El Real Madrid, un campeón desde la lona: "la mierda de año que hemos hecho", el adiós de Musa y dos descubrimientos para la esperanza

El Real Madrid, un campeón desde la lona: “la mierda de año que hemos hecho”, el adiós de Musa y dos descubrimientos para la esperanza

Más que euforia, en la Fonteta lo que se percibía era alivio. No habían pasado ni cinco minutos de conquistar su sexto título en tres años y a Chus Mateo ya le estaban cuestionando sobre su futuro. Y el propio entrenador, emocionado, reconocía eso. "Más que alegría siento alivio", dijo y añadió: "Yo sufro mucho". Poco después Dzanan Musa admitía que había sido su último partido con el Real Madrid (destino Dubai) y Mario Hezonja, tan irrefrenable ante los micrófonos como en la pista, fue un poco más allá: "Este título no justifica la mierda de año que hemos hecho".

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El "año de mierda", con colofón en la segunda ACB consecutiva, tuvo de todo. Más episodios negativos que positivos, muchas "caídas en la lona", pero un desenlace al fin esperanzador para un colectivo que vio en la propia final a dos de sus fichajes, Andrés Feliz y Bruno Fernando, brillar.

El espíritu navideño había salvado a Chus Mateo, enredado su equipo en un comienzo de temporada impropio. Seis derrotas y cuatro victorias en Euroliga, incapaces de ganar a nadie lejos del Palacio hasta que visitaron el Palau allá por finales de noviembre. Después de eso llegaron tres derrotas seguidas (en Villeurbanne y en casa contra Fenerbahçe y Zalgiris) que dejaron bien tocado al técnico, al que se le buscó sustituto, sobrevolando con fuerza la opción Sergio Scariolo.

Fue la primera vez que el Real Madrid ahora flamante campeón ACB se levantó de la lona. No la última en una temporada que ha terminado resultando una prueba de resistencia. El equipo, pese a los golpes, no se resquebrajó. "En el Madrid no es fácil. Cuando no ganas parece que no has hecho tu trabajo", se reivindicaba en Valencia el técnico.

El siguiente palo, duro, llegó en febrero. Allí, en la Copa de Gran Canaria, el Unicaja, como ya hiciera en la final de la Supercopa, birló el título a los blancos. Que ya habían empezado a corregir en el mercado los desajustes de un verano fallido, origen del problema. En la temporada del adiós (irremplazables) de Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Fabien Causeur, Vincent Poirier y Yerschon Yabusele (este último sin mucho aviso, tras los Juegos en los que brilló con Francia, camino de la NBA), los refuerzos no estuvieron a la altura. De todos ellos, sólo el renacido Andrés Feliz, una de las mejores noticias de la temporada, paradigma del empeño y la fortaleza mental, y por supuesto Usman Garuba, han logrado demostrar que son jugadores a la altura del Madrid (no Rathan-Mayes ni Ibaka).

Fue tras la Copa cuando el equipo mostró, al fin, lo que de él se esperaba. La "paciencia" que tanto reclamó Mateo en un curso diferente empezaba a surtir efecto. Si bien el extraño fichaje de Dennis Smith Jr. fue un fracaso total, Bruno Fernando, con sus luces y sombras en su adaptación, resultó importante en la pintura. Campazzo (MVP de la final) recuperó su versión más fiera tras "dos meses raros" y también Tavares dio un paso al frente. En Liga enhebró 22 triunfos seguidos para acabar, sobrado, en lo más alto de la temporada regular.

Chus Mateo, durante el tercer partido.

Chus Mateo, durante el tercer partido.Miguel Ángel PoloEFE

Y, sin embargo, le iba a llegar otro mazazo, fruto de los errores pasados, que le condenaron a un cruce mortal contra el Olympiacos en cuartos de la Euroliga tras superar el susto del play-in. Contra los griegos, quizá el equipo más sólido y peligroso del curso en Europa (hasta su accidente en la Final Four), el Madrid dio la cara, compitió, pero no le dio para viaja a Abu Dhabi.

Sobrevolaba entonces la amenaza de la temporada en blanco, algo casi olvidado en un club que viene de sus mejores años, algo que no sucedía desde 2011. Y, ahí el mérito de Chus Mateo y sus jugadores, todos esos golpes fueron utilizados para llegar como nunca a los playoffs ACB, donde han superado todos los obstáculos con su mejor versión de la temporada. Al peligroso Baskonia, al potente Unicaja (con el que perdieron el único partido) y, finalmente, ante un Valencia al que anularon defensivamente y apenas dieron algo de resquicio en el segundo envite.

"Esto no es suficiente cuando llevas la camiseta del Madrid. Hay que sentarse en la oficina y hablar del futuro de todos. Esto no se puede repetir", desafío Hezonja, en plan capitán. De momento, el francés Theo Maledon es el primer refuerzo.

El Real Madrid más sólido y coral despide la Fonteta conquistando su 38ª Liga

El Real Madrid más sólido y coral despide la Fonteta conquistando su 38ª Liga

En la misma Fonteta que ocho años atrás había comprobado el éxtasis de la primera ACB del Valencia Basket y una de las mayores afrentas sufridas por el Madrid en los últimos tiempos, en la Fonteta que anoche se despidió para siempre del baloncesto después de 37 temporadas taronjas (a unos metros aguarda a su estreno el impresionante Roig Arena), el equipo de Chus Mateo alzó su Liga número 38, la segunda consecutiva, la tercera en cuatro años, para reivindicar a un colectivo sobre el que pendía la amenaza del año en blanco. [70-81: Narración y estadísticas]

Lo logró con un contundente 3-0 en la final, sin resquicio ni opción para el Valencia de Pedro Martínez y su juego frenético, completamente apagado en la final por un Madrid sólido como una roca, otro recital defensivo que dejó en 70 puntos a los que no es raro que pasen de 100. Un Madrid que no tuvo un héroe y sí muchos esta vez, mérito de un Chus Mateo que terminó logrando lo que no tuvo a principio de curso, una rotación amplia y de garantías. Y así, protagonistas de la final fueron Andrés Feliz o Bruno Fernando. Y no tanto pero también Hezonja (16 puntos y nueve rebotes), Campazzo, Llull, Tavares o un Musa que pudo jugar su último partido de blanco.

Al Valencia le sobró ímpetu y le faltó concentración y pausa defensiva. También acierto. Mucho (2 de 15 en triples en la segunda parte). Le ocurrió en el arranque y después. Lo emocional se agolpaba en la Fonteta, también el calentón del error arbitral en su contra en los minutos decisivos del segundo round. Y el Madrid, experto en estos terrenos y ambientes, fue todo lo contrario. Bajó la temperatura al juego, impuso la intimidación de Tavares y empezó a herir ofensivamente con demasiada facilidad. Su despliegue no iba a resultar brillante, pero sí muy efectivo.

Bien temprano se hizo con eso que llaman el tempo del choque. Dos triples de Llull estiraron la ventaja en el amanecer y el segundo dos más uno de Bruno Fernando, especialmente acertado e incisivo el angoleño -también en defensa con sus tapones-, pusieron la máxima por entonces (19-29). Ocurrió justo después de una antideportiva de Llull a la que siguió una técnica en la tangana para Garuba. Una primera alarma roja que el Valencia logró apagar antes del descanso, espoleados por Puerto y López Aróstegui. Un triple final, sobre la misma bocina, del alero vasco llevó incluso con ventaja a los locales a los vestuarios (40-39).

Bruno Fernando, ante el Valencia Basket.

Bruno Fernando, ante el Valencia Basket.ACB Photo

El Madrid había echado de menos el protagonismo de Campazzo y Tavares, apenas un punto entre la pareja que no deja de ser el pilar de su baloncesto. Y de más sus pérdidas y sobre todo los rebotes ofensivos del Valencia.

Pero todo eso se iba a solucionar de un plumazo a la vuelta, cuando el Facu arrancó como mejor rinde, ritmo de vértigo para un tremendo 0-15 que dejó helada a la Fonteta y también a Pedro Martínez, quien tardó de más en parar el parcial con un tiempo muerto. Se estrenó Campazzo y también Tavares, ya en la batalla. En apenas tres minutos, al Valencia se le había plantado una montaña delante.

Llull celebra una de sus canastas, en la Fonteta.

Llull celebra una de sus canastas, en la Fonteta.ACB Photo

Iba a resultar el momento clave del duelo, pues ya todo fue un querer y no poder taronja (nueve puntos en el tercer cuarto), un remar contra corriente contra un Madrid que no lograba romper del todo la noche, pero tampoco dejaba resquicios para la remontada local. Y que abrochó el título con un parcial de 2-12 en los últimos minutos en una Fonteta ya en silencio.

El tremendo enfado de Pedro Martínez tras el 2-0 del Madrid en la final: "Son árbitros muy expertos, que saben cuándo sí y cuándo no"

El tremendo enfado de Pedro Martínez tras el 2-0 del Madrid en la final: “Son árbitros muy expertos, que saben cuándo sí y cuándo no”

El bocinazo final en el Palacio desató las iras de Pedro Martínez. Como no se recordaba. El veteranísimo técnico catalán se fue directo a por los tres árbitros del segundo duelo de la final (Pérez Pizarro, Araña y Perea) y los persiguió a gritos hasta el túnel de vestuarios. En los micrófonos de Movistar, segundos después, se contuvo. No así en la rueda de prensa posterior, donde el entrenador del Valencia Basket arremetió duramente contra los jueces tras la derrota de su equipo en el tiempo extra que le aboca a un 2-0 que nadie levantó jamás (18 de 18 en los precedentes).

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"Felicito al Real Madrid por ganar un cara o cruz y por haber llevado el partido a la prórroga. Al mismo tiempo, estoy un poquito quemado. Con determinadas acciones que han pasado en el partido", comenzó Martínez, quien pidió que "los estamentos profesionales de la liga" hicieran un análisis "serio" de lo sucedido. "No necesito que sea público, porque yo ya sé lo que ha pasado. Pero creo que ha habido acciones muy decisivas".

El entrenador del Valencia las detalló a continuación, haciendo especial hincapié en la que desató las iras de la afición taronja, un 'barrido' ilegal de Tavares a la bandeja de Jean Montero cuando restaba poco más de un minuto para el final y todo estaba igualadísimo (87-88). "Toca el tablero y la barre sin tocar el aro. No entiendo que ninguno de los tres árbitros pite para ir a revisarlo, que lo pueden hacer. Y si no pita, no pueden verla ellos ni pedirla yo. Árbitros muy expertos, que saben cuándo sí y cuando no. A estos árbitros los conozco de toda la vida, nos han pitado muchas veces, y en el conocimiento muchas veces está la realidad", denunció.

"Ha habido varias. El final del partido ha sido un despropósito. Que lo analicen. Y que mejoren. Aquí estamos todos para mejorar. Nosotros también intentaremos mejorar y hacerlo mejor en el próximo partido. Que lo hagan todos los estamentos. Porque aquí todos somos profesionales. Que parece que unos lo somos más que otros. No quiero quitar al Real Madrid un ápice de mérito de su juego, de su carácter, de cómo han levantado el partido. Son el mejor equipo de la liga. Una cosa no quita la otra", concluyó.

Era la victoria número 31 seguida en el Palacio de los blancos, la que les deja a un suspiro de su segunda liga seguida. La que elevó la leyenda de un Campazzo vital en los minutos finales de remontada y que con sus 11 asistencias rompió el récord en una final, superando a José Luis Llorente, Elmer Bennett y Sergio Llull. "El Valencia no te permite licencias, pero hemos apretado los dientes en el momento más complicado", explicó Chus Mateo.

Andrés Feliz acaba en la prórroga con el resucitado Valencia

Andrés Feliz acaba en la prórroga con el resucitado Valencia

Acarició el Valencia Basket un triunfo con el que elevar la temperatura de la final ACB, con el que buscar repetir el guion de 2017. Lo tuvo tan cerca que escoció el doble, pues sólo la habitual capacidad de obrar milagros, de llevar a la prórroga (y ahí, un desatado Andrés Feliz) un partido en el que se vio siete abajo a falta de menos de cuatro minutos, rescató a un Real Madrid que ya paladea la Liga de camino a La Fonteta. [102-96: Narración y estadísticas]

Nadie fue capaz nunca de levantar un 2-0. Bien lo sabían todos, bien lo sufrieron en la agonía de un desenlace en el que todo tuvo cabida. La genialidad (Montero, Llull, Feliz, Campazzo...), los errores clamorosos y también la polémica. Más allá de las quejas por el doble rasero que llevaron a Pedro Martínez a perseguir a gritos a los árbitros hasta el túnel de vestuarios, hubo una acción que no pasó el filtro de la tecnología. Un barrido ilegal de Tavares a Montero que los árbitros ni vieron ni revisaron con poco más de un minuto por jugar.

Hubiera sido la única canasta taronja en los últimos cuatro minutos, pues tras el triple de Costello con el que se sintieron poderosos, todo se apagó para ellos cuando Llull llevó la tarde a la prórroga. Peor todavía ahí, a remolque y arruinados por la capacidad blanca de ir a por el rebote ofensivo, ya sea con el omnipresente Andrés Feliz o con el gigante Tavares, que sentenció con un palmeo.

El choque resultó vibrante. El temido Valencia, el equipo que practica el baloncesto más frenético de Europa, el que juega cada posesión como si en vez de 24 segundos tuviera 10, al fin apareció en la final. Lo hizo de la única forma que podía despertar, con una sucesión asombrosa de triples, su seña de identidad. Lo hizo cuando el segundo round parecía una extensión del primero en el amanecer, pura frustración por una defensa del Madrid tan bien ajustada que apenas dejaba resquicio.

Lo hizo cuando marchaba ya 11 abajo (16-5), en un rompecabezas. Un despegue como cuando un boxeador acorralado sale de las cuerdas a base de golpes. Sestina, Costello, Jovic y... un desatado López-Aróstegui, que enhebró tres triples seguidos, 11 puntos de carrerilla cual Larry Bird. Acumulaba ya el Valencia ocho por apenas una de canastas de dos. Había asestado un parcial de 6-23 a todo correr. Y en ese preciso momento Pedro Martínez decidió que el alero vasco necesitaba un descanso.

Hezonja celebra una de sus canastas, en el segundo partido contra el Valencia.

Hezonja celebra una de sus canastas, en el segundo partido contra el Valencia.MariscalEFE

Coincidencia o no, después de otro par de triples más para la máxima visitante (29-38), el Madrid se sacudió la paliza. Lo hizo con Campazzo abusando de un De Larrea superado por la final, por un Garuba eléctrico y por los puntos de Musa y Hezonja. Lo hizo volviendo a su normalidad para marcharse al descanso de nuevo con ventaja (48-45), la misma que en el primer duelo.

El tercer acto resultó un estupendo toma y daca, con la diferencia de que esta vez el Valencia no se arredraba. Respondía con su descaro habitual, con canastas de muchísimo mérito y con la suficiente confianza en sí mismo para al menos plantar cara en toda un final. Con Reuvers golpeando a un Bruno Fernando mejor en ataque que en defensa, al fin Jean Montero y otro triple de Costello, los de Pedro Martínez se comprobaron incluso lanzados en el acto final (73-82). Más cerquita cuando el propio Costello atinó con su cuarto sin fallo y ya quedaban menos de cuatro minutos (81-88).

Sin embargo, ya sólo iba a anotar un punto más hasta el final, un tiro libre de Aróstegui. Hubo un barrido ilegal de Tavares que los árbitros no vieron y tres acciones maravillosas de Campazzo. Fue Llull, quién si no, el que llevó el partido a la prórroga en la que era su primera canasta del partido. Montero, sacando de fondo por elección del entrenador a falta de ocho segundos, no acertó con el forzadísimo tiro final.

En el tiempo extra pesó la experiencia y la facilidad del Madrid en esos abismos. También su acierto, tres triples seguidos, dos de Feliz (asumió la responsabilidad por encima de Campazzo, Hezonja...) y uno de Garuba, los tipos que desequilibran desde la segunda unidad. La diferencia.

Andrés Feliz es el líder: una exhibición defensiva del Real Madrid anula al Valencia en el primer round

Andrés Feliz es el líder: una exhibición defensiva del Real Madrid anula al Valencia en el primer round

El dominicano determinante en el primer round de la final ACB fue Andrés Feliz y no Jean Montero. El base del Real Madrid, tan de menos a más en su primera temporada en el Madrid, de pie anoche las mismas tribunas que hace no tanto sospechaban de él y de su fichaje, lideró a un equipo determinado y sin fisuras, capaz de anular al ataque más asombroso que comprobó la liga en los últimos años y de poner el 1-0 que es el mejor de los augurios. [89-75: Narración y estadísticas]

No lo fue para el Madrid hace ocho años, cuando los taronjas, también de Pedro Martínez, se recompusieron para ganar su primera ACB con tres triunfos de carrerilla en cinco días. Radicalmente tendrá que cambiar el Valencia Basket esta vez, tan irreconocible como su líder, un Jean Montero que fue paradigma del desacierto y la espesura. Se quedó en tres puntos, un acierto de nueve intentos, tan seco como sus compañeros, que acabaron arrojando la toalla tras el demarraje local al comienzo del último acto.

En ese acelerón brutal del Madrid, con Feliz tocando a rebato, sin respuesta alguna de los visitantes, se zanjó el primer asalto de una final que prometía más igualdad y espectáculo. El Valencia se encontró enfrente a un Madrid sin fuegos artificiales, pero serio y seguro de sí mismo. Tanto tiene que ver en estos inicios la experiencia, quien tantas veces estuvo en semejante escenario y quien no lo hizo jamás: ningún jugador de Pedro Martínez había disputado nunca una final.

La primera parte fue por momentos un desvarío. Se sucedían los tiros absurdos y precipitados, tan rápidos como desviados; a veces el baloncesto ofensivo, mal concebido, puede resultar aterrador. El Madrid, aplicado en defensa como en sus mejores tardes, había conseguido desarbolar a un Valencia que amaneció con dos triples en un minuto, pero luego lanzó y lanzó sin sentido. Pero los blancos tampoco andaban como para florituras. Tras el inicio asestaron un parcial de 11-0, luego Llull hizo seis puntos seguidos pero tampoco consiguió abrir demasiada brecha.

Fue Tavares el que pronto hizo mella, demasiado en la pintura para los pívots taronjas. Y eso que una de sus primeras acciones fue un fallo tonto seguido de una falta igual de tonta. Pero el gigante es capaz de rehacerse, de olvidar el error y continuar con su labor de zapa. Se fue con 10 puntos y sin ningún rebote al descanso, ahí donde el Valencia al que le viene costando bien poco pasar de 100 se había quedado en 32 puntos sólo tres de ellos de Montero.

Algo tenía que cambiar Pedro Martínez, el último entrenador que ganó en el Palacio al Madrid en ACB (hace 29 partidos, aún dirigía al Manresa). Y su Valencia pareció otro a la vuelta, más veloz todavía, para no dejar a la defensa del Madrid aplicarse. Apareció rotundo Brancou Badio (15 puntos en ese tercer acto), el senegalés que ya destrozó al Tenerife en el tercer partido de semifinales. Un parcial de 4-16 para ponerse por delante.

Y para encender también los motores del rival. Porque, ahora sí, el duelo devino en la batalla ofensiva que prometía. Tavares seguía a lo suyo y a Badio le contestó un gran Andrés Feliz, quien con dos triples seguidos devolvió la ventaja al Madrid (62-55).

Iba a ser el principio del fin del Valencia, el acelerón que le iba a dejar grogui. Más de Feliz, Bruno Fernando, Musa... Y un Llull tan breve como certero. Cuando se quiso dar cuenta, el Valencia estaba 18 abajo. El domingo, segundo episodio, otra vez en el Palacio.

Pedro Martínez y el espíritu de 2017, la amenaza a un Real Madrid que busca esquivar el drama de un año en blanco

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El martes, a la vez que el Real Madrid apagaba el ímpetu del Unicaja en el Martín Carpena y celebraba su pase a la final de la Liga Endesa por quinta vez consecutiva (exceptuando la edición de la burbuja, ha estado presente en 12 de las últimas 13, ganando siete de ellas), se cumplían ocho años exactos de uno de sus descalabros más sonados de los últimos tiempos, uno de los grandes borrones del 'lasismo', el título perdido en La Fonteta, el histórico triunfo del Valencia Basket de... Pedro Martínez. El mismo rival y el mismo entrenador, de vuelta tras sus años en Manresa, que a partir de hoy (21.15 h., primer partido en el Palacio) desafía a los blancos.

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Como si el tiempo hubiera retrocedido, se desatan los paralelismos para un desenlace entre los dos mejores equipos de la temporada regular (primero contra segundo), dos de los principales protagonistas de récords y rachas, pero también dos sin rúbrica: no saben todavía lo que es levantar un título. Al Madrid el Unicaja le dejó sin Supercopa y Copa y el Olympiacos sin Final Four. El Valencia cayó en cuartos coperos ante el local Gran Canaria y el Hapoel Tel Aviv (campeón después) le apeó en semifinales de la Eurocup.

Entonces, junio del 2017, el Valencia se plantaba en la segunda final de su historia con un colectivo que hoy es recordado por la química que desató, de Dubjlevic a San Emeterio. Entonces, a unos metros de La Fonteta estaba a punto de inaugurarse L'Alqueria, 15.000 metros cuadrados dedicados al baloncesto de formación. Hoy, a otros pocos metros de La Fonteta, está a punto de inaugurarse el Roig Arena, un pabellón sin igual en España, lugar de tantos próximos eventos, entre ellos la Copa del Rey 2026. Entonces, el Valencia regresaba a la Euroliga. La próxima temporada, el Valencia disputará la Euroliga.

Hace ocho años el Madrid era de Pablo Laso (con Chus Mateo como asistente), Luka Doncic despuntaba con 18 y Facundo Campazzo iba a regresar después del verano tras su cesión en Murcia. Había ganado la Copa en el Buesa Arena, precisamente en la final al Valencia y buscaba el doblete. Pero después se había quebrado tras la Final Four en el Sinan Erdem de Estambul. Los taronjas le ganaron tres partidos seguidos en cinco días en el desenlace, tras perder el primero en el Palacio.

Ese es el aviso, tan lejos y tan cerca. Pedro Martínez volvió al Turia y el Valencia pulverizó el récord de la ACB de valoración (114,4), de rebotes (41,4), de asistencias (22,1) y de triples (13,5) en liga regular. También firmó la mayor anotación desde el curso 1988-89 (96,7). Un equipo que es frenético: acumula 14 partidos de 100 o más puntos en esta Liga Endesa. Nadie conseguía tantos desde la 1989-90 (Barça, 14 también). Y fue el primero en llegar a los 500 triples anotados en la misma temporada.

"Es algo parecido (al Unicaja). Te hacen jugar a muchas posesiones. Hay que tener buena selección de tiro y bajar a defender. Hacer un juego generoso. Te pueden romper, te pueden penetrar, te pueden tocar pintura... Hay que tener paciencia, como en esta serie", valoraba Campazzo sobre el Valencia. Precisamente el argentino llega en el mejor momento de su temporada, promediando 13,3 puntos, 4,5 asistencias y 18,5 de valoración en los partidos del playoff tras "dos meses raros", en los que no pareció él. Facu será protagonista, como Tavares y Hezonja. Enfrente, el eléctrico Jean Montero, toda una sensación, que promedia 19,4 puntos, cuatro rebotes, tres asistencias y 20,2 créditos de valoración en los playoffs. También en buena onda Pradilla, Badio...

Ante eso y ante la amenaza del año en blanco, algo que no le ocurre desde el curso 2010-2011 (26 trofeos en 13 temporadas desde entonces) impone el Madrid sus argumentos, que el Unicaja obligó a maximizar, lección aprendida. Antes de caer en el tercero contra los malagueños en semifinales, los blancos encadenaron 26 triunfos de carrerilla (tercera mejor racha histórica de la ACB), precisamente desde su derrota en La Fonteta.

El Real Madrid saca las garras, apaga el fuego del Unicaja y avanza a la final de la ACB

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Apagó el infierno el Real Madrid, sofocó las llamas del Unicaja, el empuje de un equipo que es todo amor propio, que murió de pie, puro orgullo, forzando la versión más competitiva de lo de Chus Mateo, que disputarán, contra el Valencia Basket, su quinta final de ACB consecutiva, la reválida del título conseguido hace un año contra UCAM Murcia. [79-86: Narración y estadísticas]

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Fue el Madrid cinco nombres propios, un quinteto de máxima garantía en el que se tuvo que refugiar su entrenador para contrarrestar el ímpetu malagueño, el del equipo de los cuatro títulos en un año, despedido con honores en el Carpena. Una segunda mitad de un nivel altísimo, con Campazzo rey de la pista, Tavares (16 puntos, 12 rebotes) absolutamente dominante pese a sus problemas de faltas, Hezonja (20, ocho) imparable y Musa y Llull ofensivamente hirientes.

A todo eso tuvo que recurrir el Madrid para que la serie no regresara al Palacio, para desprenderse de la batalla continua del Unicaja, que dominó al inicio pero se fue quedando sin chispa y sin triples a la hora de la verdad.

Sin Tyson

Con la semifinal ya completamente en llamas, con la polémica y la tensión que exige una cita entre dos equipos de semejante tamaño y pujanza, el Madrid era consciente de que el infierno del Carpena no iba a descender ni un sólo grado. Y que el Unicaja, que no pudo contar con Tyson Pérez tras el esguince sufrido el domingo, iba a seguir con su energía desbordada, cabalgando con sus señas de identidad por el abismo de la eliminación. Así que los blancos, a los que les sobra experiencia en estos terrenos, tiraron de paciencia en el amanecer, en ese comienzo frenético de los locales, impulsado esta vez por el perímetro.

Porque eso, los triples, fue la diferencia con lo anterior. Osetkowski, que ni convocado fue en los dos primeros envites, se fue al descanso con sus cuatro intentos convertidos. Chus Mateo tuvo que recular pronto con sus amagos de ampliar la rotación (ahí apareció hasta Rathan-Mayes) cuando se vio 12 abajo (33-21). Fueron Llull, Hezonja y Musa (apoyados en el dominio blanco del rebote, importante Garuba) los que echaron agua al incendio, los que avisaron a Unicaja que el Madrid no estaba dispuesto a dejarse arrollar.

Tavares, defendido por Balcerowski.

Tavares, defendido por Balcerowski.Mariano Pozo

Y tanto. Pues los visitantes se asentaron en el Carpena. A los nueve segundos Tavares se había cargado absurdamente con la tercera, pero acertó Mateo en mantenerlo en pista un poco más. Siete puntos seguidos del gigante propiciaron la igualada y una canasta, al fin, de su suplente Bruno Fernando, la primera ventaja blanca (51-53).

Así que a Unicaja le tocó volver a empezar, a pulsar F5 a su frenesí. Lo hizo apoyado en un enorme Balcerowski, en más triples (Díaz, Kalinoski), pero la diferencia en rebote era abismal y los mejores hombres del Madrid estaban todos entonados. En el momento de la verdad, mientras avanzaba el acto definitivo, Campazzo agarró las riendas, Tavares oscureció todo y Llull, Musa y Hezonja anotaron como de ellos se espera. Coincidió con los nervios locales, con fallos y más fallos mientras Ibon Navarro mantenía en el banquillo a Carter, Perry y Taylor.

El Facu estiró la ventaja (72-79), Tavares se fue con cinco faltas, Perry y Carter acercaron a los locales, pero una genialidad de Campazzo, un dos más uno de pura fuerza y habilidad, fue la puntilla, el remate a una semifinal de alto voltaje. El Madrid buscará contra el Valencia su primer y único título de la temporada.

La "revolución total" que explica la fuga de talento del baloncesto español: ¿por qué Aday Mara, Baba Miller o Álvaro Folgueiras cobrarán más que Llull, Garuba o Brizuela?

La “revolución total” que explica la fuga de talento del baloncesto español: ¿por qué Aday Mara, Baba Miller o Álvaro Folgueiras cobrarán más que Llull, Garuba o Brizuela?

El escenario, tan insólito, podría ser el siguiente. Cuando en unas semanas Sergio Scariolo anuncie la convocatoria de la selección absoluta para el próximo Eurobasket y, además, añada los nombres de la novedosa España B que la escoltará en su camino, pensando en futuro, se producirá el siguiente fenómeno: los sueldos de muchos de los jugadores del segundo combinando, más jóvenes ellos, serán superiores a la de la mayoría de los del primero. «Quitando a Santi Aldama (seis millones de dólares el próximo curso en los Grizzlies) y a los hermanos Hernangómez, los tres siguientes mayores salarios de jugadores españoles están en la NCAA», explican expertos en el mercado. La «revolución total».

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Aday Mara, Baba Miller, Álvaro Folgueiras o Great Osobor ganan más que Llull, Garuba, Abalde o Brizuela. Por ejemplo. El mayor ladrón de talento del baloncesto nacional está al otro lado del charco y no es la NBA. Desde que en el verano de 2021 la liga universitaria se desprendiera de complejos y empezar a pagar a los jugadores a través del artilugio que denominó NIL (Name, image and likeness), el éxodo ha sido masivo. «Ocho de los 10 mayores proyectos de estrella del baloncesto español están formándose fuera». Ha dejado de ser una competición amateur: no pueden pagar a sus estrellas por sus logros deportivos, pero sí, por ejemplo, por su presencia en redes sociales o por participar en campañas publicitarias.

Lo que antes era rareza es ahora norma. Y al revés. Expoliados han sido Madrid y Barça, en cuyas oficinas empieza a plantearse aquello de para qué sirven sus canteras. Sergio de Larrea, campeón del mundo júnior en 2023 e inmerso a sus 19 años en los planes de Pedro Martínez en el Valencia que disputará la final de ACB, es excepción. «Seguramente ganaría más dinero en otra parte. Pero han cuidado de él y le están dando minutos... Cada decisión es un mundo», exponía hace unas semanas Juancho Hernangómez. El madridista Hugo González también entra en ese grupo, aunque el próximo draft de la NBA escribirá su futuro.

Este verano el fenómeno ha dado otra vuelta de tuerca. Es tal el músculo económico de las universidades americanas, que hasta jugadores que ya han se han asentado en ACB (o están en ello) han decidido dar el salto. Ahí están los casos de Rubén Domínguez (del Bilbao Basket a Texas A&M) o Mario Saint-Supéry (de estar cedido por Unicaja en Manresa a estar eligiendo destino en la NCAA) quien incluso abonará su cláusula de salida, en torno al medio millón de euros. También no españoles, claro. El belga De Ridder, también de Bilbao, dará el salto con casi 24 años. «Es una mezcla de todo. Lo más importante es lo económico, claro. En algunos casos es dinero que nunca van a ganar en Europa. Son salarios a los que en España sólo tiene acceso el Madrid y el Barcelona, oportunidades que no se pueden dejar pasar», explica Guillermo Bermejo, Director Europeo de la agencia You First, que desgrana un fenómeno «imparable».

Raúl Villar, con el Barça.

Raúl Villar, con el Barça.ACB Photo

«Desde el momento en que se aprueba el NIL... El verano pasado ya se empiezan a pagar unas cantidades bastante altas. Y este año ha explotado completamente. Ante el anuncio de las normas que van a regular las cantidades pagar, tras el juicio que se está llevando a cabo, se han gastado el dinero. Va a seguir siendo un mercado que para chavales de 18 ó 19 años no existía antes y se van a seguir pagando grandes cantidades, pero seguramente no al nivel de este verano", explica, añadiendo los otros dos factores. "Por otro lado, la NCAA ha bajado la mano con los criterios de amateurismo. Antes, un jugador que hubiera cobrado de un club, era imposible. Ahora hay ciertos mecanismos que permiten eso", sigue. "Quizá la parte más compleja sea la académica. Lo que no quieren es que vayan jugadores con notas cuestionables o que no hayan aprobado el Bachillerato. Eso lo miran con lupa".

Los casos son incontables. Dame Sarr dejó tirado al Barça en plenos playoffs de la Euroliga para jugar Nike Hoop Summit, un torneo de exhibición. Lo que para cualquiera parecería una locura, tiene una argumentación. El italiano cobrará casi tres millones la próxima temporada en Duke. Del Barça también salta Raúl Villar (a Charlotte) o Mathieu Grujicic (a Ohio State), como el año pasado lo hizo Kasparas Jakucionis hacia Illinois. El éxodo en el Madrid es insólito: Gildas Giménez (Bella Vista CIA) y Sidi Gueye (Arizona) se unen a los que ya se fueron (Egor Demin, Ismaila Diagné, Jan Vide...). Juanma Ruiz, Guillermo del Pino, Lucas Marí, Ian Plattweuw... La lista es interminable.

Saint-Supéry, defendido por Huertas.

Saint-Supéry, defendido por Huertas.ACB Photo

Una huida que no tiene por qué ser negativa, porque el panorama en España lleva siendo años desolador para el interés de los canteranos. "Esta temporada el número de jugadores seleccionables en ACB ha sido del 23%, un descenso paulatino cada año", protesta Alfonso Reyes, presidente de la ABP (sindicato de jugadores), que recuerda que los equipos españoles han estado años "esquilmando canteras de Europa y África" y ahora ven cómo el fenómeno se les vuelve en contra. Y que ve con buenos ojos, aunque "llega tarde y sin contar con la ABP", la liga sub 22 que este miércoles anunciarán la FEB y la ACB (con el respaldo económico, unos cinco millones de euros, del CSD) y en la que los equipos que participen (aún por confirmar) deben tener al menos seis jugadores seleccionables.

El caso es que la peregrinación es la comidilla del baloncesto europeo desde hace tiempo. Hace unos días, Juancho Hernangómez razonaba en Piratas del Basket: "Es una puerta que años antes no había y me parece una gran oportunidad. Si los chavales universitarios en cuatro años pueden ayudar a su familia y, por así decirlo, tener la vida hecha, ¿por qué no? ¿Cómo vas a decirle a un chaval de 19 o 20 años que no coja un millón y medio o dos millones?". "¿Quién les va a prometer minutos en ACB? Dime cuántos chavales están jugando en ACB", se quejaba. "Si se van a la NCAA, qué jugadores de 22-23 años va a haber aquí dentro de cuatro años. A qué se va a jugar, si la media de los equipos va a ser de 32 y 33 años. Me preocupa eso", exponía Ibon Navarro.

La FIBA ha intentado reaccionar, temiendo también por sus ventanas de clasificación en mitad de temporada, puesto que los chicos de la NCAA no iban a tener el permiso. "Las universidades están cada día más cerca de ser entidades comerciales, clubes profesionales, y eso desafía nuestro ecosistema", reconocía Andreas Zagklis, secretario general, que avisó: "No podemos quedarnos de brazos cruzados, ni podemos permanecer como meros observadores".

Juan Matute, el jinete que volvió a la vida tras un derrame cerebral por el que le dieron hasta la extremaunción: "Los caballos me miraban raro. Asustados"

Juan Matute, el jinete que volvió a la vida tras un derrame cerebral por el que le dieron hasta la extremaunción: “Los caballos me miraban raro. Asustados”

«¡Yaaa, Lexus, amigo mío!». Juan Matute (Madrid, 1997)chasquea la lengua, palmea con tanta firmeza como cariño el cuello de su caballo, al que monta en una danza hipnótica bajo el sol primaveral. «Tiene nueve años, es el Lamine Yamal de esto», presume el jinete español, hace un momento a lomos del tordo Navaltocón, otro ejemplar de una belleza sublime. Fue una mañana como esta, en el cuadrilongo cubierto del Centro Ecuestre Sun Point, cuando hace poco más de cinco años Juan volvió a nacer. «El regalo», le gusta llamarlo al jinete.

«El 5 de mayo de 2020 estuve al borde de la muerte. Desde entonces tengo dos cumpleaños. Esa fue mi segunda oportunidad de la vida».

Aquella era la primera vez que, en pleno confinamiento por la pandemia, Juan pudo acudir a entrenar con sus caballos a la finca de Arroyomolinos. Los Juegos de Tokio habían sido pospuestos por el coronavirus, pero seguía latiendo el anhelo de imitar al padre, una leyenda Juan Matute senior de la doma clásica española, olímpico en Barcelona, Atlanta y Sidney (en Pekín, con Juan ya nacido, acudió como suplente). Bajo su mirada ejecutaba el movimiento estrella, el passage piaffe, encima de Guateque IV. «Estábamos ya terminando. Le di un respiro al caballo y estábamos descansando, cuando me empecé a marear, a perder el campo de visión. Una sensación de náuseas. Gracias a Dios mi padre estaba a pie de pista y me dijo que me bajara del caballo. El accidente hubiera sido fatal. Según me senté en el suelo, el dolor de cabeza fue brutal. Grité: '¡Mi cabezaaaa!'. No recuerdo absolutamente nada más». Había sufrido un gravísimo derrame cerebral.

Matute, con otro de sus caballos, en Arroyomolinos.

Matute, con otro de sus caballos, en Arroyomolinos.Angel Navarrete

Lo que siguió, en palabras de Juan, al que se lo contaron mil veces porque lo olvidaba, que todo lo repasa con una sonrisa y todo lo apoya en una fe que el proceso despertó -«antes del accidente era más bien tibio, de ir a misa de vez en cuando. Después, llegó mi conversión al camino de la verdad. Obró el milagro el Jefe»-, fue de «película de terror».

Ambulancias, policía, un helicóptero que lo trasladó al Hospital La Paz. «Todo por un chavalín sano de 22 años que hacía su deporte». Que venía sufriendo desde días atrás intensos y extraños dolores de cabeza, «punzantes en el ojo izquierdo». Asomaba una malformación de nacimiento, arteriovenosa congénita. Le operaron de urgencia pero no funcionó y quedó en estado crítico. «A mis padres les llegaron a preguntar si yo era donante de órganos. Ellos pensaban que me habían dado por muerto. Pidieron a un sacerdote que me diera el último sacramento, la extremaunción», pronuncia con frialdad, antes de relatar, ahora sí con emoción, el siguiente milagro, «la llamada de Estela, una conocida del mundo de la hípica». Que les habló del doctor Claudio Rodríguez y su equipo, de la Fundación Jiménez Diaz, de su experiencia en operaciones intravenosas. «Había visto las imágenes y creía que podría conseguirlo. Mis padres se agarraron a ese clavo ardiendo. Me pudieron trasladar dos días después, cuando bajó la presión intracraneal. El 9 de mayo fue la segunda operación». Cuatro horas en el quirófano a vida o muerte. 25 días en coma.

La mañana que volvió a la hípica, meses después, sus caballos se asustaron. Pesaba 55 kilos y sufría hemiparesia. «Fue emocionantísimo. Los caballos me miraban raro. Olía a medicina. Emitía un aroma extraño para ellos, que son tan sensibles. Y andaba como un robot, no me reconocían». No tardó en volver a subirse, en volver a caerse también. «Mi lado derecho estaba paralizado. Si en nuestra disciplina ya es complicado, ahora me faltaban recursos. Habilidad. Mi padre me gritaba: '¡Juan, levántate, inténtalo de nuevo!'».

Juan Matute, con Lexus, en Arroyomolinos.

Juan Matute, con Lexus, en Arroyomolinos.Angel Navarrete

No iba a ser la última caída para un chico de 22 años, 10 de ellos viviendo en Florida, que había visto cómo todo se truncaba sin previo aviso. El niño que desde los seis practicaba la hípica -«empecé en la categoría de ponis, en la disciplina contraria, los saltos de obstáculos»-. Que fue campeón de Europa juvenil en 2015. Y que descubrió «el trallazo» de que lo cotidiano se convirtiera en pesadilla, de sufrir hasta «en la tontería más absurda». «No podía peinarme por mí mismo, no podía sonarme los mocos. Tenía que ir en silla de ruedas, me tenían que dar de comer, me duchaban...». Llegaron las nubes negras, la depresión. «Cada mañana me despertaba queriendo tirar la toalla. Estaba rendido, deprimido. 'Que me deje todo el mundo en paz, que ya he sufrido suficiente. Adiós'. Mi madre me decía: 'Hazlo por todas esas personas que no lo han podido superar como tú'». Trabajó con psicólogos, se refugió en la familia y en la iglesia, hasta apreciar lo que él llama «la belleza de la superación diaria».

Juan cuenta todo esto, tan reciente, con una naturalidad que contagia. Sonríe a la vida y persigue con ahínco su sueño olímpico, cada día más de ocho horas con sus caballos. Con sus cuidados, con su entrenamiento. «Todo en la doma es arte, tacto ecuestre. Es un talento, poder compenetrarte con otro ser, con otro animal. Que no es depredador, es más bien presa, un animal de huida. Por lo que tiene que confiar en el jinete. Y eso lleva a la compenetración. Al resultado», cuenta de sus compinches equinos, como «amigos íntimos» con los que quiere triunfar. Y eso que... «Al 100% nunca se recupera uno. Es mucha herida la que me causó el derrame. Hay una facetita que me obliga a superarme cada día, desde la humildad», desvela, sin querer dar más detalles.

Un año después del accidente, aún en plena recuperación, ya se quedó a las puertas de los Juegos de Tokio. Como tres años después a las de París. Y ahí sigue el escudo que llevó su padre, que pretende bordarlo en su propio frac olímpico, porque «a la tercera va la vencida». Los resultados ilusionan. Matute ganó a finales de 2024 en Frankfurt con Lexus, un Gran Premio Internacional Cinco Estrellas, "mi mayor hazaña hasta el momento". También de su récord (69,8% y victoria) con Navaltocón después en el Jarama. Y del Campeonato de España, hace unos días, donde estuvo al borde de otro triunfo. Fue plata en el segundo día de la competición en la prueba de la Intermedia 1 con Formentor (otro de los caballos de su equipo de competición). Con Lexus fue sexto en la final de la prueba grande. «Con margen de mejora y mostrando grandes cualidades y potencial. Recibí comentarios muy optimistas por parte del jurado», relata. Lo siguiente, este mismo año, será el Campeonato de Europa. Y en 2026, el Mundial.

Sangre, sudor, polémica y orgullo: Unicaja sigue con vida tras derrotar al Madrid en un desenlace agónico

Sangre, sudor, polémica y orgullo: Unicaja sigue con vida tras derrotar al Madrid en un desenlace agónico

Del Palacio salió Unicaja lastimado en su baloncesto y también en su orgullo. El Real Madrid, lanzado y obligado a estas alturas de temporada sin títulos, le había zarandeado hasta volverle irreconocible y le había dejado con un imposible por delante, un 2-0 en contra, una "montaña" para el campeón de Supercopa, Copa y Champions. Pidió respeto Ibon Navarro a los árbitros y se lo ganó en el Carpena, un triunfo, una reacción, de puro coraje, de sangre, corazón y hasta polémica final para evitar su adiós y el paso blanco por la vía rápida a la final, donde desde el sábado aguarda el Valencia Basket. [86-84: Narración y estadísticas]

Para saber más

Sumaba el Madrid 24 victorias de carrerilla en ACB y fue en Málaga donde le pararon los pies. Un Unicaja fiero, enrabietado, intratable casi de principio a fin. Porque ahí, en el fin, llegó lo insospechado. Tras una serie de fallos por ambos bandos, una contra con la que Musa se disponía a igualar por primera vez en muchos minutos el duelo y que acabó con palmeo de Garuba, el bosnio impactó con su codo en el rostro de Kendrick Perry. Tras la revisión, que no pudo por norma anular la canasta posterior, llegó la antideportiva y los dos tiros libres con los que Alberto Díaz cerró la angustia.

Una victoria de sangre (en los rostros de Perry y antes en el de Sima, tras codazo de Tavares, e incluso en el brazo de Campazzo), de polémicas con el arbitraje, de lesiones (la de Tyson Pérez en su tobillo) y de una tensión que engrandece una semifinal de la que se esperaba semejante temperatura. Alzó la voz Unicaja, que fraguó su resistencia en una primera mitad de puro rock and roll y en su aguante después a los intentos blancos de remontada, jugueteando con el abismo que se extendía ante los verdes.

Unicaja no iba a firmar la rendición así como así, sin al menos un ramalazo de rabia, una versión real de lo que ha sido y es. Con la losa del 2-0 pero con el orgullo intacto, los de Ibon Navarro afrontaron la tercera batalla, con el Carpena a reventar, como si no hubiera más allá. Con el baloncesto frenético que es su bandera, tiros rápidos, defensa agresiva, transiciones, rebote y descaro. Un ritmo inaguantable al que unieron la habilidad de no perder balones (sólo uno en toda la primera mitad), un cóctel explosivo que ni el Real Madrid supo contrarrestar entonces.

Tavares, en acción en el Carpena.

Tavares, en acción en el Carpena.Jorge ZapataEFE

Apenas los blancos aguantaron la salida en tromba. Cuando Alberto Díaz piso cancha el nivel de energía se elevó todavía más. Y Unicaja empezó a sobrevolar el Carpena, como si en vez de pies tuviera motores. Era un ataque con todo, una labor coral en la que sobresalían Kravish, Sima y Osetkowski, sin miedo a Tavares. Al descanso habían anotado todos los malagueños menos Kameron Taylor, precisamente su máximo anotador. Y ni los percances les apartaban de la misión.

Porque mediado el segundo cuarto, tras un espectacular mate, Tyson Pérez se torció de mala manera su tobillo izquierdo. Al poco, Perry cometió una falta antideportiva sobre Campazzo. Igual daba, la diferencia siguió elevándose, hasta el +19 tras una canasta a aro pasado de Barreiro. Ni siquiera los triples les eran necesarios. El Madrid, con sus pérdidas y su incapacidad para igualar la agresividad, achicaba agua como podía.

El rostro de Perry, tras el codazo de Musa.

El rostro de Perry, tras el codazo de Musa.ACB Photo

Pero no estaba muerto. Un parcial tan suyo, de esos de entreactos, un 5-22 apoyado en una zona defensiva, fue el primer aviso blanco. Se recompuso Unicaja a lomos de Tyson Carter, volvió a tomar algo de aire con los triples de Osetkowski, pero no la suficiente distancia como para evitar una recta de meta de esas en las que el Madrid parece no conocer imposibles.

A falta de 1:23, tras otra canasta de Perry, caía por cinco (84-79). Llegó un triple fugaz de Hezonja tras tiempo muerto y la concatenación de errores, entre ellos una falta de ataque de Tavares que evitó la primera igualada. Y todo se iba a resolver en una revisión, valiente Perry en su defensa tras el fallo anterior, en jugarse el físico ante un Musa que sacó el codo a pasear.