Los nombres propios de 2023 (IV)
Tenis
Antonio Martínez Cascales, entrenador de Ferrero durante toda su carrera y ahora en el equipo técnico del murciano, evoca la final ante Djokovic
No se hablaba. El box de Carlos Alcaraz en la Central del All England Club era un puro sollozo después de la final de Wimbledon. «Estábamos todos con lágrimas en los ojos», recuerda Antonio Martínez Cascales en conversación telefónica con este periódico. Nuestro interlocutor, entrenador de Juan Carlos Ferrero a lo largo de toda su carrera y ahora integrante del equipo técnico del tenista murciano, llegó a Londres para asistir a la final, esperanzado pero consciente de la extrema dificultad de derribar a Novak Djokovic en un escenario donde llevaba seis años invicto.
«Minutos después les hice una foto a Juan Carlos y a su mujer junto a Carlitos», cuenta Cascales, situado justo detrás del entrenador del campeón, el lugar que siempre suele ocupar, testigo del llanto desbordado del que fuera su pupilo cuando se estrechó en un abrazo con el héroe de aquel 16 de julio de 2023.
Después de ganar en Queen’s, Alcaraz figuraba entre los favoritos, pero no con la vitola con la que había acudido a Roland Garros, donde le pudo la responsabilidad en las semifinales ante Djokovic. «En París se autopresionó desde el primer día pensando en aquel partido. Su cabeza estuvo durante 15 días en la cita contra el serbio. Soportó una carga mental enorme, que se incrementó en las 48 horas previas», apunta Cascales.
Nada que ver con París
«La situación previa a Wimbledon fue muy distinta. Entrenó tres o cuatro días en la academia de Villena y luego se marchó a Londres con Samuel López. Cierto es que salvo en Roma y Shanghai ha estado en las rondas finales en todos los torneos del año, pero no tenía mayores expectativas. Uno en hierba se mueve por sensaciones. Allí acudió con la idea de jugar lo mejor que pudiese».
Difícil imaginar que con sólo 17 partidos en la superficie saldría campeón de Wimbledon. El hombre que nos atiende, no obstante, tenía bastante claro que antes o después lo haría bien en hierba. «Hace un par de años estaba convencido de que por sus características de juego este terreno le iría bien. Es un tío que improvisa, que tiene buena volea y un talento innato para resolver situaciones imprevistas».
En diez meses, recién ingresado en la veintena, el joven que ya ha vivido tres etapas como número 1 del mundo, se había hecho con dos de los grandes. «Ambos nos traerán grandes recuerdos en el futuro; uno, por ser el primero, y Wimbledon por ganar a Djokovic en cinco sets. Sin desmerecer, ni mucho menos, a Casper Ruud [su adversario en la final del Abierto de Estados Unidos], Wimbledon es el torneo más antiguo, la hierba es la hierba y le gana a quien le gana», explica Cascales.
«Contra Djokovic, sabes que si está a su mejor nivel lo tienes complicado. Mira poco después, en Cincinnati, set arriba y break arriba en el segundo. Se terminó perdiendo. En Wimbledon el serbio era el favorito. No obstante, pese a perder 6-1 el primero, no veía tan lejos a Carlitos. Eso sí, si no llega a salvar la pelota de set y pierde también el segundo, la montaña hubiese sido el doble que el Everest».
El silencio y el protocolo
Dos mundos distintos: el All England Club y Flushing Meadows, Wimbledon y el Abierto de Estados Unidos. Enormes diferencias de atmósfera y de protocolo. «En Wimbledon el silencio es absoluto, mientras que el US Open es un berenjenal. La ceremonia posterior también es muy distinta. Tenemos por costumbre hacernos fotos con Carlitos y en Londres no puedes bajar a la pista».
A Alcaraz le había confeccionado Louis Vuitton un esmoquin a medida. A sus acompañantes masculinos a la cena de campeones hubo que tomarles medidas. «Vinieron tres sastres al vestuario, donde estuvimos alrededor de hora y media. Yo tuve suerte, otros no tanto. Después de la cena, en la que el presidente del club dio un discurso de 45 minutos, volvimos al vestuario. No nos querían abrir. `¿Quiénes son ustedes?”, nos preguntaron. Algunos acabaron pidiendo una pizza a la una y media de la madrugada», recuerda Cascales.
En el Abierto de Estados Unidos de 2022 Alcaraz aún gozaba de cierta cuota de anonimato. Fue el torneo de su estallido definitivo, en el que se convirtió también en el jugador más joven que alcanzaba el techo del circuito.
A Wimbledon llegó ya con un bagaje extraordinario, sin la posibilidad de exponerse en las calles londinenses. «Se hizo bien en alquilar un casa. Muchas noches ni siquiera salía a cenar a la ciudad. Pedían comida para todos en «Cambio de tercio», un restaurante con gran tradición entre los tenistas españoles».
Allí, a un grato paseo del club, pasó las más de dos semanas en Londres, junto a sus padres, sus hermanos y todo su equipo. Allí recibió a la prensa española el día después de la gesta.