Melbourne es terreno propicio para experimentar. Se acaba la pretemporada, y el jugador, ¡al fin!, se siente de nuevo en su entorno natural: vuelve a competir, y lo hace después de un tiempo infrecuente de trabajo continuado en el que ha podido poner a prueba pequeños o grandes cambios con el fin de mejorar. Hay un estímulo renovado en ver otra vez las caras de tus oponentes, en disfrutar nuevamente de la ambición por el triunfo.
Como no podía ser
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