El récord de Pantani triturado por Pogacar en Plateau de Beille y el lamento de Vingegaard: “Si mantiene este nivel…”

Actualizado Domingo, 14 julio 2024 - 22:44

Cuando Mark Cavendish, bien arropado por cinco de sus compañeros del Astana, cruzó la línea de meta de Plateau de Beille, a casi 1.800 metros de altitud, habían transcurrido 51 minutos y 35 segundos desde que lo hiciera Tadej Pogacar. El británico no fue el último. Poco después entraba Fernando Gaviria y a 52:37, al mismo límite del fuera de control que no superó Bran Welten, acudía, completamente quebrado, el último sprinter, Arnaud Démare.

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Eran los restos del naufragio de una jornada para el recuerdo, de una ascensión memorable. El esloveno, al que su compañero Adam Yates había avisado de que esa subida, "es la más dura que ha hecho en su vida" (más de 15 kilómetros a casi el 8% de desnivel medio, después de los cuatro puertos anteriores), destrozó todos los registros. Aprovechando la rueda de Jonas Vingegaard primero, en solitario después. Paró el crono en 39:58, tres minutos y medio más rápido de cómo subió Marco Pantani en 1998 (43:28). En 2007, Alberto Contador lo hizo en 44:08.

Como Pantani y como Eddy Merckx, ganador Tadej de etapa en el Giro con la maglia rosa (cinco veces) y en el Tour con el maillot amarillo (dos), algo nunca visto en el siglo XXI.

Sus queridos Pirineos, como las montañas verdes de su Eslovenia natal. Es la 14ª victoria de etapa de Pogacar en el Tour (alcanzó a Marcel Kittel) y más de la mitad de ellas han llegado en estas cimas. Desde aquella iniciática en Laruns en 2020, por delante de Roglic, a las dos del fin de semana en el que dejó el Tour prácticamente visto para sentencia. "He ganado muchas etapas en los Pirineos. De algún modo, adoro estas montañas... ¡y es recíproco!", expresaba el líder, que afronta la etapa de descanso con una renta de 3:09 sobre Vingegaard.

El danés no pudo ser más valiente. Fue con todo, arriesgando quizá demasiado con los Alpes en el horizonte aún. "Si mantiene este nivel, no tengo nada que hacer. Está muy difícil el Tour", confesaba en la cima, ya con la mascarilla, obligatoria para todo el pelotón, puesta. "Sufrí bastante en su primer ataque, pero después noté que era él quien lo pasaba mal. Intentó descolgarme una última vez y vi que no tenía piernas para ello, así que decidí arrancar yo pese al riesgo de reventar. Por suerte, me salió bien", admitió Pogacar.

La jornada tuvo noticias positivas y negativas para los españoles. Al fin se vio a Enric Mas, presente en la escapada del día junto a sus compañeros Oier Lazkano y Javier Romo. El balear aguantó con los cinco elegidos, pero fue engullido por Pogacar y Vingegaard en Plateau de Beille. "He podido disfrutar. Conocía bastante la etapa, al ser cerca de donde residimos, y lo he pasado como un niño pequeño. Ha sido 'un mundo nuevo' para mí. Esta no es ni mucho menos la mejor versión de Enric Mas, y las sensaciones no son muy buenas, pero vamos a seguir intentándolo", admitió.

También se comprobó a un gran Mikel Landa, que entró cuarto en meta, a 3:54 de Pogacar. Aventajó en casi un minuto a Joao Almeida y más a Adam Yates y un Carlos Rodríguez al que arrebató el quinto puesto en la general. El del Ineos sufrió "muchísimo". "Me he cebado y lo he pagado", admitió.

Pogacar destroza el Tour en Plateau de Beille en una respuesta mortal al ataque de Vingegaard

Actualizado Domingo, 14 julio 2024 - 18:28

Fue la mirada atrás la sentencia, el golpe de gracia a un Tour que, salvo sorpresa mayúscula, quedó sentenciado en las rampas de Plateau de Beille, a una semana del final inédito en Niza y con los Alpes todavía por recorrer. Fue valiente Jonas Vingegaard porque no le quedaba más remedio y murió con las botas puestas, al ataque ante quien no admite comparación. Tadej Pogacar es, indudablemente, el más fuerte. Alzó los brazos por tercera vez y supo que la reconquista es un hecho. [Narración y clasificaciones]

Los rostros esconden el sufrimiento, aunque son tantas las batallas, que Tadej y Jonas desentrañan cada gesto del rival. No hay secretos ya para ellos. Incapaz de contener los arreones finales del esloveno, cada vez más lejos en la general, Vingegaard optó por cambiar de estrategia, por mostrar todas sus cartas. A riesgo de perderlo todo, como así fue después. Maduró la etapa con su equipo, asumiendo por primera vez la responsabilidad en los cuatro puertos precedentes al desenlace, de salida el Col de Peyresourde bajo el calor de los Pirineos que obligaba a los ciclistas a marchar ya en la meta de Loundeville con los característicos chalecos de hielo.

Y atacó salvajemente bien temprano el danés, a más de 10 kilómetros de la cima de Plateau de Beille, para propiciar el mano a mano, para comprobar si la alta montaña, los esfuerzos acumulados y el sopor eran su baza ante Pogacar. Para explorar todos los límites posibles. Pero no cedió su Némesis, que buscaba agua y alivio a su rueda, que afilaba su hacha mortal, que sabía que resistir era ya un triunfo pero quería más. No dudó el líder, también desde bien lejos, para protagonizar una auténtica desolación.

Miró atrás Vingegaard tras su postrero acelerón y ahí supo Tadej que era su momento. Restaban casi cinco kilómetros y medio y se lanzó el del UAE, imparable hasta la meta, voraz. Hundiendo psicológicamente a su contrario. La aventajó en 1:08, una distancia nunca antes vista y le deja a más de tres en la general. El resto fue una carnicería: Evenepoel a 2:51, Landa a 3:54, Almeida, Yates y Carlos Rodríguez todavía mucho más lejos.

Una etapa para el recuerdo. Porque es un duelo jamás visto antes en la historia del ciclismo. No hay precedentes de dos tipos con semejante amor propio, con tanta superioridad, con esa capacidad de encajar los golpes y prepararse para el siguiente asalto. Es un combate diario en el que todo influye. Las fuerzas propias, el coraje del equipo, el clima, la orografía y hasta el paso de los días.

Enric Mas, seguido de De Plus, durante la etapa en los Pirineos.

Enric Mas, seguido de De Plus, durante la etapa en los Pirineos.MARCO BERTORELLOAFP

Una jornada en la que apareción, al fin, Enric Mas, en un Tour que no le sonreía, que le vio fuera de la nobleza desde bien temprano, que alargo su mal fario con él. Ya sin opciones en esa general que hasta hace nada era su objetivo (siempre frustrado), eligió la etapa más dura hasta el momento para dar la cara, para colarse en la escapada del día y para ser parte del quinteto que aguantó hasta la ascensión final. En las faldas de Plateau de Beille (casi 16 kilómetros con una media del 7,9% de desnivel), llegó el balear junto a De Plus, Hindley, Carapaz y Jonannessen con una ventaja que superaba los dos minutos y medio.

Pero lo que venía por atrás era un huracán.

Un espectador “imbécil”, el “instinto” de Pogacar y la calma de Vingegaard: “No está perdido”

Actualizado Sábado, 13 julio 2024 - 23:49

La imagen del día fue la felicidad pletórica de Tadej Pogacar en la cumbre de Pla d'Adet, siempre su inseparable Joseba al quite con el primer auxilio en meta. Pero la alegría no era sólo por el triunfo, ni siquiera por la dentellada a Jonas Vingegaard en la general. Pogi lo había hecho a su manera y que no le vengan con lo de jugar a la defensiva. "Me cuesta contenerme", había avisado por la mañana en la salida de Pau. De las palabras a los hechos, de los planes al "instinto".

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Porque... "La idea era ganar la etapa esprintando en la parte final para rascar unos segundos de bonificación", admitió sin rubor cuando todos imaginaban que lo de Saint Lary Soulain había sido una oda a la estrategia del UAE. "Pero ganar así es mucho mejor. Este Tour debe estar siendo divertidísimo por televisión...", bromeaba quien tiró de improvisación, quien pensó con frialdad con las pulsaciones a mil.

Curiosamente, fue la ausencia de Juan Ayuso, retirado el día previo a causa del covid, lo que desencadenó los acontecimientos. Tras el asombroso trabajo del gigante Politt -"es increíble", alabó a uno de sus grandes fichajes, 'robado' al Bora, el esloveno-, a Tadej le faltaban piezas en la ascensión final. "Me sentía súper bien. Joao [Almeida] estaba tirando a tope ya a ocho kilómetros de meta. Vi la oportunidad de que Adam [Yates] atacara en busca de la victoria de etapa, liberándonos del deber de tirar del grupo. Viendo que ningún hombre de la general se movía, vi la ocasión de atacar yo mismo siguiendo mi instinto, enlazar con Adam y conseguir una buena ventaja para la general además de la victoria de etapa. Quiero insistir en mi agradecimiento a Adam por su trabajo", explicó al detalle Pogacar.

A Tadej le mueve la pasión, las ganas de exprimir su potencia, la diversión de ganar. No piensa en lo que viene después, en la etapa del domingo, cinco puertos y casi 5.000 metros de desnivel acumulado hasta Plateau de Beille. Ni tampoco en los Alpes de la próxima semana, allí donde perdió sus dos últimos Tour. Ni en el cansancio que pudiera aparecer tras su alarde en el Giro. Ni siquiera piensa en la revancha contra su Némesis, un Vingegaard que lució amenazante en el Macizo Central, como si ya no hubiera rastro de esa brutal caída en la Itzulia hace tres meses que le tuvo hospitalizado y trastocó todos sus planes. "Esto no es una venganza. El ciclismo no es una guerra, es el juego al que jugamos. A veces pierdes y a veces ganas...", despejaba.

En la misma línea se explicó Yates, tan sorprendido como el que más por los acontecimientos de otra jornada para el recuerdo. "Fue un poco de improvisación. Estaba listo para seguir el ritmo con normalidad y él me dijo que atacara. '¿De qué estás hablando?' Así que ataqué y miré hacia atrás un par de veces para ver dónde estaba", dijo el británico a Eurosport.

Pero, pasada la euforia, los asombrosos datos de Pogacar en la subida (mucho más rápida que la de Armstrong años atrás) queda lo que viene. Y, pese a los casi dos minutos de ventaja, todavía nadie da por sentenciado el Tour. Ni el propio Vingegaard. "Perder tiempo nunca es positivo, pero tuve una buena actuación", reflexionó el del Visma. "En los momentos en los que la pendiente era más dura, recortaba, pero en los tramos más llanos le favorecían a él. La diferencia es importante, pero no está perdido. Creo que estaba más decepcionado en la etapa del Galibier", puntualizó.

Una sensación que corroboró Mikel Landa, recordando los precedentes. "Hay que ser cautos. El pasado año Vingegaard sacó siete minutos a Pogacar en dos días. Vemos que ambos están un paso por encima que Remco en la montaña, así que intentaremos defender el podio y luchar por alguna etapa", dijo a los medios españoles en meta. Su labor al lado de Evenepoel está resultado asombrosa para quien copó todos los titulares. El belga, en su primer Tour, sigue en la lucha por el podio. "El cuarto está a cuatro minutos de mí, lo cual es una buena renta. En cuanto a Tadej y Jonas, tienen más experiencia y más potencia que yo. Voy a seguir luchando por el podio. Con Jonas, nunca se sabe; él no está muy lejos de mí y ha debido darse cuenta de que Tadej está fortísimo. Puede ser que empiece a correr a la defensiva y eso me permita aspirar a más", razonó el del Soudal.

Una jornada que tuvo su lado negativo. En los últimos kilómetros, un espectador se dedicó a jugar con la integridad de los favoritos. Primero con Pogacar (le molestó con una bolsa de patatas), después con Vingegaard, llegando a tocarles el rostro en pleno esfuerzo. La cuenta oficial del Tour en X fue contundente -"en un mundo en el que puedes ser lo que quieras, eliges ser imbécil"-. También el presidente de la Asociación de Corredores, Adam Hansen, que declaró que la organización se personará en la justicia contra este espectador.

Entre la estrategia y la valentía, otro mordisco de Pogacar al Tour: vence en Pla d’Adet y deja a Vingegaard a casi dos minutos

Actualizado Sábado, 13 julio 2024 - 17:51

El aperitivo fueron fuegos artificiales. La primera etapa pirenaica fue la rabia de Tadej Pogacar, tan determinado a reconquistar el cielo del Tour, a saldar tantas deudas pendientes con Jonas Vingegaard. Si en el Macizo Central pareció que las tornas cambiaban, camino de Pla d'Adet, donde hace 50 años Poulidor inauguró esta ascensión por delante del español López Carril, el esloveno despejó dudas y siguió cabalgando como él solo sabe, ambicioso, valiente, táctico también esta vez, para dar otro mordisco a este Tour que, sin embargo, todavía guarda sus platos fuertes. [Narración y clasificaciones]

Fue el triunfo número 13 en la Grande Boucle para este genio de 25 años, el 79 de una carrera que ya es leyenda. Fueron 39 segundos de ventaja en la cima (más los seis de bonificación) sobre Vingegaard, los que le disparan ya en la general con casi dos minutos de renta (1:57). Pero, sobre todo, fueron las sensaciones, la fortaleza del líder y de su equipo, que no echó de menos a Juan Ayuso, que tomó la responsabilidad y sorprendió con el ataque de Adam Yates como preludio de la sinfonía de Tadej.

La temperatura de la etapa fue en aumento como la del día, nuboso y fresco en el amanecer, el sol reinante ya a primera hora de la tarde, cuando se empezaron a amontonar los puertos pirenaicos, tres el sábado que serán hasta ocho en un fin de semana para despejar incógnitas. Y el primero de todos nada menos que el Tourmalet, donde se cumplían 70 años de la primera vez que Bahamontes lo coronó en cabeza, donde Oier Lazkano le rindió homenaje. El vitoriano inagotable, siempre bravo en este Tour que le da la bienvenida a su correr en agonía, a sus piernas de pura potencia; pasó en cabeza por el coloso, otro español poniendo su nombre ahí.

Pero la escapada, cada vez más exigua a medida que avanzaba la jornada (el debutante García Pierna fue integrante al comienzo), tenía las horas contadas. "No soy yo el que tiene que ir a la ofensiva", había avisado Pogacar, en ese juego de intenciones, de esconder o mostrar, de mentiras y verdades. Pero fue el UAE Emirates el que agarró por la pechera la carrera, especialmente en la ascensión a Hourquette d'Ancizan, cuando Politt dio paso a Marc Soler y todos se pusieron en fila (fueron cayendo Hindley, Enric Mas, Haig...), aunque el director del Visma Lease a Bike, el siempre socarrón Grischa Niermann, también se refugiara en la ironía en sus conversaciones (públicas) por radio: "UAE rueda a un ritmo decente, es bueno para nosotros, es bueno para Jonas".

Esta vez Josean Fernández Matxin barajó bien sus cartas. La estrategia llevada a la perfección. Como el ritmo de Sivakov no parecía lo suficientemente exigente camino a Saint Lary Soulan, pronto mandó a su pretoriano Almeida, que subió la marcha. Y Tadej le susurró a Adam Yates el momento del zarpazo, de mandarle por delante para que Jorgenson, el único compañero de Vingegaard, pronto se quemara.

Oier Lazkano y Magnus Cort, en el ascenso del Tourmalet.

Oier Lazkano y Magnus Cort, en el ascenso del Tourmalet.GUILLAUME HORCAJUELOEFE

Fue a falta de 4,6 kilómetros cuando el líder soltó su furia, un ataque de esos que nadie puede seguir. Encontró pronto a Yates como aliado, un relevo vital, segundos de oxígeno y a seguir hasta la cima. Se acercó Jonas, pero no cerró el hueco. Y la distancia se hizo importante, más segundos a sumar a una desventaja que ya es preocupante para él. Poco después llegó Remco Evenepoel y no muy lejos un Carlos Rodríguez que parece recuperado, listo para luchar por el podio hasta Niza.

Pogacar y Vingegaard, un fin de semana en los Pirineos para salir de dudas: “Son subidas que me gustan”

Actualizado Viernes, 12 julio 2024 - 23:06

Camino de Le Lioran, en pleno Macizo Central, cuando Tadej Pogacar atacó en los últimos metros del Pas de Peyrol, el Tour temió. Más aún cuando en el descenso su distancia con Jonas Vingegaard, que no había podido agarrar la rueda del salvaje arreón anterior, se empezó a disparar rozando los 40 segundos. Restaban dos cotas y 30 kilómetros y no hay en el pelotón mundial nadie como el esloveno en los 'solos', esas cabalgadas sin compañía hasta la meta. Lo que hubiera podido parecer una sentencia a falta de la mitad de la carrera, unos minutos después devino en todo lo contrario: la Grande Boucle, que este sábado inaugura los Pirineos, late más viva que nunca dispuesta a otro combate épico entre los dos tipos que la han copado en el último lustro.

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La resurrección de Vingegaard -corroborada el viernes, al frente él mismo del agresivo Visma Lease a Bike en los abanicos de la etapa con final en Pau, la octava más rápida en la historia del Tour (48,8 kilómetros por hora)- y los cinco centímetros que le dieron el triunfo en el mano a mano final, fueron un golpe psicológico, «un antes y un después» en palabras del emocionado danés, que se reconoció a sí mismo tres meses después de la espeluznante caída en la Itzulia en la que «podría haber muerto». Una confirmación, incluso antes de lo previsto. «Está en la mejor forma de su vida», en palabras de un Pogacar (luego Jonas renegó: «Es imposible que lo esté con un mes y medio de entrenamiento») asombrado cuando el danés le atrapó en la subida al Col de Petrus -miró insistentemente hacia atrás-, ya sin Roglic.

Serán los Pirineos primero y los Alpes después, sin mucha solución de continuidad (apenas el día de descanso del lunes y la aproximación del martes con final en Nîmes), los que resuelvan la batalla eterna, los que desnivelen también la balanza entre dos ciclistas para la historia, que presumen de dos Tour cada uno. Esta vez con un asterisco en medio aún, un fouri classe como Remco Evenepoel al que se le presupone flaqueza en las grandes cumbres... «La carrera está en manos de Visma y UAE. Por mi parte, si las piernas funcionan trataré de recuperar tiempo. Pero el plan es seguir a los demás y mantenerme concentrado y paciente», avisaba ayer. Y ya sin el desafortunado Roglic, otro que prometía giros de guion, gafado un año más: abandonó (como en 2021 y 2022) tras sufrir dos caídas consecutivas en los días previos.

UAE

Tras la victoria de Philipsen en Pau, el Tour visita el siempre mítico Tourmalet, primer puerto de una jornada eléctrica con final en Saint Lary Soulan, con el desenlace por primera vez en medio siglo en Pla D'Adet, donde ganó Poulidor. Dos puertos Hors Categorie -más Hourquette d'Ancizan, de segunda- antes del plato fuerte de los Pirineos. Una jornada que recuerda a la del año pasado con final en Cauterets, ganada por Pogacar en la primera semana todavía. El domingo, casi 200 kilómetros con 4.800 de desnivel acumulado. Cinco puertos, cuatro de Primera y el final en Plateau de Beille. Si no es la etapa reina...

«Me gustan las etapas de los Pirineos. Antes del Tour no había revisado qué puertos concretos íbamos a hacer, pero ahora sí lo he mirado y la verdad es que son subidas que conozco y me gustan. La manera en que hemos competido los últimos tres días va a afectar al desarrollo de las próximas dos etapas, porque han sido jornadas durísimas. En todo caso, lo que importa es que nos encontramos en un gran estado de forma», admitía un Pogacar que sufrió la contrariedad de la pérdida de Juan Ayuso (se bajó de la bicicleta al poco de comenzar, afectado por el Covid y es duda para la contrarreloj de los Juegos en la que iba a ser el único representante español) y ante el que se abren todo tipo de incógnitas ahora.

Porque, con 1:14 de ventaja sobre Vingegaard en la general, gran parte obtenida en las bonificaciones, la duda es si seguirá al ataque, seleccionando la carrera como ha hecho hasta ahora con sus pretorianos del UAE y atacando de lejos, o pasará a la expectativa, a intentar morder segundos en esos finales explosivos en alto en los que es único. Sobre eso mismo se pronunció en Pau, aunque de las palabras a los hechos... "Creo que ahora podemos calmarnos un poco, tenemos una buena renta en la general y yo me siento bien físicamente. Llegamos al final de la segunda semana y mi condición es buena, el objetivo es mantener esta ventaja. No soy yo el que tiene que ir a la ofensiva", despejó el líder.

Y otro tanto de incógnitas su rival, cada vez más pleno con el paso de los días. ¿Está ya listo Jonas para doblegar en las montañas a Tadej, como en años anteriores? ¿Aguardará a los Alpes, donde ganó sus dos Tours? Porque, además de las consecuencias de sus lesiones tras el accidente en el País Vasco, la gran diferencia se encuentra en la compañía. Esta vez Vingegaard no cuenta a priori con compañeros tan potentes en las subidas como Sepp Kuss o el propio Roglic, ángeles de la guarda de los últimos tiempos.

Philipsen vuelve a vencer antes de los Pirineos y el Tour se queda sin Roglic ni Ayuso

Actualizado Viernes, 12 julio 2024 - 17:35

No perdona el Tour, ni flaquezas ni despistes ni accidentes. En vísperas de sus platos fuertes, primero los Pirineos y después los Alpes, una jornada sólo en teoría de calma hasta Pau dejó los titulares en forma de despedidas. De un plumazo, la Grande Boucle se queda sin dos de los que estaban llamados a animarla, a ser elementos de atrezzo entre el mano a mano inevitable de Pogacar y Vingegaard, el veterano Primoz Roglic, el novel Juan Ayuso.

Ganó al sprint Jasper Philipsen (segunda etapa en su cuenta, otra batalla a dos contra Girmay por el trono al velocista), en un día que amaneció ventoso y eléctrico. Y siguió juguetón hasta el mismísimo desenlace, con una espeluznante caída a 600 metros. De salida, el Visma Lease a Bike, como si hubiera recuperado toda su confianza después de un año plagado de infortunios, como si la victoria de Jonas Vingegaard en Lioran les hubiera transportado un año atrás, cuando nadie les tosía en el Tour, animó el pelotón en mitad de los abanicos, un ataque en formación, con el propio Vingegaard al comando, al que apenas pudieron unirse, bien atentos, Tadej Pogacar y Remco Evenepoel.

Luego llegó algo de calma y la lógica, con la numerosísima escapada del día echada abajo -no favoreció la extraña presencia de Adam Yates-, y la mente puesta en las montañas que amenazan en el horizonte. Aunque los equipos de los sprinters no las tuvieron todas consigo hasta el final, primero Carapaz y el imparable Abrahamsen y después otro puñado de ataques más. Philipsen, ganador de cuatro etapas en la pasada edición, sumó ya su segunda por delante de Van Aert.

Pero las noticias se habían producido antes. La confirmación de la fatalidad, de los virus que asolan al pelotón, especialmente al Bahrein y al Cofidis. Fue Jesús Herrada el tercer corredor de la formación francesa que abandonó, otro español fuera del Tour, como Ion Izagirre y Pello Bilbao en los días previos. Poco después lo hizo Ayuso, que intentó completar la etapa, pero que pronto mostró debilidad, incapaz si quiera de seguir al pelotón en el desperezar de la etapa. Su equipo, el UAE, confirmó su retirada por Covid.

Roglic, magullado tras su caída en Villeneuve.

Roglic, magullado tras su caída en Villeneuve.AFP

Amargo debut para el de Jávea, tan ambicioso siempre. Su primer Tour quedará marcado por el abandono antes de enfrentarse a los colosos de los Pirineos y los Alpes, pero también por la polémica de su engranaje en el Dream Team del UAE al servicio de Pogacar. Por los gestos "innecesarios" de su compañero Almeida en la ascensión al Galibier, cuando el español parecía reticente a entrar en la rueda de relevos del UAE. A Ayuso le quedan cuentas pendientes con el Tour.

Esas que Roglic parece incapaz de saldar, siempre perseguido por su mal fario. Dos caídas consecutivas han acabado, otra vez, con las opciones del esloveno. Es la tercera vez tras 2021 y 2022 que tiene que decir adiós antes de tiempo a ese Tour que nunca ha logrado vencer. Y no fue sin polémica por la mala señalización de un bordillo camino de Villeneueve sur Lot, arrasado por la caída de Lutsenko y tan magullado que apenas pudo llegar a la meta, casi dos minutos y medio después que el vencedor Girmay. "Esta caída es 100% culpa de la organización. El pelotón no puede pasar por una carretera así. Es muy irresponsable", criticó duramente su ex director en el Visma Merijn Zeeman declaraciones al medio neerlandés NU.

España no se baja de la élite: derrota a Bahamas en una noche mágica y disputará los Juegos

Actualizado Domingo, 7 julio 2024 - 22:45

No recuerdan las nuevas generaciones aquellos otros tiempos, cuando una medalla era una rareza, cuando los cuartos también eran maldición entre canastas y cuando tantos miraban a España por encima del hombro. No hay memoria de la mediocridad porque ya hace mucho de aquello. Llegaron nuestros superhéroes para hacernos sentir pletóricos, para acumular proezas y dominar el mundo. Para 'estar' siempre. La nueva realidad de la selección pelea contra su destino y, por ahora, casi siempre gana. En Lille, con las 12 mejores selecciones del planeta, allá estará España, fiel a una cita olímpica, desde Sidney 2000 sin falta. Lo logró tras un Preolímpico que resultó todo un ejercicio de competitividad, la memoria ganadora en los genes de los que aprendieron de Gasol y compañía. Si el sábado desplumó a Finlandia en la pura agonía, en la final contra Bahamas resultó el mejor trampolín posible hacia París. [Narración y estadísticas: 86-78]

Dicen adiós las leyendas y ya no va quedando casi nadie de aquellos. Sobrevive Rudy, un capitán que pide a sus jóvenes compañeros que no lo hagan por él, que vayan a unos Juegos por ellos mismos. Serán sus sextos. Y los cuartos para Llull. Líderes con el ejemplo, los que pasan el testigo aunque todos sepan que la edad dorada nunca podrá ser igual. Pero el mago Scariolo no baja el pistón de la exigencia. Lo que antes eran alardes ahora son duelos muchas veces desde la inferioridad, resueltos por una mezcla de destreza y de amor propio. Así fue en una Fonteta rendida a su España, enamorada del talento de Lorenzo Brown, que logra hacer de Willy Hernangómez ese pívot que tantos imaginaron, de la clase de Aldama, de la fiereza de Alberto Díaz, López-Arostegui o Garuba... Todos fundamentales ante la amenaza caribeña, un rival derrotado de principio a fin.

Rudy, ante Bahamas.

Rudy, ante Bahamas.ALBERTO NEVADO / FEB

Era Bahamas una trampa total, tipos con tanto peligro como poca tradición que defender. Viven sus NBA la experiencia como un regalo y así lograron finiquitar a Argentina en casa el pasado verano. Y quedarse a un milímetro de disputar unos Juegos. Esta vez, en una Fonteta magnífica, España no les dio opción de desatar sus armas.

Desde el amanecer el encuentro tuvo la electricidad de las finales. Cada microacción era un desafío. Un juego de contrapesos con una igualdad insoportable. Willy, alargando el idilio ofensivo de la noche anterior contra Finlandia, era el hombre buscado por España en la pintura. Buddy Hield pronto mostró la soltura de sus lanzamientos, que contrastaban con el agarrotado Lorenzo. Se luchaba punto a punto.

Fue en el segundo round cuando las inercias se impusieron, con la selección más segura de sí misma. Principalmente por la influencia en el juego de Garuba, un muro en defensa. España se levantó de un triple de Eric Gordon con un 7-0 y poco después el ex madridista puso un tapón colosal al saltarín Edgecombe, un jovencísimo proyecto de estrella. Ese esfuerzo era el ejemplo a seguir. Usman contagió a todos. Entonces devolvió Scariolo a la primera unidad y Lorenzo paró el reloj con tres triples consecutivos que, junto a uno más de Llull, encendieron Valencia como un ninot (42-31).

Lorenzo Brown, ante Bahamas.

Lorenzo Brown, ante Bahamas.Kai ForsterlingEFE

El gran problema de la selección había sido el rebote ofensivo (hasta 11 segundas jugadas al descanso concedió desesperadamente), una sangría. Cuando lograban controlarlo, todo se ponía cuesta abajo. Había sido una gran primera mitad.

Y la vuelta de vestuarios prolongó las buenas vibraciones. López-Arostegui desquiciaba a Hield y el metrónomo Brown tomaba las riendas. Y los nervios caribeños empezaban a aparecer en la pista, elevando a la desesperada su listón físico. Pero la concentración española parecía a prueba de bombas, la confianza elevándose a la vez que la ventaja. Apareció la segunda unidad con nuevos bríos, con ese Garuba capitán de la energía, batallando con DeAndre Ayton, y con la osadía y los puntos de Brizuela que pusieron la máxima (61-47).

Pero todavía tenía que remar España ante un rival sin red, consciente de que se le escapaba una oportunidad histórica, sus primeros Juegos. Y el retorno de los titulares fue la puntilla de los caribeños. Porque España había hecho presa, coral y efectiva, siguiendo a pies juntillas ese plan de Scariolo que pocas veces falla. Si se arrimaba Bahamas, el triple de Aldama. El balón a Lorenzo, los tiros libres de Rudy... "¡Sí, sí, sí, nos vamos a París!".

El último obstáculo de España para estar en los Juegos es un país caribeño de 400.000 habitantes con tres “superestrellas” NBA: “Uno por uno, ninguna opción de ganar”

Actualizado Domingo, 7 julio 2024 - 00:32

No pudo alcanzar más grado de sufrimiento la noche en la Fonteta ante Finlandia, pero a España todavía le separa de los Juegos de París el más difícil todavía. Una final este domingo (20:30 h., Teledeporte) contra una selección caribeña con cero tradición, un país de 400.000 habitantes cuyo deporte nacional es el críquet y que jamás estuvo ni en una cita olímpica ni en un Mundial. Leído así (y comprobando cómo en otros Preolímpicos ya se ha quedado fuera la Eslovenia de Doncic, por ejemplo) podría sonar bien. Y, sin embargo, la realidad esconde una trampa. Bahamas, objetivamente, es toda una amenaza.

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Una selección que no sólo se ha paseado estos días en la Fuente de San Luis (ayer eliminó a Líbano sin demasiado esfuerzo, 89-72); más bien, ha asustado. Porque los de Chris DeMarco (asistente de Steve Kerr en los Warriors) cuentan con tres jugadores NBA y no tres cualquiera. Ni DeAndre Ayton, ni Buddy Hield ni Eric Gordon han sido nunca All Star, pero pertenecen a la nobleza de la Liga. "Tres superestrellas. A nivel individual ni llegamos a esas cotas. Además tienen otro par de jugadores con futuro de estrellas. Y un buen grupo de complemento. Uno por uno, tenemos todas las de perder, ninguna opción de ganar", advertía Scariolo.

El primero de sus puntales, Ayton, fue número uno del draft de 2018, gana 34 millones de dólares en los Blazers y, aunque se le intuía una progresión de estrella, no deja de seguir siendo uno de los pívots más prometedores de la NBA: gran reto para el entonado Willy Hernangómez. Hield, nacido en Freeport, pasa por ser uno de los tiradores más eficaces de la Liga y por eso acaba de ser fichado por los Warriors. Como tantos otros bahameños y como varios de sus hermanos, de pequeño practicaba atletismo, pero pronto comprobó que lo suyo era el baloncesto. Se convirtió en uno de los mejores jugadores jóvenes de EEUU, número seis del draft de 2016, aunque algunas lesiones y ciertos traspasos poco oportunos no le han hecho triunfar como se hubiera intuido. Aún así, ganó el concurso de triples de 2020 y su sueldo asciende a casi 20 millones.

El veterano del trío de amenazas es Eric Gordon, un 'combo' que en sus casi 900 partidos en la NBA promedia 15.7 puntos -llegó a ser mejor sexto hombre de la liga en 2017- y que ya sabe lo que es ganar un Mundial de baloncesto. Lo hizo con el USA Team hace 14 años en Turquía. Pero el año pasado la FIBA le permitió jugar con el país natal de su madre Denise. "Estoy muy contento por poder jugar para esta selección. Son grandes personas y en el lado del baloncesto es un orgullo jugar para este país y disputar un preolímpico. He estado conviviendo con ellos. Hay un gran ambiente en el equipo y tener la oportunidad de representar a este país en unos Juegos es un gran honor. Tengo un compromiso enorme y está siendo muy divertido todo el proceso", contaba estos días en Valencia. Él fue el héroe de la única gesta de Bahamas en el baloncesto. Y no fue cualquier cosa.

Buddy Hield, en la Fonteta.

Buddy Hield, en la Fonteta.JOSE JORDANAFP

El verano pasado, en el Preclasificatorio de Santiago del Estero, los caribeños derrotaron a la argentina de Campazzo, Deck y compañía por dos veces. La primera la sorprendieron en la fase inicial y después la remataron en la final con tres triples en el desenlace de Gordon. Fue el primer aviso al mundo de una selección cuya maquinaria administrativa se ha puesto en marcha para encontrar más piezas. DeMarco maneja una base de datos que rastrea jugadores que puedan ayudar en las ventajas clasificatorias. Y, por supuesto, de NBA nacidos en Bahamas o con alguna conexión familiar. Kai Jones es uno de ellos y los hermanos Mobley y Naz Reid son otros tres. El quinto ya estuvo entrenando con Bahamas antes del Preolímpico, pero aún no tiene permiso FIBA. Se trata nada menos que Klay Thompson (hijo del bahameños Mychal Thompson), que, como Gordon, ya ganó un Mundial, el de España (y un oro olímpico), con el USA Team.

Además del trío, completan la plantilla bahameña en la Fonteta varias promesas que juegan en la NCAA. Aunque ninguna sensación como la de VJ Edgecombe. Un escolta de 18 años que debutará en la Liga Universitaria con Baylor y que las predicciones sitúan entre los cinco primeros del draft de 2025.

Scariolo miraba a su lado a López-Aróstegui en la sala de prensa y le avisaba del trabajo defensivo que tienen por delante. "Ellos tienen jugadores de quinteto NBA, acostumbrados a meter 20 puntos en la NBA, jugadores de otra dimensión a nivel individual. Son muy capaces. Tenemos que estar muy preparados para intentar limitar estas actuaciones de sus estrellas intentando tampoco desangrarnos con otros jugadores que tienen y ofensivamente ser capaces de jugar contra un equipo muy atlético que mete manos, presiona, tapona... Tienen una calidad atlética muy alta. Tenemos una tarea muy difícil. Pero este siempre da la cara", concluyó el seleccionador.

Willy Hernangómez se viste de héroe para rescatar a España en la agonía de Finlandia

Actualizado Sábado, 6 julio 2024 - 23:01

Son lecciones a fuego. La competitividad heredada, la mentalidad ganadora cuando ya el talento no acompaña a borbotones como antaño. Necesitó España de un desenlace de esos sólo aptos para valientes para acabar con la oposición de Finlandia y seguir con vida en este Preolímpico que es una auténtica trampa. Fue Willy Hernangómez el héroe, una noche para el recuerdo la suya, otra vez con esta selección que siempre saca lo mejor de él, completamente desequilibrante siempre pero sobre todo en la recta de meta de puro infarto. Tras el sofocón, este domingo aguarda en la final la Bahamas de los NBA con un sólo billete para París en juego en la Fonteta. [74-81: Narración y estadísticas]

Aunque pudiera parecer lo contrario, a España le iba la vida en el envite. Era la final antes de la final, por mucho que al rival le faltara Lauri Markannen y no posean los susijongi más estrellas que su colectivo, su descaro y el entusiasmo de los 2.000 aficionados presentes en Valencia. Con eso les bastó para desplumar a Polonia sin ser favorita el miércoles. Un aviso. Como su puesta en escena, sin arrugarse, adaptándose sin complejos al criterio arbitral, que era sorprendentemente benévolo con cualquier tipo de contacto. Como su segunda parte feroz que inundó de angustia la noche.

Desde el comienzo todo fue incómodo para la selección (que no contó con Juancho, pese a que realizó el calentamiento), a le que costó desperezarse cuando comprobó que ninguna canasta iba a resultar sencilla, que la cosa sólo iba a ser posible desde el celo defensivo y la intensidad. Una antideportiva a Rudy provocó un parcial de 9-0 para los de Lassi Tuovi, que se vinieron arriba peligrosamente.

Fue Brizuela el primero que tocó a rebato, el que espabiló ofensivamente a España. Y pronto le tomó el testigo Lorenzo Brown. Consciente de lo que representa en este equipo, de que pocos son tan capaces como él de generar puntos, de que es esencial. El nuevo base del Panathinaikos enhebró 11 puntos hasta el descanso, dando oxígeno al resto, que se dejaba la vida en la otra canasta, labor silencionsa de Gabuba o López-Aróstegui. Finlandia sólo anotó 10 puntos en el segundo parcial y seis fueron dos triples algo desesperados de Maxhuni. Y los de Scariolo, que apenas cometían faltas, se iban a sentir por primera y única vez superiores.

Willy celebra una de sus canastas a Finlandia.

Willy celebra una de sus canastas a Finlandia.ALBERTO NEVADO / FEB

El retorno de vestuarios trajo de vuelta la principal seña de identidad finlandesa, los triples compulsivos como arma mortal. Encadenaron tres y España respondía con los puntos en la pintura de Willy (ocho seguidos, 12 en el cuarto), siempre bien servidos por Lorenzo. Pero no hincaba la rodilla Finlandia, otra vez on fire con un triple de Madsen y un mate a la contra del jovencísimo Muurinen, una de las sensaciones del torneo. Hasta el punto de dar la vuelta a absolutamente todo, el marcador (59-56 tras un 12-0) y las sensaciones de la batalla. Había provocado un cortocircuito en España y un ataque de nervios en la Fonteta.

De nuevo la defensa. Insoportable encajar 29 puntos como en el tercer parcial. Y la personalidad. La zona finlandesa se había convertido en un rompecabezas y no había más alarmas por desatar. Lo inesperado fueron dos triples de Alberto Díaz, al rescate de nuevo el del Unicaja, con el corazón y el pecho siempre por delante. Se mantuvo España en ese alambre hasta el regreso de la primera unidad, pero todo era ya una absoluta agonía, triple por triple, dos púgiles completamente desatados.

En el mismo abismo, apareció el temple de Willy Hernangómez. Siempre tan señalado defensivamente, al madrileño no le tembló el pulso en la resolución. Una canasta y dos tiros libres después de una temporada en el Barça en la que hizo aguas desde el 4,70. Todo eso mientras los osados finlandeses no acertaban esta vez con sus lanzamientos como flechas. Fue un cara o cruz de dos minutos en los que se impuso la calidad, la experiencia y hasta el empuje del ambientazo en la Fonteta. Todo eso (y mucho más), hará falta este domingo ante Bahamas para no faltar a la cita olímpica dentro de unos días en París.