Pocagar, el Tour de la madurez: invierno de gimnasio y clásicas, sentencia en los Pirineos y "cómo mantener el entusiasmo"

Pocagar, el Tour de la madurez: invierno de gimnasio y clásicas, sentencia en los Pirineos y “cómo mantener el entusiasmo”

El cuarto Tour no fue el más asombroso. Será recordado como el de la madurez, quizá como el Tour en el que Tadej Pogacar que tocó techo, en rendimiento pero también en ilusión. Nadie con 26 años había conquistado cuatro veces la Grande Boucle, a ninguno de los que alguna vez lo hicieron (Anquetil, Merckx, Hinault, Indurain y Froome) se le comprobó tampoco tan sorprendentemente hastiado. El nuevo Pogacar no ataca para ganar las tres últimas etapas seguidas, como en 2024. El nuevo Pogacar se conforma con vigilar de cerca a su inseparable Jonas Vingegaard. También con superar con una veteranía impropia las adversidades: ni le inmutó la pérdida temprana de su mejor gregario (Joao Almeida) ni los impactos de su propia caída en Toulouse.

El esloveno fraguó el éxito con el que iguala a Froome en algunos momentos tan estudiados como prematuros. La primera semana del Tour 2025 pareció hecha a su medida, una sucesión de esas clásicas que cada vez le motivan más. En el periplo por el Norte de Francia, Pogacar se dedicó a divertirse, a vencer (Rouen, Muro de Bretaña), a ponerse a prueba con el único ciclista que es superior a él en algo (Van der Poel) y en golpear mentalmente a Vingegaard: en los Pirineos se plantó con más de un minuto de ventaja, labrado fundamentalmente en la contrarreloj de Caen.

A continuación, el golpe maestro llegó en Hautacam. El único día malo del líder del Visma lo aprovechó Pogacar para lo que tan prematuramente era una sentencia del Tour, corroborada al día siguiente en la cronoescalada de Peyragudes. Sorprendentemente ahí, con cuatro victorias parciales y una superioridad demoledora, apareció el Pogacar nunca visto. El joven hambriento e indomable dejó paso al 'veterano' con calculadora. De ahí a París se dedicó a marcar a un Vingegaard al que ya sólo iba a rematar con sus acelerones sin piedad en los últimos metros. El Pogacar más inapetente dejó pasar tres lugares icónicos en los que levantar los brazos: Mont Ventoux, La Loze y La Plagne. Esa última jornada alpina, el pasado viernes, confesó que iba «contando los kilómetros» para acabar. Lo nunca visto.

«ha mantenido su nivel»

El invierno de Pogacar no fue esta vez de reinvención, como el anterior, en el que cada mañana se levantaba en la afrenta del Tour 2023, el segundo perdido consecutivamente ante Vingegaard. Entonces trabajó cada detalle de su posición aerodinámica (ya jamás volvió a perder con el danés una crono), su resistencia en las jornadas maratonianas de montaña... Entonces cambió de entrenador, de Íñigo San Millán (ahora en el Athletic) a Javier Sola. «Hicimos muchos cambios y la diferencia es evidente hoy. Tadej simplemente ha mantenido su nivel», admitía estos días en L'Équipe Jeroen Swart, el director de rendimiento del UAE desde 2019. «No ha habido ninguna novedad en concreto. Hemos insistido en la posición, en la aerodinámica, el skin suit (ropa de competición), el casco, la posición del cuello, la entrada y salida de curva... El convencimiento de que lo has hecho todo perfecto, para no tener remordimientos», desvela Joxean Fernández Matxin en EL MUNDO.

Pogacar, ganador en Hautacam.

Pogacar, ganador en Hautacam.ASO

La revolución fue el calendario. Y no es baladí. En vez del Giro, como en 2024, y desafiando toda lógica y consejo, Pogacar se aventuró en lo impensable, afrontar las clásicas europeas de primavera, terreno hostil. «Ahí no está en su habitad natural. Pero es una forma de motivación. Realmente es un campo que en el que un ganador de Tour nunca tuvo espacio. No veo a Vingegaard disputando una Roubaix. Le hizo cambiar el chip. Ya es un ganador de dos Flandes. Y la primera Roubaix queda segundo. Es el espíritu de no ser un prototipo de ciclista. Strade Bianche, San Remo... Eso a él le motiva», detalla Matxin.

Para esas clásicas de un día Pogacar varió su entrenamiento también. Trabajó más en el gimnasio, ganó masa muscular para adquirir mayor explosividad, aunque no perdió peso. De hecho, la versión 2025 del esloveno es la más estilizada que se recuerda, producto del «paso del tiempo». «Eso es un proceso natural. Cuando le conocí de amateur no me parecía ni ciclista. Ahora tiene músculo, definición... Hasta se le intuyen venas en sus piernas. Trabaja mucho con Víctor Moreno, especialista en rehabilitación», cuenta Matxin. «Comenzó sus sesiones de montaña más tarde en la temporada, lo cual siempre es un riesgo, ya que pasar del entrenamiento clásico al entrenamiento en altura requiere un período de asimilación. Esto podría haber tenido un efecto negativo en el Tour, pero nos alegra ver que no ha sido así», puntualizaba Swart.

Pero es como si toda esa ilusión de combatir con Van der Poel y los especialistas le hubiera abandonado donde se siente tan superior, el Tour. «A veces me pregunto qué hago aquí después de tres semanas. Luego, sientes cómo la gente te grita en la carretera y piensas que no se está tan mal», contaba él mismo estos días, mientras se situaba justo detrás de Froome en la lista de etapas vestido de amarillo (59).

Pogacar, con Vingegaard y Lipowitz, en el podio final.

Pogacar, con Vingegaard y Lipowitz, en el podio final.AFP

La incógnita que deja este Tour va también en cuanto a su rendimiento. El propio Swart deslizaba que quizá Tadej ha tocado techo. «Creo que está en su mejor momento. La pregunta ahora es cuánto tiempo podemos mantenerlo a este nivel, y ya no es cuestión de edad, sino principalmente de motivación. Con Tadej, lo más importante es mantener el entusiasmo. Le encantan las novedades, como intentar la París-Roubaix o intentar ganar la Milán-San Remo», deslizaba.

Mavi García logra, en el Tour femenino, la victoria de una vida: "Estaba pensando en retirarme"

Mavi García logra, en el Tour femenino, la victoria de una vida: “Estaba pensando en retirarme”

A sus 41 años, después de un vida de perseverancia, a Mavi García, la gran referente del ciclismo femenino español durante la última década, el destino le tenía guardado un precioso episodio. En la segunda etapa del Tour, en la meta de Quimper, logró una victoria inolvidable. Un valiente ataque a falta de 10 kilómetros que logró sostener ante el empuje del pelotón y todas sus favoritas.

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"Me da vida. Llevo bastantes años haciendo esto, iba siendo hora de retirarse. No lo estaba pasando bien este año, estaba siendo muy difícil y esto me da un plus de energía muy, muy grande", comentó la ciclista del Liv-AlUla-Jayco, que en la primera etapa, el sábado, sufrió una caída que la retrasó en la general.

Mavi García, en el podio.

Mavi García, en el podio.JULIEN DE ROSAAFP

Mavi, una ciclista que llegó desde el duatlón y que luce en su palmarés cinco campeonatos de España en ruta (2016, 2020, 2021, 2022 y 2023) y cuatro en contrarreloj (2018, 2020, 2021 y 2022) se convierte en la primera español en ganar una etapa en el Tour de France Femmes avec Zwift desde que hace cuatro años cambió de denominación.

Se impuso en una etapa que partió de Brest, puro rompepìernas. Y se anticipó a las favoritas con un ataque antes de la última cota del día, el Chemin de Trohéir, un kilómetro al 5,5%. Ante los titubeos del sprint del pelotón ella no cesó en su empeño y aventajó a Lorena Wiebes y Kim Le Court, la nueva líder de la carrera.

Mavi, con esta victoria, se convierte en la ciclista de mayor edad en ganar una etapa en el Tour. A sus con 41 años, seis meses y 25 días, la española bate el récord anterior de Annemiek van Vleuten (39 años, nueves meses y 23 días, en La Super Planche des Belles Filles, en 2022).

Cristián Rodríguez, el inesperado mejor nacional del Tour: “En España no me valoran”

Actualizado Sábado, 26 julio 2025 - 21:31

El primer español en la clasificación general del Tour de Francia se detiene con naturalidad en la salida de Nantua, casi en la misma orilla de un lago con aguas azules de película, donde pasa desapercibido. «Es algo que no me llama nada la atención. Estoy con mucho retraso en la general, es anecdótico», despeja quien, hace unos días, en conversación con este medio, también regateaba el significativo hecho cuando todavía estaban en carrera tanto Carlos Rodríguez como Enric Mas: «Para mis aspiraciones personales no es el momento». Cristián Rodríguez, almeriense de El Ejido, ha sido un ciclista siempre bajo el radar.

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Y así, sin hacer ruido, conseguirá este domingo en París acabar en la 20ª posición, a más de hora y media de Tadej Pogacar eso sí. Y eso que todos sus esfuerzos se centraron en ser la sombra y la ayuda en la montaña de su líder, Kevin Vauquelin, séptimo y primer francés. Y eso que la enfermedad le golpeó con dureza durante la última semana. «He pasado unos días complicados, tomando antibióticos. No he conseguido estar a mi nivel. Pero me he agarrado al máximo», admite quien ya luce mejor cara.

Para el aficionado no especializado, el otro Rodríguez es un ciclista un tanto misterioso. Un escalador que pronto tuvo que emigrar a Italia para ser profesional (Willier), que después volvió para correr tres temporadas en el Caja Rural y que, con las mismas, en 2021 se fue a Francia (TotalEnergies primero, Arkéa - B&B Hotels después) para no regresar. «Fue lo mejor que pude hacer. En Francia estoy súper bien y no sé si volveré, porque aquí se me valora más. Cuando voy a España siempre me piden más, no me valoran lo que hago. Es un poco raro», protestaba estos días.

Cristián Rodríguez, durante el Tour.

Cristián Rodríguez, durante el Tour.Arkea

En su palmarés apenas lucía el exótico Tour de Ruanda, pero este 2025 está resultando redondo para Cristián. Al Tour llegó tras el segundo puesto, unos días antes, en la Clásica de Andorra (sólo por detrás de Mattias Skeljmose y por delante de Enric Mas y Esteban Chaves). A finales de mayo había firmado su primer triunfo en Europa, la Mercan'Tour Classic Alpes-Maritimes, una dura clásica de montaña en la que alzó los brazos en solitario. Toda una reivindicación a sus 30 años que se ha visto reforzada en esta su cuarta participación en el Tour (el año pasado fue cuarto en la etapa de Bolonia). Y para quien, a estas alturas, no tiene equipo para la próxima temporada.

Los problemas económicos del Arkéa -sus dos principales patrocinadores no seguirán-, hicieron que Rodríguez fuera liberado de su contrato hasta 2026. Tras unas semanas de incertidumbre, no parece sin embargo que al almeriense le vayan a faltar pretendientes. «Algo hay, a ver si se cierra estos días», confesaba ayer con media sonrisa quien espera estar en una semanas en la salida de la Vuelta desde el Piamonte.

Han pasado 27 años desde que el Tour no tiene al menos a un español entre los 15 primeros clasificados, aunque en 1998, por el abandono de varios equipos por el caso Festina, ni siquiera uno llegó a París. En realidad son 44 años, desde que en 1981 Alberto Fernández terminó el 21º. Rodríguez, que esta vez antecede a su compañero Raúl García Pierna (26), se queja de un edición «bastante rara» -«no hemos tenido mucha suerte. Carlos Rodríguez se cayó dos días, Enric ha tenido problemas. La gente que verdaderamente viene a disputar la general»- y cree que, tras sus espléndidos Pirineos (entró 10º en Hautacam), «si me hubiese respetado la salud hubiese podido estar en el Top 15 y más cerca de Vauquelin».

En lo que llevamos de siglo, España sólo se había quedado una vez sin representación en el top10 final: fue en 2022, cuando Luis León Sánchez acabó 12º. En esta edición ni siquiera un español ha podido acabar una etapa entre los cinco primeros, algo que no sucedía desde 1950. La caída de ayer de Iván Romeo, pura fatalidad cuando intentaba atacar camino de Pontarlier, fue el síntoma de la crisis. Cristián Rodríguez será recordado en una edición que confirma un vacío.

Iván Romeo estrella en una curva todas sus ilusiones

Actualizado Sábado, 26 julio 2025 - 16:44

La fatalidad de Iván Romeo es la de todo el ciclismo español, tan malencarado con el Tour, como si el hechizo pretérito hubiera sido roto. Valiente, poderoso a sus 21 años, protagonista en la fuga del día, la que iba a triunfar en Pontarlier bajo la lluvia, el vallisoletano se fue violentamente contra la acera en una curva a falta de 20 kilómetros. [Narración y clasificaciones]

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Una caída fatal, traicionado por el ímpetu que le honra. Se levantó como un resorte, pero el del Movistar, con su maillot de campeón de España hecho pedazos, estaba herido, por fuera y por dentro, la rabia de quien lo ha intentado todo. El shock se adueñó de una fuga. En esa misma curva también cayó Gregoire, pero logró recomponerse. En mitad del caos, el sprinter Kaden Groves lanzó un ataque que le iba a llevar en solitario hasta la meta de Pontarlier. Una victoria única a añadir a las siete que posee en la Vuelta y las dos del Giro. La tercera para su equipo, el Alpecin de los retirados Philipsen y Van der Poel.

Desde el lago de Nantua y sus aguas azules de postal, donde los ciclistas ya calentaban en el rodillo bien temprano, no hubo respiro. En el Macizo del Jura aguardaba el último botín, tantos tipos desesperados, sin nada que echarse a la boca, poco más que sufrimiento durante tres semanas. Tal fue el ansia que la fuga del día tardó en conformarse. En ella estaba Jegat, al que le gritaban que no era bienvenido, pues hacía trabajar por detrás al Jayco para defender la décima plaza de Ben O'Connor. Migajas.

Iván Romeo, durante la etapa, antes de su caída.

Iván Romeo, durante la etapa, antes de su caída.MARTIN DIVISEKEFE

Ahí estaba ya Iván Romeo, tan activo en su Tour de debut, la Grande Boucle que jamás olvidará. Ya por la mañana le señalaban en el autobús del Movistar, jornada rompepiernas con cuatro pequeñas cotas, ideal para sus características de rodador y su hambre de primerizo.

Hicieron camino los 13, con Tim Wellens y Matteo Jorgenson como favoritos y la lluvia como elemento animador. Justo antes del accidente, en la última cota del día, Iván lo intentó con toda su fuerza. Estuvo a punto de lograrlo, de irse en solitario, pero al menos seleccionó el grupo aún más. Mientras guardaba fuerzas para otro arreón, en una curva a derechas traicionera a la que entró pasado, cayó y con él todas sus ilusiones. Una lección que no olvidará a quien el Tour aguarda en el futuro, el proyecto de un corredor de época.

El Pogacar más desganado y el sello a su cuarto Tour en La Plagne: “Iba contando los kilómetros”

Actualizado Sábado, 26 julio 2025 - 01:41

«Tadej, ¿estás aburrido o cansado?». La última pregunta de la conferencia de prensa en la estación de esquí de La Plagne, con frío, niebla, lluvia y una grisura completamente otoñal, despertó la media sonrisa de Pogacar, abrigado hasta arriba. Porque la sensación, tanto en la ascensión al último puerto hors categorie de este Tour de Francia, como después en su actitud, era de desgana. O de misión cumplida. Tan lejos de los alardes y el colmillo de hace no tanto. «Obviamente, estoy cansado. No ha sido un Tour fácil. Me han atacado por izquierda y derecha todo el tiempo», reconoció.

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Un momento antes, el líder, al que un miembro de seguridad poco atento casi tira al suelo tras cruzar la línea de meta- había confesado también que en La Plagne, donde probó a falta de 14 kilómetros con un ataque no demasiado sostenido que no logró descolgar a Jonas Vingegaard, «iba contando los kilómetros hasta París», guardando algo de fuerza por si alguien le contraatacaba. Incapaz de acercarse demasiado a Thymen Arensman, el tipo que les iba a birlar una etapa que hubiera supuesto un broche de oro para Pogacar o un pequeño alivio para Vingegaard, ambos arruinados por su decepcionante marcaje.

«Se acabaron las montañas», se le escapó al final de otra de sus respuestas. Ni siquiera se mostró demasiado ambicioso cuando le cuestionaron sobre la jornada del domingo en París, donde la inclusión, como en los pasados Juegos Olímpicos, de la ascensión a Montmatre (por partida triple) pondrá pimienta a una etapa siempre destinada al champán, el paseo del amarillo y a la victoria al sprint. Tadej suspiró (otra vez) y admitió que lo único que le preocupa, de momento, es el sábado, media montaña entre Nantua y Portarlier, jornada destinada a la escapada. «Después, ya veremos».

Pogacar, tras la etapa de ayer en La Plagne.

Pogacar, tras la etapa de ayer en La Plagne.LOIC VENANCEAFP

El otrora glotón Pogacar, el de las seis victorias de etapa en 2024, abrochó su cuarto Tour en una jornada que no pasará a los libros de historia, que no se podrá comparar con las gestas en este escenario de Laurent Fignon (doble ganador, en 1984 y 1987) o Miguel Indurain, que se marcó un alarde para defender el que sería su quinto Tour, en 1995, de la emboscada de Alex Zulle. Lejos Tadej del gusto por la épica que siempre le ha acompañado. Y eso que el UAE Emirates parecía convencido desde el inicio de que era el día propicio (más tras el recorte que sufrió el trazado en la previa por un brote contagioso que afectó al ganado vacuno del Col de Saisies) para la quinta muesca de Tadej, para un bonito colofón tras no haber podido levantar los brazos en las tres anteriores jornadas montañosas. Así lo puso en suerte Tim Wellens. Sin embargo, tras no hacer camino en su primer demarraje («quizá demasiado pronto») y después de no encontrar colaboración en sus compañeros de viaje -tampoco en un Vingegaard que ni siquiera lo intentó-, Pogi se dio tregua.

Sólo fue el acelerón de Florian Lipowitz en la lucha por el podio, tras vez cómo Oscar Onley perdía comba, el que acercó al trío al bravo Arensman, roto tras cruzar la meta apenas dos segundos antes que Tadej y Jonas: «Son los ciclistas más fuertes del mundo, casi extraterrestres, y yo soy un simple humano. No puedo creer que les haya ganado», acertó a decir el neerlandés, uno de los grandes nombres propios de este Tour.

Pero si desilusionante pareció Pogacar, que no escondió tampoco que el Tour se le está empezando «a hacer largo» -«con el tiempo que hace, la ceremonia de después... Sólo quiero ir al autobús y darme una buena ducha caliente»- Vingegaard no pareció para fiestas. Siempre a rueda, como si defendiera algo, apenas se permitió el lujo de no quedar esta vez por detrás de su Némesis: había sido superado en las últimas nueve etapas de montaña por Tadej. No lo conseguía desde su triunfo en Le Lioran, durante el pasado Tour. También, por primera vez, le sacó algo de tiempo: los dos segundos de la bonificación. «Intenté aprovecharme en la última subida y estaba más centrado en ganar la etapa que en ganar tiempo. Es una pena que Arensman estuviera allí, claro», explicó brevemente el danés en meta.

Arensman se aprovecha del extraño y decepcionante marcaje entre Pogacar y Vingegaard en La Plagne

Actualizado Viernes, 25 julio 2025 - 17:58

El último capítulo entre Pogacar y Vingegaard en este Tour fue el más desconcertante. En La Plagne, bajo la lluvia, un desesperante marcaje entre los dos colosos propició el triunfo de Thymen Arensman, su segunda victoria de etapa en esta edición, osado y ambicioso como nadie el neerlandés del Ineos. Resultó una subida tediosa, en la que el líder apenas amagó con un par de acelerones y el aspirante ni se movió hasta que faltaban 300 metros y ya Arensman, agónico, levantaba los brazos casi sin creérselo. [Narración y clasificaciones]

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Fue la primera vez en todo el Tour que el danés se permitió el lujo de entrar por delante de su Némesis y, sin embargo, no dejó de ser un nuevo fracaso para él. Sin victoria de etapa y sin la valentía suficiente para haber probado a Pogacar, para haber quemado todas sus naves en la última oportunidad. Lo que prometía La Plagne quedó en humo, apenas la lucha por el tercer cajón del podio como emoción, con Florian Lipowitz triunfante ante Oscar Onley (le sacó 41 segundos en los dos últimos kilómetros), dos perlas que marcarán el porvenir.

Cuesta asumir a este 'nuevo' Pogacar, el que ha labrado su cuarto Tour conteniendo sus instintos, asestando un par de golpes en los Pirineos y controlando después a su rival Vingegaard. ¿Dónde queda el de los ataques de lejos sin mirar atrás? El recorte de la etapa anunciado la noche previa pareció una estupenda invitación. Hace un año firmó seis victorias de etapa y bien pronto acumuló cuatro en esta edición. Pero el esloveno no levantó los brazos en las tres últimas etapas de montaña, ni en Superbagnères ni en dos enclaves icónicos, Mont Ventoux y La Loze. Tampoco lo iba a hacer en La Plagne.

Y eso que bien temprano los Visma (Benoot, Jorgenson, Kuss...) se despeñaron del pelotón, evidenciando que esta vez no había "plan maravilloso" para atacar al líder. El UAE, por su parte, con Tim Wellens al frente, puso un ritmo fortísimo que arruinó las intenciones de Primoz Roglic de ser protagonista desde lejos, como también intentó en la previa.

El esloveno del Bora coronó junto a Lenny Martínez y Valentin Paret-Peintre el durísimo Col du Pré, pero su renta era escasa. Peor en la siguiente cima, pues al UAE le echó una mano el Uno-X, interesado en el desfallecimiento de Vauquelin. La ventaja del trío fue de apenas 40 segundos. Tras un larguísimo descenso en el que apareció la lluvia, Roglic y todos los demás fueron engullidos por el trabajo de Wellens.

La suerte estaba echada en las faldas de La Plagne, otra subida mítica donde leyendas como Laurent Fignon, Miguel Indurain y Alex Zulle dejaron su sello en el pasado. Tras un par de kilómetros de trabajo del Decathlon para favorecer en la general a Felix Gall -Roglic pronto se dejó llevar-, el parón lo aprovechó el pletórico Thymen Arensman y, a falta de 14 kilómetros, la potencia de Pogacar se desató para su primer zarpazo.

Le aguantó Vingegaard con suficiencia y volvió Arensman, que insistió hasta irse en solitario. Su valentía iba a tener un estupendo premio en la cima. Porque de los de atrás se adueñó una rara calma, con el neerlandés siempre a no más de 30 segundos. Tiró Felix Gall hasta asegurar su quinto puesto y luego Pogacar puso un ritmo conservador. Cuando Onley perdió comba, fue el turno de Lipowitz. Sólo quedaba el ataque por el triunfo de Pogacar o Vingegaard. Que no llegó, sólo un acelerón postrero y condenado al fracaso del danés.

El llamativo y doloroso motivo por el que el Tour ha recortado 35 kilómetros la última etapa en los Alpes

Actualizado Viernes, 25 julio 2025 - 09:54

A última hora del jueves, con toda la troupe del Tour de Francia todavía regresando de Courchevel, una llamativa noticia sorprendió. La organización de la carrera anunciaba la modificación de la 19ª y antepenúltima etapa, con salida en Albertville y meta en La Plagne. La última de montaña, el adiós a los Alpes, la única y remota opción de Jonas Vingegaard de intentar asaltar el amarillo de Tadej Pogacar.

El recorrido se cambió por el descubrimiento, en un rebaño ubicado en el Col des Saisies (el puerto de segunda categoría que los corredores debían ascender a pocos kilómetros del arranque), de un brote de dermatosis nodular contagiosa que afecta al ganado vacuno. La enfermedad, especifica el Tour, "conlleva el sacrificio de los animales". "Ante la consternación de los ganaderos afectados y para preservar la tranquilidad de la carrera, se decidió, de acuerdo con las autoridades, modificar el recorrido de la 19.ª etapa Albertville-La Plagne y no cruzar el Col des Saisies", explica ASO en un comunicado. Este cambio anticipa una manifestación de los ganaderos, que los organizadores querían evitar.

El simulacro de salida, que se retrasa a las 14:30 horas, se realizará a las afueras de Albertville, pero los ciclistas se dirigirán posteriormente a la carretera D925 para la salida real. El pelotón volverá a la ruta original poco antes de Beaufort y seguirá el mismo trazado previsto. Este cambio reduce la longitud de la etapa a 95 kilómetros, 34,9 kilómetros menos que los 129,9 kilómetros previstos.

La carrera, por lo tanto, encarará sólo tres puertos. Eso sí, a los pocos kilómetros del arranque afrontará el durísimo Col du Pré (12,6 kilómetros al 7,7%). Casi sin solución de continuidad ascenderá el Cormet de Roselend (5,9 al 6,3%) y, tras una larga bajada, acabará en La Plagne, un enorme puerto de 19,1 kilómetros al 7,2% donde Miguel Indurain firmó una de las grandes exhibiciones de su carrera en 1995.

Así hizo fracasar Pogacar el “plan excelente” de Vingegaard: “No les ha servido de nada”

Actualizado Jueves, 24 julio 2025 - 23:18

«Teníamos un plan excelente». Cuando Jonas Vingegaard comprobó cómo Tadej Pogacar le volvía a rematar, con una autoridad abrumadora, en la última rampa del Col de la Loze, el mismo puerto pero por diferente vertiente donde un par de años atrás él había torturado al genio esloveno, una muesca de resignación asomó en el rostro del danés. La nobleza de un hombre derribado que lo ha intentado todo. Amenazaba el granizo, que pronto rompió en el cielo de los Alpes, y las temperaturas, a más de 2.300 metros de altitud, se volvieron invernales en pleno julio.

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Un rato después, bien abrigado, con una cara estupenda y una sonrisa imborrable tras cinco horas de sacrificio sin tregua, el líder soltaba piernas en el rodillo mientras se hacía selfies. Era consciente de que no sólo había salvado el día clave, había sentenciado su triunfo final. Ya apenas le aguarda otro esfuerzo hoy mismo camino de La Plagne (en una etapa recortada 35 kilómetros según anunció la organización a las 23:00 h.: un brote de dermatosis nodular contagiosa que afecta a un rebaño ubicado en el Col de Saisies y que hace que por solidaridad con los ganaderos, no se suba ese puerto- para rematar su cuarto Tour. Su ventaja es tal (la volvió a aumentar, nueve segundos más la bonificación, hasta los 4:26) que hasta un día menos bueno se podría permitir. «Pero si la etapa es como la de hoy... estoy más tranquilo».

Hay obras maestras que no tienen que ver con los alardes, ni siquiera con las victorias, sino más bien con la capacidad de controlar los instintos, con la sangre fría. «Amo ganar, pero lo más importante es conservar este jersey», vuelve a repetir quien no logró alzar los brazos en las tres últimas etapas de montaña, ni en Superbagnères (Arensman), ni en el icónico Mont Ventoux (Paret-Peintre) ni ayer en el Col de La Loze (enorme Ben O'Connor, su segunda victoria en el Tour) al que tenía tantas ganas, todas las etapas coronadas por las escapadas. Pogacar ha aprendido de sus errores pretéritos. Luce madurez a sus 26 años, en su sexto Tour, el que le hace admitir sin rubor su cansancio mental, preguntarse a sí mismo qué hace aquí «después de tres semanas» de agonía. «Luego, sientes cómo la gente te grita en la carretera y piensas que no se está tan mal. Sobre todo si tienes buenas piernas. Intento disfrutar», reconoce.

Sin embargo, en una de las etapas más extremas que el Tour de Francia ha planteado nunca, Pogacar se vio en una situación crítica cuando, a seis kilómetros de la cima de La Madeleine, el segundo puerto hors categorie de los tres del día, a 73 de la meta, el Visma Lease a Bike, uno a uno todos sus pretorianos a tirones (primero Van Aert, luego Benoot, Campenaers, Simon Yates, Kuss...) le había conseguido aislar de todos sus compañeros. Inmediatamente llegó el ataque de Vingegaard, que conservaba a Matteo Jorgenson por delante. Una estrategia estudiada, un guion que pretendía emular a episodios con el del Granon 2022. «Todo estaba bajo control. Han intentando todo en La Madeleine, pero no les ha servido para nada, mis compañeros me han defendido bien, hemos estado muy cohesionados. Veremos qué pasa mañana, es otro día muy duro», reconocía Pogacar.

Pogacar y Vingegaard, durante la ascensión al Col de la Loze.

Pogacar y Vingegaard, durante la ascensión al Col de la Loze.LOIC VENANCEAFP

Que se solapó a la rueda de su único rival, con suficiencia. Que no entró al trapo ni siquiera cuando, en el descenso, Jorgenson se lanzó 25 kilómetros como un kamikaze. El esloveno, siempre con un metro de margen sobre la estela de Vingegaard para evitar peligros, arriesgando lo justo, mantuvo la concentración. Y tampoco la perdió cuando, en el falso llano hasta el inicio de Courchevel, se produjo un extraño parón y el estadounidense se marchó por delante con O'Connor y Einer Rubio. Ese fue realmente el fracaso del Visma.

Pogacar nunca cayó en la tentación de mover ficha y por detrás le iba a llegar la ayuda de Marc Soler, Jonathan Narváez y Adam Yates. Para completar una ascensión final sin sobresaltos (a 23,3 por hora y de paso recuperar el liderato de la clasificación de la Montaña) y frustrar a Vingegaard. «Me sentí bien, el equipo estaba trabajando bien, lo intentamos pronto, pero desafortunadamente no pude recuperar el tiempo perdido con Tadej. Quiero agradecer de verdad a mis compañeros: todos apoyaron al 100% el plan que establecimos. Me motiva mucho cuando el equipo trabaja para mí», concedió un Jonas que ya no lo iba a volver a intentar hasta que quedaban dos kilómetros, más por honor que por convicción. «No estoy seguro de haber vivido nunca una etapa tan dura en el Tour. Ha sido realmente muy violenta».

El poderío de Pogacar vuelve a desesperar a Vingegaard y Ben O'Connor firma un triunfo épico en La Loze

El poderío de Pogacar vuelve a desesperar a Vingegaard y Ben O’Connor firma un triunfo épico en La Loze

Cuando no se intuye resquicio, cuando el poderío es tal, no queda otra que rendirse a la evidencia. La superioridad de Tadej Pogacar se volvió a desplegar en las cumbres de leyenda que hacen único al Tour, niebla y granizo a más de 2.300 metros de altitud, allá donde Ben O'Connor firmó una victoria para el recuerdo y el líder apuntilló todavía más su triunfo. Otro zarpazo postrero bajo el granizo tras más de cinco horas resistiendo, los movimientos desesperados de Jonas Vingegaard, otro puñado de segundos, otro mazazo a su moral. [Narración y clasificaciones]

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En el comportamiento de los grandes campeones siempre hay un elemento ciego, irracional, una especie de instinto más fuerte que ellos. Pero este Pogacar en la madurez no entra al trapo. No tuerce el gesto pero tampoco pierde rueda cuando le atacan por todos los flancos, cuando a 70 kilómetros de meta el Visma le deja sin compañeros. Su misión es no perder de vista a Vingegaard y no lo hace. Con un dominio insultante. Fuerza y paciencia para que después, en los prolegómenos del Col de la Loze, la propia carrera se recomponga, la estrategia del rival salte por los aires y sólo tenga que ascender el coloso que fue su pesadilla para firmar otro apretón final de esos que no pueden tener respuesta. A Tadej sólo le queda ya la breve y durísima etapa del viernes, la segunda de los Alpes, para completar un Tour magnífico.

El esloveno no ganó, pero saldó las cuentas pendientes con el Col de la Loze. No fue conservador, fue inteligente. Hacía años que el Tour no planteaba una etapa tan extrema, tanto desnivel acumulado. A estas alturas. Un verdadero calvario para la batalla eterna, para el enésimo desafío homérico entre (el aspirante, ahora) Vingegaard y el líder Pogacar. El Glandon, la Madeleine... Para más morbo, en uno de los pocos escenarios que han visto derribado al esloveno, el "se acabó, estoy muerto" del Tour del 23.

No se ascendía por el mismo lugar, pues nunca llegó hasta esta vertiente el Tour. Por Courchevel y no por Meribel, 26,5 kilómetros al 6,5% hasta el carril bici habilitado en 2019, cubierto de nieve gran parte del año. 1.900 metros de desnivel en una sola subida, más que el Galibier.

Pogacar, en la subida a la Loze.

Pogacar, en la subida a la Loze.LOIC VENANCEAFP

Una jornada para héroes y ninguno español. Ya siempre negra la etapa para los nacionales, tan de capa caída en el Tour últimamente. Antes de empezar, el adiós de Carlos Rodríguez, que se fracturó la pelvis en la caída en Valence. Poco después, tras intentar estar en la fuga del Glandon, el abandono de Enric Mas. El primer español en París será Christián Rodríguez, un ciclista bajo el radar que ni siquiera tiene contrato para el próximo año.

El primer puerto Hors Categorie del día dejó una novedad, el ataque de Primoz Roglic, buscando aventuras en un Tour, reverdecer laureles. Unas escapadas en las que le acompañó Matteo Jorgenson, infiltrado del Visma. Pero que no hicieron demasiado camino cuando el propio equipo de Vingegaard puso un ritmo infernal, toda su estrategia desatada, uno a uno todos sus pretorianos. Primero Van Aert, luego Benoot, después Campenaerts. Cuando fue el turno de Simon Yates, a esas alturas ya el pelotón de favoritos era escuálido, ni Vauquelin, ni Healy. A Pogacar le aguantaban el otro Yates y Narváez.

Después Sepp Kuss, que ya explotó todo. Apenas los dos colosos y un Lipowitz que no iba a aguantar demasiado a su rueda. La primera bomba de Vingegaard llegó a seis kilómetros de la cima de la Madeleine, a más de 70 de meta. Aguantó sin demasiados sobresaltos Pogacar, ya complemente aislado, y pronto atraparon al grupo de Jorgenson, que tiró con todo hasta la cumbre. Coronaron con ellos Roglic, O'Connor, Einer Rubio y Felix Gall.

El descenso, clave

Que no aflojaron en el descenso, con el gigante americano a fuego, aumentando distancias con todos. En el horizonte, Courchevel, la Loze. Aunque antes hubo otros movimientos interesantes, que iban a resultar definitivos. Un parón, el ataque de O'Connor secundado por Einer (fue el último en resistir al australiano y acabó quinto en la etapa, salvando los muebles del Movistar) y el propio Jorgenson, que volvieron a abrir un hueco. La llegada por detrás de Lipowitz. Que, aprovechando una extraña y tensa calma, también hizo hueco, casi dos minutos en un abrir y cerrar de ojos justo antes del inicio de la batalla.

Ya no había rastro del Visma ambicioso y todo se le puso de cara a O'Connor, que nunca cedió terreno ante el ritmo del UAE. Vingegaard sólo se volvió a mover ya a falta de dos kilómetros y lo único que consiguió es la respuesta de Pogacar.

Carlos Rodríguez se fractura la pelvis y abandona el Tour

Actualizado Jueves, 24 julio 2025 - 10:31

El Tour sigue torcido para los ciclistas españoles. Sin aspiraciones en la general y, de momento, con pocas opciones de lograr una victoria de etapa, este jueves, horas antes de la etapa reina entre Vif y el Col de la Loze, ha amanecido con la noticia del abandono de Carlos Rodríguez, que marchaba décimo en la general.

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El granadino sufrió camino de Valence dos caídas. En la segunda de ellas, ya cerca de la meta, se fracturó la pelvis, según ha confirmado su equipo, el Ineos Grenadiers, tras las exploraciones a las que fue sometido en el hospital. "Carlos se encuentra bien de ánimo y permanece bajo la estrecha supervisión de nuestro equipo médico. Ahora regresará a casa para centrarse en la recuperación y el proceso de rehabilitación", confirma el comunicado.

Rodríguez es el último español que logró una victoria de etapa en el Tour. Fue el 2023 (acabó quinto), en Morzine, sorprendiendo a Vingegaard y Pogacar. En la edición del 2024 finalizó séptimo y en este su tercera Tour estaba marchando de menos a más, recuperando sensaciones en los Pirineos, donde se mostró muy activo.

El del Almuñecar fue clave en la victoria de etapa de su compañero Arensman en Superbagnéres. Al día siguiente fue protagonista camino de Carcassone, integrante de la escapada en la que logró el triunfo Tim Wellens. Además, recuperó posiciones en la general hasta llegar al Top 10. Y en el Mont Ventoux estuvo cerca de los mejores.

Sin embargo, entre Bollène y Valence, el infortunio. Primero se vio involucrado en una caída junto a Alaphilippe. Siguió aparentemente sin problemas, pero en la montonera final de nuevo se fue al suelo. Llegó maltrecho a la meta y en el hospital se han confirmado sus lesiones. La fractura de pelvis, además, pondrá fin a una temporada (ni Vuelta a España ni Mundial) ya marcada por la fatalidad: al comienzo, en el UAE Tour, se rompió la clavícula.