímpicas anteriores la selección se estampó contra el mismo muro, el USA Team como verdugo en Atenas, las plateadas Pekín y Londres, Río y Tokio. Quizá ahora firmaría verse las caras con LeBron y compañía en los cruces, porque todos los sentidos están puestos en ganar al menos uno de los partidos (con dos o tres victorias la eliminatoria de cuartos sería esperanzadora) y estar en el Bercy Arena: «Queremos intentarlo».
«Las 22 medallas de Barcelona (13 oros, siete platas, dos bronces) son un reto necesario», pronuncia Alejandro Blanco, tan optimista, tan satisfecho el presidente del Comité Olímpico con lo que ya es un logro para sacar pecho. 382 deportistas españoles están en los Juegos, casi tantos como en Barcelona (420), aunque entonces, por ser país anfitrión, todo eran privilegios clasificatorios. Y, también para estar orgullosos, hay mayoría de mujeres (192 por 190). Pero esa cifra es como una losa de la que el deporte español no se puede desprender. Se desafía con el logro de Barcelona cada cuatro años y cada cuatro años la realidad impone calma.
¿Es realista la ilusión esta vez? «Las previsiones invitan al optimismo», sigue Blanco, consciente de que el abanico del deporte nacional, tras años estabilizado por debajo de las 20 preseas (fueron 17 en Tokio, igual que en Río, aunque con sólo tres oros), ha ampliado sus expectativas. Este mismo jueves en París, a dos días de los Juegos, paseaban por la sala de prensa de la Villa Olímpica alguno de los candidatos. El pletórico Hugo González, el judoca Fran Garrigós (el que puede estrenar el contador, este mismo sábado), la selección femenina de waterpolo, los remeros, que por primera vez acuden con cinco botes -«hicimos una plata en la última Copa del Mundo. Venimos con opciones reales de conseguir una medalla», lanza Javier García, pareja de Jaime Canalejo- y Carolina Marín, esperanzada en sí misma y sus posibilidades, pero cauta con lo colectivo: «No me gusta hablar de cifras. Genera presión. Hay expectativas. Intentaremos ganar las máximas medallas».
JJOO Paris. Medallero
Pero sí, hay razones para el optimismo. Y nombres propios (y 10 equipos clasificados, con el fútbol y el waterpolo esta vez a la cabeza de las ambiciones de podio) sin complejos para pensar que en la capital francesa España puede estar en una cifra similar a la de hace 32 años. Y eso que, por ejemplo, la desaparición del kárate del programa priva de dos éxitos casi seguros con Sandra Sánchez y Damián Quintero.
Hugo González, el mismo que afirma que afrontará su reto «con pasión», fue campeón del mundo en 200 metros espalda en febrero y también afrontará la prueba de 100 y la de los 200 metros estilos combinado. Un poco antes lo fueron (por partida doble en Budapest) los marchadores María Pérez y Álvaro Martín, cuyas sus opciones en París además se multiplican con la novedad del relevo mixto. Fátima Gálvez en tiro, Adriana Cerezo y Adrián Vicente en taekwondo, Teresa Portela, el K4, Antía Jacomé y María Corbera en piragüismo, Jordi Xammar y Nora Brugman en vela..., especialidades en el que siempre son varias las opciones y que son las que raramente fallan en el deporte español.
París cuenta con otra potente novedad, el resurgir del atletismo (pese al varapalo de la grave lesión de María Vicente) y no sólo con los marchadores. Las recientes exhibiciones de Ana Peleteiro (que no tendrá la oposición de su compañera de entrenamientos Yulimar Rojas, lesionada), del saltador nacionalizado Jordan Díaz (campeón de Europa en Roma con una impresionante marca de 18,18 metros) o Moha Attaoui (1:42,04 en el 800) hace que se sueñe con el tope, también en el esplendor de la Ciudad Condal, esas cuatro medallas de Fermín Cacho, Daniel Plaza, Manolo Peñalver y Javier García Chico.
Aitana Bonmantí, durante el primer partido de España en los Juegos.ALAIN JOCARDAFP
El judo pide foco después de años de mal fario con Fran Garrigós, Niko Shera, Ai Tsunoda... La gimnasia (Ray Zapata), la escalada con el dorado Alberto Ginés, por supuesto Carolina Marín y Maialen Chorraut (a sus quintos Juegos con 41 años), el boxeo...
Por último, algunos mediáticos con ganas olímpicas. En golf, Jon Rahm, a pesar de su mala racha, que estará acompañado en París por David Puig, Carlota Ciganda y Azahara Muñoz.
Y, evidentemente, el tenis, otro de los caladeros históricos, enorme foco de la delegación española con Carlos Alcaraz y Rafa Nadal. Juntos, en ese doble de leyenda, tendrán opciones, aunque dependerá del estado físico del más veterano y de su compenetración, sin haber jugado nunca juntos. En el torneo individual, Alcaraz es el gran favorito. Ausente Jannik Sinner por una apendicitis de última hora, el sorteo del cuadro de ayer le aplanó más el camino. Después de ganar Roland Garros y Wimbledon de manera consecutiva, el oro olímpico sería el broche perfecto. En las pistas de Roland Garros, además, España tendrá otras posibilidades de triunfar, con el doble entre Marcel Granollers y Pablo Carreño y, sobre todo, en el dobles mixto de Granollers y Sara Sorribes, que con sólo dos victorias ya estará peleando por las medallas.
Un paseo por la Villa Olímpica dos días antes del comienzo de unos Juegos es un deambular de deportistas ansiosos por que empiece la acción. Un Babel de superdotados, una ciudad dentro de una ciudad, 14.000 personas (atletas, entrenadores y resto de personal) dispuestos a vivir una experiencia única y, si es posible, ganar una medalla. En Saint Denis, no muy lejos del estadio, se levanta un pasarela arquitectónica con 82 edificios y 3.000 apartamentos. Todas las comodidades posibles para los protagonistas de las dos próximas semanas y también un buen puñado de curiosidades.
A la vuelta del edificio que ocupa la delegación española, engalanado cada balcón con una bandera rojigualda, y que linda con el de la italiana, un grupo de deportistas de Samoa rompe la tranquilidad con un potente altavoz en el que suena música reggae. La Villa cumple estereotipos. En el bloque de Australia te recibe un canguro y un koala. Un poco más allá, Teddy Riner, posiblemente la mayor leyenda en activo del deporte francés -tres oros olímpicos en judo, 11 veces campeón del mundo- hace cola pacientemente para la típica foto con los aros olímpicos. Es el rincón más concurrido e instagrameado.
En la Villa hay supermercado (2.000 metros cuadrados de Carrefour), servicio de basuras, alquiler de bicicletas, línea de autobus, lavandería, un centro de información turística, conserjería de maletas, un banco, servicio postal, un pequeño hospital, un Fnac, salón de belleza con peluquería y servicio de manicura y pedicura, un par de áreas de juegos recreativos que incluyen dardos, videojuegos y hasta un futbolín... Por haber, hay hasta un rincón para los fumadores. Hay bebederos de agua en cada rincón y muchos árboles. En la Villa de los Juegos de París, por supuesto, hay un gimnasio de 3.000 metros cuadrados con más de 300 máquinas y un abrumador restaurante.
Edificio de la delegación española.Chema MoyaEFE
Para comer, los deportistas tienen cuatro opciones gastronómicas elaboradas por tres prestigiosos chefs (francesa, internacional, africana y caribeña y asiática) y 3.262 asientos. Más de 500 recetas sin descanso, pues el restaurante está abierto las 24 horas. Y, por primera vez, comen en platos de porcelana y cubiertos no desechables.
Además de todos esos servicios, están las peculiaridades. Un piano al aire libre para quien quiera arrancarse, un rincón donde se imparten clases de taichi... Y varios campos de petanca, un deporte tan francés.
Y las novedades. La principal, la sala de lactancia y la guardería. Una iniciativa de la que el CIO tomó nota tras las denuncias de Ona Carbonell en los pasados Juegos de Tokio.
Deportistas en una máquina de vending en la Villa Olímpica.Chema MoyaEFE
Pero el producto estrella de la Villa son las camas, en cuyo cabecero reza un lema: "Sueña con tus hazañas de mañana". Porque, como ya ocurrió en Tokio, su somier está hecho de cartón. Diseñadas también por la marca japonesa Airweave, se componen de tres módulos que suman 190 centímetros -¿cómo lo hará Wembanyama?- y que se customizan para cada deportista. Para eso se les realiza un escaneado previo de su fisionomía. Todo sea por el descanso: los colchones son de un llamativo plástico (¿?) lavable.
Las habitaciones dobles -también hay apartamentos más grandes- tienen 12 metros cuadrados, no tienen cocina y son minimalistas: paredes blancas y suelo de parquet. No tienen aire acondicionado y sí ventiladores. Hay un perchero, una lámpara de lectura y una mesita de noche. Nada de lujos.
Es difícil imaginar algo que les pueda faltar a los deportistas en la Villa, un impresionante espacio cuya inversión fue de casi 1.500 millones de euros y que, después de los Juegos Paralímpicos, se destinará a casas familiares y de estudiantes.
De Londres a París, de manejar a la mejor generación de la historia del baloncesto español a tutelar el relevo generacional, de pelear por un oro olímpico contra el USA Team a lograr una meritoria clasificación en el reciente Preolímpico. De 2012 a 2024, olímpico Sergio Scariolo, también en el bronce de Río y en la despedida de los Gasol en Tokio. Cuatro Juegos, igualando a mitos como Gomelski en los banquillos, sólo por detrás de Antonio Díaz-Miguel (6). La imposibilidad de entrenar "en condiciones" en Lille, sede de la primera fase, ha contrariado el aterrizaje de la selección.
¿Qué ha cambiado del primer Scariolo olímpico en 2012 al actual?
Obviamente, todos cambiamos y evolucionamos. No tengo muchas dudas de que soy mejor entrenador ahora que en 2012. Como persona he madurado con experiencias que me han llevado a un buen equilibrio personal y que se reflejan sobre la gestión de los grupos que tengo.
¿Cómo recuerda aquella primera cita en Londres?
Como deportista recuerdo que fue como entrar en una tienda de juguetes para un niño. Sólo podía mirar alrededor. Fueron los mejores Juegos en cuanto a nivel de baloncesto. Había una participación total. Nosotros fuimos capaces de llegar hasta muy al final del partido con opciones de ganar el oro al USA Team. Y a partir de ahí empezó un poquito la cuesta abajo, los grandes jugadores que caracterizaban nuestra forma de jugar y competir iban ya haciéndose bastante mayores.
Siga por Río.
Mantuvimos una fantástica competitividad. Creo que ha sido el partido contra EEUU, en semifinales, con la menor diferencia histórica en un cruce. Con una épica final. Ese grupo de jugadores clave estaba ya en una edad muy madura. Demostraron que también en longevidad podían ser un equipo especial. Estaban alrededor de 35 y 36 años.
Tokio.
Los Juegos más atípicos. En una situación muy complicada, con todavía el covid. Y en lo deportivo se cerraba definitivamente una época con la despedida de Pau y Marc. Fue un homenaje a nuestra historia y además competimos muy bien. Contra Eslovenia, contra EEUU... El equipo como siempre dio la cara. Pero la sensación era la de cerrar un libro y empezar a abrir otro.
¿Qué espera de París?
La realidad es distinta, los objetivos son distintos. Estos serán los Juegos del paso de esa época que se ha cerrado definitivamente a otra nueva, que esperemos que al final del ciclo olímpico pueda escribir páginas otra vez de cuándo nos jugábamos contra EEUU partidos para ganar una medalla de oro.
Almansa, Aday Mara, Hugo González... Esa generación que tantas esperanzas hay para 2028, campeones del mundo júniors, no han tenido una temporada fácil.
Cualquier proceso nunca es lineal, depende de muchos factores. Son varias realidades de jugadores y hay de todo. Cuando los jugadores crecen se enfrentan con la dura realidad de que el baloncesto europeo en general, no sólo el español, no se ha preocupado de tener una visión a largo plazo, de las amenazas que llegan. Ha tenido una visión cortoplacista, del presente. No ha pensando en cómo completar la formación de los jugadores. En muy contados casos, un chaval que sale de las categorías inferiores, está listo física y mentalmente para competir al máximo nivel europeo. Es la fase crítica y de los nuestros, unos han jugado y otros no. Si no juegas, la motivación baja. Y el compromiso hacia la selección también baja cuando hay fuerzas que tienden a alejarle.
Scariolo, durante uno de los partido de preparación de la selección.ALBERTO NEVADOFEB
Más allá del billete a París, ¿la selección necesitaba un refuerzo como el del Preolímpico?
La sensación es de alivio. Y el análisis posterior fue positivo. Tengo que tener claro lo que puedo esperar y lo que no del equipo. Y hacer todo lo posible para que eso que espero, me lo puedan llegar a dar. Con una preparación tan complicada, lesiones, gente que se incorporaba tarde, en el Preolímpico nos acercamos mucho a esa mejor versión. Más no podíamos hacer. Creo que podemos crecer un poco, recuperar lesionados, elevar equis grados más para poder competir en los Juegos a un nivel superior. Todavía tenemos algún pequeño problema físico, alguno entre algodones. Lorenzo [Brown] tiene un dolor en un pie que queremos cuidar mucho, porque si no está él, podemos cerrar el chiringuito este año.
Australia para empezar, la Grecia de Antetokounmpo después. Y para cerrar, Canadá. ¿Cómo valora el grupo?
A Canadá todo el mundo la ve como la segunda fuerza después de EEUU y con razón. Australia, honestamente, me ha impresionado. Es bronce de los últimos Juegos y siempre es un equipo de medalla. Está ahí no por lo que ha sido, sino por los jugadores que tiene ahora. Varios NBA con minutos importantes, jugadores de complemento con mucha calidad anotadora, veteranía, juventud... es un auténtico equipazo. Y Grecia es un equipo extremadamente experto, con muchísimo oficio y además uno de los mejores jugadores del mundo.
¿La nueva realidad es España es resultar un equipo difícil de batir?
Esa es nuestra obligación y nuestra identidad. Tenemos que ser un rival contra el que sea difícil jugar. Un equipo cohesionado y compacto. Extremadamente eficaz defensivamente a pesar de no ser un equipo físico ni atlético. Un equipo contra el que no va a ser fácil anotar. Y ofensivamente, jugar bien en equipo. Con menos capacidad de uno contra uno, nuestra única capacidad de competir es generar muchos tiros desde las buenas decisiones, la organización, la circulación... A veces, el famoso dato del porcentaje de la canastas asistidas, en este equipo alcanza cotas altísimas. Pero tiene una doble lectura. Por un lado demuestra la calidad del juego y por otro te dice que hay muy poco margen para generar canastas de la nada, sin que vengan de una maniobra colectiva.
Sergio ScarioloALBERTO NEVADOFEB
La España que gana la Eurocopa presumía de Familia, un concepto que parece copiado del de esta selección de baloncesto. ¿Se sintieron identificados?
Cada equipo tiene su historia y sus códigos. Pero en el deporte español ha habido un antes y un después de la generación del 80 en baloncesto. Esa generación supo enriquecer su calidad en un deporte con su competitividad, ambición e inconformismo con apuntar a la excelencia y no conformarse. Yo viví el antes, durante y después y me he dado cuenta de que no sólo en baloncesto, en toda la sociedad deportiva española hubo una toma de conciencia tras ellos. Muchos deportistas lo han reconocido, que lo que ha transmitido nuestro equipo ha sido una fuente de inspiración y de enseñanza. Los que juegan ahora, casi ni se acuerdan. Pero son los herederos del legado. Los que tenemos memoria, lo tenemos claro.
¿Cómo está viviendo este verano tan especial para Rudy?
Lo estoy observando con mucho interés, con mucho espíritu de aprender. La psicología del jugador la aprendes observándoles, escuchándoles, viendo su lenguaje corporal, cómo se comportan en unas circunstancias u otras. Durante el Preolímpico, incluso un jugador con su experiencia, con sus tablas y su madurez, estaba extremadamente nervioso por conseguir el objetivo. Y a la vez, tenía la capacidad de que cuando llegó el día decisivo, de repente, toda esa presión, volvía la magia de saberla manejar. Mostraba su liderazgo brutal que igual en los días anteriores no había salido antes por la presión. Y juega el partido decisivo con gran presencia y eficacia.
¿Cómo explica la transformación de Willy con la selección? No parece el mismo de la temporada con el Barça...
El más indicado para explicarlo es Willy. Yo no puedo hacer una comparación, porque no lo tengo en el club y la selección. Obviamente, es una diferencia evidente. Por nuestra parte, nuestro esfuerzo y objetivo es poder aprovechar las cualidades de cada jugador adaptándolas a un marco de equipo. Porque no siempre se puede dar luz verde a todos los jugadores por igual ni minutos a todos. La bajada de volumen general de talento por suerte ha sido acompañada por una subida de la capacidad de aprovecharla. Realmente, si tenemos menos, hemos aprendido a sacar el máximo rendimiento.
Cuando las multitudes le aclaman, le chillan y le ruegan en los largos pasillos que en cada salida se forman en el protocolo de la estampa de firmas, cuando rodean el bus del UAE Emirates, cuando le persiguen incluso en los hoteles de paso perdidos por Francia, a Tadej Pogacar se le intuye abrumado. Como los tímidos enfermizos, no sabe muy bien cómo reaccionar ante el fenómeno fan. Un brazo arriba, una media sonrisa. Él sólo es una estrella del rock encima de la bicicleta. Ahí sí, la transformación, los gestos, el colmillo, la inclemencia. El show.
En Niza, bajo el sol del Mediterráneo, tan lejos del Arco del Triunfo parisino, el esloveno se hizo leyenda. Son tantas las comparaciones con los mitos del ciclismo, los récords devorados... El nombre más repetido es el de Marco Pantani, el último ganador del doblete Giro-Tour, hace 36 años. Sólo seis más lo lograron (Coppi, Anquetil, Merckx, Hinault, Roche e Indurain), pero lo más asombroso no es conseguirlo, es siquiera imaginar intentarlo en los tiempos del ciclismo moderno, donde ya no se avanza a base de riñones y coraje, donde todo lo marca la ciencia, los vatios, los esfuerzos y los descansos. Ahí, en los laboratorios, ha sido donde se ha fraguado lentamente la reconquista de Pogacar, una maquinaria que su director, Joxean Fernández Matxin, puso en marcha el mismo día después de que, por segundo año consecutivo, Jonas Vingegaard apartara a su pupilo del triunfo en la Grande Boucle.
«Un Tour lo perdí porque me equivoqué siguiendo los ataques de Roglic y Vingegaard [Galibier 2022], el otro porque lo corrí con la muñeca medio rota y una férula», contaba en la cima de Isola 2000 Tadej tras abrochar su tercer Tour e igualar a Thijs (1913, 1914, 1920), Bobet (1953 a 1955) y Greg LeMond (1986, 1989 y 1990). «Vuelvo a ser el viejo yo. Y todavía mejor». Pero, ¿cómo lo hizo?
Pogacar, celebrando su triunfo en la contrarreloj.LAURENT CIPRIANI / POOLEFE
Es lo que Matxin llama «el backstage, todo lo que está detrás». Y, en el caso del genio de Komenda, se basa en tres pilares: aerodinámica, nutrición y rehabilitación. Los tres, como ese Joseba Elguezabal (el masajista vizcaíno) que le asiste en cada meta, tras cada esfuerzo, con acento español.
Tras la segunda afrenta de Vingegaard, con un bajón como nunca antes se había visto en el Col de la Loze, el fin de temporada de Tadej no fue todo lo exitoso que acostumbra. Apenas pudo sumar a su palmarés Il Lombardia, el último monumento del año. Ya ese octubre, en el primer pre stage del equipo en Abu Dhabi, Matxin le planteó una ambiciosa hoja de ruta hacia la reconquista: Giro y Tour. «Todo está analizado. No podíamos acomodarnos. Teníamos que controlar dónde habían estados la pérdidas y minimizarlas. Y aumentar nuestras fortalezas. Y para eso había que sacrificarse», explica el director del UAE a EL MUNDO.
El Puig
Tras las vacaciones con su novia Urska Zigar, Pogacar se puso manos a la obra. En enero ya estaba trabajando en el velódromo valenciano de El Puig, Porque ahí, en la aerodinámica, estaba uno de los puntos débiles detectados. «El año pasado nos metieron 1:38 en la crono [Combloux), son cosas que escuecen pero que te hacen despertar». El hombre destinado a mejorar aerodinámicamente a Pogacar es David Herrero, ex ciclista del Euskaltel, ahora uno de los biomecánimos más prestigiosos del pelotón. Que no sólo estudió en el túnel del viento y los track test (pista) la posición de Tadej en la cabra de contrarreloj, fue más allá. «Se trataba de ser aerodinámicos, pero confortables en la posición. Pogacar antes iba mucho más recto, más flexible. Ahora va más acoplado en momentos donde antes era erecto. Todo apoyado por el Big Data. Si vas 20 segundos con una capacidad de flujo del aire que te penetre mucho más...», explica Matxin. «Estudiamos hasta la posición en el grupo y la composición y ubicación del equipo, cómo usamos el draft (ir a rueda), saber que tú en ese momento estás recuperando y posiblemente tu rival no, él gasta más y tú menos», añade.
Herrero, que fue pupilo de Matxin en el Saunier Duval, analiza hasta «el rozamiento del material de la bicicleta, del muslo con el sillín, de un buje, de la cadena... Cuanta menos fricción haya, más rendimiento». Todo eso no dejó de aplicarlo Pogacar. En cada calentamiento y cada enfriamiento del Giro, utilizaba la bici de contrarreloj. En el mes entero que pasó concentrado en los Alpes Marítimos antes del Tour, hubo días que recorrió los puertos acoplado. Jornadas en las que, antes de partir, completaba en el rodillo rodajes suaves a 40 grados, un entrenamiento térmico para mejorar una de sus flaquezas reconocidas, el esfuerzo bajo el calor.
Pogacar, con sus compañeros.Daniel ColeAP
La siguiente para de la mejora de Pogacar es la nutrición. Y ahí el hombre es Gorka Pérez, el nutricionista español del UAE, que ya contaba en EL MUNDO cómo medía «hasta los gramos de arroz del sushi» de sus ciclistas. «Valora el gasto calórico, el gasto en kilojulios de cada etapa para analizar proteína, carbohidratos, toda la alimentación a la perfección de cada uno. Con una App que ha desarrollado, sabe perfectamente todo lo que han gastado y todo lo que tienen que comer», dice Matxin. «El chef hace el menú customizado para cada corredor. Nadie pasa hambre. En muchos casos no se pueden ni acabar la dieta, pero están convencidos de que al detalle eso es lo que necesitan para recuperar, la gasolina que han gastado».
Otro de las grandes novedades en el entrenamiento de Pogacar fue la llegada en octubre del sevillano Javier Sola en sustitución de Íñigo San Millán (se incorporó al Athletic de Bilbao) como director del grupo de entrenadores. Matxin también destaca otra pata menos visible del entorno del campeón. Se trata de Víctor Moreno, especialista en rehabilitación de la Universidad Miguel Hernández de Elche. Con una gran peculiaridad que adelanta en «un 50% los plazos de la recuperación»: el profesor se desplaza directamente a los lugares de residencia de los ciclistas del UAE. «Esto no creo que exista en ningún deporte. Cuando alguien tiene una lesión o una caída, tener que desplazarte a un centro de rehabilitación o a un hospital, es duro psicológicamente. Víctor acude a la casa de los ciclistas para que en su ambiente, con su familia, se recuperen más rápido la lesión. El año pasado estuvo en Mónaco con la rotura de muñeca de Tadej», desvela Matxin.
Todo eso, las ganas de venganza y el talento innato de Pogacar. Un cóctel para la historia del ciclismo.