Quedan semanas hasta Roland Garros y muchos partidos en el camino, pero Carlos Alcaraz ya sabe qué debe hacer para volver a ser campeón y qué no. Por primera vez en su carrera, este domingo levantó el trofeo del Masters 1000 de Montecarlo para confirmar su dominio de la arcilla y despejar sus problemas. Como ocurrió durante la semana, su victoria en la final ante el italiano Lorenzo Musetti por 3-6, 6-1 y 6-0 no fue espectacular, pero fue una victoria.
Si quedó claro que el número tres del mundo todavía no se encuentra al nivel que mostró el año pasado en París, también es evidente que pronto llegará. Triunfo a triunfo construye una confianza que le puede llevar a donde quiera. ¿A ganar 25 Grand Slam? Mejor primero pensar en ganar el quinto.
Porque últimamente los contratiempos de Alcaraz nacen de la precipitación y eso es extraño. En temporadas anteriores el español parecía inmune a la presión externa, a las exigencias del ranking, al peso de la historia, pero este año no es así. Quizá por las malas sensaciones sobre cemento o, como admitió, por la sanción a Jannik Sinner, anda precipitado y contra esas prisas debe luchar. Ante Musetti, necesitó templarse antes de vencer.
En el primer set jugó algunos de sus peores puntos del curso -sumó 12 errores no forzados casi consecutivos- y después, a partir del segundo set, se reencontró consigo mismo. Al final el partido se difuminó por los calambres del italiano, absolutamente exhausto. Por primera vez Alcaraz se proclamó campeón en Montecarlo, su sexto título de Masters 1000 y el número 18 en el circuito ATP.
VALERY HACHEAFP
“No es la manera en la que quería ganar. Me siento mal por Lorenzo. Acabar un torneo así no es fácil. Espero que no tenga un problema serio”, comentó, de entrada, Alcaraz, que luego desveló ciertas dificultades: “Desde Miami he pasado un mes difícil, me ha costado enfocarme en lo importante. No quiero dar más detalles, pero ha sido así. Esta semana en Montecarlo he disfrutado como hacía tiempo que no pasaba”.
El cansancio de Musetti
En dos de los cuatro partidos previos, Alcaraz había tenido que jugar tres sets, pero Musetti venía de dos palizas consecutivas ante Stefanos Tsitsipas y Álex de Miñaur y eso marcó la final. El italiano, un tenista en el mejor momento de su carrera, que este lunes se presentará a las puertas del Top 10 del ranking ATP, planteó el encuentro de la única manera posible: a la defensiva. Con las pocas fuerzas que le quedaban su intención era devolver las máximas bolas posibles y esperar a ver qué hacía Alcaraz. Si el español acumulaba muchos fallos, el título aún era posible.
Pero eso sólo funcionó en el primer set. El ímpetu de Alcaraz le llevó a regalar ese periodo inicial de una manera incomprensible y a complicarse la final. Para su éxito, todo tuvo que cambiar en el segundo set. Como le reclamaba su entrenador esta semana, Samuel López, de entrada se centró en poner la pelota en la pista y después realmente empezó a jugar. Ahí Musetti intentó darle respuesta, pero ya no podía. Su propio cuerpo se rindió y si acabó el tercer set fue por orgullo.
Del mar a la montaña. Hace unos años una pequeña marca deportiva vasca, Ternua, le pidió a tres cofradías de su zona, las de Bermeo, Getaria y Hondarribia, que les guardaran las redes de pesca rotas o desgastadas y en unos meses se encontraron en sus instalaciones con 12 toneladas de malla para tirar, inservible, hecha polvo. Era más de lo que esperaban, pero era mejor que sobrara. Pese al enorme volumen recibido, siguieron con su proyecto y, después de reciclar las redes y de convertirlas en hilo, presentaron su innovación: 50.000 pantalones de esquí -entre ellos los de competición de varias federaciones- hechos con material de pesca. Del mar a la montaña. Luego harían lo mismo con cáscaras de nueces o huesos de aceituna, con posos de café o con sábanas de hoteles desgastadas.
«Desde nuestro nacimiento en 1994 siempre hemos querido hacer ropa deportiva que significa algo y ahora creemos que todo el sector va hacia ahí, es el futuro porque tiene que ser el futuro», comenta Eduardo Uribesalgo, director de innovación de Ternua. Su propuesta es modesta, producción contenida, muy local, pero, en realidad, está en la línea de lo que vendrá. La ropa deportiva del futuro estará hecha de materiales que ahora ni imaginamos, durará más y será circular.
Adiós al petróleo
Las multinacionales, como Nike y Adidas, ya tienen ropa y zapatillas hechas con botellas (Flyknit) o residuos de los océanos (Parley), pero ese reciclaje cada vez es más controvertido -al fin y al cabo, es plástico-, y, además, avanzan propuestas mucho más rompedoras en ese sentido. Según un estudio de la Fundación Changing Markets el 69% de las fibras que se utilizan en el deporte todavía proceden del petróleo, como el poliéster o el nylon, y el objetivo de varias empresas es disminuir ese porcentaje drásticamente. La biotecnología ya ha creado poliéster a partir de la yuca, la caña de azúcar o el maíz, muy parecido al actual; la goma EVA, presente en muchísimas zapatillas, se podría sustituir por Bloom, hecha por algas, que ya usan Puma o Merrell; el neopreno petrolífero tiende a ser sustituido por el Yulex, hecho de planta de yute -Decathlon ya tiene un modelo 100% Yulex-; y así múltiples innovaciones.
Hay postureo, el llamado greenwashing, pero también cierta presión legislativa -nuevas directrices europeas e iniciativas como la francesa Ecoscore-, y sobre todo más conciencia de los deportistas aficionados que, al final, son los que compran. Según una encuesta de la competición de vela SailGP realizada entre sus aficionados en Estados Unidos, Reino Unido y Suiza «el 72% de la población no quiere hacer deporte con ropa hecha con combustibles fósiles», pero en las tiendas se encuentran varios obstáculos. Uno es la variedad, otro es el rendimiento, pues aún es imposible encontrar zapatillas rápidas y verdes, pero el principal es el precio.
«Tarde o temprano va a llegar: un atleta ganará un maratón con unas zapatillas reciclables. Pero mientras tanto es un camino lleno de retos. Especialmente hacer llegar al público todos esos materiales. Varias marcas han hecho camisetas con fibras muy sugerentes, de algas o fibra de coco, pero costaban 80 o 100 euros. Hasta que los procesos no sean más baratos no se podrá generalizar su uso», expone Juan González, probador de varias marcas y responsable del podcast sobre material El laboratorio de Juan.
Imagen de un forro Polartec.
«El coste se reducirá a medida que más marcas se comprometan con la verdadera circularidad», asevera Ramesh Kesh, vicepresidente de Milliken & Company y responsable de Polartec, marca líder en forros polares y por lo tanto con la dependencia del petróleo como reto. "Como industria, es hora de que abordemos algunas de las causas más profundas en lugar de poner tiritas a otros temas que tienen poco impacto a largo plazo", añade en el final del proceso para que toda su colección sea de poliéster reciclado, sea circular.
«El precio es un desafío, eso está claro. Pero hay que darles a estos materiales el valor que tienen», subraya por su parte Joel Gómez, manager en España de la marca italiana Uyn, que está marcando el camino. Con mucha implantación en el esquí -su embajadores es el estadounidense Bode Miller, campeón olímpico-, toda su ropa está hecha de fibras nuevas procedentes del maíz, del ricino o del eucalipto, tienen una lana vegetal...
«Es actual porque lo pide el público y futurista a la vez, hay mucha investigación detrás y no siempre sale cómo deseamos. Pero esa esencia bio se acabará imponiendo», añade Gómez, que sabe que en la vanguardia hay riesgo.
¿Unas zapatillas para toda la vida?
En los últimos años, por ejemplo, varias marcas, como Salomon, han presentado zapatillas 100% reciclables, pero su éxito ha sido limitado. Quizá el camino sea otro, utilizar un un material más resistente como el grafeno como hace Inov, o directamente crear unas zapatillas desmontables. En ello está embarcado actualmente Kilian Jornet. Su marca, Nnormal, triunfó en el mercado de la montaña con sus modelos duraderos, pero ahora quiere más. En los últimos meses está trabajando en unas zapatillas modulares, las Kboix, que ya han recibido un premio ISPO, por lo que proponen: que sirvan para todo, que duren toda la vida.
La idea es que la mediasuela, es decir, el bloque de goma que hay entre la suela y la cubierta, pueda irse cambiando cuando se desgaste o cuando se necesiten otras prestaciones. Para salir a correr tranquilamente, se monta una zapatilla, para competir a toda prisa, una distinta, y para abordar una montaña muy técnica, otra distinta. «Queremos evitar el sobreconsumo y creemos que esta zapatilla puede ser útil para ello. Está diseñada para ser extremadamente duradera y ser reparada cuando se acabe la vida útil de sus partes», apunta Birte Fahrbach, jefa de producto de Nnormal, que no niega las dificultades: «El desafío es unir las partes del calzado y conseguir una buena estabilidad. No puede compararse con el proceso de producción habitual de unas zapatillas».
Algún día el calzado durará siempre, algún día la ropa estará hecha de plantas o de algas: la ropa deportiva del futuro ya está aquí.
Medio siglo después de la era dorada del boxeo, los deportes de contacto vuelven a estar de moda en España. Quedó atrás la satanización, la aprensión e incluso la mojigatería alrededor de los combates, con su violencia, su sangre y sus posibles lesiones. Mientras se multiplican los seguidores y los practicantes, Topuria, un desconocido para el público general hace no tanto, planea llenar el Santiago Bernabéu en los próximos meses para defender su título del peso pluma en la UFC. Semejante boom merece una explicación.
«Hay muchos motivos, pero el principal es que ha desaparecido el tabú. Durante la transición en España se consideraba que los deportes de contacto ya no iban con los tiempos, que eran anacrónicos, y esa idea ya no existe, ahora son 'cool'. Es consecuencia de varias fenómenos: hay gimnasios que trabajan muy bien la base, hay mucho público interesado en la autodefensa, el boxeo fitness o boxeo recreativo ha atraído a aficionados diferentes, procedentes de las clases liberales...», analiza Raúl Sánchez, sociólogo del deporte por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que desde hace años analiza la evolución de los deportes de contacto en España y que se apoya en datos para sus argumentos.
Antes del éxito de Topuria, varias disciplinas de contacto ya crecían exponencialmente en España. Entre 2012 y 2022, las licencias federativas del boxeo pasaron de 1.300 a 8.000, las del kickboxing aumentaron de 3.000 a 13.000 y las licencias de lucha se elevaron de 6.000 a 16.000. Todos esos nuevos aficionados, mayoritariamente adultos, eran la base ideal para un fenómeno así, pero faltaba público joven. ¿Y quién mueve hoy a más chavales?
Entre Ibai y Jordi Wild
«Tener a un campeón como Topuria es muy importante, pero también lo ha sido el auge de las veladas de streamers. Sin ellas, la Topuriamanía sería más pequeña. Ibai Llanos, Jake Paul y Jordi Wildhan hecho mucho para popularizar los deportes de contacto», explica Gonzalo Campos, comentarista de UFC en Eurosport, presentador del podcast Generación MMA y una de las caras visibles del Dogfight, el evento creado por Jordi Wild. Una semana antes de la pelea de Topuria y Alexander Volkanovski, unos 400.000 espectadores veían a través de Youtube los combates organizados por el creador de contenido en el Tarraco Arena de Tarragona.
La audiencia adolescente radicada en Youtube y Twitch -que en julio llenará el Santiago Bernabéu en la Velada del año 4 de Ibai- ha abrazado las artes marciales mixtas (MMA) o el boxeo como modalidades propias, algo generacional. «Y para ello ayudan factores como que los combates de MMA sólo duren entre 10 o 15 minutos o que ya no tengamos tantos remilgos. Los jóvenes podemos acceder a lo más gore en nuestro teléfono con un solo click; no nos parece fuerte que dos profesionales accedan a intercambiarse golpes dentro de los límites que establecen las reglas», añade Campos, que ha vivido el fenómeno UFC casi desde el principio.
Porque la principal competición de artes marciales mixtas del mundo ha explotado en España este año, pero antes ya contaba con fans en el país y fuera era un éxito rotundo. Hace una década, mientras en Estados Unidos, parte de Asia y algunos países de Sudamérica superaba las audiencias del boxeo, a España llegaban los ecos de las peleas de Jon Jones o Ronda Rousey y empezaba a crearse una comunidad de fans alrededor de Conor McGregor. Con un personaje como él como gancho, con sus KOs, con sus celebraciones, con sus escándalos, con su combate con Floyd Mayweather, la UFC generó interés, hasta el punto que en enero de 2022 Eurosport España compró los derechos en exclusiva. Eran unos pocos y hoy son muchos, pero... ¿Todos tienen el mismo perfil?
¿Una respuesta a lo 'woke'?
«Bienvenidos al Estirando el chicle de la gente que no sabe que es Estirando el chicle», presentaba el controvertido cómico David Suárez al inicio del último evento Dogfight de Jordi Wild y luego estiraba la caricatura del público presente, muy mayoritariamente masculino: «Se quejan de que en los premios Esland hay pocas mujeres. Eso es porque todavía no han visto esto».
«No podemos negar que el éxito de las artes marciales mixtas tiene mucho que ver con la masculinidad clásica. Una reacción de aquellos que piensan nos estamos pasando con lo woke, que los hombres están discriminados, como señalaba el último CIS», afirma el sociólogo Raúl Sánchez, que encuentra respuesta en el comentarista Gonzalo Campos: «Los deportes de contacto siempre han sido de nicho, para hombres de entre 25 y 45 años. Ahora, con este boom, al llegar al mainstream, no son deportes más de hombres, todo lo contrario. El target se está abriendo y están llegando más mujeres. Si seguimos la comparación, es como Estirando el chicle: era un programa para un público mayoritariamente femenino y ahora que es mainstream lo escuchan más hombres».
Un WiZink lleno o "dos telediarios"
Sea como sea el fenómeno está en plena expansión, con una Federación Española de MMA en ciernes y varias organizaciones apostando fuerte por la expansión de los deportes de contacto en España. El pasado domingo 3, de hecho, la más importante de ellas, WOW, abrió la temporada con un llenazo en Vistalegre: 7.000 personas para ver artes marciales mixtas. «Topuria es como Pau Gasol para la NBA en España o Fernando Alonso para la Fórmula 1. Es la mecha para encender el fuego. Pero si no pusiéramos combustible todo se apagaría rápido. En cuatro años hemos producido 600 combates y cada vez viene más gente a ver nuestras veladas. La última pelea de Topuria en la UFC, en California, tuvo unos 18.000 espectadores, aquí ya casi estamos en la mitad. Es una locura», acepta David Balarezo, el CEO de WOW, que acaba de cerrar una ronda de inversión serie A con un fondo estadounidense y numerosos socios, entre ellos varios futbolistas.
Sus combates son emitidos en exclusiva en Movistar y la competición planea una gira por toda España que llenará el Cartuja Center de Sevilla o la cúpula de Las Arenas en Barcelona. «Con Topuria hemos notado un incremento de un 30% de nuestros seguidores. En un futuro no muy lejano quizá podamos llenar el Wizink o Vistalegre, que son unas 14.000 entradas, pero todavía nos falta un poquito», cierra el ex luchador apodado Bala. Aunque hay voces que no son tan optimistas.
Al fin y al cabo, en los últimos 50 años en España los deportes de contacto estuvieron a punto de asomar la cabeza en varias ocasiones y nunca antes lo consiguieron. Hubo muchos chascos. «Para mí, es una moda y está bien, pero no durará mucho. En España lo único que se mantiene todos los años es el fútbol», proclama Javier Castillejo, quien casi fue Topuria antes de Topuria.
En los años 90 y los 2000 fue ocho veces campeón del mundo de boxeo y, como después harían Sergio 'Maravilla' Martínez o Joana Pastrana se hizo un hueco en las televisiones, en las radios, en la prensa, pero no duró mucho. Las peleas estuvieron cerca de volver a ser moda, pero quizá por el tabú, quizá por la ausencia de una base, quizá por la falta de una organización como la UFC o quizá porque no existían las veladas de 'streamers', no llegaron a convertirse en un fenómeno de masas. «Ahora es un buen momento, los medios están interesados y me parece fenomenal. Ojalá dure muchos años, hay mucha gente joven interesada. Pero por mi experiencia durará dos telediarios», cierra Castillejo con la dureza propia de estas disciplinas.
Aún no ha cumplido los 40 años y Nicolás Almagro, que llegó a estar entre los 10 primeros del ranking ATP, ya recuerda su vida de tenista como algo lejano. Su rodilla izquierda, siempre delicada, le obligó a retirarse en 2019 y le hizo estar «un tiempo» sin ver ni un solo partido. «Pero luego volvió el gusanillo y...», cuenta en conversación con EL MUNDO y lo que sigue es su conversión en comentarista, ya fijo en Eurosport y Max, que retransmitirá al completo el Open de Australia que empezó este domingo. «Me gusta mucho comentar, es divertido. Cuando jugaba ya pensaba que podía ser mi futuro porque siempre he comunicado de manera muy directa», asegura.
¿Fueron difíciles los meses posteriores a la retirada?
No mucho. Necesité una desintoxicación para alejarme un poquito, pero mi cuerpo ya pedía auxilio. Podría haber intentado seguir, pero tenía que volverme a operar de rodilla, la rehabilitación iba a ser complicada, y quería dejarlo en la pista. Me ayudó que acababa de ser padre, quizá por eso no fue traumático.
En su último torneo, el Open de Murcia de 2019, ganó un partido un niño llamado Carlos Alcaraz, que apenas tenía 15 años.
A esa edad ya se veía que marcaría una época. Fue una sorpresa que creciera tan rápido, pero ya se le veía un talento increíble. Su entrenador de entonces, Kiko [Navarro] fue compañero mío de generación, un buen amigo, y siempre me decía que había un chaval que hacía cosas distintas. También le ayudaba que se pasaba muchas horas en el club, jugando con la raqueta, desarrollando esa creatividad suya. De niño Carlitos ya tenía esa aura, esa estrella.
¿Es favorito en Australia?
Su primera semana será clave por los cambios que ha hecho en pretemporada, pero si consigue pasarla con buenas sensaciones, será muy difícil ganarle. Por su juego y su físico, hay que estar muy fino para ganarle a en cinco sets. Sólo veo a dos tenistas capaces de hacerlo.
¿Sinner y Zverev?
No, Sinner y Djokovic. A Zverev no lo pongo a ese nivel porque todavía no ha ganado un Grand Slam. Está un escalón por debajo. Sinner es el vigente campeón y Djokovic volverá a estar ahí. El año pasado se quedó vacío después del oro en los Juegos Olímpicos, pero ahora estoy seguro que tiene un objetivo. Aunque no sé cuál puede ser. Quizá sumar otro Grand Slam o llegar a los 100 torneos ATP ganados.
¿Ha cambiado el tenis?
Cada vez es más físico y menos técnico. En mi tiempo ya había grandes sacadores, Isner o Karlovic, pero en general no llegábamos a las velocidades actuales. Ahora parece que todo importa menos. Pienso en Giovanni Mpetschi-Perricard, que mete los segundos saques a 215 km/h.
¿Le convenció el adiós de Rafa Nadal?
Me esperaba más del acto, pero se retiró haciendo lo que quería, que era competir. Salió a dar el 100% y no pudo sacar el partido adelante. Fue el mejor deportista español de la historia, un tenista que cambió el juego, el mejor en tierra batida que jamás veremos. Que se retirara de la manera en la que se retiró, pues, bueno, qué le vamos a hacer.
Al final no ganará Roland Garros hasta los 65 años.
(Risas) Pero estuvo cerca. Aquello lo solté en un momento de agobio en París y quedó grabado, pero lo podía haber dicho cualquiera. En Roland Garros, Rafa te desesperaba, no sabías qué hacer para ganar un par de juegos. No volveremos a ver a un tenista ganar 14 veces allí.
En el Godó de 2014 le derrotó en cuartos y él se marchó cabreado.
Quizá por mi carácter, más volcánico, a veces hacía cosas que podían molestarle un poco, pero no pasaban de ahí. Teníamos y tenemos una relación muy sana. Éramos compañeros en la Copa Davis y compartimos aficiones, el Real Madrid o el golf.
En el Open de Australia llegó una vez a cuartos, en 2013, y allí se topó con David Ferrer. Menuda generación española le tocó.
La verdad es que sí. Contra David tuve muchas oportunidades para ganar y sólo lo conseguí una vez. Recuerdo aquel partido en Melbourne, estuve dos sets arriba y saqué tres veces para meterme en semis, pero no pudo ser. David era mucho más sólido y siempre le daba la vuelta a los partidos.