Inter 1 Barcelona 0
El equipo azulgrana se asoma al abismo en la Champions tras caer frente a un Inter que anuló el plan de Xavi. En el añadido, el árbitro negó un penalti a favor del Barça por mano de Dumfries
El Barcelona ya no sabe qué hacer para que Europa deje de ser un tormento. Si en Múnich jugó bien y perdió, en Milán jugó mucho peor y también perdió. Ni el nuevo orden, ni los nuevos futbolistas, ni los nuevos esquemas libran del suplicio a un equipo que continúa en lo mismo, penando en los templos del continente y fiando su suerte a Dembélé. Metáfora del desconcierto. Más allá de que el árbitro cerrara los ojos ante una mano de Dumfries en el añadido, Xavi Hernández no supo cómo atacar el catenaccio del Inter y tomó una derrota que deja al Barça al borde del abismo. Una nueva caída frente a los italianos la próxima semana volvería a condenarle al suburbio europeo.
La bruma que baja por el cielo del Giuseppe Meazza, tan intimidatoria, envolvía los alaridos de unos hinchas que arrastraban en oleadas a los futbolistas del Inter. Nada importaba que el equipo neroazzurro viniera de perder tres de sus últimos cuatro partidos de la Serie A, o que el técnico Simone Inzaghi estuviera tan discutido que la prensa local ya le mostraba el cadalso. Pero nadie interpreta mejor la supervivencia que un italiano. Inzaghi rechazó las ideas rocambolescas para dedicarse a lo sencillo. Plantó su línea de cinco defensas frente al área, confió los disparos lejanos al pie de hierro de Çalhanoglu, y, sin Lukaku, echó a correr a Lautaro Martínez y Joaquín Correa.
A Xavi, en cambio, le traicionó su personalidad. Rescató aquel 3-4-3 con el que él siempre soñó edificar su obra, sin tener en cuenta que en lugares como San Siro pocas cosas importan más que la claridad de ideas. Quizá pensando que solucionaría el misterio Dembélé, única salida durante todo el partido ante el encierro al que fue sometido Lewandowski en el área.
En cualquier caso, el grueso de los futbolistas del Barcelona no interpretó un plan que pasaba por el cuadrado en la garganta del campo (Busquets y Pedri como pivotes, Gavi y Raphinha como mediapuntas por dentro), por una línea de tres en la zaga que completaba Sergi Roberto, y por ubicar a Marcos Alonso como extremo zurdo. Un galimatías dado que el plan debía cambiar con celeridad al 4-3-3 en los pocos segundos en que el Inter tiraba la transición.
Así quedó el Barcelona desnudo cuando no supo cómo defender la acción con la que el Inter atrapó el primer gol del partido, cuando el primer acto ya se desmayaba. Marcos Alonso, como había venido pasando hasta entonces, no pudo llegar a tiempo para defender a Darmian, el carrilero de su orilla. Poco más se le podía reclamar al madrileño, obligado a estar pendiente de demasiadas cosas. El ataque local fue rechazado hacia la frontal, donde nadie estuvo pendiente del futbolista con mejor remate lejano del partido. Qué cosas. Çalhanoglu, que ya había obligado a lucirse a Ter Stegen al amanecer, acertó esta vez con su martillazo. Sergio Busquets no llegó a tiempo.
Y eso que el Barcelona ya venía advertido. Mientras Xavi se desesperaba ante la escasez de ideas de los suyos, Inzaghi celebraba cada uno de los arreones de los suyos. En uno de ellos, y después de que Correa se la jugara con el control orientado a Eric García, el central azulgrana se llevó el balón con la palma de la mano. Sin reparos. Eric, sin embargo, se libró del penalti porque el VAR advirtió al árbitro que en el inicio de la jugada Lautaro estaba en fuera de juego. El eslovaco Vincic, eso sí, acudió al monitor ante la indignación del Giuseppe Meazza.
El árbitro volvió a tomar el protagonismo en el segundo tiempo, justo cuando Dembélé parecía haber tomado por fin el pulso a su cordura. El extremo, que ya había disparado al palo, centró por fin con criterio. Onana salió fatal, y Ansu, que había salido al campo por el desdibujado Raphinha, saltó sin mirar. La pelota le golpeó en la mano, lo que obligó al juez a invalidar el gol de Pedri.
A Xavi se lo llevaron los demonios. Y se cargó de más motivos al ver cómo en el 91 el árbitro obviaba una mano de Dumfries en el área, tan clara como la de Ansu. En el fútbol de la tecnología, el ojo humano es aún quien decide. Y al Barça se le vino el mundo encima. Otra vez.
El Barcelona sólo encaja ya en los relatos de Lovecraft, donde el miedo se confunde con la incomprensión: “El lugar lógico para encontrar una voz de otros tiempos es un cementerio de otros tiempos”. ¿Cuántos cementerios quedan?