Se impuso al chileno por 6-3, 6-7 (6), 6-3 y 7-5, en tres horas y 56 minutos.
Cuando Wimbledon se pone serio, Carlos Alcaraz responde en consecuencia. Cuando empiezan las curvas y crece el tamaño de los oponentes, ahí está el número 1 del mundo, con la raqueta a punto y el ánimo firme. A Nicolás Jarry, 1,98 metros, le alcanzó para llevarse un set ante el español, que vuelve un año después a los octavos de Wimbledon. En un partido de los que ya señalan tendencia en el torneo, Alcaraz se impuso por 6-3, 6-7 (6), 6-3 y 7-5, en tres horas y 56 minutos, evidenciando su asentamiento sobre la superficie desde que ganó el ATP 500 de Queen’s. El chileno anduvo cerca de llevar el partido al límite, pero hay que jugar muy bien y durante mucho tiempo para vencer la resistencia de un jugador que interpreta los partidos como si fuese un consumado especialista.
Eliminado en 2022 por Jannik Sinner, esta vez se encuentra en mejor disposición para prolongar el camino. Además del rápido aprendizaje en la superficie, es un tenista más hecho, que cuenta, entre sus numerosos logros, con el Abierto de Estados Unidos logrado semanas después del grande londinense. Campeón este año en Indian Wells, Madrid, Barcelona y Buenos Aires y reciente semifinalista en Roland Garros, ha dado el salto a la hierba con gozosa naturalidad.
Campeón en los ATP 250 de Santiago y Ginebra, Jarry logró con los octavos de Roland Garros su mejor resultado en un torneo del Grand Slam. A los 27 años, el gigante chileno, 25º en el escalafón, está cerca del lugar que le corresponde, una vez superado el largo viaje de regreso después de una sanción por dopaje que le mantuvo lejos de las pistas durante 2020.
Salto de calidad
Alcaraz se presentó en tercera ronda habiendo dejado atrás a Jeremy Chardy, descatalogado debido a las lesiones y en el que fue el último partido de su carrera, y Alexandre Muller, que a los 26 años disputaba su primer Wimbledon. Jarry, buen sacador, rotundo en sus impactos, era la prueba más seria hasta la fecha en esta edición del torneo. Si en el partido ante Muller se mostró errático, poco convincente, en esta ocasión dio el salto cualitativo que necesitaba. Si entonces estuvo poco certero a la hora de convertir las opciones de break, esta vez afinó en el comienzo. Cazó la primera, en el octavo juego y a continuación cerró el parcial a la tercera pelota de set.
No bajó los brazos Jarry, que cuenta con grandes golpes de inicio. Tanto el servicio como el resto, recursos de extraordinario valor sobre hierba, figuran entre sus principales armas. La presión sobre el saque de Alcaraz estuvo a un punto de situarle con 4-0 en el segundo parcial. Desaprovechó la ocasión. Perseveró el español, que cuando lograba generar intercambios solía hacer prevalecer su habilidad e inteligencia. Gritó con los decibelios que el punto merecía cuando recuperó su saque. Se hubo de ir a un desempate, jugado con gran valentía por ambos protagonistas. Jarry levantó una bola de set con servicio y volea y acabó llevándose el parcial al resto.
Fatigado, se dejó ir en el tercer set, con la esperanza de recobrar energías y reanudar la batalla. Lo hizo, y esta vez volvió a contar con dos bolas para irse 4-0 en el cuarto. Cada vez más atinado en el resto, Alcaraz no sólo salió del trance sino que fue él quien quebró en dos ocasiones y se fue a por el partido. Ya no habría marcha atrás. “La clave es creer y estar concentrado todo el tiempo”, dijo en la entrevista posterior al encuentro.