Carlos Alcaraz ya está en cuartos de final de Indian Wells tras el abandono de Jack Draper al comienzo del segundo set. Después perder el primer parcial con rotundidad por 6-2, el británico no pudo continuar tras resentirse de una lesión y dejó el camino despejado para el español, en ruta hacia superar su actuación del año pasado, donde cayó derrotado por Rafa Nadal en semifinales.
Se medía Alcaraz a un británico zurdo por tercer torneo consecutivo, después de las finales de Buenos Aires y Río de Janeiro frente a Cameron Norrie, sabedor del hambre de triunfo del joven de Sutton a sus 21 años, en plena progresión en el ránking. En 2021 se movía en el 250 del mundo y ahora ha alcanzado el 56. Venía además de derrotar a uno de los ídolos de juventud, Andy Murray, pero en sus primeros octavos de final en el Masters 1000 californiano se encontró con un ciclón en frente.
Salió enchufado Alcaraz como en su debut contra Kokkinakis. Más incluso. Aprovechó la primera bola de break en el quinto punto del partido y salvó tres bolas de ruptura sobre su servicio para poner el 2-0 en el marcador de la pista central de Indian Wells. El resto del parcial fue una exhibición de fuerza y talento del murciano, muy seguro sobre su revés y con la precisión habitual con la volea y las dejadas. Desmontó los argumentos del inglés en 37 minutos plácidos de tenis.
El segundo comenzó igual que el primero, con break a favor del murciano y control absoluto del partido, una sensación a la que contribuyeron los problemas físicos de Draper, que lejos de forzar la máquina decidió comunicarle al árbitro que no podía seguir. Alcaraz celebró de forma discreta el triunfo y se acercó a una las cámaras de la pista para escribirle un mensaje al inglés: “Get well soon Jack”.
La victoria frente a Draper le pone en cuartos de final sin apenas desgaste en los primeros tres encuentros. Frente al inglés duró 46 minutos en la central de Indian Wells. Le vendrá bien ahora que empieza la exigencia de verdad. Su próximo rival saldrá del encuentro entre Tommy Paul y Felix Auger-Aliassime y después una potencial semifinal contra Fritz o Sinner, en principio. De ahí a una final contra Medveded -si no lo impide el español Davidovich-Fokina-, Tiafoe o el propio Norrie, que le pondría a las puertas del “quinto grande” y de recuperar el número uno del ranking por delante de Novak Djokovic. Lo tiene cada vez más cerca.
De nuevo sin necesidad de mucho, como sucedió en el debut ante Alexander Shevchenko, Carlos Alcaraz dejó atrás a Thiago Seyboth Wild y entró sin rasguños en octavos de final. A estas alturas del curso, a menos de un mes para Roland Garros, todos los jugadores extreman los cuidados para estar a punto en París, y al ganador de las dos últimas ediciones del torneo, que sumó su decimotercera victoria consecutiva en la Caja Mágica (6-3, 6-1, una hora y quince minutos), le preocupa más acometer intacto tal vez el principal objetivo de la temporada que convertirse en el primer tenista que gana el Masters 1000 de Madrid en tres ocasiones consecutivas. Algo más que comprensible. No obstante, si mantiene esta superioridad sobre sus adversarios, todo puede ser compatible.
Seyboth Wild, 63º, dio el gran golpe al imponerse a Daniil Medvedev, que venía de ganar en el Masters 1000 de Roma su primer título sobre arcilla, en el arranque de la pasada edición de Roland Garros. Pero antes, en 2020, con 19 años, se había hecho en Santiago de Chile con el hasta ahora único título de su carrera, entrando en el cuadro como wild card para convertirse en el primer campeón de un torneo ATP nacido en 2000 y en el más joven de su país en conseguir un trofeo en la era profesional. Nunca había ganado un partido en Madrid, y en segunda ronda dejó atrás a Lorenzo Musetti, 28º, un joven tenista italiano que sigue sin refrendar su talento.
Desinflado
El brasileño empezó bien, sostenido por su servicio y una derecha de plomo, pero se apagó pronto, en cuanto constató que sus buenas maneras no le daban para neutralizar a un rival muy superior, que experimentaba con los saques abiertos y las visitas a la red y veía fluir su tenis de manera natural. A partir del break que consiguió en el séptimo juego, la pugna se inclinó completamente de su lado. Seyboth Wild cedió el set con doble falta y entregó ocho juegos consecutivos.
Las mayores dudas sobre Alcaraz no residen en la elocuencia de su tenis, con el que puede presumir de veinte victorias consecutivas en España desde el inicio de 2022, sino en la respuesta del antebrazo derecho, que protege con una malla compresora. El campeón de las dos últimas ediciones del torneo ha reiterado que ante cualquier molestia dejará la competición. De momento, no hay motivos para preocuparse. Le espera este martes Jan-Lennard Struff, a quien derrotó en tres sets en la última final.
Antes de las semifinales de Wimbledon, Juan Carlos Ferrero deslizaba que su pupilo Carlos Alcaraz ya ha alcanzado el punto de no retorno en el despegue de cualquier leyenda: ahora gana en los días buenos, en los malos y también en los regulares. Dicho y hecho. Ante Daniil Medvedev, este viernes, Alcaraz sólo fue el mejor Alcaraz a ratos y, sin embargo, dominó el marcador para ganar por 6-7(1), 6-3, 6-4 y 6-4 y clasificarse para su segunda final del Grand Slam londinense, la segunda consecutiva, la segunda que le enfrentará al tenista más laureado de todos los tiempos, Novak Djokovic. Un reto histórico.
A sus 21 años, este domingo (15.00 horas, Movistar) el español buscará su cuarto grande, aquel que le igualaría con Manolo Santana, Guillermo Vilas o Jim Courier, con la madurez de los escogidos: ahora ya avanza pase lo que pase. «Sinceramente he tenido partidos mejores. Esta temporada he jugado mejor que hoy varias veces y en este mismo Wimbledon me he visto mejor. Por ejemplo, contra Tommy Paul, en cuartos de final, diría que mi nivel de tenis fue más alto. También influyó el estilo de mi rival, los golpes que me hizo jugar, pero ante Daniil podía haber jugado mejor», reconocía Alcaraz que al mismo tiempo aseguraba que no le preocupaba en exceso: «Voy a la final sintiéndome bien, sé cómo puedo jugar».
Recursos contra Medvedev
En sus palabras había mucha humildad por reconocer los errores cometidos y, al mismo tiempo, un análisis certero de lo ocurrido. Porque, al contrario que el año anterior, Alcaraz apenas necesitó su versión superlativa, aquella que maravilla al tenis mundial desde hace tres años. No fue un éxito fruto de la efectividad, ni tan siquiera de la puntería, fue cosa de la imaginación. Completamente afeitado, en una imagen que no lucía desde hace meses, y acompañado de toda su familia, que se quedará en Londres hasta el domingo, el ahora número tres del mundo requirió de toda su paleta de golpes para desarmar el juego defensivo machacón de Medvedev. Ahora un golpe cortado, ahora una bola alta, un toque allí, otro toque allá y, por supuesto, dejadas, muchas dejadas. Al final, el ruso no pudo más que rendirse.
«Contra Daniil sabía que no podía entrar en intercambios largos, de más de 10 golpes. Tenía que variarle mucho los golpes e intentar acortar los puntos para que no se sintiera cómodo», aseguraba el español que mejoró sobremanera durante el encuentro. En los tres últimos sets fue el dominador que es, el quinto hombre que este siglo encadena finales de Roland Garros y Wimbledon por detrás de Djokovic, Rafa Nadal, Roger Federer y Andy Murray -ahí es nada-, pero el primer set salió torcido.
Un mal inicio, un brillante final
Sin más explicación que sus nervios y ese juego de Medvedev, sufrió muchos problemas con su saque -en ese set rondó el 40% de primeros-, se movió de manera dubitativa sobre la pista y falló en los puntos decisivos -dos de ocho en puntos de break-. Que remontara dos roturas en contra y llegara al tie-break supuso un esfuerzo en vano porque en esa muerte súbita todo marchó mal. Pero luego, de repente, ¡buf!, salió el genio de la lámpara.
En los primeros instantes del segundo set, Medvedev dio un pasito atrás y Alcaraz se comió la pista entera. Mejorando con su saque -sólo concedió una opción de rotura más en todo el encuentro-, corriendo de lado a lado como un velocista y afinando su acierto -en el primer set cometió 15 errores no forzados, en los otros tres, 20-, empezó a bailar como sólo él sabe bailar. Fue entonces cuando expuso sobre el verde todo su arsenal de recursos, las dejadas, los passing shots e incluso esa locura de globo entre las piernas al que ya parece tan acostumbrado. En el último set, resoplaba Medvedev porque otra vez, como también pasó el año pasado en semifinales, no tenía nada que hacer.
En la previa, golf y familia
«Tengo ganas de jugar la final. Ya sé lo que es estar en esa posición, se cómo lidiar con todo lo que va a pasar hasta saltar a la pista y creo que tengo el nivel para jugar», comentaba el ahora número tres del mundo que rechazaba el papel de favorito pese a haber vencido el año pasado en un partido a cinco sets para la historia y pese a la reciente lesión de rodilla del serbio. Este viernes éste superó al italiano Lorenzo Musetti con la facilidad de sus días más alegres (6-4, 7-6 [3], 6-4). «Supongo que habrá mucha gente que crea que yo tengo más opciones porque Djokovic llegaba con dudas al torneo, pero sí está en la final es porque está recuperado. Él sabe mucho mejor qué es jugar una final de Wimbledon, sabe mucho mejor que yo qué es ganarla, así que está preparado que yo», disimulaba Alcaraz.
Hoy, en la víspera de la final, el español seguramente tampoco entrenará, como ya hizo antes de las semifinales, y se iría a jugar al golf con su equipo al Royal Wimbledon Golf Club. Con sus hermanos pequeños Jaime y Sergio junto a él en Londres tendrá entretenimiento de sobras para alejar la mente del tenis y, si no, podrá distraerse con la previa de la final de la Eurocopa entre España e Inglaterra y con su ya clásica llamada de la suerte con Álvaro Morata. «Espero que sea un gran día para los españoles», deseó Alcaraz en la Central del All England Club y por ello se llevó un abucheo. Si no es un gran día, será uno regular o incluso uno malo, pero ya ha demostrado que igualmente puede hacer historia.