GP de Gran Bretaña
Ocho de las 10 escuderías del Mundial tienen su sede cerca de Silverstone, a 100 kilómetros a la redonda. La tradición, la influencia de Ecclestone y la economía de escala lo explican.
Un rebaño de ovejas pasta y por el camino se cruzan ciervos y zorros y todo es bucólico en este rincón de la campiña inglesa hasta que, de repente, de la nada, aparece una nave industrial enorme rodeada de cientos de coches de los ingenieros que trabajan en ella. En la entrada, dos toros rojos enfrentados advierten de lo ocurre: Red Bull Racing. Aquí se fabrica el mejor coche de Fórmula 1, que se expone en la entrada junto a multitud de trofeos, y aquí se perpetúa una tradición. El equipo dice que es austriaco porque la empresa propietaria es austriaca, Red Bull, pero estamos en Milton Keynes, en Reino Unido, y ante la puerta ondea una Union Jack enorme. No es una excepción, es una norma.
En sólo 100 kilómetros a la redonda, con el circuito de Silverstone como epicentro, se concentran las sedes de siete de los 10 equipos del Mundial. La nueva fábrica de Aston Martin, de propiedad canadiense, está pegada al trazado inglés, se puede llegar andando. La muy alemana escudería Mercedes está en Brackley, a 15 minutos en coche. La francesa Alpine, en Enstone, al sur, más cerca de Oxford. Haas, en Banbury y Williams, en Grove. Incluso Alpha Tauri, con oficinas centrales en Suiza, construye parte de sus componentes en la zona. Sólo dos equipos, Ferrari y Alfa Romeo, se mantienen lejos, en Italia y Suiza. ¿Por qué?
Tradición y Ecclestone
«Una razón es la historia. Antes de la Segunda Guerra Mundial había carreras en Gran Bretaña, Alemania, Italia, Francia… pero después toda la actividad se concentró aquí. El circuito de Silverstone no fue destruido, por eso se hizo el primer Gran Premio de siempre en 1950, y las instalaciones de alrededor también se mantuvieron en pie. Eso ayudó, aunque influyeron más Bernie Ecclestone y Max Mosley. A partir de los años 70, la Fórmula 1 fue una competición inglesa, creció aquí, dirigida por ingleses, y por eso muchos equipos nacieron en la región. Eran pequeños y ahora son enormes. Steward GP, que ahora es Red Bull. Jordan, que es Aston Martin. Toleman, que es Alpine. Hoy hablamos de un deporte globalizado, ahora ningún equipo tiene una propiedad inglesa, pero durante mucho tiempo fue un deporte inglés», explica, en conversación con EL MUNDO, Chris Aylett, presidente de la Asociación de la Industria del Motor (MIA, por sus siglas en inglés), que desde años impulsa un apodo pegadizo para la zona: el Motorsport Valley.
Aquí los equipos de la Fórmula 1 emplean directamente a unos 1.500 trabajadores, pero todo lo que les rodea -proveedores, servicios…- alcanza a 50.000 personas. Incluso las universidades de la zona se han centrado en ingenierías relacionadas con el automovilismo de competición hasta superar los 80 grados y masters especializados. Así, jóvenes enamorados de la Fórmula 1 de todo el mundo vienen a esta región a estudiar, se hacen un hueco en algunos de los equipos y se quedan a vivir, a veces para siempre. Y ese es el otro gran motivo que explica la concentración de equipos en la campiña inglesa: el personal.
Economía de escala
«Toda la industria se ha construido en esta zona. Fuera cuesta mucho más atraer a ingenieros porque la mayoría ya estamos asentados aquí, ya llevamos muchos años instalados. Lo mismo ocurre con los proveedores, los materiales y con las instalaciones. Por ejemplo, aquí hay cuatro túneles del viento a una hora de distancia en coche y las escuderías se los alquilan entre ellas. Montar un equipo fuera de aquí sería carísimo e incluso con todo el dinero del mundo costaría montar un organigrama», comenta el español Jorge Belenguer, responsable del software del equipo Alpine, que llegó a la Fórmula 1 en 2015, a Lotus, y desde entonces vive en Oxford.
La cercanía de tantos equipos hace que la relación entre ingenieros rivales sea muy estrecha, algo que ha causado problemas -filtraciones de información…-, pero que generalmente es bueno para la Fórmula 1. La Pirelli Cup, una liguilla de fútbol en la que participan casi todas las escuderías desde 2011, sirve para mejorar el ambiente competitivo del paddock, aunque también ha habido alguna tangana. El año pasado, en las instalaciones de la Moulton College, venció McLaren. Este año, todo se decidirá en septiembre. Lo que es seguro es que el título no saldrá del Motorsport Valley ni ahora ni nunca. El Mundial es cada vez más global y está especialmente interesado en crecer en Estados Unidos, pero sus fábricas, sus proveedores y sus ingenieros seguirán en este rincón de la campiña inglesa entre ovejas, ciervos y zorros.