La japonesa se hizo con el título de dobles mixtos de Roland Garros, cuatro días después de ser descalificada de los dobles femeninos por darle un bolazo accidentalmente a una recogepelotas.
Kato, junto a Tim Puetz, durante la final.THOMAS SAMSONAFP
“Ha sido un reto mental estos últimos días tras mi injusta descalificación de los dobles femeninos”. Así rezaba el comunicado que la japonesa Miyu Kato leyó en la Philippe Chatrier pocos días después de ser descalificada del torneo de dobles femeninos en Roland Garros. Este jueves ganó la final del mixto junto al alemán Tim Puetz, que es también su entrenador, y aprovechó para pedir una indemnización por esa decisión.
Tras imponerse en el ‘super tie break’ de la final a la pareja formada por Bianca Andreescu y Michael Venus, por 4-6, 6-4 y 10-6, la nipona quiso arreglar cuentas con los organizadores, a quienes hizo responsables de su descalificación en octavos del doble femenino contra la española Sara Sorribes y la checa Marie Bouzkova.
“Los mensajes de apoyo que recibí me han ayudado a ganar este mixto”, señaló la japonesa. Agregó que espera poder repetir el partido en el que fue descalificada y anunció que ha solicitado que le devuelvan el dinero de los premios y los puntos que le quitaron por aquel incidente. “Espero poder volver a jugar junto a Aldila contra Sorribes y Bouzkova. He hecho una apelación para que me devuelvan los puntos, mi dinero y mi reputación”, afirmó.
Kato fue descalificada después de que, tras un punto, lanzara una bola contra uno de los fondos y golpeara a una recogepelotas, que se echó a llorar.
Cuando usted se siente a ver la final del domingo, seguramente le sorprenda el portero de Inglaterra. Le verá gritar sin parar a sus compañeros, a la grada y al banquillo. Gesticulará en todo momento, incluso cuando el balón esté a 50 metros de su portería. Moverá los brazos, la cara, se reirá con sus rivales y volverá a gritar de nuevo. Ese hombre es Jordan Pickford, un guardameta de 30 años que juega en el Everton y que tiene una personalidad única.
«Lo ve todo y nos habla mucho. Bueno, mucho no, todo el rato», bromea John Stones, líder de la defensa de Inglaterra, desde la concentración en Blankenhain. «Es un poco pesado, pero le queremos mucho. Ha sido muy importante para nosotros en este torneo, no tengo nada malo que decir sobre él. No nos deja caer y espero que siga así durante muchos años», reflexiona Kyle Walker, diana de los gritos de Pickford en muchos partidos.
El portero del Everton ha sido clave en el éxito de Inglaterra a lo largo de esta Eurocopa. En octavos realizó varias paradas de mérito contra Eslovaquia y en cuartos fue el héroe de los penaltis contra Suiza. Los británicos no ganaban una tanda continental desde los cuartos de 1996, precisamente ante España, y Pickford les salvó. Lo mismo hizo en los cuartos del Mundial de 2018, también en el momento decisivo desde los 11 metros ante Colombia. ¿Su secreto? Un papel pegado a su botella de agua con el lado al que solían disparar los futbolistas suizos. Algo que repetirá contra España en caso de llegar más allá de los 120 minutos.
Detuvo un penalti al helvético Drmic para acabar terceros en la Liga de Naciones de 2019 y en la Eurocopa de 2021 hizo todo lo que pudo en la final contra Italia, repeliendo los disparos de Belotti y Jorginho. Un logro insuficiente alzar el trofeo. Con el rechazado a Manuel Akanji en cuartos, ha evitado 4 de 14 penaltis en grandes torneos, una cifra superior a los dos que pararon los arqueros ingleses entre 1990 y 2012.
"Es difícil de cambiar"
El puesto de portero de la selección nunca parece bien cubierto en Inglaterra, pero Pickford va camino de hacerse un nombre en la historia del país. Criticado en la Premier durante años, esta temporada se ha transformado y ha llevado esa evolución a los Three Lions a pesar de que no juega en uno de los grandes clubes de su liga. Ha sido el segundo guardameta del campeonato, tras David Raya, con más porterías a cero. Y es el segundo portero con mejor porcentaje de paradas en las Eurocopas tras Iker Casillas, teniendo en cuenta aquellos que han disputado 10 o más partidos.
«Este es su carácter y es difícil de cambiar», admitía Carlo Ancelotti durante su estancia en el Everton. El portero era incontrolable porque más allá de los gestos, fallaba mucho sobre el césped. «Tiene que estar concentrado en lo que está haciendo, conociendo sus limitaciones y también sabiendo sus puntos fuertes», explicaba el técnico italiano, con cierta mano izquierda.
Ahora parece que Pickford ha sabido cómo gestionarse, gracias también a la confianza de Gareth Southgate, que siempre le ha defendido a pesar de las críticas. «Dicen que soy leal a él, pero es que se lo ha merecido. No hay nadie que le desafíe seriamente en la posición», admite el seleccionador en Blankenhain.
"He cambiado como persona"
Pickford sigue gritando y gesticulando, pero detiene balones, que al fin y al cabo es lo más importante. «Hace un par de años comencé a trabajar con un psicólogo, porque fui consciente de que tenía mejorar en algunas cosas. Y creo que en los últimos dos años he estado en el mejor plano mental de mi vida. He cambiado como persona, pero he mantenido la pasión», admitía durante una reciente entrevista con Sky. «He nacido con esa pasión y tengo que equilibrarla con el juego, pero sin perderla», añadía.
El portero nació en Sunderland y se formó desde los ocho años en el conjunto local. Una vez llegado al profesionalismo, no parecía capaz de mantener la regularidad y fue cedido a seis equipos en cuatro años. Una locura que también explica su momento vital. Darlington y Alfreton Town, de ligas regionales; Burton Albion, en la Cuarta División; Carlisle United y Bradford City, en Tercera y Preston North End en Championship, donde sí brillaría para catapultarse al Sunderland y al Everton, que en 2017 le convirtió en el portero inglés más caro de la historia. El club de Liverpool pagó 25 millones de libras y a partir de ahí fue un fijo en la selección. Southgate, que le había visto en las inferiores, no dudó.
Y aquí está Pickford, que en realidad es 'Pigford' de nacimiento, aunque se cambió su apellido porque significaba «vado de cerdos». Cosas de Jordan. Le espera España.
"¡Así, sufriendo, se crea el equipo!". Y tanto que había sufrido. En su primer partido bajo la dirección de Pablo Bouza, la selección masculina de rugby ganó a Países Bajos (18-20) después de que los locales fallaran un tiro a palos con el tiempo agotado. Las palabras de Bautista Güemes, uno de los veteranos, a sus compañeros abrazados en círculo contenían una segunda verdad. El equipo se está creando, está en construcción.
Mes y medio más tarde, la selección española ha acabado tercera en el Campeonato de Europa, el nivel siguiente al Seis Naciones. Tras esa angustiosa victoria en Amsterdam y otra más holgada contra Alemania(27-5), España se ha medido a tres quinces que disputaron el último Mundial. Plantó cara a Georgia antes de ser avasallada al final (38-3), dominó muchos minutos a Portugal pese a la derrota (33-30) y este domingo se ha impuesto a Rumanía en un encuentro que empezó mal y remontó con meritoria autoridad (33-40). Una actuación global que devuelve la ilusión a los aficionados.
"El seleccionador se enfoca mucho en el grupo, que estemos unidos", afirmaba hace unos días Güemes. El argentino Pablo Bouza dirige esta etapa. La anterior, conducida por Santiago Santos, se cerró con el éxito deportivo de la clasificación para dos Mundiales y el desastre de las descalificaciones posteriores por la alineación irregular de jugadores nacidos en el exterior. La columna vertebral se basa ahora en jóvenes talentos de la prolífica cantera española. Parte están enrolados en clubes franceses, algunos en los equipos filiales de 'promesas'. El nuevo capitán, Mario Pichardie, sólo 23 años, demostró su liderazgo contra Rumanía.
"Armar un equipo, crear una identidad" es el objetivo declarado por Bouza para este 2024. No sólo implica trabajo deportivo. Los ratos libres se aprovechan para hacer actividades juntos. "Se crean más vínculos; si no, sé cómo uno me la va a pasar pero no le conozco", señala Álvaro García, capitán hasta agosto de la selección sub20 y ya asentado en la absoluta. Cuenta cómo los sub20, que se clasificaron para el mundial de su categoría, pactaron unos valores en los que se refugiaban cuando un partido se torcía. Siente que, sin haberlo verbalizado, el XV del León comparte "el compromiso, me dejo el hombro por el equipo, y ser disciplinados".
Placaje de Alvar Gimeno al rumano TomaneChristophe Petit PessonEFE
Álvaro pide con frecuencia consejo a Del Hoyo y Ovejero, internacionales con más kilómetros que a la vez son sus competidores por el puesto de talonador. "Hay muy buen rollo, mi librito de apuntes se está llenando". Acude a la experiencia ajena porque en varios aspectos nota el salto de categoría. "La melé es una de las fases más complicadas; el ritmo de juego es distinto; y la parte física, no es lo mismo jugar entre gente que tiene 20 años que entre gente que tiene treintaypico", apunta. La melé es también la faceta del juego en la que el XV del León se ha visto más superado en estos cinco partidos. La solución no será inmediata. Hacen falta kilos de músculo y sobre todo horas de vuelo.
Durante el torneo la selección española ha mejorado en defensa, especialmente en la propia 22. "Nos encontramos cómodos", resume el apertura de origen argentino Bautista Güemes. El grupo también ha crecido en los contactos. De retroceder en el primer partido contra Países Bajos a imponerse en el pick and go -percusiones sucesivas- en la primera mitad contra Portugal y a hacer así dos ensayos, ambos de Pichardie, a los antaño abrasivos delanteros rumanos.
Sin embargo, esa dureza que va adquiriendo el quince de Bouza suele debilitarse a partir del minuto 60. El seleccionador tampoco ha dado hasta ahora muchos minutos a los hombres del banquillo. "Puedes jugar a lo que quieras, pero si delante no aguantas un partido entero, los equipos empiezan a flaquear", describe Álvaro García. Su compañero Bautista Güemes coincide. "Hay un momento en que nos empezamos a caer y por eso necesitamos subir el aspecto físico para aguantar los ochenta minutos al 110%". Destaca el compromiso común de seguir avanzando al margen de las concentraciones. "El físico es un poco nuestro debe, tenemos que trabajar, siento que cada uno lo va entrenar mucho más", añade.
La solución óptima a este problema supera a los propios jugadores y afecta en realidad a todo el calendario de competiciones. El seleccionador se ha mostrado partidario de un acuerdo con los clubes para que los internacionales lleguen más descansados a los partidos de 2025, cuando se disputará la clasificación para el el mundial de Australia 2027. Pero ese pacto parece muy difícil con los clubes franceses, ya bastante remisos a prestar a sus profesionales.
La selección celebra el tercer puesto en el Campeonato de EuropaChristophe Petit PessonEFE
En las cinco semanas de trabajo el equipo se ha esforzado en reducir las pérdidas de balón y en rearmar el maul de touche, una plataforma ofensiva que la selección de Santos practicaba de memoria y que, por la renovación, ha perdido efectividad. "Es un fuerte nuestro y vamos a seguir aunque tengamos gente joven, en categorías inferiores trabajamos mucho eso", afirma Álvaro García, convencido de que volverán a sumar ensayos avanzando en formación. Su pronóstico, expresado el pasado jueves, se cumplió el domingo contra Rumanía.
En el Campeonato de Europa ha destacado la calidad y peligrosidad de los tres cuartos españoles, veloces ejecutores de la mayoría de los ensayos. "Queremos rucks rápidos, mover la pelota, y hacer al otro equipo, más pesado, que se canse. En la inferioridad física podemos correr, tenemos jugadores que manejan muy bien la pelota", explica Bautista Güemes.
En los dos últimos partido la selección de Bouza tuvo tanta o más posesión de balón que Portugal y Rumanía, otra señal de progreso. "El engranaje es más fluido cada vez", subraya Álvaro García, quien elogia la experiencia que aporta un puñado de veteranos. Güemes, 33 años, destaca que a los recién llegados sólo les falta "rodaje" y apela al legado. "Estamos para acompañar y luego dejarlos que sigan", subraya.
A este equipo en construcción le queda media docena de partidos para completar la puesta a punto antes de luchar por la ansiada clasificación para Australia 2027. "España no sólo va a competir, sino que lo va a lograr", sentencia Güemes. Para él, superviviente del último fiasco, sería un sueño cumplido. "Si estamos acá, es por algo".
La clasificación, en 2025
La aspiración española de acudir a un mundial de rugby por primera vez desde 1999 se ve favorecida por el aumento de los equipos participantes, que en Australia 2027 subirán de 20 a 24. Eso puede suponer al menos una plaza más en el torneo clasificatorio europeo, que se disputará a lo largo del año 2025. No se ha anunciado aún cómo se desarrollará.
Para Francia 2023, las selecciones del llamado Campeonato de Europa compitieron por dos plazas directas y una de repesca. Si se confirmara el aumento, ocho selecciones lucharían ahora por al menos cuatro puestos. Georgia vuelve a ser favorita para conquistar el primero. Con Rusia aún excluida, Portugal, Rumanía y España serían candidatas a los otros. La amenaza para todos es el avance de Países Bajos.