La primera victoria a domicilio de lo que va de Euroliga tuvo que ser en el Palau, lugar de resurgir para el Real Madrid, de encontrarse consigo mismo en esta temporada de vaivenes, dudas y derrotas. En una batalla agónica, insoportablemente igualada, que se resolvió en la segunda prórroga, Campazzo y Tavares lideraron la resistencia blanca para un triunfo que pretender ser resorte. [90-97: Narración y estadísticas]
Pudo el Madrid con toda la pujanza del Barça, con Jan Vesely y Kevin Punter, con el agotamiento y con su propias incógnitas. Sobrevivió a un encuentro que le parecía esquivo, con un triple de Campazzo (18 puntos, 10 asistencias) que forzó el primer tiempo extra. Y en el trance, tirando de orgullo y de esos dos jugadores sobre los que construir un imperio, acabaron traspasando la crisis a lo de Joan Peñarroya, que ahora enlazan tres tropiezos seguidos en Europa.
Hubieran sido siete derrotas ya para el Madrid, las mismas que durante toda la temporada pasada en Euroliga. Pero supo pelear sin brillantez y sin alegría, avanzar en el fango que propuso con su energía defensiva y su querencia por el rebote ofensivo el Barça y, al cabo, tomar un poco de aire. Hace 20 años que la Final Four no se queda sin al menos un equipo español y la sensación, hoy por hoy, es que eso puede volver a suceder este curso. Porque, pese a lo intenso del segundo clásico del curso, ninguno anda para fiestas. Lo demostraron en el Palau, una noche de miedos, de equipos que buscaban el resorte del que escapar de su grisura.
Desde bien pronto parecieron dos equipos maniatados, las defensas por encima de las osadías. El Madrid amaneció centrado, con Rathan-Mayes con las pilas puestas ante Punter y dos triples para una primera ventaja que fue un espejismo (8-17). Porque la segunda unidad del Barça abusó de un Andrés Feliz que no está para nada y la noche se dio la vuelta enseguida (31-25), justo en el momento en que Raulzinho Neto debutó de azulgrana: el primer balón que tocó fue un triple desde la esquina.
Justin Anderson
Cuando el panorama lo definen los recelos y la igualdad, nadie como Vesely, con su sabiduría y agresividad infinita, dueño de la escena. Es capaz de mirar a los ojos a Tavares y eso pocos lo consiguen. Firmó una primera parte estupenda.
Barça y Madrid siguieron cabalgando de la mano, con pequeños arreones que no iban a ningún sitio. Hezonja anotó los 12 primeros puntos blancos tras el descanso (15 en total en el cuarto), pero la segunda unidad de Peñarroya, eminentemente española (Núñez, Brizuela, Parra…), funcionaba con solvencia.
Cuando ambos se plantaron en la recta de meta, como dos ciclistas que se tantean, al Madrid de repente se le aparecieron todos sus fantasmas. Y Punter, agazapado y bien defendido hasta esa hora de la verdad. Ocho puntos en tres minutos del ex de Partizan encarrilaron lo que parecía el triunfo, aunque Campazzo, en sus tejemanejes mutuos con Justin Anderson, empujón incluido, le silenció con un triple para llevar el partido a la prórroga (Jabari falló después). Ahí siguió la simetría, insoportable, ahora un Punter contra Campazzo-Tavares, muchos nervios y situaciones inverosímiles, incluso arbitrales, que desembocaron en el segundo tiempo extra.
Y ahí, como dos púgiles en el round 15, valió la conexión Campazzo-Tavares, partido monstruoso -el pívot acabó con 24 puntos y 18 rebotes- de ambos para una victoria que quizá valga más de lo que parece.