Real Madrid 80 Partizan 95
El partido se suspendió a falta de 1:40, sentenciado ya para los de Obradovic, cuando Llull golpeó a Punter y se desató una multitudinaria tangana.
Reflexionaba anoche Giannis Antetokounmpo, tras caer en primera ronda de los playoffs NBA, sobre el fracaso en el deporte. Hablaba con razón del esfuerzo, de los objetivos a largo plazo, de que sólo gana uno y de que Jordan conquistó seis anillos en 15 temporadas. Y, sin embargo, sus Bucks, el mejor equipo de la temporada regular, por muy bien que sonaron sus palabras, fracasaron al caer con los Heat. Tampoco va a poder escapar el Real Madrid del escarnio si se consuma, como todo indica, su adiós a la Euroliga en cuartos. Nadie ha remontado jamás un 0-2. Y quizá nadie se levantó tampoco de semejantes malas sensaciones. El Partizan no sólo le volvió a derrotar en el WiZink. Esta vez le sacó los colores. Hasta el punto de hacerle perder los nervios: con todo ya sentenciado se desató una vergonzosa e histórica tangana en el WiZink que fue mucho peor que todo lo anterior. [80-95: Narración y estadísticas]
Restaba 1:40 (80-95) cuando Llull, a lo Batum con Navarro, golpeó a Punter. El americano se encaró, levantó el puño y Deck y Yabusele terminaron por encender una pelea barriobajera. La agresión del francés sobre Exum fue demoledora. Musa también resultó golpeado por Punter. Tardó en hacerse la paz. Los árbitros decidieron suspender el partido. Habrá consecuencias.
El bochorno final fue un triste colofón a una derrota sin paliativos. Porque las cosas siempre pueden empeorar. El palo del martes no sólo había sido deportivo y moral. El triple de Punter penalizó un bravo ejercicio del Real Madrid en la segunda parte sin Tavares. Pero sin él para el segundo round -descartada la gravedad en su lesión de rodilla, no pudo estar listo sin embargo-, sin el tipo que todo lo condiciona, sin el que tapa errores y propicia aciertos ajenos, el panorama blanco ante un rival completamente lanzado se complicaba hasta límites insospechados. Obradovic se relamía. No iba a dejar pasar la oportunidad de noquear a un rival herido, de volver a Belgrado con semejante botín.
Las vergüenzas blancas se destaparon desde el amanecer. Porque, menos algún chispazo de orgullo, todo resultó un desastre, por mucho que Raúl, Vinicius y Valverde observarán desde la primera fila. Partió el Madrid con un 0-9 y en 10 minutos ya había encajado 31 intolerables puntos. La defensa era una calamidad. Mateo optó por Randolph de inicio, pero pronto introdujo a un Poirier recuperado a la carrera después de su operación de apendicitis hace 21 días. No ha entrenado con el grupo aún, acabó jugando casi 23 minutos minutos. Con desajustes constantes y sin nadie que intimidara en la pintura, Dante Exum se puso las botas. Ni la casta de Rudy y Llull, que volvió tras no disputar ni un minuto en el primer duelo, pusieron orden.
El Chacho
El caos no amainó. Tras un pequeño renacimiento gracias a Hezonja, el Partizan golpeó todavía más fuerte. Madar, Smailagic, Punter… el maestro Obradovic dejaba en evidencia al rival en cada situación y la desesperación se empezó a adueñar del equipo local y de las tribunas. Los serbios, bien acompañados en las gradas, llegaron a mandar por 15 (32-47).
Sin argumentos baloncestísticos válidos ante la telaraña negra, al Madrid le tocaba apelar a la épica, como tantas veces le funcionó en el pasado reciente. La noche en el WiZink necesitaba agitadores. La magia de Sergio Rodríguez, olvidada en la primera parte, fue la apuesta de Chus Mateo. Eso y una zona pusieron todo patas arriba en tres minutos (48-53). El Chacho, robos, asistencias, tensión y también mucha experiencia, fue la chispa adecuada.
Y, sin embargo… Pronto se recuperó el Partizan, con alguna acción en la que le sonrió la fortuna -como un triples más tiro libre de Nunnally sobre la bocina de posesión, en pleno vendaval-, alguna decisión controvertida de los árbitros y, también, claro, la calidad de Punter y Lessort. Porque igual que acertó Mateo, ahora no supo dar un respiro al Chacho y Rudy a tiempo, cuando ya el visitante volvía a estirar su ventaja. Cuando otro triple de Punter puso la máxima (62-79) aún quedaban ocho minutos pero todo parecía acabado.
Y lo estaba, porque este Madrid no tiene respuesta. Tampoco en el banquillo. En el infierno de Belgrado se consumará, sí, su fracaso.