El delantero, que acaba de ser campeón de la Nations League con España, llega cedido desde el Espanyol por 500.000 euros con una opción de compra de 1,5 millones
Mientras se decide el futuro de KylianMbappé, gran objetivo del Real Madrid para este verano, el conjunto blanco sigue apuntalando su ataque para la próxima temporada. La cuarta operación de la directiva liderada por Florentino Pérez es la de Joselu Mato, nuevo fichaje tras las llegadas de Fran García, Brahim Díaz y Jude Bellingham.
Joselu, ganador de la Nations League con España, descendió con el Espanyol a Segunda División y llega ahora cedido a Valdebebas a cambio de 500.000 euros, con una opción de compra de 1,5 millones.
A sus 33 años, el español nacido en Stuttgart ha marcado 16 goles en LaLiga, donde ha sido el tercer máximo anotador de la competición a sólo tres de Benzema (y a 7 de Lewandowski). Con España, el delantero ha sido clave con sus goles ante Noruega (2) e Italia, éste último en las semifinales de la Liga de Naciones.
Joselu tiene experiencia en la Premier, en la que jugó con el Stoke City y el Newcastle, en la Bundesliga (Hoffenheim, Eintracht y Hannover) y en LaLiga (Deportivo, Alavés y Espanyol). De familia gallega y salido de la cantera del Celta, aterrizó en el Castilla en 2010, con apenas 20 años. Fue clave en el ascenso del filial a Segunda División, llegó a debutar con el primer equipo en mayo de 2011 y ahora, más de una década después, vuelve a la que fue su casa.
El jugador será presentado el martes 20 de junio a las 11 de la mañana en la ciudad deportiva. “La plantilla de Ancelotti se refuerza con un futbolista con experiencia, que ha marcado goles en las tres grandes Ligas en las que ha jugado. En España ha firmado 58, a los que se unen los 22 que hizo en la Bundesliga y los 10 que sumó en la Premier League”, señala el Madrid.
ABRAHAM P. ROMERO
Enviado especial
@AbrahamRomero_
Riad (Arabia Saudí)
Actualizado Sábado,
13
enero
2024
-
11:08Ver 1 comentarioAmbos entrenadores comparecieron ante la prensa en...
Países Bajos apagó la revolución turca en Berlín. El conjunto otomano, revelación de la Eurocopa, se adelantó con un tanto de Akaydin a pase de la joya Güler y estuvo a unos minutos de dar la sorpresa y plantarse en las semifinales del torneo, pero entre De Vrij y Muldur, éste último en propia puerta, le dieron la vuelta a su sueño. [Narración y estadísticas (2-1)]
Cada partido de Turquía es una fiesta en Alemania, donde viven casi tres millones de inmigrantes otomanos que cada tarde en cada estadio hacen resonar ese «Ohhhhh Turkiye». Berlín volvió a ser suya, empujando a una selección intensa y divertida sobre el césped, con una sorprendente base de futbolistas del Fenerbahce y el Galatasaray y con Arda Güler y Calhanoglu como estrellas. Sus pies fletan balones que hacen volar a sus centrales, revolución de este torneo y detenidos en la orilla de las semifinales por una poderosa selección de Países Bajos, capaz, como los campeones, de levantarse cuando estaba hundida.
Los de Koeman saltaron al Olympiastadion con ganas de enfrentarse a Inglaterra en la previa de la final. En el primer minuto, Memphis Depay erró una clara ocasión dentro del área y el equipo dominó durante el tramo inicial. Schouten y Reijnders asumieron la posesión y los neerlandeses fueron mejores. Pero Turquía despertó.
Güler se acercó a Montella, hablaron y el conjunto otomano cambió. Dejó jugar a los centrales rivales y presionó cuando Gakpo, Simons o Reijnders tuvieron la pelota. Intensos y generosos en cada esfuerzo, así le dieron la vuelta a las sensaciones del partido.
Ritmo muy alto
Conscientes de que con combinaciones no podrían superar a Países Bajos, Turquía comenzó a buscar balones largos a la espalda de Aké y De Vrij con esos cohetes que tiene en las bandas: Muldur y Kadioglu, a los que Dumfries y Gakpo no seguían en las marcas. El duelo aceleró a un ritmo muy alto, diferente a lo visto en los encuentros de Francia e Inglaterra. Turquía mordió y encontró premio.
Después de un par de centros que murieron en el corazón del área pequeña sin que nadie los rematara, Güler por fin encontró destinatario a sus extraordinarios pases. En el 35, recogió el rechace de un córner y puso un balón magnífico con la derecha al segundo palo de Verbruggen, que dudó lo suficiente como para no llegar y que Akaydin, como hiciera Demiral en octavos, cabeceara a la red.
El shock de Países Bajos fue tan brutal como la locura turca en las gradas. El tanto fue merecido al empeño otomano en buscar el partido, en no tantear a su rival, en asfixiar la insulsa posesión neerlandesa. Baris se hizo grande en punta, forcejeando con el gigante Van Dijk y dando salida a los ataques de su equipo. La pregunta era cuánto tiene podría aguantar Turquía esa sexta marcha.
La respuesta, en la segunda parte. El conjunto de Montella se encerró en un 5-4-1 convertido en muro y Países Bajos pasó de jugar al fútbol al balonmano. Posesiones eternas de izquierda a derecha en las que se estrellaban una y otra vez con la defensa. Koeman introdujo a Weghorst para tener un referente y juntó a Depay con Gakpo por el carril izquierdo para generar superioridades, pero Turquía todavía tenía oxígeno para más.
Güler, en una falta provocada por él mismo tras una contra, estrelló un zurdazo extraordinario en el palo neerlandés. Podría haber sido otro milagro. Entre él y Baris Yilmaz volvieron locos a Aké y Van Dijk y rozaron el 0-2 en varias opciones, pero el fuelle, como decíamos, no iba a ser eterno.
Heroico Verbruggen
Mientras Turquía bajaba sus pulsaciones, Países Bajos las aumentaba. Toque, toque, toque y toque buscando el espacio y el error rival. Primero Weghorst no estuvo acertado al rematar un centro de Schouten, pero los de Koeman empatarían el partido tras un gran cabezazo de De Vrij a centro de Memphis. 1-1 y el partido cuesta abajo hacia Ámsterdam.
Era el minuto 70 y Turquía parecía K.O. Un par de jugadas más tarde, en el 75, una desconexión de los otomanos en el rechace de un córner terminó con Dumfries poniendo un balón raso al segundo palo que entre Gakpo y Muldur empujaron a la red de Günok.
En el tramo final, Turquía lo dejó todo. Pudo empatar en millones de ocasiones, todas salvadas por un enorme Verbruggen, héroe de su país y verdugo otomano con varias manos casi imposibles, una de ellas a Kilicsoy cuando la grada gritaba gol. Van de Ven, con un pie salvador, también evitó las tablas en los minutos finales. Llora Turquía y sonríe la infinita afición neerlandesa, feliz hacia una semifinal de máximo nivel contra Inglaterra.