El técnico italiano del Real Madrid, Carlo Ancelotti, da instrucciones a sus jugadores.Toni AlbirEFE
Con muchos de sus más ilustres elementos de gira con sus respectivas selecciones, la Liga se toma un respiro. Repone fuerzas, hace balance y se apresta a afrontar el empellón definitivo por su escala jerárquica de norte a sur. Dos polos de climas cla
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Joshua Tarling fue el hombre del día, y Primoz Roglic el de la jornada. No es lo mismo, aunque lo parezca. El hombre del día es quien gana la etapa. El de la jornada, quien saca mayor provecho de ella. El joven (21 años) e imponente rodador británico del Ineos se apuntó la etapa, una contrarreloj cortita, pero no un prólogo, de 13,7 kilómetros. El veterano (35 años) e impresionante esloveno, segundo a un segundo, a una centésima en realidad, se vistió de rosa.
Juan Ayuso, décimo a 17 segundos de Tarling y, por lo tanto, a 16 de Roglic, sacó bastante provecho del día-jornada. Dejó atrás a todos los demás aspirantes, con diferencias de entre 20 y 49 segundos (Bernal). McNulty anduvo cuatro segundos por delante del cosmopolita español (Barcelona, Atlanta, Jávea). Pero no cuenta: es del mismo equipo. En todo caso, el UAE tiene en el estadounidense un posible relevo por si Juan flaqueara.
Pese a las apariencias, las etapas contrarreloj suponen el duelo más directo entre rivales. Aunque separados, aunque no se vean ni se vigilen, no media entre ellos más que un cronómetro desnudo e imparcial. Ni tácticas, favorables o no, de equipos propios o ajenos. Ni abanicos. Ni posibles caídas propiciadas por terceros. Ni intermediarios. Ni entrometidos. Ni escapadas. Ni sorpresas. Ni despistes. Los unos contra los otros distanciados físicamente, pero unidos en feroz competencia individual por un tic-tac implacable e indiferente a todo lo que no sea su cadencia universal.
La etapa, Tirana-Tirana, en un circuito urbano con una ondulación catalogada de cuarta categoría (1,3 kms. con respingos del 9%), pero destinada a jugar su papel en la decisión del lance, se abría a varios frentes resumidos en preguntas centradas también en la posibilidad de que Pedersen mantuviera el rosa ante Van Aert, que sólo estaba cuatro segundos por detrás. Pero Wout no estuvo a la altura del reto. Si el danés, magnífico, cedió en sólo 12 segundos ante Tarling, el belga entregó 39. Aunque esta temporada no deja de rondar los primeros puestos, no remata las faenas. Parece haber perdido filo en las llegadas y fuerza en las cronos. Viene de demasiados percances como para juzgar definitivos estos avatares. Pero empieza a suscitar dudas.
Roglic, con la maglia rosa.LUCA BETTINIAFP
Roglic, pues, lidera la general. Segundo es Pedersen a un segundo. Vacek, tercero a cinco. McNulty, cuarto a 12. Ayuso, quinto a 16. Del Toro, sexto a 17. He ahí al terceto del UAE. El equipo se articula en torno a su líder. Ayuso, en medio de su gente, se ve escoltado, protegido por ella.
Roglic ha tomado el mando. ¿Demasiado pronto? Quizás. Pero no iba a pedalear con menos ganas para evitar semejante carga nada más empezar la carrera. Tiene un equipo muy capaz para aguantar el tirón si fuera preciso. Y puede que, si le conviene, ceda la prenda a otro librándose de cargas extras y manteniendo a sus rivales a raya. De momento, ya están todos por detrás de él a distancias cronométricas en absoluto decisivas. Pero les obliga a atacar, a tomar la iniciativa, que siempre desgasta, si quieren enjugarlas. Ayuso se sitúa como la primera opción para tratar de desbancarle. Queda muchísimo Giro por delante. Pero se han establecido, aunque sea momentáneamente, las posiciones. Haciendo un juego de palabras, la etapa arrojó conclusiones no concluyentes, pero sí orientativas.
La etapa dominical, la última en Albania, tiene su atractivo. Un circuito Vlorë-Vlorë (Valona-Valona en la traducción) de 160 kilómetros, con una subida de cuarta y otra de segunda que, aunque lejos de la meta, puede repartir indiscriminadamente satisfacciones y disgustos.
Armand Duplantis era el nombre anunciado y Estocolmo la ciudad elegida. "Mondo" no había batido ninguno de sus once récords del mundo de salto con pértiga en su país, en Suecia. Su estado de forma, sus ganas y, prácticamente, su anuncio presagiaban, prometían acabar con esa especie de anomalía deportivo-patriótica. Y así sucedió. Duplantis, en la séptima escala de la Diamond League, se elevó por encima de los 6,28, un centímetro más de los 6,27 conseguidos el 28 de febrero en la pista cubierta de Clermont Ferrand.
Lo hizo en el primer intento, y era su quinto salto. No había necesitado más. Ni siquiera llegó a cansarse. Empezó, para calentar, en 5,60. Lo salvó a la primera. Y también los 5,80, los 5,90 y los seis metros. En los seis había caído el australiano Kurtis Marschall. Un compañero, no un rival. Duplantis no tiene rivales. Tiene compañeros, colegas, amigos... Pero no adversarios, en ese sentido de competitividad, de pugna entre pares que posee la palabra y admite el concepto.
Se quedó solo, pues, Duplantis, como es lógico, habitual e inevitable. El brinco, liviano en su potencia, sutil en su grandeza, propio de un hombre alado, casi ingrávido, se aproxima un poco más a otra de esas fronteras inimaginables: los 6,30. Nadie duda de que la franqueará. A ese respecto, en el mundo del atletismo hay consenso, no debate. En todo caso, el debate puede plantearse en torno a si Duplantis, de 26 años, superará los 6,50.
El día fue una fiesta nacional sueca. Andreas Almgreen, en la estela triunfal de Duplantis, batió el récord de Europa de los 5.000. Se lo arrebató a Mo Katir. Realizó 12:44.27 por 12:45.01 que el español poseía desde julio de 2023.
Tadej Pogacar, a cuyo alrededor ha gravitado la entera temporada, cerró la suya con su quinto triunfo consecutivo en el Giro di Lombardia. Nadie ha sometido de ese modo a la reina otoñal de los Monumentos. Coppi también la sedujo cinco veces, pero no seguidas. Asimismo, nadie ha hecho podio en una misma campaña en los cinco Monumentos. Pogajar ganó el Tour de Flandes y la Lieja-Bastoña-Lieja, y fue segundo en la París-Roubaix y tercero en la Milán-San Remo. Lombardia ha sido su vigésima victoria del año y la 108 de su carrera. Y su décimo monumento.
Cuando compite, Pogacar ofrece algo muy parecido a una certeza que comienza por una frecuencia, prosigue con una costumbre y desemboca en una rutina. La carrera discurría con una cierta apacibilidad, en el sentido de que no ofrecía altibajos o sobresaltos, como si aguardara a que el esloveno tomase la iniciativa dónde y cómo decidiera. El UAE controlaba con Pogacar a rebufo.
Una escapada desde la mismísima salida con 14 hombres (Simmons, Matthews, Bilbao, Ganna, Vervaeke...) se había ido desgastando y perdiendo efectivos en el curso del trayecto de 241 kms., con 4.500 metros de desnivel, a lo largo de las sucesivas cotas, cortas y duras: Madonna del Ghisallo, Roncola, Berbenno... Entre unas y otras había también muritos, muretes y toboganes. Un infierno en un paraíso otoñal de bosques verdes, ocres, amarillos y rojos.
El UAE (Novak, Majka, en su última carrera profesional, Yates, Vine, Sivakov, Del Toro) seguía controlando, con Pogacar, abrigado tras su gente. En la Crocetta, Quinn Simmons, que había sido el alma de la fuga, iniciándola y sosteniéndola, dejó a sus compañeros. Y entonces la carrera se organizó con Simmons, bigotudo, patilludo, melenudo, campeón de Estados Unidos, "hippy" tardío, con el maillot recamado de estrellas, haciendo todo lo posible para que, cuando atacase Tadej, dispusiera de alguna ventaja que le concediese alguna oportunidad.
No la tuvo con todavía por delante la Zambla Alta (9,8 kms. al 3,3% de porcentaje medio) y La Ganda (9,6 al 7,1). Por detrás, Majka se entregaba a morir. Y moría. Lo reemplazaba Vine en el martirio. Y se inmolaba. Landa, que galleaba, humillaba de golpe la cresta. Y Roglic. Y Alaphilippe. Y Bernal. Y Pidcock. Y Carapaz (que se iría al suelo luego)... Quedaron aislados en vanguardia Pogacar, Evenepoel, Del Toro, Storer y los 19 años recién cumplidos de Seixas.
Y, de pronto, ¿dónde? Qué más da. ¿Subiendo o bajando? Es lo mismo. ¿En recta o en curva?. No importa. Súbitamente, donde fuera, estalló la tempestad de un solo hombre. Del único hombre posible. De un solo trueno. De un solo rayo. De Tadej Pogacar. Quedaban 36,6 kms. para la llegada. Pogi aceleró con esa su brutal suavidad. Evenepoel, que, escarmentado, ya ha aprendido todas las lecciones, ni lo intentó. Se hubiera abrasado a cambio de nada, a costa de gastar inútilmente unas energías que iba a necesitar más tarde.
Pogacar, por delante de Evenepoel, durante la prueba.MARCO BERTORELLOAFP
...Y todo había acabado antes de acabar. Pogacar volaba, ángel con alas blancas: casco blanco, culote blanco, calcetines blancos, zapatillas blancas, bicicleta blanca y jersey blanco pintado de arcoíris como adorno colorista del cielo impoluto de toda victoria. Pogacar gana por aplastamiento con una sonrisa que endulza el esfuerzo y lo infantiliza.
Evenepoel, coloso secundario, fue otra vez segundo. Lo celebró. Ya que vencerle es una quimera, escoltar a Pogacar es un privilegio. Michael Storer fue un tercero doblemente feliz.