Del Toro brilla en el infierno del 'sterrato' y oposita al trono del Giro

Del Toro brilla en el infierno del ‘sterrato’ y oposita al trono del Giro

Fue todo lo terrible, apasionante y trascendente que se esperaba, que se deseaba, que se temía. Incluso más. El sterrato sembró el pánico, causó destrozos y convirtió la etapa en un infierno sin paliativos para los corredores y en paraíso para Wout van Aert, vencedor de la etapa, e Isaac del Toro, nuevo líder. Ayuso perdió 1:07.

Desde el primer tramo, entre la niebla polvorienta, irrespirable, el sterrato pedregoso, a unos 70 kms, de la meta, puso la carrera patas arriba y la dejó hecha jirones. En el segundo se produjeron caídas en curvas traicioneras. Entre ellas la de Roglic. No llegó a caer Ayuso. Pero en la barahúnda puso pie a tierra y algo le rozó en la pierna, que tenía sangre. Roglic sufrió luego un problema mecánico y se vio obligado a cambiar de bicicleta.

De todos esos esfuerzos, de todos esos percances, de todas esas desdichas, de todas esas glorias, con los hombres sufriendo, rebozados en polvo pegado al sudor, emergieron en última instancia, entre los gemidos de unos y los estertores de otros, colosos entre colosos, Del Toro y Van Aert. Habían dejado tirados, deshechos, vacíos, en el último sector de tierra, el Colle Pinzuto, dos kilómetros y medio con una pendiente máxima del 15%, a Egan Bernal y Mathias Vacek, que se uniría al grupo de Ayuso, los Yates, Ciccone, Carapaz, McNulty, Tiberi... Más atrás, el de Roglic, que renueva su triste leyenda de ciclista infortunado. Su enorme historial todavía podría ser mayor.

La cabalgada de Del Toro, siempre tirando en salvaje persecución del rosa, y Van Aert, sólo interesado en una etapa destinada a resucitarle, ofreció toda la belleza que puede deparar el mejor ciclismo posible. En las inclementes rampas finales, en parte empedradas, que desembocan en la Piazza del Campo de Siena, en el Muro de Santa Caterina, recuperó Van Aert su condición de gigante y adquirió Del Toro, a sus 21 años, la de aspirante a ganar el Giro y, en el futuro, todo lo que se le enfrente.

Ahora está a 1:13 por delante de Ayuso, su jefe; Roglic queda a 2:25. El UAE se enfrenta a un dilema. El español no se halla tan lejos y su retraso ha venido en parte como consecuencia de una desgracia. Pero el mexicano ofreció una demostración deslumbrante de poderío. Es un corredor muy completo y sus opciones de llevarse la carrera han aumentado exponencialmente. Después del descanso del lunes, la contrarreloj del martes disipará algunas dudas.

O las aumentará...

Ayuso da otro susto a Roglic en el día de la primera escapada exitosa del Giro en la que venció Plapp

Ayuso da otro susto a Roglic en el día de la primera escapada exitosa del Giro en la que venció Plapp

La primera fuga triunfal de la carrera, resuelta por el australiano Luke Plapp, deparó un cambio de líder. Roglic, por segunda vez en este Giro, se desvistió de la "maglia". Esta vez en beneficio de Diego Ulissi, feliz a los 35 curtidos años. Profeta en su tierra.

Etapa intensa, larga (190 kms.), con cuatro puertos, dos de tercera, uno de primera intercalado entre ellos y uno de cuarta, el Gagliole, de engañosa amabilidad: sólo 800 metros, pero al 12% de promedio. O sea, con tramitos cercanos al 20%. Chiquito, pero matón.

La escapada inicial de 14 hombres tenía nivel: Fortunato, Ulissi, Steinhauser, Bardet, Plapp, Vendrame, Arrieta, Prodhomme, Lastra, Kelderman, Formolo... A lo largo del quebrado camino y sus vicisitudes, las piezas fueron alterando el orden del tablero. O el tablero el orden de las piezas, a elegir. Unos hombres se adelantaban, otros perdían comba. Algunos de los que la perdían, la recuperaban. Atacándose todos, más o menos separados, más o menos vueltos a juntarse, en continuo revoltijo rutero, todo el interés de la etapa se redujo, ante la voluntaria pereza del pelotón y sus luminarias, a saber si Diego Ulissi y Lorenzo Fortunato, compatriotas, amigos y compañeros de equipo, accedían al liderato.

Según discurría la carrera, dividida la escapada en diversas facciones alternantes, ora Ulissi, ora Fortunato se vestían virtualmente de rosa. Mientras tanto, de todo aquel juego de combinaciones emergía Plapp, excelente rodador, en un escenario teóricamente impropio. Cuando cruzó la meta, seguido por Keldermann y Ulissi a 38 segundos y, dispersos, Arrieta, Prodhomme y compañía, aún no se sabía si Ulissi, que ya iba por delante de Fortunato, se vestiría de gala tras el tiempo real y las bonificaciones. El pelotón aceleraba un poco y la carroza de Ulissi se convertía en calabaza. El pelotón se entregaba a un parón, y la calabaza tornaba a transformarse en carroza.

Ayuso, agresivo

Finalmente, el cuento de Ulissi acabó bien. Y en el último repechito antes de la llegada, Ayuso, entre la sorpresa y la alarma generales, dio un estirón. Roglic, el más sorprendido y alarmado, salió como un rayo a tratar de atraparlo. No lo consiguió y se dejó con el español un segundito. No es mucho, pero todo es bueno para el convento. Ayuso está ambicioso y es un iconoclasta ajeno al temor que inspira el esloveno. Las cartas están sobre la mesa.

Ahora el "sterrato", ese atractivo, ese susto, aguarda a todos en la etapa dominical que concluye en Siena. Tramos de tierra que suman un total de más de 30 kms. Probablemente, Ulissi despertará del sueño y todos los favoritos seguirán acariciando el suyo. Puede que el de más de uno se troque en pesadilla.

Mads Pedersen gana, de rosa, su tercera etapa en cinco días

Actualizado Miércoles, 14 mayo 2025 - 18:24

Ganar, ganar y volver a ganar. Esto no es fútbol. Esto es ciclismo. Y éste es Mads Pedersen ganando su tercera etapa en cinco días de carrera y sumando puntos en las metas volantes. Viste de rosa y también podría vestir de morado. Viste de doble gala. Ganar vestido de rosa es como ganar dos veces en una. El aficionado y el periodista ven al primero de la clasificación adelantarse a todos como si no pudiera darse otro resultado, como si el rosa no fuera un color, sino un certificado. Vencer por mandato íntimo, aunque dejando atrás sólo por un cuarto de rueda a un sorprendente, por inopinado, Edoardo Zambanini. Y un poquito más lejos a un esperado pero insuficiente Tom Pidcock. Y más atrás, no mucho tampoco, al también sorprendente Orluis Aular, la revelación del Movistar, que está al plato y a las tajadas. Al plato de los sprints clásicos y a los que se resuelven después de breves y abruptas pendientes.

Ese final electrizante y violento coronó, como estaba cantado, una etapa inevitablemente perezosa, y así admitida, hasta su desenlace. Mereció la pena el contraste. Entre Ceglie Messapica y Metera, de 151 kilómetros, no ocurrió nada hasta que los corredores, a 30 de la llegada, toparon con puerto de cuarta por su brevedad (tres kms.), pero de segunda por su dureza (10%). El Montescaglioso.

No significaba nada que Lorenzo Milesi (Movistar), Giosue Epis (Arkea) y Davide Bais (Polti) emprendieran desde muy temprano un viaje sólo útil publicitariamente. Nunca pasaron de dos minutos y medio de ventaja. Ni lo pretendieron. ¿Qué hacía Milesi, un hombre para el Top-10 metido en aventuras sin futuro?

El puerto, primera criba, dejó fuera de juego a los velocistas. Fueron desprendiéndose del grupo, que goteaba. Milesi y Bais, que habían abandonado hacía tiempo a Epis, coronaron en cabeza demorando un poco la sentencia. Cayeron del todo a 13 kms. de la meta. Allá arriba esperaban, ceñudos, hermosos, salvajes, los riscos medievales de Matera.

El UAE (Vine, Del Toro, McNulty, Majka) rompió las hostilidades. ¿Iba a atacar Ayuso? No. No estaba lo suficientemente cerca. Sólo se trataba de endurecer la carrera a ver qué ocurría. Y ocurría que Roglic, que siempre anda, con equipo o sin él, por delante, pareció echar un órdago. Desistió pronto. Y ocurría que Mathia Vacek, jersey blanco de mejor joven, forzó tanto que despeñó a Pedersen. Fuego amigo. El danés se quedó tan atrás que parecía imposible que pudiera remontar. Lo hizo con el resultado conocido. Según confesó, sufrió como un perro. Pero está tan fuerte que se izó por encima de sí mismo. Cuando lleguen las grandes cumbres cederá la "maglia". Entretanto, la "maglia" no le cede a él.

El idilio de Mads Pedersen con Albania: recupera el rosa tras ganar su segunda etapa

El idilio de Mads Pedersen con Albania: recupera el rosa tras ganar su segunda etapa

Del rosa al rosa pasando por el ciclamino. Mads Pedersen recuperó el liderato en una etapa, ésta sí, de clásica transición, entre Vlorë y Vlorë. La carrera ha ido dando vueltas por Albania por los mismos sitios. La etapa, no obstante, prometía, si es que había interés por parte de algunos secundarios, de mover la carrera.

Lo hubo por parte de un grupito acaudillado por Joshua Tarling y formado, además, por Lorenzo Germani, Mark Donovan y Chris Hamilton, a los que más tarde se unirían Alessandro Tonelli y Dries de Bondt, que no pasó de los tres minutos de ventaja sobre un pelotón tranquilo pero alerta. Era un intento abocado al fracaso.

A esos aventureros los alcanzaron Lorenzo Fortunato y Pello Bilbao, que coronaron por ese orden la dificultad del día, el puerto de Llogarasë, de segunda, 10 kms. a una media del 7%. Estaba demasiado lejos de la llegada, a casi 50 kms., la mitad de ellos, más o menos, de bajada, para resultar decisivo. En ese tramo murió el intento de Pello y Fortunato.

Pero, en cierto modo, el puerto sí fue decisivo. Mostró el interés del Lidl-Trek por eliminar a los velocistas, en beneficio de Pedersen, y también el del Red Bull-Bora de que el asunto no se descontrolase y se le fuera de las manos. Y también el de UAE de Ayuso. En resumidas cuentas, los equipos de los favoritos. El Bora defendía el liderato de Roglic, pero no demasiado. Si lo conservaba, bien. Si no, no pasaba nada. Pedersen es un líder temporal, y su trono rosáceo, una estación de paso.

Eliminados, pues, los velocistas, el danés ganó en un sprint limpio y algo ajustado al neozelandés Corbin Strong y al venezolano Orluis Aular (Movistar), otra vez tercero.

El Giro abandona este lunes Albania y entra en Italia con una etapa entre Aberobello y Lecce. Con toda probabilidad se la llevará un sprinter.

Tarling se lleva la crono de Tirana por una centésima y Roglic ya viste de rosa

Tarling se lleva la crono de Tirana por una centésima y Roglic ya viste de rosa

Joshua Tarling fue el hombre del día, y Primoz Roglic el de la jornada. No es lo mismo, aunque lo parezca. El hombre del día es quien gana la etapa. El de la jornada, quien saca mayor provecho de ella. El joven (21 años) e imponente rodador británico del Ineos se apuntó la etapa, una contrarreloj cortita, pero no un prólogo, de 13,7 kilómetros. El veterano (35 años) e impresionante esloveno, segundo a un segundo, a una centésima en realidad, se vistió de rosa.

Juan Ayuso, décimo a 17 segundos de Tarling y, por lo tanto, a 16 de Roglic, sacó bastante provecho del día-jornada. Dejó atrás a todos los demás aspirantes, con diferencias de entre 20 y 49 segundos (Bernal). McNulty anduvo cuatro segundos por delante del cosmopolita español (Barcelona, Atlanta, Jávea). Pero no cuenta: es del mismo equipo. En todo caso, el UAE tiene en el estadounidense un posible relevo por si Juan flaqueara.

Pese a las apariencias, las etapas contrarreloj suponen el duelo más directo entre rivales. Aunque separados, aunque no se vean ni se vigilen, no media entre ellos más que un cronómetro desnudo e imparcial. Ni tácticas, favorables o no, de equipos propios o ajenos. Ni abanicos. Ni posibles caídas propiciadas por terceros. Ni intermediarios. Ni entrometidos. Ni escapadas. Ni sorpresas. Ni despistes. Los unos contra los otros distanciados físicamente, pero unidos en feroz competencia individual por un tic-tac implacable e indiferente a todo lo que no sea su cadencia universal.

La etapa, Tirana-Tirana, en un circuito urbano con una ondulación catalogada de cuarta categoría (1,3 kms. con respingos del 9%), pero destinada a jugar su papel en la decisión del lance, se abría a varios frentes resumidos en preguntas centradas también en la posibilidad de que Pedersen mantuviera el rosa ante Van Aert, que sólo estaba cuatro segundos por detrás. Pero Wout no estuvo a la altura del reto. Si el danés, magnífico, cedió en sólo 12 segundos ante Tarling, el belga entregó 39. Aunque esta temporada no deja de rondar los primeros puestos, no remata las faenas. Parece haber perdido filo en las llegadas y fuerza en las cronos. Viene de demasiados percances como para juzgar definitivos estos avatares. Pero empieza a suscitar dudas.

Roglic, con la maglia rosa.

Roglic, con la maglia rosa.LUCA BETTINIAFP

Roglic, pues, lidera la general. Segundo es Pedersen a un segundo. Vacek, tercero a cinco. McNulty, cuarto a 12. Ayuso, quinto a 16. Del Toro, sexto a 17. He ahí al terceto del UAE. El equipo se articula en torno a su líder. Ayuso, en medio de su gente, se ve escoltado, protegido por ella.

Roglic ha tomado el mando. ¿Demasiado pronto? Quizás. Pero no iba a pedalear con menos ganas para evitar semejante carga nada más empezar la carrera. Tiene un equipo muy capaz para aguantar el tirón si fuera preciso. Y puede que, si le conviene, ceda la prenda a otro librándose de cargas extras y manteniendo a sus rivales a raya. De momento, ya están todos por detrás de él a distancias cronométricas en absoluto decisivas. Pero les obliga a atacar, a tomar la iniciativa, que siempre desgasta, si quieren enjugarlas. Ayuso se sitúa como la primera opción para tratar de desbancarle. Queda muchísimo Giro por delante. Pero se han establecido, aunque sea momentáneamente, las posiciones. Haciendo un juego de palabras, la etapa arrojó conclusiones no concluyentes, pero sí orientativas.

La etapa dominical, la última en Albania, tiene su atractivo. Un circuito Vlorë-Vlorë (Valona-Valona en la traducción) de 160 kilómetros, con una subida de cuarta y otra de segunda que, aunque lejos de la meta, puede repartir indiscriminadamente satisfacciones y disgustos.

Pedersen frustra a Van Aert para ceñirse en Tirana la primera 'maglia rosa'

Pedersen frustra a Van Aert para ceñirse en Tirana la primera ‘maglia rosa’

La primera etapa de las grandes rondas es a menudo como un ensayo con todo, como una especie de aperitivo para abrir boca antes de entrarle a fondo al menú. La de este Giro, entre Durrës y Tirana, en la insólitamente ciclista Albania, tuvo su interés y su sabor a causa de un recorrido quebrado, engañoso, con un puerto de segunda y otro de tercera que se subió dos veces.

La victoria de Mads Pedersen fue el fruto de una labor denodada, continua, indesmayable, premeditada del Lidl-Trek a partir del primer paso por el puerto de Surrel, de tercera, sí, pero de 7 km. al 4,6 % de media y con un tramo al 13%, a 40 km. de la meta.

Ya ese primer paso dejó fuera de combate a los sprinters (Kooij, Bennett, Magnier, Fretin). De eso trataba el esfuerzo del Lidl-Trek. En el segundo paso se quedó Groves. Y con él algunos hombres relevantes (Poels, Aresmann...) Al Lidl se le unió en la producción de la escabechina el Red Bull Bora de Roglic. No pocos hombres sufrieron las consecuencias de ese tipo de etapas de cierta, aunque no excesiva, dureza que les pilla con las piernas todavía no acostumbradas a los grandes esfuerzos. Padecen lo que en boxeo se llama un golpe en frío.

Fe y fatalismo

Cuando faltaban cinco para la llegada, en el frenesí de las colocaciones la cabeza y de una de esas curvas traicioneras que la velocidad convierte en asesinas, una caída de varios hombres dejó fuera de la carrera a Mikel Landa, evacuado en ambulancia con un collarín y con aspecto de haber sufrido no pocos estragos de consecuencias aún por determinar no solamente en este Giro. A las primeras de cambio, Mikel empezó y terminó a la vez.

Por fas o por nefas, tan reiterativas que hacen del azar una costumbre, el alavés no levanta cabeza, y hace tiempo que el landismo ha incorporado a la fe el fatalismo. Una combinación de desdichas que no deja de contribuir al culto al ídolo.

El pelotón del Giro, durante una de las ascensiones de la primera etapa.

El pelotón del Giro, durante una de las ascensiones de la primera etapa.AFP

Así las cosas, el triunfo de Pedersen, primer líder de la carrera, fue el de la lógica, con Van Aert otra vez segundo en esa incompleta mezcla de éxito y fracaso, ambos a medias, que le caracterizan últimamente. Ninguno de los grandes favoritos, excepto Landa, que no reunía tamaña vitola en comparación con Roglic y Ayuso, e incluso con Bernal o Carapaz, experimentó merma en sus posibilidades. Ayuso, y nosotros con él, tuvo un susto a 91 km. de la llegada y cambió de bicicleta.

El Giro seguirá discurriendo por Albania en las dos siguientes etapas. La segunda, una contrarreloj apetitosa de casi 14 kms. Y la tercera, el domingo, con otra emboscada de media montaña que amenaza con seguir haciendo pupa a las piernas aún en proceso de mejora. El Giro se ha estrenado con emociones fuertes. Que no decaiga.

Muere José Ángel de la Casa, el padre de la narración deportiva en España

Muere José Ángel de la Casa, el padre de la narración deportiva en España

Fallecido después de una lucha de más de 20 años contra el Parkinson, que fue minando su movilidad, su voz y su aspecto físico, José Ángel de la Casa (Los Cerralbos, Toledo, 1950), El Tofo para la profesión y los amigos, será recordado popularmente por el célebre "gallo" que su garganta emitió con el gol de Señor en el 12-1 contra Malta.

Un desajuste vocal especialmente llamativo en alguien asociado con la sobriedad y la mesura en sus narraciones. También con la neutralidad. Nada que ver con el histrionismo de los narradores de hoy y, a menudo, con la parcialidad exhibida sin pudor ni censura. Hoy llamarían "soso" a José Ángel. Pero era impecable. Y nunca confundió, como ocurre actualmente, la narración televisiva con la radiofónica, que llega a ser estomagante por innecesaria, por superflua.

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José Ángel y Televisión Española llegaron a ser, en la narración futbolística, casi una misma cosa durante 30 años. A José Ángel le gustaba el fútbol, por descontado, pero aún más el atletismo. En él unió en muchas ocasiones su voz a las de Gregorio Parra y Carlos Martín. Pero el fútbol le hizo famoso en España ("contra el fútbol no se puede luchar"). Entre unos deportes y otros, cubrió, resumiendo a lo grande y por lo alto, seis Mundiales y seis Juegos Olímpicos.

Fue la voz y el estilo que celebraron el oro de Fermín Cacho en los 1.500 de Barcelona, el gol de Mijatovic para la Séptima del Madrid, el de Koeman para la Primera del Barça, la apoteosis de Butragueño en Querétaro...

Su maestro en el fondo y la forma fue José Antonio Fernández Abajo. Sus discípulos, casi todos los demás; aquellos, al menos, que gozaban de la esencia del deporte y no de su espuma.

José Ángel pudo ser futbolista. No como Míchel, con quien compartió narraciones televisivas, pero sí de buen nivel. Jugaba en el Talavera, en Tercera y pudo fichar por el Rayo. Pero una lesión de rodilla y su vocación lo inclinaron hacia el periodismo. Cursó los estudios en la Complutense e ingresó en Radio Nacional de España en 1974.

En 1975 pasó a la sección de deportes, a Radiogaceta de los Deportes. En 1977 se trasladó a TVE. Hizo el programa Polideportivo hasta 1981. Luego Tiempo y Marca (1981-87) y, desde 1988 hasta 1990, Estudio Estadio, del que, en una segunda época, entre 1994 y 1996, fue director. No le faltaron ofertas de cadenas radiofónicas y televisivas. Pero se quedó en TVE, su casa. Por lealtad. Por fidelidad a sí mismo. Debutó con la Selección en 1979 y concluyó su periplo en 2007 con un España-Islandia, tras más de 300 partidos en su garganta.

Llegaría luego, en TVE y RNE, un desdichado ERE que mandó prematuramente a la calle a algunas de las voces y las personalidades más relevantes de la narración y la vocación multideportivas: Juan Manuel Gozalo, Santiago Peláez...

Premio Ondas en 1988, su lucha, denodada y llevada con coraje y dignidad, más allá del deporte, contra el Parkinson lo convirtió en un emblema de la resistencia humana a una enfermedad que, como la ELA, no tiene cura. Ayudó a visibilizarla y, de algún modo, a combatirla también psicológicamente.

Sus hijos, Juanma y Javier, también periodistas deportivos, no han podido tener mejor maestro y ejemplo.

Contrastes

Contrastes

La Liga ofreció el sábado el máximo contraste posible. El primero de la clasificación contra el último. El casi campeón contra el ya descendido. Ese tipo de contraste se llama desigualdad. Pero el Barça lo pasó mal y, difuminado el abismo diferencial, elevó el contraste a, casi, contradicción. Salvó la papeleta en la contrastada distancia que media entre la unidad B y la A, que acudió al rescate.

Unos días antes, el martes, habían coincidido, en expresivo contraste, el ejemplo de modestia de un hombre que lleva fallecido 86 años y el de engreimiento de un mozalbete que aún no ha cumplido los 18. En la Real Academia de la Lengua, José Sacristán leía, como si fuera Antonio Machado, el discurso de ingreso que el poeta, elegido miembro de la Docta Casa en 1927, no leyó nunca, a pesar de haberlo prácticamente acabado en 1931.

En Barcelona, en rueda de prensa, Lamine Yamal se pavoneaba, desenvuelto, exhibiendo, en contraste con el torpe aliño indumentario machadiano, un extravagante aliño capilar, teñido de un dorado chillón que ofendía a la vista. Nadie del club le ha aconsejado u ordenado que sea más natural, en beneficio de la propia imagen de la entidad. Ni mucho menos, claro, reprendido por presentarse de modo impropio ante el Rey tras la final de Copa. Desinhibido hasta lo irrespetuoso, el chaval dio, desafinada, la nota

Leía Machado con la voz de Sacristán: "No creo poseer las dotes del académico. No soy humanista, ni filólogo, ni erudito". Se iba arriba Lamine: "¿Crecido? Mientras gane, no pueden decirme nada. Con 17 años, el nivel al que juego no lo hace (sic) cualquiera". Para aficionados y periodistas no es incompatible la admiración por el juego de la criatura con la censura a esa forma de arrogancia que es el excesivo desparpajo. Sería recomendable que el muchacho, en lugar de ponerse ante su narcisista espejo a ver cómo le queda el "Flequillo de Oro", se mire en el discreto de Messi, con el que algunos ya le comparan.

Al día siguiente, contra el Inter, contraste del Barça entre su ataque y su defensa. El 3-3, a pesar de su paridad aritmética, reflejó desequilibrio. Expresó fortaleza ofensiva y debilidad defensiva. Así es el Barça de toda la temporada, en un contraste que equivale a descompensación.

Destaca, aunque no extraña, que, centrado en la figura de Ancelotti, que lleva en el Madrid desde 2021, se hable de fin de ciclo, y ni siquiera se roce el tema en la de Simeone, que aterrizó en el Atleti 11 años antes. Los ciclos, poco más que episodios, del Madrid son los de sus entrenadores. Los del Atleti no existen desde que está Simeone. Cuando se vaya, si es que eso ocurre alguna vez, no acabará un ciclo, sino una época. Más aún: una era. El contraste entre el Madrid y el Atleti en este campo es sinónimo de disparidad. Y se explica por la devoradora exigencia de máximos del Madrid frente a la resignación de secundario del Atleti a causa del contraste, dígase abismo, presupuestario.

No cabe mayor contraste que el del Madrid consigo mismo ante el Celta. De un 3-0 a un 3-2, y gracias. El equipo se aferra al clavo ardiendo del próximo "clásico". No será un duelo de detalles. Será de contrastes.

Manolo, el bombo de la España que no triunfaba

Manolo, el bombo de la España que no triunfaba

Manolo el del bombo era, en la vida civil,Manuel Cáceres Artesero. Pero saltó a la fama y, por así decirlo, se ganó la posteridad con ese apelativo tan... ¿cómo definirlo?... berlanguiano, valleinclanesco, conmovedoramente esperpéntico.

Tan español en el sentido chusco y, por otra parte, profundamente serio de un carácter cada vez más ligado a un país que sociológicamente ya no existe.

Manolo era el superviviente y, en cierto modo, el único ejemplar de un tipo elemental de hincha, que dedica su vida a una causa secundaria, transformada en principal. Una misión tangencial, convertida en nuclear porque se ve cautivo de ella, una vez que se ve reconocido en sus términos por la gente. Una afición derivada en pasión y, más tarde, en obsesión. En una adicción de la que acabó siendo víctima.

La biografía de Manolo, como la de todo ser humano, se contiene en el fondo, a grandes rasgos, entre su nacimiento y su fallecimiento. Manolo nació en San Carlos del Valle (Ciudad Real) el 15 de enero de 1949 y ha muerto, en la Comunidad Valenciana este 1 de mayo de 2025.

Entre esas dos fechas, una peripecia personal, singular, resumida para sus compatriotas en un uniforme de La Roja, una boina y un bombo con el escudo nacional y una leyenda: "Manolo, el bombo de España".

Ha habido muchos "el... de España". Pero sólo un bombo, que significaba la ruidosa sencillez de una predisposición anímica colectiva, no traducida, por pudor, por vergüenza, a algo tan primario como el aporreamiento de un tambor de ese tamaño. Un latido inocente en su puerilidad y excesivo por ensordecedor en su manifestación.

Manolo caía simpático. Recogía el sentimiento general de apoyo al equipo y lo convertía en un acto simple y contundente que nadie más que él se atrevía a protagonizar. Encarnaba el alma fogosa de una afición que depositaba en él lo más primitivo de su aliento. Curiosamente, él no veía los partidos, dedicado a recorrer, sudoroso, enrojecido, las gradas atizándole al instrumento, vuelto de cara al público, entregado a tratar de que los demás se entregaran a su vez a la Selección. Sostenía, y quizás tenía razón, que más de un gol del equipo se debía a su persona.

Manolo el del Bombo, en la inauguración del mundial de 1982

Manolo el del Bombo, en la inauguración del mundial de 1982Zarco / Archivo Marca

Empezó a crearse y creerse un personaje que se le escapó de las manos desde sus primeros alientos a los equipos representativos de su lugar de residencia: Huesca, Zaragoza, Valencia... Llegar a la Selección fue algo aumentativo y natural. La causa suprema a la que dedicar una existencia llamada a la inanidad social y el anonimato.

Y ya no pudo escapar de su influencia, de su poder de atracción. Ya no pudo retroceder, aunque su devoción le costaba tiempo, dinero y amarguras. Siempre se quejó de que no recibía el apoyo oficial que merecía.

Quienes viajaban al encuentro de la Selección, periodistas y aficionados, le recuerdan arrastrando penosamente el bombo por el pasillo del avión, pidiendo educadamente perdón a los pasajeros por las molestias y colocando el artefacto, con la comprensiva ayuda de las azafatas, allá al fondo, donde no estorbara.

Asistió a 10 Mundiales. Su primer viaje para animar a la Selección fue a Chipre, en 1970. Su último partido, el 23 de marzo, en Mestalla, en el partido que sellaba en pase del equipo a la Final Four de la Nations League. En el mundial de España, en 1982, iba de sede en sede en autostop. Tenía un bar en Valencia, "Tu museo deportivo", junto a Mestalla. Entre gastos por reformas, cierre por la pandemia y otros azares, lo perdió casi todo y quedó en precaria situación económica. "Tendré que vender el bombo para comer", se lamentaba.

En cierto modo, representaba a la España futbolística no triunfal. Cuando el viento cambió, perdió protagonismo y, por así decirlo, "influencia". Ya no se le "necesitaba" tanto. Y ya era un personaje "quemado" en su propia intensidad ya sin contenido. No lo pasó bien casi nunca. Y bastante mal al final de su vida. Pero probablemente, si volviera a nacer, la repetiría. Después de todo, y estas líneas son una prueba, forma parte de la historia, no sólo futbolística, de España.

Karsten Warholm impresiona en el arranque de la Liga Diamante

Karsten Warholm impresiona en el arranque de la Liga Diamante

En Xiamen (China), en un estadio imponente, con una gran entrada, arrancó el gran circuito del mejor atletismo: la Liga de Diamante. Buenas marcas para empezar la temporada. Especialmente los 33.05, récord mundial de Karsten Warholm en los 300 metros vallas. Una prueba no olímpica que no se programa casi nunca, pero que ofreció una insoslayable referencia para los 400 vallas.

El noruego, decidido, sin un titubeo entre los obstáculos, con una energía total y uniforme, con la misma fuerza en el último metro que en el primero, realizó 33.05. Rompió su propio récord de 33.26, que databa de junio de 2021. Si en abril ha hecho esos 33.05, se puede esperar cualquier "barbaridad" en los 400 vallas, cuando el verano alcance su esplendor.

También fue noticia, en el salto con pértiga, naturalmente, Armand Duplantis. Doble y no del mismo signo. Victoria, como era de esperar del fenómeno sueco que, después de tres brincos (5,62, 5,82 y 5,92), ya había ganado la prueba. Pero falló en sus tres intentos en 6,01. Que "Mondo" no supere los seis metros es la auténtica noticia. Reciente Premio Laureus, seguramente acusó tanto trajín social y el largo viaje a China.

En otra prueba no habitual, los 1.000 metros, hubo también un intento de récord del mundo. La keniana Faith Kipyegon se quedó cerca, con 2:29.21, de la vieja, resistente plusmarca de la rusa Svetlana Masterkova (2:28.98 de 1996). Solamente el sudafricano Akane Simbine (9.99) bajó de los 10 segundos en los 100 metros, con viento inexistente, en una prueba con, sin embargo, un gran elenco: Ferdinand Omanyala, Christian Coleman, Letsile Tebago...

Otros vencedores fueron Bayamo Ndori (Botswana) en los 400 metros (44.25), Mingkun Zhang (China) en el salto de longitud (8,18), Beatrice Chebet (Kenia) en los 5.000 (14:27.12), Danielle Williams (Jamaica) en los 100 vallas (12.53), Yaroslava Mahuchikh (Ucrania) en el salto de altura (1,97) y Valarie Allman (USA) en el lanzamiento de disco (68,95).

Había tres españoles en liza. Quique Llopis fue sexto (13.36) en los 110 vallas dominados por el estadounidense Cordell Tinch (13.06). El gran tirano de la disciplina, Grant Holloway tuvo problemas en la octava valla, se dejó ir entonces y terminó décimo y último con unos impropios 13.72.

Dani Arce, en los 3.000 obstáculos, ha empezado bien el año con un décimo puesto y, sobre todo, una marca prometedora (8:11.64), no tan lejos del vencedor, el etíope Samuel Firewu (8:05.61) y el marroquí Soufiane El Bakkali (8:06.66). Por su parte, Yulenmis Aguilar acabó séptima en el lanzamiento de jabalina (58,80), sentenciado con 64,75 por la griega Elina Tzengko.

La Liga de Diamante se extenderá durante 15 estaciones hasta los días 27 y 28 de agosto, con las finales en Zúrich y antes del Mundial de Tokio, a mediados de septiembre. Próxima cita, también en China, el 3 de mayo.