La de Carlos Gimeno (Las Palmas de Gran Canaria, 1989) es la historia de una pasión a prueba de bombas. Ganar el oro, una opción que rozó con la yema de los dedos hasta su último salto, habría sido un final absolutamente épico para su participación en el Mundial de Singapur en una disciplina que no tiene tradición en España: los saltos de gran altura.
La plata, el mismo metal que logró colgarse al cuello en los Europeos de 2022 celebrados en Roma, acabó teniendo un sabor agridulce, por quedarse a un paso del primer escalón del podio y, también, por todas las apuestas, casi a todo o nada, que ha tenido que hacer desde que se estrenó como mundialista en esta disciplina, hace ya más de 10 años. La última, el patrocinio que recibe por parte de una plataforma que se ha hecho famosa por el contenido solo para adultos, y bajo pago, que ofrecen un gran número de sus miembros: OnlyFans.
El saltador español, durante el ejercicio.EFE
Hasta el último suspiro acarició el oro. Fue en cabeza durante prácticamente toda la prueba y, de hecho, emergió del agua tras cerrar su participación convencido de que el dorado metal no le iba a ser esquivo. La puntuación de ese salto, con todo, no fue suficiente para lograr el primer puesto.
«Estoy triste y dolido, pero volveré», lanzó prácticamente a pie piscina. El suyo no ha sido precisamente un camino fácil. Dedicarse a esta disciplina, toda una pasión en su caso, le ha exigido un importante número de sacrificios. Sin ayudas económicas oficiales, por lo pronto, tener un domicilio fijo ha sido poco menos que una quimera, y se ha convertido prácticamente en un trotamundos.
La única forma de lograr dedicarse plenamente a un deporte tan espectacular como extremo es tomar parte en el campeonato itinerante que organiza una famosa bebida energética, cuya implicación en el mundo del deporte abarca las más variadas disciplinas: desde el fútbol hasta la vela, pasando, cómo no, por la Fórmula 1 o MotoGP.
Carlos Gimeno celebra su puntiaciónAFP
La disciplina en que Carlos Gimeno lleva ya muchos años labrándose un nombre tiene un importante hándicap: al menos por ahora, está fuera del programa olímpico. Desde 2013, cuando se estrenó su presencia en los Mundiales de Barcelona, el organismo denominado hasta 2022 como FINA, se encargó de financiar las Copas del Mundo. Ahora, ha dejado de hacerlo, y por eso a este saltador extremo no le quedó otra que buscarse la vida para poder estar en Singapur.
Hay, seguro, quien se habría mostrado más que receloso a vincular su nombre con una plataforma de contenido erótico. Él, en cambio, la aprovecha para dar la máxima visibilidad posible a sus saltos, sus entrenamientos e, incluso, la dieta que sigue en su preparación para poder afrontar unos saltos desde 27 metros de altura, prácticamente un edificio de nueve pisos, no exentos de grandes riesgos.
Los ha vivido en sus propias carnes. En Macao, hace años, accidentalmente entró de cabeza en el agua, cuando es obligatorio hacerlo siempre de pie, y estuvo prácticamente 15 minutos inconsciente.